miércoles, 10 de octubre de 2012

NATURA - CULTURA – CIVILIZACION



El tipo de relación con la naturaleza es lo que ha marcado los diferentes estilos, modos y formas de vida en toda la historia de la humanidad. Mucho más allá que el desarrollo tecnológico, la división social del trabajo, o la propiedad de los medios de producción; han sido el tipo y profundidad de relación con la naturaleza. Entendiendo por naturaleza a toda la existencia, la cual en última instancia es un solo organismo (multiverso) como está comprobando la ciencia moderna y tal como lo anotaban las antiguas culturas de toda la humanidad. Las diferencias están en el nivel de interrelación, interacción, conexión, comunicación, simbiosis con la naturaleza multiversa. Pudiendo distinguirse que han existido 3 tipos de relación y por ende de vivir la vida: la natura, la cultura y la civilización. Hay otros autores que señalan que son: salvajismo, barbarie y civilización. Otros que asocian a cultura con civilización, y hablan de pre-historia e historia. Quienes asocian al hombre natural dentro del comunismo primitivo pasando por la división social del trabajo y el desarrollo de los medios de producción hasta el comunismo científico. Etc.
Lo cierto, es que hasta hace 100 años la mayor parte de la humanidad vivía en el campo y su vida se desenvolvía junto a la naturaleza extra-humana y esto generaba un modo de vivir o de estar en la vida. Hasta antes de la revolución industrial (siglo XVII) la relación del ser humano era mucho más ligada a la naturaleza, en la que el ser humano se correlacionaba corporalmente con ella. Y antes del inicio de la etapa denominada mecanicista (hace 2500 años) la relación era mucho más profunda en la comprensión de que el ser humano era un ente más, ni mejor ni diferente a los otros seres de la vida. Y mucho antes de la era patriarcalista (hace 5000 años) la relación era estrecha e íntima con la naturaleza, en la medida en que emocional, sensitiva y físicamente eran una complementariedad entre la naturaleza y humana y las otras naturalezas. Y hasta antes de la aparición de la agricultura (hace 7500 años) la relación era totalmente unificada y no existía ningún tipo de separación o división vivencial o conceptual o simbólica con la naturaleza.
A la etapa natura o del ser humano natural -desde la aparición de éste sobre la faz de la Tierra y hasta el surgimiento de la agricultura- la filosofía y ciencia occidentana o civilizatoria la califica como período salvaje o primitivo o arcaico de la humanidad. Lo que implica un estado inferior, subdesarrollado, atrasado, menor, peor…, es decir, una serie de adjetivos peyorativos que minimizan o desvalorizan a ese ser humano. Por ende señalando que el hombre cada vez ha ido mejorando, perfeccionando, evolucionando…, y evidentemente el hombre actual es el mejor de todos los anteriores, y el del futuro será mucho más inteligente, bello, sano, feliz, etc., etc. ¿Pero será que esa concepción lineal y progresiva de la occidentalidad es la visión de los otros pueblos del planeta? ¿El hombre civilizado actual es mejor o superior al ser humano natural y al hombre cultural?
Con el aparecimiento de la agricultura (el cual fue un acto femenino mientras el hombre se dedicaba a la caza y a la pesca) se dio un cambio, que no es ni mejor ni peor, simplemente diferente, pues todo acto tiene doble vía: constructivo o destructivo, regenerador o deformador, etc. Y eso ha existido siempre y no depende del nivel de técnica o tecnología o informaciones sino de la conciencia o de la sabiduría, habiendo en todas las épocas más sabios o menos sabios. Entendiendo por sabiduría aquel acto de convivencia y connivencia con las leyes de la vida, que para nosotros son las leyes de la naturaleza, y que para otros son las leyes del hombre civilizado y de un dios hecho a su medida y necesidad.
En la época natura no existió ningún acto de modificación o de alteración de lo instituido o establecido por la vida y solo se recolectaba o tomaba lo que existía y la vida se reproducía infinitamente, como así había sucedido por lo menos unos 500.000 años. Con el surgimiento de la agricultura y de las demás tecnologías subsecuentes, se da un gran vuelco para en apenas 10.000 años dar un “giro coperniquiano” de resultados insospechables y en los que actualmente está en juego real la supervivencia de la especie humana, o al menos de buena parte de habitantes de la Tierra. Por lo que cabe preguntarnos si habremos estado mejorando, desarrollando, o si todo eso es relativo y quántico -como se diría ahora-. Es decir, a medida que el hombre fue dejando de ser lo más natural hasta volverse actualmente robotizado, anoréxico y enajenado, fue creando un mundo cada vez más artificial, contaminante y depredador de la naturaleza, y ya no es esoterismo el cambio climático que estamos viviendo. 
En otras palabras, después del aparecimiento de la agricultura surge la matemática, la escritura, la moneda, el comercio, la pólvora, la imprenta, las industrias, las bombas, las telecomunicaciones, la electrónica, la robótica…, en que en cada proceso la afectación a la naturaleza sería mucho más a grave a medida que la ciencia fue ampliándose y especializándose. Lo que para unos significó irse modernizando, progresando y mejorando, para nosotros fue el acto paulatino de irse separando, dividiendo, fragmentando en nuestra relación y connivencia con la naturaleza. Quizás para algunos el ser humano de ahora está mejor, pero lo que sí es cierto, es que la naturaleza está peor que solalamente hace 500 años, o ¿alguien ha hecho algo por ella?, ¿cuántos son los que se han preocupado por el ser que nos contiene, sostiene y mantiene?
“CULTIVAR EL ESPIRITU”
La palabra cultura viene del latin cultivus que hace referencia al acto de cultivar o de labrar lo que está en estado natural.  Todo aquello que no ha sido topado por la mano del hombre se denomina endémico o permanente o virgen, y las diferentes formas de intervención se denominan utilización, aprovechamiento, explotación… Esto también ha marcado el hecho de concebirle a la naturaleza como un ser de la vida o fuente de vida o recurso natural o medio de producción o mercancía, etc. Al producirse hace unos 7500 años los primeros experimentos de manipulación de las plantas silvestres, se inicia un proceso paulatino de experimentación con la naturaleza que no ha parado hasta nuestros días y que más bien se ha acelerado los últimos 100 años. Y la pregunta que surge es: ¿hasta cuando ese proceso de intromisión en la naturaleza estuvo enmarcado dentro de ciertas formas de respeto y de co-creación mutua? , o ¿cuando se rompe ese nivel de naturalidad de la experimentación y de relación armónica con la naturaleza? Consideramos que ese momento es cuando el ser humano por primera vez se siente que no es naturaleza y que es mejor o superior a los otros seres de la vida. Según los datos que se conocen, serían los griegos clásicos los primeros que se reclamasen como superiores. El primero que lo registra en forma escrita será Platón, quién anota que la naturaleza está en estado inferior al hombre.
Por 5000 años de ejercicio de la agricultura como el acto de cultivar la tierra, se pasó hace 2500 con los griegos clásicos (Sócrates, Platón, Aristóteles…) a lo que ellos denominaron el acto de cultivar el alma o el espíritu. De la misma manera que un campo que existe en forma natural y no se lo prepara para cultivarse, el hombre que no se cultiva al interior está en un estado salvaje o primitivo, decían los inauguradores del logos o racionalismo griego. Esta fue una de las primeras expresiones de cierto menosprecio o rechazo a lo natural visto como algo que crece sin orden ni concierto o como algo arbitrario.
El hombre “inculto” sería como un campo sin cultivar, mientras que el hombre “culto” sería aquél que tendría el cuidado de su espíritu. De esta manera, el término latín “cultus” que inicialmente significó “cultivar” la naturaleza pasó a tomar el significado de “cuidado” y de “culto”. Como verbo “cultivar” pasó al sustantivo “cultus”, y además adquiriendo el significado de «cuidado» y de «culto» en un sentido religioso (por el “cuidado” o “culto” constante de los dioses realizado por los sacerdotes) y, por otra parte, pasó a considerarse “culto” todo ser humano que “cultivase” su espíritu. Así el “espíritu” se distanciaba de la naturaleza, y el cual estaba en la razón o en el logos. Ya no era el espíritu algo también sensible y emocional sino algo exclusivamente mental, inteligente, racional y por ende dios también era como ese ser humano y con forma de hombre; ya que lo sensible, instintivo, sensorial era “inculto” y tenía forma femenina o de mujer.
Desde ahí hasta ahora no ha cambiado esa visión. Los más “cultos” serán los que estén lo más alejados de la naturaleza, la cual representa lo irracional, bruto, tosco, ignorante. La naturaleza que fuera considerada ser vivo, inteligente, amoroso por miles de años, pasó en poquísimo tiempo a ser considerada inferior, salvaje, torpe, subdesarrollada… hasta considerar a la Tierra y al cosmos en su conjunto como inerte, cosa, objeto. Esta visión “culta” alcanzó su cúspide en la Ilustración (siglo XVIII), quienes se consideraban “el fuego de la purificación” de todo lo salvaje al declarar que habían logrado “desprenderse de la naturaleza”, pues solo la razón era la única verdad inmortal. Kant en “Crítica del juicio”, la define como “la producción en un ser racional de la capacidad de escoger sus propios fines”, en el sentido de otorgar “fines superiores a los que puede proporcionar la naturaleza misma”.
A partir de aquí el término se amplía, entendiéndose por cultura aquello que el hombre añade a la naturaleza, sea en sí mismo (cultivo de su espíritu), sea en otros objetos, tales como utensilios, herramientas, procesos técnicos, etc. De aquí surge la idea de “bienes culturales” o de “cultura material”, e incluso últimamente se habla de “industria cultural”, por lo que ya no se trata -ni siquiera- de “cultivar el espíritu” sino de “cultivar” el negocio, la mercancía, el bien para ser comercializado y aprovechado por los que tienen dinero; con lo cual se ha perdido todo el sentido primordial o primigenio de lo que es cultura. De otra parte, la noción de que tener cultura presupone un cierto “otium” y exige la cobertura de las necesidades vitales más elementales, por lo que en ciertos ámbitos la “cultura” pasó a ser sinónimo de actividad propia de las clases sociales adineradas: lectura de libros “cultos”, audiciones musicales “clásicas”, actividades artísticas “finas”, etc. Finalmente, en Alemania el término “Kultur” pasó a adoptar las características, particularidades y virtudes de una Nación, en aplicación  a la antigua noción de tradición, palabra que procede del latín “tradere” y en relación a transmisión. En este sentido se recalca la necesidad de la transmisión para que pueda existir la cultura, y así tomando el término cultura otra dimensión, sin embargo en Francia y Gran Bretaña se prefería el término “civilización”, quedando cultura como tradición y civilización con modernidad. Término éste, que a la postre tomará preeminencia y se resaltará hasta el día de hoy como lo más avanzado un estadio superior. Pero al mismo tiempo adviene su cuestionamiento con el surgimiento de propuestas de salida o de regreso a las formas culturas y naturales ancestrales.
DE LA CULTURA A LA CIVILIZACION
Con el aparecimiento de la agricultura, que fue el acto de co-creación con la naturaleza, de acompañar los ciclos de la vida, de respetar las formas de existencia propia, se pasó al acto de domesticación y de superposición de las formas naturales por las formas humanas “cultas”, autoconsideradas como superiores y mejores a los principios naturales. En este período de cultura de la tierra de alrededor de 5000 años en Eurasia, la forma de vida era comunitaria y guardaba todavía una relación profunda con la naturaleza, y el ser humano se seguía sintiendo naturaleza y vivía apegado a los ciclos naturales que marcaban el sol y la luna. Del ser natural al ser cultural, si bien había una diferencia y distancia, este ser humano seguía integrado a la naturaleza, no idealmente sino vivencialmente.  Siendo la diferencia entre unas y otras culturas de Eurasia y del mundo en general, su mayor o menor correlación con la Madre Tierra, pero todas con un acercamiento para dejarse guiar y orientar por la naturaleza que marcaba su calendario y forma de vida.
La cultura griega sería la primera en distanciarse de estas matrices y características de relacionamiento natural hace unos 2500 años y dar paso a lo que ellos denominarían: la civilización. Este proceso de ruptura con la naturaleza se da con el surgimiento de la ciudad-estado o de la polis en término griego. Ciertos grupos tribales de alrededor de no mayor a 10.000 personas se atrincheraban en espacios cerrados, para lo cual procedían a construir grandes murallas con el propósito de protegerse del ataque de otros pueblos. Se encierran en espacios de 1.000 y 3.000 km2, de los cuales unos terrenos se dejaban para la agricultura, el pastoreo y los puertos que les comunicaban con el exterior. El resto de actividades y de población eran concentrados en pequeños sectores urbanos, teniendo a los aristócratas (los “mejores”) y a los oligarcas (los “pocos”) en el centro de la ciudad amurallada. Cada polis controlaba su territorio y no aceptaba la sumisión a ningún poder exterior. La estructura de la polis conllevaba un establecimiento urbano, generalmente instalado al pie de una acrópolis junto con su parte rústica. Socialmente la polis se caracterizó por la existencia de un grupo de ciudadanos que disfrutaban de todos los derechos, de un grupo de extranjeros (metecos) sin derechos pero libres, y de un tercer grupo, los esclavos, privados de libertad y que no disponía de ningún derecho.
Sería en este acto de concentración y amurallamiento el surgimiento de la noción de separación y distanciamiento como forma de vida: el urbanismo. Es decir, de una visión holística e integral a partir de un tipo de vida relacional con el todo, se pasó a un estilo de vida enclaustrado. Y posteriormente será el acto de afinamiento y perfeccionamiento de la mentalidad atrapada sobre muros hasta su cúspide actual que es el encerramiento del espíritu en los atrios modernos. Es decir, del acto de “cultivar el espíritu” al acto de enclaustrar al espíritu. Acto al cual le denominan como un paso civilizatorio, de progreso y de crecimiento.
LA MORAL Y LA ETICA.
El concepto de civilizar, sustentado en aquel principio inicial de “cultivar el espíritu” se fue perfeccionando en todo este tiempo. Para ello el eje central sería la creación de la dicotomía de bien y de mal, en la que unos son los buenos y todos los demás los malos. Obviamente la aristocracia, la oligarquía,  la timocracia, la monarquía eran los buenos y cultos, y las mujeres, los esclavos, los campesinos, artesanos eran los malos e incultos. Para consolidar esta propuesta se inventaron la moral y la ética, los cuales fueron los medios para separar y clasificar a los unos y a los otros, por un lado los mejores (aristy en griego) y en el otro lado a los “peores” -que se diría indirectamente-. La palabra “moral” tiene su origen en el término latino mores, cuyo significado es costumbre, de la cual había de dos tipos: las virtuosas y las perniciosas. Y algo parecido era la “ética”, la cual reflexiona racionalmente sobre las moralidades con la finalidad de encontrar principios racionales que determinen las acciones éticamente correctas y las acciones éticamente incorrectas.
Todo esto está enmarcado dentro de lo que se llamaría la dialéctica -que eran los famosos diálogos-, cuyo propósito era discutir para ver quién o qué era bueno o malo, correcto o incorrecto, y de esta manera estableciendo que la vida es la lucha entre opuestos, entre el bien y el mal, o el buen vivir y el vivir mal. Dicotomía que también tendrá su propio recorrido hasta nuestros días, en el que actualmente se difunde el “vivir mejor” por los capitalistas, y por ciertos socialistas del siglo XXI el “buen vivir”. Esta moral y ética del bien y del mal comenzó a ser enseñada en forma de preceptos prácticos, tales como las Máximas de los “siete sabios de Grecia” y de los Versos dorados de los poetas de Grecia; o bien en forma de apólogos y alegorías hasta que se revistió con un carácter “científico” en las escuelas de Grecia y de Roma.
Pero los que consolidaran a estas visiones son los denominados sofistas (Sócrates, Platón, Aristóteles). Según Platón, la “idea de bien” -que es la idea suprema de su teoría de las Formas- es el objeto más adecuado para el alma y causa de la realidad, perfección y verdad de las cosas. La importancia y función que Platón concede en su filosofía a la idea del bien, es tal, que el bien es dios y el mal es el diablo, o también dicho de otra forma el bien es la razón y el mal lo sensible. Para Platón, la única forma de acceder a la realidad inteligible era mediante la razón y el entendimiento, quedando el papel de los sentidos relegado por considerarlo engañoso. En este sentido, sostiene que todos los entes del mundo sensible son imperfectos y deficientes, y que participan de otros entes que son perfectos y autónomos (Ideas), de carácter ontológico muy superior y de los cuales son pálida copia aunque perceptibles mediante los sentidos. Cada Idea es única e inmutable, mientras que las cosas del mundo sensible son múltiples y cambiantes.
Otra forma dicotómica o dialéctica creada por los griegos clásicos en relación al conocimiento de los “incultos” y de los “cultos”, fue la doxa y la epistéme. La doxa u opinión era un conocimiento superficial, parcial y limitado, vinculado a la percepción sensorial, primaria e ingenua. Para ellos, el conocimiento dóxico versa sobre apariencias y no sobre la realidad, por lo que se trata de un conocimiento fenoménico y, por ende engañoso e incluso falso. De ahí que se le catalogaba como un conocimiento inferior, empírico, característico de gente no instruida e inculta; que principalmente eran los campesinos, es decir, los que estaban más ligados a la naturaleza. Hecho que no ha cambiado hasta el día de hoy. En cambio, la episteme para los sofistas tenía un carácter especializado, era un saber que penetraba hasta las causas y fundamentos de las cosas. El significado de episteme ha variado a lo largo de los siglos, pero su vieja aspiración de alcanzar un conocimiento cierto, verdaderamente explicativo, bien fundamentado, organizado sistemáticamente y, a ser posible, riguroso y exacto, siguen vivos en las ciencias y la filosofía posmoderna de nuestros días.
Para Aristóteles el conocimiento teórico persigue la verdad con independencia de su aplicación práctica, se basa exclusivamente en la especulación y en el razonamiento abstracto, instaura un saber general y universal que no está condicionado por las circunstancias y culmina en la contemplación gnóstica que se satisface idealmente en el "pensamiento que se piensa a sí mismo", cuyo paradigma es Dios entendido como motor inmóvil o reflexión que se agota a sí misma. Las virtudes del entendimiento, prosigue Aristóteles, son la sabiduría, que consiste en la comprensión intelectual de los principios evidentes, y la ciencia, que se define por el hábito y la capacidad de sacar conclusiones de acuerdo con las reglas de la lógica.
Es decir, lo primordial ya no era la relación con la naturaleza de la cual emanaba el conocimiento sino del ego de cada uno, que dependiendo si era “culto” o no, estaba en el bien o el mal, en la ignorancia o en la sabiduría. Siendo lo “culto” todo lo opuesto a la naturaleza instintiva y sensible, es decir, solo la razón y las ideas eran las válidas. A partir de aquí cada cual soltará sus Ideas y se transformará en Filósofo. Su búsqueda está en la mente y no en la interrelación con su naturaleza interior o la naturaleza extra-humana como había sucedido desde siempre y por millones de años. El conocimiento no es fruto de la compenetración con su medio sino con su ego “cultivado”, el cual en estos 2500 años ha soltado cantidad de Ideas, que han tenido una vigencia corta para ser desechadas y reemplazadas por una nueva, sin que esto pare hasta el día de hoy. Es la dictadura de las Ideas en oposición a todo lo irracional que representan las diosas, la mujer, la naturaleza, el cuerpo, la sexualidad, la sensibilidad, el arte, el sentimiento, etc. El hombre auténtico será, para Platón, aquel que consiga vincularse a las ideas a través del conocimiento, acto intelectual -y no de los sentidos- consistente en que el alma recuerde el mundo de las ideas del cual procede.
La cultura como “Cultura de la Tierra” al día de hoy solo ha guardado el nombre pero el significado es ahora totalmente opuesto a lo que fue originalmente, por lo que no cabe seguir llamando a todo esto cultura sino civilización o tecnoformismo o estereotipo o hasta “civilización del espectáculo” como dice Mario Vargas Llosa. Aunque para él, cultura es el arte purista pero para el vitalismo la cultura es una forma de estar en la vida, es una actitud y posición frente a la vida, es un conjunto de formas, nociones y paradigmas que orientan la vida dentro de un acto recreativo o de crianza de la vida. El arte no es igual a cultura, la cultura es mucho más que arte, es un sistema de vida, es una forma de relación y de convivencia humana y extra-humana. Esto quiere decir que la cultura fue desapareciendo paulatinamente desde hace 2500 años en occidente hasta su desaparición en el romanticismo del siglo XVII y finalmente en la Ilustración en el siglo siguiente. Incluso en el arte fue desapareciendo la cultura como tal, en que ha terminado como “arte por el arte”, cuya expresión más clara  es el hedonismo artístico hasta su máxima manifestación actual que es el esteticismo, todo lo cual es arte civilizatorio pero que ya no tiene nada de cultura y es más bien: no-cultura (unkultur).
LAS CULTURAS SOBREVIVIENTES
El exceso de población, los disturbios y los intereses comerciales de las polis hicieron que a partir del año 750 a. C., desde Grecia se iniciara un proceso de colonización que no ha parado hasta el día de hoy. En un principio fueron los campesinos de las polis en busca de nuevas tierras para labrar, los que afrontaron el riesgo. Las ciudades-madre o metrópolis planeaban los detalles del viaje y equipaban a los colonos, que irían acompañados por un aristócrata al frente de la empresa. Al llegar, el jefe de la expedición buscaba un sitio que fuera fácil de defender y repartía las tierras entre los expedicionarios, en partes iguales. Estos pioneros se convirtieron en importantes terratenientes, los cuales a su vez serían los padres de los nuevos ricos de Europa que se fueron heredando las tierras y colonizando nuevos territorios, bajo el argumento de civilizar y evangelizar al mundo entero.
Los europeos civilizados o domesticados llegan a Amaruka (América) hace 500 años y se encuentran con pueblos que vivían en un estado natural y otros en un nivel cultural. Claro, que para los europeos todo era natural, pero en una forma despectiva y en asocio de salvaje, primitivo, bárbaro, bestial, etc., y en la que indudablemente mientras más “naturalito” (forma de calificar) era un pueblo era más atrasado, y los otros pueblos eran un poco menos atrasados, pero todos eran atrasados. El “buen salvaje” no solo que no tenía cultura sino que no tenía alma y estaba en un estado salvaje, y aquellos que tenían un conocimiento arquitectónico y agrícola simplemente eran pueblos bárbaros, siguiendo la misma lógica que aplicaban a su propio proceso (salvaje, bárbaro, civilización). Solo después de casi 400 años a algunos pueblos se les considera como culturas, pues a otros pueblos los antropólogos les siguen llamando sociedades primitivas.
Y últimamente con el relativismo cultural se habla de civilizaciones a ciertas sociedades, pero no se dan cuenta que no están haciendo ningún favor en calificar a algunos de culturas y a otros de civilizaciones, en el sentido de darles mejores atributos o consideraciones, cuando históricamente el acto de civilizamiento es un acto antihumano y contranatural. Por lo que rechazamos que se califique de civilizaciones a nuestros pueblos, eso es más bien para nosotros una degradación que un atributo. Los pueblos andinos (tawantisuyanos) y de Amaruka en general eran y son pueblos de la “cultura de la vida” totalmente diferentes a la “civilización de la muerte”. Si bien han logrado civilizar, evangelizar, catequizar a algunos pueblos, todavía sobreviven algunas culturas en ciertas comunidades, y más que todo sobreviven los pueblos natura en ciertos grupos tribales “no contactados”, que son el único referente que queda de una vida en armonía con la naturaleza. Irónica y paradójicamente algunos civilizados europeos, cansados de tanta domesticación, están yendo en búsqueda de los pueblos culturales y naturales para aprender de ellos. Incluso en EEUU y Europa ya hay algunos grupos que viven así, y están regresando a formas de vida armónicas, y su referente y ejemplo son los pueblos “salvajes” que afortunadamente todavía sobreviven en algunos lugares de la Madre Tierra y a diferentes niveles. ¿Ese será el futuro de la humanidad?


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