miércoles, 19 de abril de 2017

LA BURGUESIA DE IZQUIERDA


Por más de 100 años se enfrentaron conservadores y liberales, incluso llegando a extremos de matarse mutuamente, pero a medida que se fue consolidando el capitalismo las diferencias fueron disminuyendo hasta casi desaparecer, manteniéndose actualmente ciertas diferencias pero que no son estructurales. Hoy prácticamente conviven en colaboración mutua y se reparten el poder de acuerdo a las circunstancias, y se unen férreamente cuando está en peligro su posición dominante o privilegiada.
Los conservadores fueron absorbidos por los liberales, o el liberalismo logró ganar la disputa y procedió a introducir a los conservadores dentro de su paraguas, habiendo actualmente los liberales conservadores o neoliberales y los liberales propiamente dichos. Dicho de otra forma, la extrema derecha que propugna lo que algunos han denominado el “capitalismo salvaje” y la derecha o centro-derecha que promueve un “capitalismo verde”. Ambos representan a la burguesía, una burguesía conservadora y una burguesía liberal, una burguesía aristocrática y una burguesía emergente, que se disputan el poder pero que no dudan en aliarse cuando se trata de enfrentarse a sus detractores. De tanto en tanto se confrontan por obtener la mayor y mejor parte de la torta, pero cuando les quieren quitar son uno solo. Día a día van acortándose las diferencias y se van imbricando en una sola especie, las viejas generaciones son más conservadoras pero las nuevas ya son liberales plenas.
En el caso de los EEUU, hasta los años 70 habían distancias entre el partido demócrata que representaba a los sindicatos y el partido republicano a las élites económicas. Pero la burguesía liberal que no se sentía muy cómoda en el partido republicano vio como opción el partido demócrata, por lo que se fueron introduciendo paulatinamente hasta tomárselo plenamente desde el gobierno de Bill Clinton. Ahora ambos partidos pertenecen plenamente a la burguesía, a la burguesía liberal y a la conservadora, que se turnan en el poder y cuyo propósito es mantener el sistema. Las élites apoyan a los candidatos de ambos partidos, así cualquiera gane se aseguran de tener ventajas. Bernie Sanders es uno de los últimos remanentes del antiguo partido demócrata que estaba más cerca de la clase media y de los trabajadores, pero a la final ganó la derecha liberal a través de Hillary Clinton. El partido demócrata es cada vez más asimilado por la derecha y prácticamente ya no hay diferencia, tan solo la de presentar el juego del bipartidismo para hablar de democracia, para que haya cierta alternabilidad y se haga más interesante la lucha entre los grupos de poder.
En 1989 con la desaparición de la Unión Soviética, la izquierda sufrió un gran golpe que llevó a la reflexión y el análisis de lo sucedido. Se cuestionaron algunas concepciones y prácticas, lo que generó varias posiciones y tendencias. En un extremo, quienes se afirmaron en la ortodoxia marxista-leninista y que terminó culpando al imperialismo por su derrota y no a causas o errores propios. Y en el otro extremo, quienes cuestionaron una serie de tesis como de dogmáticas, sectarias, dictatoriales y burocráticas, pero se siguieron ubicando en la izquierda. En este abanico de la izquierda actual, el resultado es la aparición de múltiples izquierdas a las que podríamos enmarcar desde una izquierda incambiable hasta una izquierda en que a nombre de cambio ha borrado toda la visión de la antigua izquierda y tan solo mantiene el nombre.
Esta última izquierda ha procedido a hacer un vaciamiento aprovechando de la situación caótica y de reflujo para proceder a resignificarla. Ha hecho una resignificación bajo el nombre de “nueva izquierda” o “izquierda moderna”, de tal manera que no se asusten algunos sectores. Procediendo a incorporar o asimilar una serie de categorías del liberalismo y hasta del conservadurismo, para hacer una amalgama en la que lo central ya no es el marxismo o el materialismo dialéctico, sino que es un añadido más entre otros.
Si bien era cierto que había que desmitificar el marxismo-leninismo y de rencauzar la izquierda a otros planos y niveles, pero lo que ha hecho esta “nueva izquierda” es sacarla de su esencia revolucionaria y transgresora para convertirla en reformista, etapista, coyunturalista, populista. En otras palabras, una serie de concepciones burguesas han sido adoptadas por esta autodenominada izquierda, haciéndole perder su carácter rebelde y alternativo. Esto se refleja en sus actitudes pro-extractivistas, modernizadoras del estado burgués, desarrollo del capitalismo financiero, acomodo a los índices del capitalismo global, aceptación de las tesis globalizadoras, y todo cuanto permita entrar a la modernidad plena, en la idea de que son los pasos previos para llegar al socialismo.
Tanto es así, que muchos sectores de la burguesía han entrado a sus filas, votan por ellos, y quieren que se mantengan en el poder, pues saben que ya no representan un peligro para sus intereses, todo lo contrario, han demostrado ser más eficaces que los capitalistas salvajes o neoliberales, puesto que han hecho del estado un gran instrumento de traslación de recursos. Si antes las viejas izquierdas nacionalizaban y estatizaban empresas o creaban nuevas, la nueva izquierda se encarga de pasar los recursos a las viejas empresas capitalistas o a las nuevas empresas de su círculo. Hay una vieja burguesía nacional e internacional que han recibido los contratos de las grandes obras, y ha brotado una nueva burguesía que ha sido beneficiada con transacciones medianas y pequeñas. Esta burguesía boyante es la más interesada en que se mantengan los gobiernos “progresistas”, pues quieren seguir firmando más convenios con el Estado para seguir enriqueciéndose y luego estar en condiciones de disputarse con la gran burguesía o la oligarquía.
En las últimas elecciones en el Ecuador una serie de “nuevos ricos” se mostraron abiertamente en favor del candidato oficialista Lenin Moreno. Bajo el membrete de “empresarios con responsabilidad social”, se distanciaron de la vieja burguesía para presentarse como modernos y con sentido social. Mientras la vieja derecha quería eliminar o bajar impuestos, la nueva burguesía estaba de acuerdo con los impuestos y con el argumento de que esos recursos eran necesarios para sostener la educación y la salud. Es decir, sostener al Estado dinamizador de la economía y de la que ellos son los principales beneficiarios. El caso más patético es del joven empresario Pablo Campana, yerno de una de las mujeres más ricas del Ecuador y perteneciente a la familia Noboa el grupo más poderoso. Y lo mismo podemos decir de los “boliburgueses” en Venezuela, o de la “burguesía aymará” en Bolivia, y así en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Nicaragua, El Salvador, en donde gobierna esta “izquierda progresista”.
Todos ellos están de acuerdo con el estadocentrismo para que siga haciendo más obras y ellos sean sus adjudicatarios. Son una burguesía que se califica de izquierda, de una izquierda que ya no es estatista sino estado-puente, que ya no es creadora de empresas estatales o centralizadora de la economía en el Estado, sino que hace del Estado un intermediador para pasar los recursos a los viejos y nuevos ricos, en base a lo que acumula por vía de impuestos el pueblo que como último consumidor es el que realmente paga todo y además por la explotación inmisericorde de la naturaleza (ecocido) y del neococolonialismo de los pueblos primeros (etnocidio).
No fueron capaces de motivar y empoderar al pueblo organizándolo en cooperativas, asociaciones, comunidades, etc., para que se hagan cargo de las obras y hoy sean los que le estén disputando el mercado y los depósitos a la burguesía. Por ejemplo, en el gobierno de Rafael Correa los grupos financieros en sus 10 años de gobierno aumentaron en 150% sus ganancias, mucho más a lo que ganaron en el período anterior al de él. Apenas son 7 los grupos financieros que controlan el sistema financiero, pero si hubiera consolidado a las juntas y cooperativas de ahorro se hubiera desconcentrado la acumulación del capital y estaríamos en otras condiciones. Eso habría sido una verdadera política de izquierda, que estaría creando las condiciones para salir del capitalismo y no para afirmarlo.
En definitiva, el pensamiento burgués ha penetrado en la izquierda, a tal punto ya no hay gran diferencia entre la vieja derecha y la nueva izquierda, así como ya no la hay entre conservadores y liberales. Las distancias son tan solo al interior de la misma matriz, por lo que la izquierda ya no es la alteridad sino simplemente el otro lado del sistema dominante. Una izquierda que no pretende terminar con el capitalismo sino hacerle más “humano” o “popular”, pero para que parezca de izquierda dicen que el “capitalismo social” es el paso obligado para construir el socialismo, algo que será obra de las futuras generaciones, amén.
Una izquierda que puede ser conservadora a nivel familiar, liberal a nivel económico, feminista a nivel de mayor participación de género, ecologista a nivel de una producción verde, indigenista a nivel de folclorizar a los pueblos originarios, etc. Todo un hibridismo en la que pueden entrar todas las corrientes, y cuyo propósito es inmovilizar a los propios movimientos sociales. Es un otro caso de “extractivismo epistémico”, en el que se toma una serie de principios y axiomas de la alteridad para digerirlos en un nuevo paradigma y con ello despolitizarlos, desmoralizarlos y aniquilarlos. De esta manera han logrado quebrar algunas organizaciones, cooptarlas, o dividirlas. Lo que no pudo hacer la vieja derecha, lo ha podido hacer la burguesía flotante y lo más risible a nombre de la izquierda, de la revolución y del socialismo.
A este paso la izquierda del socialismo del siglo 21 se ha convertido en otro brazo que apuntala el sistema, son como el partido demócrata en los EEUU, o como el PSOE en España, que juegan a alternarse en el poder pero que no hacen cambios estructurales. Jugar al bipartidismo de derecha e izquierda, para desarmar a la izquierda radical y presentársela como extremista o fundamentalista. Hábilmente la burguesía se ha tomado la izquierda y el socialismo, incorporándolas a sus estrategias de perpetuación y dominio. La burguesía liberal en primer lugar se digirió a los conservadores y ahora lo ha hecho con una buena parte de la izquierda, el siguiente paso será hacerlo con todas las izquierdas a través de cooptarlas o de anularlas.
Hoy la alteridad viene de fuera de la izquierda, desde los movimientos de resistencia, los movimientos alternativos, los movimientos de transición, los movimientos autonomistas, etc. Todos los cuales no se sienten representados por la izquierda y que por otro lado cuestionan la dicotomía derecha/izquierda, que ahora resulta obsoleta y reaccionaria. La oposición ahora es entre lo alternativo y lo oficial, entre lo alterativo y lo estatuido, entre el centro y la periferia, entre lo eurocéntrico y la alteridad, entre la globalización y la diversidad, entre el antropocentrismo y el vitalismo, entre la civilización y la transcivilización. Ahí es donde se juegan los dos sistemas-mundos, y la posibilidad de cambios profundos y totales, o la desaparición de la especie humana por efecto del cambio climático.


sábado, 8 de abril de 2017

FRAUDE A NOMBRE DE LA REVOLUCION


Recuerdo cuando estudiaba derecho en la Universidad Central del Ecuador y militaba en una de las facciones de la izquierda, como “a nombre de la revolución” se hacían fraudes en las elecciones estudiantiles o de profesores, se golpeaba a los falsos revolucionarios, se amenazaba a las autoridades con destituirles, se les sacaba a los profesores derechosos, se desviaban fondos “legalmente” hacia el Partido Revolucionario, se pedía a los profesores que les hagan aprobar a los compañeros que tenían malas notas ya que no tenían tiempo para estudiar porque estaban dedicados a hacer la revolución, etc.
Y a los que nos parecía extraña esa situación y no estábamos de acuerdo con estas prácticas, nos convencían con el argumento de que teníamos una falsa moral pequeño-burguesa, que por la revolución había que hacer lo que sea, que la burguesía también actuaba así y que no podíamos jugar honestamente, que lo importante era llegar al poder para hacer la revolución para el pueblo, etc. Si bien era cierto que la derecha era igual o peor, no se justificaba cuando desde la izquierda se decía que eran el "hombre nuevo".
Un día nos convocaron a una reunión de mi grupo con uno de los cuadros más altos del Partido, quien bajaba para enseñarnos algunas tácticas y estrategias revolucionarias. La reunión fue en mi casa y casi todo el día. Al medio día hicimos un alto para comer, con otro compañero preparamos una comida y cuando ya íbamos a repartir en los distintos platos, apareció en la cocina el alto dirigente revolucionario y dijo que él se encargaría de aquello. Repartió equitativamente para todos, pero se guardó para él la mejor y mayor tajada. Ante lo cual yo me quedé anonadado y estupefacto, no supe que decir y solamente pensé: si esto hace con una simple comida, que haría si estuviera en el gobierno o si tuviera más poder.
Resistí un tiempo más, pero a la final abandoné el Partido Revolucionario diciéndome: si esto es izquierda, soy anti izquierda. Y lo mismo de la abogacía, pues me di cuenta que no existía justicia que todo el sistema era corrupto. Mi experiencia universitaria me sirvió para darme cuenta lo que era la izquierda/derecha, la justicia, y todo el sistema capitalista. Terminé alejándome de la izquierda y como tampoco creía en la derecha, solo encontré en el movimiento indígena la esperanza, a los únicos que los veía coherentes y verdaderos. Si la izquierda me había decepcionado la derecha me había indignado, y como no podía acomodarme como muchos lo hicieron encontré un camino que no fuera ni lo uno ni lo otro, el que me ha dado sentido para ser afín y sin que tenga que venderme o aprovecharme a “nombre de la revolución” o a “nombre del pueblo” o a “nombre de los pobres”.
Ahora una parte de esa izquierda está en el poder y los otros en la oposición. A algunos de ellos que les conocí en la universidad o en las calles hoy están en el gobierno de Alianza País, y otros que nunca los vi ahora aparecen como revolucionarios, como por ejemplo el propio Rafael Correa, en todo caso durante estos diez años de “revolución ciudadana” he visto las mismas prácticas. Han pasado 30 años de mi experiencia de izquierda y sigue siendo la misma. Hoy en día frente a la disputa con la derecha por el gobierno nacional, les he escuchado a algunos de ellos decir que van a defender esta revolución como sea, y ahora entiendo que eso significa llegar hasta el fraude como lo hacían en la universidad.
En todos estos años “a nombre de la revolución” he escuchado de todo. He visto como muchos revolucionarios hoy están bien acomodados y no fueron “tontos” como algunos de nosotros que creíamos que jamás se justificaba el ser deshonestos y corruptos “a nombre de los pobres”. Me viene a la mente mi padre cuando me decía que todos los jóvenes como yo éramos unos ingenuos románticos aprovechados por unos cuantos “vivarachos”. Yo no le creía, pero afortunadamente desperté pronto y tomé el camino de los pueblos andinos. Aunque seguí creyendo en la revolución, mas bien dicho en el “pachakuti”, supe desde ahí que ésta no vendría desde la izquierda sino “de fuera”. A estas “alturas del partido”, hoy a muy pocos les puedo reconocer como revolucionarios, pues la mayoría de ellos no han sido “tontos” y se han servido muy bien de la “revolución”. Lamentablemente algunos en el movimiento indígena también ya han aprendido algunas prácticas de la izquierda y de la derecha. En todo caso, he apoyado su decisión de votar por Lasso, no porque se hayan derechizado sino porque es una manera de desmontar la falsa revolución.
He tenido la oportunidad de conversar con algunos venezolanos de los miles que deambulan por nuestras calles y todos coinciden en responsabilizar de la crisis al chavismo, a la izquierda bolivariana de su actual situación. Pero también he conversado con colombianos, peruanos y argentinos, que también responsabilizan a la derecha que gobierna sus países. Ni derechas ni izquierdas han demostrado ser una vía de solución, y la única esperanza que queda en el Ecuador y todo el mundo es la alteridad, la revolución con los de abajo y por afuera del sistema (comunidades indígenas autónomas, ecoaldeas).
La izquierda en su dogma de construir primero el “capitalismo de estado” para luego pasar al socialismo, lo que han hecho es quebrar a sus países. Los socialistas se metieron a jugar como capitalistas y terminaron empobreciendo más a sus pueblos. Lo hicieron en la exURSS, Europa del Este. Y ahora con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador. Han creído que desde el Estado burgués se puede construir el “capitalismo popular”, cuando ello es un oxímoron o algo imposible de que suceda. Las izquierdas volviéndose derechas desde el “estado popular o revolucionario”, lo único que lograron es instaurar dictaduras más fascistas que algunas democracias burguesas.
La corrupción no está solo en la izquierda y la derecha o en la política, está en todo lado. Y eso se debe a que el sistema está diseñado así, que el sistema en sí mismo es el corrupto, que el capitalismo genera ese modo de vida. Algunos quizás no explotarán o robarán, pero se han acomodado al sistema y eso también es otra forma de corrupción o de hacerse de la “vista gorda”. El cambio no viene desde el gobierno se lo construye en la cotidianeidad y empieza en casa. La gran revolución es al interior de cada uno, caso contrario llegan a cualquier tipo de institución o de actividad y aflora lo que verdaderamente son.
Lamentablemente ese es el tipo de revolucionarios o mejor dicho de retro-revolucionarios que hay. Hasta ahora son estos revolucionarios los que han llegado al poder en diferentes partes del mundo y reproducen las mismas prácticas que aprendieron en el Partido Revolucionario. Y a aquellos que les critican o les cuestionan, son capaces de perseguirlos y hasta de llegar a matar a sus propios compañeros a “nombre de la revolución”. La historia mundial de la izquierda nos cuenta de miles de muertos por parte de los “verdaderos revolucionarios”.
Y así en muchas facetas, “a nombre de dios” se mata etnias, se roba en las iglesias a través de los diezmos, se adoctrina hasta que se suiciden envueltos con bombas. “A nombre del progreso y del desarrollo” se destruye la naturaleza, se contamina los ríos, se acaban con los pueblos indígenas. “A nombre de la pobreza” se generan fundaciones, se hacen programas, se venden productos que enriquecen a unos pocos. “A nombre de la generación de riqueza” se explota, se entrega coimas o sobornos, se compra jueces. “A nombre de la paz” se mata a otros pueblos, se somete otras culturas, se provocan guerras para vender armas hasta encontrar la paz. Etc. Etc.
Cuántos pueden decir que se han ganado honestamente la vida y/o han cambiado el sistema en su vida personal y familiar?