miércoles, 6 de noviembre de 2013

LA TECNOLATRIA


“La ciencia y la tecnología no nos va a resolver todo, pero si nos va a resolver mucho”. Rafael Correa, 26-10-2013
Vivimos tiempos de paradojas, mientras unos están yendo otros están regresando. En Occidente algunos empiezan a alejarse o poner distancia a una vida tecnologizada buscando mecanismos para regresar a la naturaleza y a una vida sencilla, por el contrario, el resto del mundo se va alejando de la naturaleza y se lanza desesperadamente a copiar y a reproducir la vida del primer mundo. Algunos en Occidente tienen como referente y aspiración a los pueblos primarios vivientes (cuarto mundo) y sobrevivientes (tercer mundo), incluso buscan aprender sus saberes y prácticas antes de que se pierdan; a su vez, estos pueblos –especialmente sus élites- se desesperan por aprender y repiten como eco lo que mandan las élites del primer mundo, por ende del mundo entero.
Es también tiempo de los absurdos, la crisis mundial en todos los órdenes de la vida ha sido producida y desencadenada por el primer mundo, con todas sus epistemologías y ontologías, en las que está incluido su último invento, el paradigma del desarrollo. Pero todos -sean de izquierda o de derecha- se empeñan en asemejarse o reproducir el primer mundo, y consecuentemente globalizar o “piramidalizar” el mundo. Quieren seguir encontrando salidas a la crisis total en las mismas filosofías y ciencias objetivistas del eurocentrismo. No encuentran más alternativas que un pos-primer mundo, es decir, una progresión del primer mundismo y no un trans-primer mundo que implicaría desarmar y desestructurar a todo el piramidalismo creado: desde el patriarcalismo, el monarquismo, el esclavismo, el civilizacionismo, el capitalismo, hasta la modernidad. Es decir, desmontar al eurocentrismo de Derecha e Izquierda, pues lo único que quieren es mejorar o tumbar el capitalismo, respectivamente, pero que se mantenga todo el pensamiento cartesiano, ilustrista, positivista, o en otras palabras, el racionalismo, el mecanicismo, el materialismo, el consumismo del occidentalismo.
Es además tiempo de miopías, un mundo que no puede mirar lejos ni amplio, y que por el contrario ha creado un mundo absurdo, enmarañado y difícil de vivirlo. Un mundo que pierde la vida en trasladarse de un lugar a otro, en firmar cantidad de documentos, en esperar a ser atendido por las burocracias, en esquivar a miles de seres humanos que se dirigen a lo mismo. Para quienes no hay más mundo que el de Occidente y tan solo la idea de mejorarlo y el de ampliar al mundo entro. No hay algo diferente al primer mundo, y pensar en el cuarto mundo significa volver al pasado, al atraso, a lo arcaico, a la miseria; cuando en las últimas investigaciones se descubre todo lo contrario, el pasado pre-patriarcal en Europa y pre-colonialista en todo el mundo es de abundancia y de una gran sabiduría, y no de ignorantes, pobres, irracionales o salvajes como se nos ha hecho creer por la oficialidad en su historia interesada. Lo que cada uno de ellos conocían en forma individual de la naturaleza y el cosmos, se equipara a lo que hoy sabe la humanidad en su conjunto. Es decir, lo que hoy conoce el hombre individualista es ínfimo a lo que conocía ese ser humano integral. Del ser humano total y sabio al hombre miope y frívolo de hoy en día.
Es tiempo de herejías, el nuevo dios es la tecnología (tecnolatría) que como ser supremo determina la vida de los feligreses. Tal es la dependencia hacia el nuevo dios, que hoy se mide a un ser humano por su nivel de vida a expensas de la tecnología y no por el nivel de conciencia despertada. Una cosa es conocer y otra saber, por eso actualmente hay muy pocos sabios. Para este hombre, no es la conciencia lo que determina su condición humana sino el de la tecnología, que le es exterior a él. Los pueblos superiores son los más tecnolocráticos, cuando los pueblos antiguos tenían otras técnicas y métodos con los cuales llegaron a realizar obras ciclópeas que no tienen nada que envidiar a la ciencia actual. Creer que la tecnología nos va a resolver la mayoría de nuestros problemas, es creer que el asunto humano está en relación proporcional al nivel de tecnología, es decir, que a mayor tecnología mayor humanismo. Cuando la calidad de vida no está en la cantidad de años que se vive sino en el tipo de vida consciente. La diferencia está entre un ser humano pleno y cósmico como antiguamente, y otro anoréxico y domesticado como el actual. Cuyo extremo actualmente son aquellos individuos que viven encerrados en sus habitaciones y sienten a la vida a través del internet (hikikimori), o los que prefieren tener como parejas a mascotas, maniquíes y últimamente a novias virtuales con las cuales salen a pasear portándolas en sus Ipads.
Y la “revolución ciudadana” le ha apostado a ese mismo camino y ha puesto como su máximo referente la “tecno-cientifización” del Ecuador, especialmente con sus proyectos “emblemáticos” a través de las 4 nuevas universidades, con las cuales aspiran pisar la cola del primermundismo y así embarcarse en el eurocentrismo desarrollista en decadencia. El Estado y el sector privado están funcionando más agiles y eficaces, pero eso no quiere decir que se hayan roto con las estructuras dominantes y peor que se pretenda desarmar o al menos neutralizar al actual sistema tecnomórfico y reductivista, para sentar las bases de un sistema alter-nativo y trans-moderno. No es solo cuestión de que los pobres dejen de ser pobres, sino que todos dejen de ser cosificadores, instrumentalistas, objetivistas, sustancialistas, utilitaristas… con respecto a la naturaleza, es decir, con la vida y por ende consigo mismos y demás seres humanos. Por tanto, lo que necesitamos preguntarnos es qué es la vida y qué tipo de vida queremos, y no solamente qué tipo de tecnología queremos crear dentro del mismo sistema enajenante y bulímico. Lo que hay que cambiar es el sistema y cuando éste cambie habrá una tecnología al servicio de este otro y diferente modo de vivir. Un sistema que no dependa de tecnologías escatológicas o necrófilas -como la mayoría de la tecnología actual- sino de tecnologías vivientes y reproductivas. El asunto urgente no es el nivel de tecnología de un país sino el de cambiar los valores y nociones de pobreza, riqueza, pasado, futuro, naturalidad, materialidad, cósmico, local, etc., para crear un mundo humano e integral, y no  uno más artificial y alienado.

Atawallpa Oviedo Freire