miércoles, 31 de diciembre de 2014

A PROPÓSITO DE LA CASA DE LA CONAIE Y BOAVENTURA DE SOUZA SANTOS:


RESPUESTA A ALIANZA PAIS

POR ATAWALLPA OVIEDO FREIRE

“Las causas indígenas han sido atendidas y concretadas como nunca antes por la Revolución Ciudadana: la superación de la pobreza, educación de calidad, salud, becas, vivienda, agua, tierra, vialidad, empleo digno, radios comunitarias, comunidades del milenio, etc., tienen y seguirán teniendo a la población indígena como su prioridad.” Alianza País

A propósito de la orden de desalojo de la sede de la CONAIE, el reconocido académico Boaventura de Souza Santos dirigió una carta abierta a Rafael Correa, la misma que ha sido respondida por Alianza País, y que ahora nosotros nos permitimos comentarla.

Seguramente la gente de Alianza País cree sinceramente que lo que viene haciendo el correismo es lo que necesitan los indígenas, que les está favoreciendo y no perjudicando, que realmente son “su prioridad” y que les está trayendo desarrollo, progreso, adelanto. Pues lo mismo pensaban los primeros conquistadores y también creían que les estaban trayendo una superior y diferente forma de vida, que les estaban haciendo un favor al traerles cultura, religión, civilización a pueblos salvajes, primitivos, paganos que desconocían todo ello. Ese ha sido siempre el discurso y la creencia de todos quienes han querido y quieren “ayudarles” a los indígenas (y a los pobres en general) sin que hayan logrado ayudarles sino por el contrario volverles más dependientes. Esa la trampa.

Todos, llámense ONGs, fundaciones, corporaciones, empresarios, gobiernos de derecha o de izquierda, académicos, intelectuales, han actuado y siguen actuando salvadoramente, creyendo que son ellos los que tienen las salidas y los caminos para su transformación, la misma que implica que dejen de ser indígenas dentro de sus propias epistemologías y se civilicen en los paradigmas eurocéntricos o primermundistas, es decir, coloniales. Y ello viene de que los consideran y están convencidos de que sus conocimientos son inferiores, menores, limitados, o como prefieren llamarlos modernamente: subdesarrollados, atrasados, tercermundistas. Por ende creen que los necesitan obligatoriamente a ellos para salir adelante y encontrar un mejor futuro. Ellos son los que guían y los otros deben ser guiados, la típica visión salvadora cristianocéntrica.

Nadie de ellos, hasta ahora se han interesado en sus propias epistemologías y han buscado desde ahí hacer sus cambios, mas por el contrario todos se creen predestinados a protegerles y mandarlos. Ese el menosprecio de 500 años, sin que hasta ahora sean capaces de descubrir Amerindia y peor aprender de ellos, o al menos de ser humildes y ser capaces de respetarlos, permitiéndoles seguir su propio proceso con sus propias ontologías y axiologías. Por el contrario, todos quieren y saben cómo cambiarlos y mejorarlos, es decir, como colonizarlos para que dejen de ser indígenas y se conviertan en mestizos, y así mejoren su raza, su cultura, sus concepciones, sus estilos de vida.

Y así mismo como hace 500 años hubieron algunos felipillos que colaboraron con el invasor, hoy existen muchos, que han sido formados, capacitados, profesionalizados en las epistemologías del Norte, es decir, que han sido colonizados y que están a su servicio, por ende en contra de sus hermanos que resisten el neo-coloniaje. Estos neo-felipillos han llegado a convencerse y creer que el conquistador ha cambiado en estos 500 años, que ha dejado de ser colonialista por sí mismo, o que ha dejado de serlo por obra divina, y que ahora son realmente sus amigos y aliados. El conquistador siempre será conquistador y se presentará de distintas maneras, y solo cambiará cuando el conquistado camine por sí mismo, con sus propios zapatos y deje de estar guiado por salvadores de todo tipo. Seguramente muchos conquistadores no se dan cuenta de ello o no son conscientes de que son neo-conquistadores y se presentan como nuevos mesías, cuando realmente son las fichas y los alfiles de los nuevos reyes de este tiempo. Todo esto implica comprender que el colonizamiento no ha terminado, mas por el contrario se ha afirmado mucho más.

Ni los gobiernos de derecha más recalcitrantes como el de Febres Cordero ni los demás gobiernos de centro izquierda, se atrevieron ninguno de ellos a una acción tan férrea y tan sostenida de ataque furibundo a los indígenas, como lo ha hecho el gobierno autodenominado de izquierda de Alianza País. Algunos ejemplos: eliminación de la Universidad Amawtay Wasi, cierre de la Subsecretaría de Educación Intercultural Bilingüe, cierre del Departamento de Medicina Andina en el Ministerio de Salud, cierre del CODEMPE, cierre de las escuelas comunitarias, desviación de la justicia indígena, etc. Todas ellas las mayores instituciones ganadas por los indígenas en los últimos 40 años al Estado criollo, y que ahora han sido eliminadas de un solo plumazo por el autodenominado gobierno de la revolución ciudadana.

De otra parte, nunca en la historia del Ecuador republicano los indígenas han estado tan divididos y enfrentados unos a otros como en este período del correismo. Siempre ha habido y habrán divergencias entre los indígenas, pero nunca han estado tan distantes ni han sido tan estigmatizados, causando ondas fracturas y divisiones entre sus organizaciones y sus poblaciones ancestrales, y cuyo centro de disputa es en contra o a favor de un solo individuo llamado Rafael Correa Delgado. La población indígena -y en general toda la población ecuatoriana- ha sido conducida al escenario creado por el correismo y cuyo lema es: “los que no están conmigo son mis enemigos”, típico en los caudillos autoritarios que han existido en toda la historia mundial. Obviamente ninguno de ellos aceptó ser considerado caudillo y todos murieron creyendo que hicieron una gran obra, pero solo el tiempo demostró que fue todo lo contrario.

En este sentido, todas las obras que ha hecho el correismo tienen dos propósitos de fondo: la división y la neocolonización, aunque algunos no sean conscientes de ello pues han sido educados en los paradigmas del invasor. Es decir, la misma táctica que emplearon los primeros conquistadores, así, para ganar tiempo y territorio se presentaban como aliados y amigos de unos, o metían cizaña en otros haciéndoles que se enfrenten entre ellos. Táctica muy vieja y muy utilizada por los invasores europeos en sus conquistas interiores y luego exteriores (Julio César: Divide y vencerás). Y ésta la misma lógica o el resultado de las obras de la revolución ciudadana, en las que unos indígenas han terminado cayendo en la tentaciones presentadas por el correismo para acabar enfrentándose con aquellos que no han sucumbido a los cantos de sirena del progreso y el desarrollo occidental.

Obras –que en todo caso- no han alterado las estructuras ni las relaciones de poder del Estado criollo, sino que tan solo han convertido a los indígenas en mano de obra menos explotada para que pueda reproducirse más rápido y recuperar de mejor manera su fuerza de trabajo. Tal como lo hicieron los reyes católicos hace 500 años cuando dictaron las “capitulaciones de la reina” para evitar que mueran los indígenas que eran sobre explotados por los conquistadores más conservadores, lo que implicaba a futuro quedarse sin mano de obra para continuar con el saqueo de los recursos naturales. Y esas son las capitulaciones de Correa para evitar que “la triste y noche neoliberal” termine acabando con el mayor saco de oro que es la fuerza de trabajo, pues sin ella no podrían seguir llevándose al primer mundo el oro negro y demás oros, en su saqueo moderno. Esa la supremacía del trabajo humano sobre el capital de la que habla el correismo, pero lo único cierto es que en estos 500 años no ha parado el extractivismo de una u otra forma, con uno y otro argumento de derecha y de izquierda.

En este sentido, la educación de calidad consiste en ofrecer una alta educación eurocéntrica que potencializa los saberes de los países coloniales en detrimento de los saberes propios de los indígenas. Con las técnicas y tecnologías del primer mundo, no solo llegan sus fórmulas y ciencias sino una serie de valores, principios, culturas, paradigmas, creencias, etc. Los mismos que son totalmente diferentes a las filosofías indígenas, que son parte de las filosofías de la vida y que por el contrario las eurocéntricas son filosofías mecanicistas, antropocéntricas y monoteístas, desde el dios varón cristiano hasta el dios mercado.
Su educación del desarrollo y del progreso no está dirigida a potenciar y profundizar las ciencias indígenas sino a olvidarlas o dejarlas en formas museográficas. Ahora más que nunca todo viene desde afuera, por ejemplo, los académicos importados por el correismo provienen de los países imperiales y coloniales. Profesionales que no han cuestionado a las epistemologías del Norte, como por ejemplo si lo ha hecho Boaventura de Souza Santos, sino que por el contrario son fieles representantes de ella. Las epistemologías del Sur siguen siendo despreciadas por el correismo, al mismo nivel que la derecha monárquica y conservadora. Por el contrario algunos gobiernos de centro izquierda fueron más nacionalistas y más sensibles, por ejemplo el gobierno del socialdemócrata Rodrigo Borja en donde se consiguieron algunas de las instituciones indígenas arriba nombradas.

Esa la certeza que tiene el movimiento indígena, el indianismo y Boaventura de Souza Santos (como miles de intelectuales más) de que el Ecuador está “desperdiciando su oportunidad de construir una sociedad justa, equitativa, intercultural y el anhelado SUMAK KAWSAY!”. Esa la convicción de que no se está produciendo la “segunda y definitiva independencia” sino la segunda y definitiva colonización. Si los primeros conquistadores lograron la independencia política de España, mas no la independencia gnoseológica, axiológica y ontológica del monarquismo, los modernos conquistadores se esfuerzan con meritocracia por terminar de colonizar el corazón y el pensamiento de aquellos indígenas que todavía no han sido domesticados al pensamiento colonial imperial primermundista. Esa la revolución cosmética del correismo que cambia todo formalmente para que a la final no cambie nada estructuralmente.

El conquistador de antaño se apoderó de todo el territorio indígena, luego de lo cual el indígena ha logrado recuperar algo del mismo, pero el conquistador de hogaño se esfuerza con calidad y calidez en volver a quitarles lo que habían logrado conseguir. Si los indígenas lograron ciertas autonomías ahora deben volver a ser sumisos, obedientes y dependientes de la nueva gran hacienda moderna: el Estado disciplinario con su nuevo capataz Rafael Correa Delgado. Ese el cambio que se ha producido, los indígenas y los pobres en general, nuevamente controlados y sometidos al capataz moderno que les dice qué hacer y cómo pensar, para que el patrón del capital esté contento. Si antes estaban divididos en varias haciendas y con la reforma agraria fueron parcelados, ahora deben ser reunificados y vigilados por el capataz Estado que se encarga de defender la moderna gran hacienda llamada Ecuador y cuyos patrones siguen siendo el mismo 10% de la población, como lo han sido todos estos años de colonialismo.

La casa de la CONAIE representa todo ello y si logran quitarles será un paso más en la neocolonización en marcha. La casa de la CONAIE es el símbolo del territorio indígena y si se las roban será la consumación de un nuevo acto de apropiación por los conquistadores modernos que no terminan de saciar sus voraces apetitos.


domingo, 7 de diciembre de 2014

A propósito del artículo “La supremacía del trabajo humano”, de Rafael Correa


LA “MANITO DE GATO” DE LA REVOLUCION CIUDADANA

Hay gobernantes que optan por lograr una administración prolija para mostrar su eficiencia a los poderosos o para conservar su posición, esperando ser aprobados por ellos. Otros, empeñados en realizar cambios sociales raizales, buscan caminos para hacer de sus administraciones herramientas políticas capaces de impulsar procesos socioculturales de cambios revolucionarios. Isabel Rauber

Los “antiguos” revolucionarios pretendían abolir la propiedad privada, los “nuevos” revolucionarios utilizan “instrumentos modernos, y algunos inéditos, para mitigar las tensiones entre capital y trabajo”[1]. Los “viejos” revolucionarios querían poner al trabajo sobre el capital a través de un cambio estructural, los “renovados” revolucionarios buscan “solucionar las tensiones capital-trabajo”[2]. Para los “anarcosindicalistas” el Estado era el órgano de represión del poder, para el “sindicalismo moderno” el Estado es la “representación institucionalizada de la sociedad.”[3] Para los “infantiles” revolucionarios el capital era el origen de la pobreza y había que eliminarlo, para la “excelencia revolucionaria” el capital es una existencia y una “necesidad”[4]. Para los “limitaditos” revolucionarios la supremacía del trabajo humano implicaba pasar a ser dueños de las empresas, controlar y manejar la producción, poner al Estado como instrumento de la clase obrera; para la “eficiencia” revolucionaria la supremacía se expresa “en salarios dignos, estabilidad laboral, adecuado ambiente de trabajo, seguridad social, justa repartición del producto social”[5]. Para los revolucionarios “irresponsables” la revolución implicaba afectar al capital y construir un Estado proletario, en cambio los  revolucionarios “responsables” “admiran” a los que tienen la capacidad de invertir y de arriesgar su capital, y cuestionan al “sindicalismo irresponsable” que pone en riesgo a las empresas.[6]
En síntesis, los “anacrónicos” revolucionarios querían, con tácticas y estrategias -adecuadas o inadecuadas-, con procesos de cambios -correctos o incorrectos-, la transformación total de la sociedad y del mundo; pero para los “avanzados” revolucionarios no se trata de realizar un cambio estructural sino de tan solo “mitigar” y “solucionar” las tensiones capital-trabajo.
Realmente que esto es nuevo, pues hasta hace poco no se discutía los objetivos finales de la revolución, sino que se cuestionaba a los medios, instrumentos y formas que se habían utilizado para aquello; pero ahora resulta que el problema no estaba solo ahí sino que también estaba en las aspiraciones y metas que se proponían los socialistas. Hasta antes que llegaran al poder los gobiernos “progresistas” se discutía que lo único que habían logrado los “socialistas reales” fue tan solo construir un capitalismo de Estado y que de ahí no habían avanzado;  pero los “progresistas” siguen creyendo que ese es el primer paso a través de un Estado capitalista del “Bien Común” o capitalismo popular, para luego de ello pasar al socialismo del siglo XXI.
Lo que implica, que no había que “trasformar el mundo” como decían los primeros revolucionarios, sino tan solo darle una “manito de gato” al mismo mundo, para que los explotados sean menos explotados y no los despidan tan fácilmente (estabilidad laboral), para que los salarios no sean tan bajos sino que mejoren un poco (salario digno), para que tengan mejores uniformes, más confort a la hora de trabajar, más seguridad laboral ante posibles accidentes (adecuado ambiente de trabajo), etc. Todo lo cual permita que sigan siendo dependientes y el capital siga emancipado, esa la supremacía del trabajo sobre el capital de los “socialistas modernos”[7].
Entonces, el asunto no estaba en terminar con las relaciones de propiedad que provocaban sometimiento y sumisión, sino simplemente en mejorar el salario[8] para que así el empleador no abuse de la fuerza de trabajo que enriquece a la empresa, y su vez el trabajador respete y sea “responsable” con “la existencia y la necesidad” del capital. Es decir, que el capital no acumule tanto pero que siga manteniendo su supremacía, que el capitalismo no se acabe sino que se lo administre mejor para que las tensiones entre empresarios y trabajadores sean mínimas. Por ejemplo, con la tercerización se eliminó la explotación “salvaje” y se la reemplazo con una explotación “sustentable”, que lo único que le permite es recuperar su fuerza de trabajo para que pueda trabajar con “excelencia” y mejorar la producción, es decir, para enriquecer más al capital que es el que más se beneficia de esta relación. De esta manera el “trabajo humano” sigue siendo “un instrumento más de acumulación del capital”, que permite consolidar y restaurar las mismas estructuras de poder económico y social establecidas. Esta la revolución de la “manito de gato” que deja las bases y estructuras intactas para dedicarse con meritocracia a acomodar, restaurar, corregir las mismas fachadas, para que estén más lindas, para que funcionen con más calidad y calidez, y para que los ecuatorianos estén más orgullosos del país cuyos dueños siguen siendo menos del 10% de la población.
EL ESTADO DE TODOS.
Otro concepto nuevo es del Estado como “bien común” o de lo público que “es de todos”[9]. Esto es nuevo para la izquierda, pero viejo para la derecha que lo había entendido y defendido así, especialmente la derecha moderna que había entendido que para consolidar el sistema capitalista había que construir los Estados-Nación, de ahí la lucha del movimiento indígena y del indianismo[10] por la plurinacionalidad y la interculturalidad. Algo que lo entendió recientemente una parte de la izquierda y aceptó la introducción de estos dos “diferentes” conceptos en la Constitución de Bolivia y Ecuador. Pero ahora resulta que los “progresistas” se han dado cuenta que se equivocaron, señalando que lo plurinacional no puede significar que lo indígena sea un Estado paralelo o la introducción de un Estado dentro del Gran Estado, lo que tampoco significa la plurinacionalidad. Todo esto deja ver que su aceptación inicial fue un folclorismo más, típico en la “izquierda de shigras”.[11]
De otra parte, no se puede confundir al gobierno con el Estado y viceversa[12]. Si un gobierno popular llega al poder de un Estado capitalista, no quiere decir que concomitantemente el Estado ya es popular y ha dejado de ser capitalista, sino que ese gobierno que encabeza (no lo dirige) a los movimientos populares se propone transformar estructuralmente al Estado para que éste devenga en un poder popular[13] a su servicio, bajo su dirección directa y su acción participativa. El Estado no “es de todos” ni es un “bien común” mientras no se cambien las estructuras sociales de poder instituidos. Cómo puede ser de todos el mismo Estado heredado y al cual solo le han restaurado y maquillado para que esté más bonito y mejor consolidado. Para que sea un bien común debe ser “otro” y “diferente” Estado, de pies a cabeza, esto es, un Estado comunitario. No se trata de reencauchar al mismo Estado colonial y criollo, a ese Estado cuyos dueños siguen siendo un pequeño sector de la población. Estado que a la final mantiene el mismo proceso de dominación del trabajador y de la población en general, a pesar de los “salarios dignos”. Esto para el indianismo no es “dignidad”, “valor ético”, “sujeto”,  “supremacía del trabajo” sobre el capital, esas son solo bonitas palabras para hacer cambios cosméticos que distraen de los asuntos de fondo, y así evitar la responsabilidad histórica de empujar una revolución refundacional integral[14].
Si los viejos revolucionarios sorprendían con sus formas de lucha y sus objetivos, los nuevos realmente que dejan anonadados con sus modernas teorías. Lo que nos deja ver que la izquierda en general no ha cambiado y los pequeños cambios que se han dado, a unos los han vuelto extremistas y a otros los ha transformado en light, siendo esa la transformación que se ha dado y todavía no hay ninguna transformación de la sociedad. De ahí que la izquierda se convierte cada vez más en el otro lado del status quo o del establishment, que en una opción transgresora o sistémica.
Hasta ahora el movimiento indígena (no influenciado por la misma izquierda) y el indianismo se presentan como una alternativa real, para con otras tácticas y estrategias, pero asimismo con otros objetivos a los tradicionales de la izquierda, puedan convertirse en la guía y el referente para una transformación radical, no para transformar el mundo sino para estar en armonía y equilibrio con él. Y esa es la diferencia entre el Buen Vivir de la izquierda progresista y el Sumak Kawsay del indianismo.



[1] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[2] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[3] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[4] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[5] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[6] Carlos Marx Carrasco, programa Pulso Político, Canal 7TV, sábado 29/11/2014
[7] Para quienes actualmente ganan elecciones desde posiciones populares, de izquierda o progresistas, la disyuntiva es clara: Convierten a sus gobiernos en herramientas políticas para impulsar procesos populares revolucionarios de cambios raizales, o se limitan a hacer un “buen gobierno” conservador, reciclador del sistema. Isabel Rauber, Rebelión, 10 de nov. de 2014
[8] “El salario es pan, sustento, dignidad y uno de los fundamentales instrumentos de distribución, justicia y equidad”.  Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[9] Rafael Correa. La supremacía del trabajo humano, 16 de nov. de 2014, EL TELEGRAFO
[10] Corriente de pensamiento que cuestiona no solo al capitalismo y al imperialismo, sino al patriarcalismo, al eurocentrismo, al antropocentrismo, al cristianocentrismo, al primer mundismo, al colonialismo civilizatorio.
[11] Las pequeñas-burguesitas de la izquierda ligth, por los años 70 comenzaron a utilizar y a vestirse con ciertas prendas indígenas, como los bolsos (shigras) que utilizan las mujeres indígenas para presentarse como rescatadoras y valoradoras de la cultura indígena. Ahora se han puesto de moda las camisas con estampados indígenas, por parte de Rafael Correa.
[12] Recuperar el papel social del Estado es central, pero ello es apenas un primer paso en el inmenso océano de las transformaciones sociales. La mayor y más dura prueba de ello ha sido el socialismo del siglo XX. Mayor estatización que aquella es difícil de imaginar, sin embargo, no logró resolver temas medulares como: participación y empoderamiento popular, desalienación, liberación, plenitud humana… Tal vez fue precisamente por centrar los ejes del cambio social en el quehacer del Estado y sus funcionarios, por concebir al Estado como un actor social y no como una herramienta política institucional, que el proyecto socialista derrapó de sus objetivos estratégicos iniciales y un grupo de burócratas terminó suplantando el protagonismo popular, anulando al sujeto revolucionario. Isabel Rauber, Rebelión, 10 de nov. de 2014
[13] Ciertamente, a pesar de las diferentes opciones políticas estratégicas, los gobiernos populares convergen hoy al compartir una postura posneoliberal o antineoliberal, centrada en la recuperación del papel socioeconómico del Estado en pos de obtener recursos para fomentar la inclusión social, recuperar índices positivos en la salud y la educación masiva, erradicar la pobreza extrema, apostar a la integración comercial regional y continental. Estas convergencias no indican, sin embargo, que los diversos gobiernos estén abocados a la realización de cambios estructurales orientados a la superación raizal del capitalismo. Isabel Rauber, Rebelión, 10 de nov. de 2014
[14] La construcción de hegemonía popular requiere de un tipo de organización y conducción políticas que articule protagonismo y conciencia colectivos como sustrato del poder popular, basado en la solidaridad y el encuentro, en el reconocimiento y la aceptación de las diferencias sin pretender su eliminación, entendiéndolas como riquezas y no como “defecto”. Esta lógica no puede basarse en la antagonización  y exclusión  de lo diferente, sino en la complementariedad, en la búsqueda de espacios donde la diversidad sea cada vez más naturalmente incorporada  aunque con conflictos y debates , propiciando el trabajo interarticulado, intercultural, de lo diverso. Isabel Rauber, Rebelión, 10 de nov. de 2014