domingo, 12 de marzo de 2017

EL MARX QUE NO CONOCE LA IZQUIERDA


El problema de la izquierda es que solo conoce y se guía por el joven-adulto-Marx, y no conoce y peor se orienta por el maduro-Marx que en su etapa más lúcida se arrepintió de algunas teorías suyas o dio un viraje a algunas de sus primarias visiones. La izquierda básicamente se guía por aquel joven idealista y paternalista que a sus 30 años escribió el Manifiesto Comunista y por el adulto que escribió El Capital alrededor de los 45 años, pero desconoce al maduro-Marx que con experiencia y sabiduría corrigió algunas de sus visiones ilusas, cuando estaba alrededor de sus 60 años. Aunque no logró escribir un libro al respecto y solo dejó algunas cartas y artículos sueltos, pues una larga enfermedad de más de 10 años le consumió lentamente y le mató a los 65 años. Quizás, si hubiese vivido el viejo-Marx hubiera sido más lúcido y se habría desmarcado aún más del ingenuo y soñador joven-Marx que inventó la malhadada teoría de la “dictadura del proletariado” que tanto daño ha hecho a la izquierda, a la revolución, al cambio.
En su visión dialéctica -heredada de su maestro “idealista” Hegel- creía que la historia se desenvolvía por la lucha de clases, pero además entre las sociedades “adelantadas” y “viejas”, como expresamente lo señala en su obra máxima El Capital cuando habla de “economías avanzadas” y “economías atrasadas”. La mayoría de estudiosos de Marx y los marxistas practicantes solo se han detenido en la lucha de clases como “motor de la historia”, sin que observen mayormente el colonialismo y el eurocentrismo de Marx, pero que él mismo en sus últimos años de vida se dio cuenta de aquello y cambió algunos de sus puntos de vista. Obviamente no llegó a una descolonización ni a una des-eurocentrización, pero dio unos primeros pasos hacia ello, aunque luego ya murió.
Con esto, tampoco queremos decir que el Marx-maduro haya llegado a negar totalmente al Marx-joven, solo pretendemos resaltar sus cambios y cuestionar a los marxistas que no han podido ir más allá de lo que él llegó y que solo repiten como catecismo el marxismo. Los marxistas profundos deberían intentar activar lo que hubiese sido el Marx-viejo, o por lo menos conocer más del Marx-maduro para salir del sectarismo y el dogmatismo medular que les envuelve.
El adulto Marx decía en el Capital: “En todos los países civilizados el movimiento democrático aspira en última instancia a la dominación política por el proletariado, presupone, por ende, que exista un proletariado; que exista una burguesía dominante; que exista una industria que produzca al proletariado y que haya vuelto dominante a la burguesía. De todo esto no encontramos nada en Noruega ni en la Suiza de los primitivos cantones”. Dicho de otra forma, para Marx (y los marxistas de ayer y de hoy) la “cuestión nacional” de los pueblos “primitivos” o indígenas se resuelve con su asimilación a la civilización, considerada como una etapa superior. La civilización era exclusivamente la Europa capitalista e industrial, y dentro de ella los superiores que debían estar a la cabeza eran los proletarios como “la clase más avanzada”. Pero en la práctica, fue la pequeña burguesía intelectual la que dirigió el “partido de la clase obrera”, como sucedió en todas las experiencias socialistas y más bien instaurando una monarquía absolutista del caudillo en el poder, que a la final degeneró en un populismo.
Para Marx, si en un país no había industria y no había burguesía, no había un proletariado que pueda derrotar al atraso que representaban las sociedades pre-capitalistas y que justamente eran las no-europeas. O que no se podía continuar con el progreso de la humanidad, que en primera instancia era el capitalismo para luego pasar al socialismo y al comunismo, las que serían las sociedades más avanzadas que produciría el proletariado europeo para todo el mundo, por ser el más evolucionado. En concreto, para Marx la “cuestión nacional” no estaba principalmente en la lucha de clases sino en las diferencias epistémicas y científicas de los pueblos, que él las sintetizaba en el “desarrollo de las fuerzas productivas”. La tecnología determinaba para el joven-adulto Marx, quienes eran superiores e inferiores o avanzados y atrasados. Todos ellos conceptos mecanicistas y cientificistas del eurocentrismo.
Si el adulto-Marx se refería a la Europa del norte como primitiva, a los países y zonas del exterior de Europa los consideraba bárbaros y salvajes. De China decía que era una sociedad bárbara que sería modernizada y adelantada gracias a la penetración colonial de Europa. A la India consideraba un país estancado por la preeminencia de comunidades rurales, de creencias místicas y de déspotas parasitarios; pero aspiraba que eso cambiaría con la instalación del ferrocarril y la importación de textiles que estaba llevando a cabo la burguesía británica a través de la invasión y el colonialismo que había impuesto. “El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India en un verdadero precursor de la industria moderna [...]La industria moderna, llevada a la India por los ferrocarriles, destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las castas hindúes, ese principal obstáculo para el progreso y el poderío de la India"[1].
Si bien criticaba la penetración colonial de los países imperialistas europeos en el resto del mundo, al mismo tiempo alababa la penetración del capitalismo como el medio para que se incorporen al progreso que estaba llevando Europa a través de la sociedad industrial, es decir, la civilización o la europeidad cultivada. Por ejemplo, criticaba la falta de independencia de la India, pero al mismo creía que éste era el único camino para su progreso revolucionario a través de la industrialización que estaba llevando a cabo el capitalismo civilizado a través de la burguesía europea: "Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución".
Y peor concepto tenía del África y de América indígena, a quienes consideraba que todavía seguían en estado natural o salvaje, por lo que estaban aún más lejos de devenir proletarios. En realidad, para el joven-adulto-Marx eran “pueblos sin historia” y de los cuales se refirió muy de paso en sus escritos, en relación a la cantidad de lo que habló sobre otras regiones. Por lo que en general, abogaba para todos los “primitivos” del planeta un capitalismo europeo y estaba de acuerdo en que la burguesía civilizada sea más fuerte para que pueda generar más industrias y consecuentemente haya más proletariado y europeidad.
El manifiesto comunista en el fondo es una apología del capitalismo, pues para el treintañero Marx el socialismo-comunismo solo surgirá de sus cenizas. Por tanto -para él- el auge del capitalismo y del “libre cambio” (palabras de Marx) o la libre competencia, significaba el proceso de absorción de formas arcaicas precedentes de producción a otras superiores: "Los conquistadores bárbaros son conquistados por la civilización superior de los pueblos sojuzgados por ellos".  
En definitiva, supuso que el capitalismo global se desarrollaría incorporando a toda la periferia mundial al vehículo de la civilización capitalista que era Europa. Formado el capitalismo mundial se estaría más cerca de una revolución proletaria, a través del desarrollo de las fuerzas productivas como determinantes primordiales que delimitaban el curso obligado de la historia. Los bárbaros y primitivos serían civilizados por la burguesía convirtiéndolos en proletarios para crear la civilización mundial de matriz europea, tal como se refiere en los artículos de 1853 de como “sentar los fundamentos materiales de la sociedad occidental en Asia”.  
Para el joven-adulto Marx, Inglaterra cumplió una doble misión en la India, uno destructivo y otro renovador, esto es, la aniquilación “de la bárbara sociedad asiática” y la colocación de las “bases materiales de la sociedad occidental en Asia”. Pero, lo que realmente sucedió es que Inglaterra procedió a la destrucción de la “incivilizada” India y no produjo ninguna regeneración a lo “occidental” o “civilizado”, tal como lo reconocería posteriormente Marx en una carta a Engels del 14 de junio de 1853: “He proseguido esta guerra oculta en mi primer artículo sobre la India, en el que se presenta como revolucionaria la destrucción de la industria vernácula por Inglaterra. Esto les resultará muy shocking a los editorialistas de The New York Daily Tribune. Por lo demás, la administración británica en la India, en su conjunto, era cochina y sigue siéndolo hasta el presente”.
Otra forma de Marx de expresarse sobre la India, era de que pasó de un "despotismo asiático" a un "despotismo europeo cultivado". La India debía agradecerle al colonialismo británico y a la “espada británica” de que hayan puesto los cimientos para edificar "la unidad política de la India", que es la que permitiría que el país pudiera lograr posteriormente su independencia. Gandhi debía alabarles a los británicos, pues si no fuera por ellos, no habrían logrado independizarse de ellos mismos. Qué ironía: "El ejército hindú, organizado y entrenado por los sargentos ingleses, es una condición sine qua non para que la India pueda conquistar su independencia y lo único capaz de evitar que el país se convierta en presa del primer conquistador extranjero". Siguiendo esta perspectiva de El Capital, los indios americanos tenemos que agradecer a los conquistadores europeos y a la izquierda de que nos hayan traído el cristianismo para salvarnos del pecado original y el marxismo para redimirnos de la derecha imperialista. O en palabras de Engels, que los “residuos de pueblos” tengan el derecho a una existencia nacional independiente, como la que tienen los pueblos dotados de “fuerza vital” y “viables”.
Entonces, según el adulto-Marx, Europa era la portadora del progreso histórico, mientras que las periferias no tenían otra misión que la de dejarse absorber por el “cultivado” y “desarrollado” “viejo continente”. Tesis, que se contradecía con la internacionalista formulada en el Manifiesto y que demandaba la unidad de los proletarios de todos los países, excluyendo implícitamente las rivalidades nacionales entre ellos. Los marxistas dirán que Marx solo se refería a los países donde habría proletarios. Pero, es que eso le quita su visión superacionista o de superioridad que tenía Marx de Europa, o más precisamente de la Europa civilizada que en esencia -para él- eran Inglaterra, Alemania y Francia.
Otro caso en este mismo sentido, es el de Inglaterra e Irlanda. Mientras en 1848 el joven-Marx hacía suya la consigna cartista de “establecer una firme alianza entre los pueblos de Irlanda y Gran Bretaña”, en cartas de noviembre de 1867 el adulto-maduro Marx le escribía a Engels: “Antes consideraba imposible la separación entre Irlanda e Inglaterra. Ahora lo considero inevitable, si bien después de la separación puede establecerse una federación”. “Lo que necesitan los irlandeses es: 1. Gobierno propio e independencia de Inglaterra, 2. Una revolución agraria (…) 3. Tarifas protectoras contra Inglaterra.
Es decir, el librecambista a los 30 años de edad replanteaba sus tesis a los casi 50 años, defendiendo la necesidad de que Irlanda (Europa) cuide sus incipientes industrias de la competencia británica poniendo barreras protectoras. Y en la misma corriente, pocos años después, cuando ya emergía el Marx-maduro, ya comenzó a cambiar su perspectiva sobre la India (Asia), pues en El Capital todavía le tenía en la noción de subdesarrollado: “Más que la historia de cualquier otro pueblo, la administración inglesa en la India ofrece una serie de experimentos económicos fallidos y realmente descabellados. En Bengala crearon una caricatura de la gran propiedad rural inglesa; en la India Sudoriental, una caricatura de la propiedad parcelaria; en el Noroeste, en la medida en que les fue posible, transformaron la comunidad económica india, con su propiedad comunal de la tierra, en una caricatura de si misma”. Todo esto, le llevó a cuestionar paulatinamente al joven-adulto-Marx que defendía el libre comercio, y ya en su etapa madura promovió la internacionalización de los mercados y auspició la asociación cooperativa de los pueblos.
Cuando el joven-Engels redactó los principios del comunismo, también defendió la tesis de que la revolución socialista sería llevada a cabo por la clase obrera de los países europeos más adelantados (entre ellos los Estados Unidos). El proletariado se haría cargo de las colonias europeas pobladas de indígenas, y a las que “habrá de conducir lo más rápidamente posible, a la independencia”; “el proletariado que se libera a sí mismo no puede librar guerras coloniales”; y “el proletariado victorioso no puede imponer a ningún pueblo felicidad alguna sin socavar con ellos su propia victoria”.
El joven-adulto-Marx era tan duro con los pueblos ligados a la tierra y con una forma de vida en introspección meditativa, que les acusaba de estáticos, vegetativos y pasivos, ya que no estaban dentro del progreso lineal que representaba “la revolución industrial” europea, como la más avanzada que había dado la humanidad en toda su historia. "No debemos olvidar el bárbaro egoísmo que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba tranquilamente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades indecibles, el aniquilamiento de la población de grandes ciudades, sin prestar a todo esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza, y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en él su atención. No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, estática y vegetativa, que esa forma pasiva de existencia despertaba, de otra parte y por oposición, unas fuerzas destructivas salvajes, ciegas y desenfrenadas que convirtieron incluso el asesinato en un rito religioso en el Indostán. No debemos olvidar que esas pequeñas comunidades estaban contaminadas por las diferencias de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de dichas circunstancias, que convirtieron su estado social que se desarrollaba por sí solo en un destino natural e inmutable, creando así un culto embrutecedor a la naturaleza, cuya degradación salta a la vista en el hecho de que el hombre, el soberano de la naturaleza, cayese de rodillas, adorando al mono Hanumán y a la vaca Sabbala.”
El joven-adulto-Marx, no solo que despreciaba y minimizaba a los pueblos no-europeos, sino que también a la naturaleza. No solo que era un sobresaltado eurocentrista sino que también era un iniciado ecocida, en cuanto para él vivir en el continuo de la naturaleza era un “culto embrutecedor” de pueblos “sin dignidad”. La naturaleza era tan solo fuerzas productivas al servicio de “el hombre, el soberano de la naturaleza”. Los actuales eco-marxistas han logrado encontrar unos pocos párrafos en sus innumerables escritos en que Marx hace alguna defensa de la naturaleza, pero no porque la naturaleza tenga valor en sí mismo o sea un fin en sí mismo, sino por lo que representa para el hombre o para los beneficios del “progreso” de la humanidad. Quizás el viejo-Marx hubiese llegado a ser ecologista y pachamamista.
Como vemos, el joven-adulto-Marx era lo que en conceptos actuales se denomina un eurocentrista, neocolonialista, neodesarrollista, extractivista, modernizador del capitalismo, etc. Apoyaría a los “socialistas del siglo 21” y sería otro más de los intelectuales pagados por estos gobiernos para defenderlos. Sería un crítico contumaz del movimiento indígena y los calificaría como “atrasados”, “limitaditos”, “ignorantes”, “traidores”. Estaría de acuerdo o hubiera sido el principal intelectual del “problema indio”, planteando que esto se resuelve simplemente incorporando a los indios primitivos a la civilización mestiza dominante.
Lo cierto, es que los actuales marxistas sigue hablando y actuando así. Ahora se encuentran modernizando el capitalismo, en vez de pasar a consolidar el sistema comunal o aldeano, sin necesidad de pasar por el socialismo, como lo advirtió el Marx-maduro. Habiendo tantas comunidades en Latinoamérica sería relativamente fácil pasar al comunismo, pero los incautos jóvenes-marxistas del “progresismo” prefieren consolidar el capitalismo para “sentar las bases materiales que darán lugar al socialismo”. En vez de comunalizar el territorio con cooperativas, asociaciones, colectivos, ecoaldeas, etc., se encuentran desmoronando el comunismo milenario destruyendo las aldeas y comunidades indígenas para que se vuelvan unidades de producción capitalista, para que sea posible construir su socialismo utópico.
El joven-adulto-Marx solo hablaba de clases sociales, pero el Marx-maduro ya hablaba de raza, nacionalidad y etnicidad. Pero los marxistas del siglo 21 solo hablan de derecha/izquierda, y muy de refilón de centro/periferia. Para ellos, la izquierda es la periferia y los pueblos comunales o aldeistas son la periferia de la periferia que no aportan en nada, pues solo la periferia marxista-leninista-gramsciana otorga conocimiento y práctica revolucionaria. Lo comunal o indígena es esoterismo, romanticismo, esencialismo, pachamamismo, fundamentalismo, extremismo; de la que los marxistas tienen la tarea de civilizar, desarrollar, progresar, pero con “identidad” -como diría el inefable de Rafael Correa-.
Es indudable, que el maduro-Marx habría sido crítico severo de los gobiernos “progresistas” actuales, tal como lo han entendido las izquierdas “radicales” latinoamericanas. Aunque –quizás- nunca hubiera llegado a abrazar plenamente las tesis del movimiento indígena y su buen vivir andino (sumak kawsay), máximo el buen vivir posmoderno de la otra izquierda. Y también hubiera sido critico de los socialistas del siglo 20, es decir, de Lenin y de todos los posteriores marxistas. Los escritos de 1869-70 ilustran este despertar: ya no desvalorizaba a las colonias, ni repetía que las sociedades asiáticas estaban destinadas a copiar el patrón europeo. Apoyó plenamente la independencia de la India y transformó su simpatía por la resistencia que llevaban. Lo mismo de China y les hacía un elogio a su lucha nacional.
Pero lo más importante, es que el maduro-Marx tomó conciencia de que el saqueo colonial y la introducción del capitalismo no llevaba automáticamente a una transformación de esos pueblos. Que el colonialismo capitalista y europeo no lograba aumentar la productividad sino que reforzaba a la aristocracia, lo que provocaba la expulsión de los campesinos y la concentración de la propiedad, por lo que abandonó su expectativa con la expansión capitalista. Reemplazó el esquema unilineal de desarrollo de las fuerzas productivas por una visión plurilineal de difusiones múltiples. Se dio cuenta que la acumulación primitiva no necesariamente generaba procesos de industrialización en un país sometido al despojo. Incluso, consideró que para que haya una emancipación social tenía que haber una eliminación de la opresión nacional.
El Marx-maduro dejó de ver al sistema comunal como algo profundamente reaccionario y la necesidad de destruirlo por el capitalismo, y, por el contrario, revalorizó la lucha nacional y planteó la posibilidad de transiciones al socialismo y hasta el comunismo desde formas comunales. En una carta enviada a Vera Zasulich el 8 de marzo de 1881 (dos años antes de su muerte), admitió la posibilidad de que Rusia podría obviar la etapa de desarrollo capitalista y construir directamente el comunismo sobre la base de la propiedad común de la tierra, en donde estaban "las condiciones normales para un desarrollo espontáneo". Reconoció que la "comuna es el punto de apoyo de la regeneración social de Rusia", aunque para pasar directamente a la etapa socialista sin una fase capitalista precedente, "será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes."
Entonces, lamentablemente los marxistas del siglo 20 y 21 solo se han quedado con el Marx dogmático de la juventud y el eurocentrista de la adultez, y no con el Marx sabio que comenzó a aparecer en sus últimos 10 años de vida. Lenin, Stalin, Mao y todos los marxistas, solo se han dejado influenciar por el Marx inexperto y sin experiencia. Los marxistas han seguido repitiendo las mismas equivocaciones de Marx, cuando él ya se había encargado de corregirlas pero los marxistas hasta ahora no se han enterado de aquello y siguen repitiendo las mismas equivocaciones y de ahí su fracaso tras fracaso. O como dice Kohan[2]: el pensador debutante del Manifiesto estaba más atento a los procesos objetivos de la expansión capitalista y el autor maduro de El Capital resaltaba la gravitación subjetiva de la lucha nacional y social. A lo que nosotros añadiríamos, que el sabio-Marx en su etapa final superó al Manifiesto y a El Capital cuando entendió la importancia de la lucha colonial y del apoyó al sistema comunal o aldeista[3].
Cuándo los marxistas despertaran al otro Marx, para evitar que la revolución industrial de nuestro tiempo que es la digital, acabe con toda la humanidad a través del cambio climático. No se dan cuenta todavía de que el joven-adulto Marx creía que el crecimiento industrial no tenía límites, de que la prosperidad dependía del desarrollo ilimitado de la producción industrial. Sin entender que el crecimiento y el desarrollo es lo que nos está llevando a este callejón sin salida y en el que pronto ya no habrá retorno si seguimos a este ritmo desenfrenado. Como ya comenzó a darse cuenta el Marx-maduro cuando hizo algunas defensas de la naturaleza, y quizás el viejo-Marx habría sido más contundente con lo que ahora llamamos extractivismo.
Lo vienen advirtiendo tantos científicos, pero ni capitalistas ni marxistas lo admiten, y si lo aceptan no hacen algo profundo, todo es superficial y con el argumento de que ahí están los recursos económicos para salir de la pobreza. Cuando el asunto es más de fondo, pues el joven-adulto Marx sólo tomaba en cuenta el aspecto económico de la opresión en la producción de plusvalía, en la relación de explotación del trabajo y la propiedad privada, pero lo cual no determina obligatoriamente que desaparezca la opresión de los trabajadores, si es que esta no se la resuelve integralmente, esto es, la opresión patriarcal, racial, sexual, cultural, étnica, antropocéntrica, colonial, etc. Si no se solventa todo en conjunto, lo único que surge es un “capitalismo de estado”, tal como ha sucedido en muchos países y regiones. Las revoluciones socialistas solo han transformado una forma de opresión en otra, pues los cambios políticos y económicos han sido insuficientes para destruir el capitalismo. De esto, el Marx-maduro ya comenzó a comprenderlo en su posterior crítica al colonialismo, aunque no avanzó a ver en su totalidad, esto es, el antropocentrismo, el sexismo, el patriarcalismo, el logocratismo, etc.
Mientras el fin último de la sociedad sea el progreso a costa de la naturaleza no habrá terminación de la opresión en ninguna de las formas. La sociedad industrial y tecnológica, desde su extremo individualismo (capitalismo salvaje) hasta su extremo estatista (capitalismo de estado) han continuado con la opresión de los trabajadores. Su explotación no se reduce solo a factores económicos sino a causas sociales, culturales, y naturales. Por tanto, el origen de todo está en la dependencia, en la que unos dirigen y otros ejecutan, y en el socialismo los trabajadores permanecen subordinados a la pequeña burguesía intelectual. En consecuencia, la opresión sigue sujeta a la función social del progreso económico de los grupos que dirigen sobre las inmensas mayorías que ejecutan. No hay diferencia real entre trabajar para el patrón capitalista que trabajar para el patrón estatal, que en última instancia es el patrón del partido y del buró político, o sea, el líder máximo, a través de su culto a la personalidad. Mientras el crecimiento de la economía esté en medio de la lucha por el poder, la opresión será inevitable. Posición que coincide con la derecha y su desarrollo tecnológico interminable y que es su contemporánea religión, como también es el concepto marxista del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas.
La izquierda marxista que sigue al ortodoxo joven-adulto Marx, no podrá construir otra sociedad si no derriba lo que da sustento a la opresión: la relación entre la lucha por el poder y el desarrollo de las fuerzas productivas. Si la revolución sigue esclava del crecimiento de la producción en vez de preocuparse de la emancipación integral de los seres humanos, lo único que se consigue es que el socialismo sea prisionero de la economía, es decir, que se siga poniendo a los seres humanos al servicio del “progreso” y no al revés. Lo que también vale decir, poniendo a la naturaleza al servicio del “progreso”, lo que implica nuestro suicidio colectivo.
Entonces, no ha habido ninguna dictadura del proletariado sino una plena dictadura del partido, esto es, del líder máximo (Lenin, Stalin, Mao, Castro, Chávez, Evo, Correa) a nombre de la revolución y de los trabajadores. Ni ha habido ninguna supremacía del hombre sobre el capital, sino una supremacía del capital sobre el hombre y la naturaleza. Siguiendo al joven-adulto Marx nunca se producirá un progreso sino un regreso. Por tanto, de lo que se trata es de terminar con toda forma de dependencia laboral privada o estatal, para trabajar comunalmente o aldeanamente para sí mismos y no para otros. Sistema de aldea o de autosuficiencia del que Marx renegaba en primera instancia, pero que luego comenzó a valorarlo y con ello a hacerse comunista de verdad.
En “El Capital” en su gran mayoría crítica al sistema comunal, pero al mismo tiempo lo aprecia. Tal como en este texto: "Esas antiquísimas y pequeñas entidades comunitarias indias, por ejemplo, que en parte todavía perduran, se fundan en la posesión comunal del suelo, en la asociación directa entre la agricultura y el artesanado y en una división fija del trabajo, que sirve de plan y de esquema predeterminados cuando se establecen nuevas entidades comunitarias. Constituyen conjuntos de producción autosuficientes, con una superficie productiva que oscila entre cien acres y algunos miles. La masa principal de los productos se produce con destino al autoconsumo directo de la comunidad, no como mercancía y por tanto la producción misma es independiente de la división del trabajo establecida en el conjunto de la sociedad india, división que está mediada por el intercambio de mercancías. Sólo el excedente de los productos se transforma en mercancía, e incluso en el caso de una parte del mismo esa transformación no ocurre sino cuando llega a manos del estado, al que desde tiempos inmemoriales afluye, bajo la forma de renta en especies, determinada cantidad de tales productos. En distintas regiones de la India existen formas distintas de la entidad comunitaria”.
Quizás el viejo-Marx se habría dado cuenta que esto era el comunismo y habría potenciado el milenario sistema aldeista. Y esto es lo que tienen que despertar los marxistas, el sentido comunal o aldeista para ir directamente a la construcción del comunismo, pero no la del utópico joven-Marx que recreo en su cabeza la sociedad ideal, sino el de las naciones milenarias que el Marx-maduro comenzó a valorar posteriormente, pero como ya no vivió el Marx-viejo no pudo ir más al fondo. (Nosotros preferimos hablar de “aldeismo” antes que de comunismo, pues está palabra ya ha sido degenerada y deformada por los propios comunistas, y no solo por los capitalistas.)
El error no es de Marx sino de los marxistas, especialmente de Lenin que se influenció básicamente del joven idealista Marx. Y desde Lenin, todos lo han repetido o han seguido su error, sin que haya una excepción procediendo a activar al Marx-maduro y vislumbrando al Marx-viejo y sabio. En su época, Marx no fue famoso ni popular, fue Lenin el que le hizo, pero se equivocó de Marx, si hubiera conocido al Marx-maduro quizás otra hubiera sido la situación actual en el mundo. Algo difícil también para Lenin, pues los escritos de Marx de sus últimos años de vida estaban dispersos y no necesariamente se difundieron ampliamente en esa época. Pero, si Lenin habría sido capaz de ir más allá de Marx no habría fracasado la ex URSS, y hoy tendríamos un marxismo-leninismo realmente revolucionario y no el marxismo-leninismo pequeño burgués que constituye a todos los partidos comunistas en el mundo. De esto, algo han entendido los eco-socialistas y los marxistas indigenistas, por lo que hay que aspirar que pronto se des-dogmaticen, des-colonicen, des-civilicen, y vayan mucho más profundo a lo que llegó el maduro-Marx.
Para ello, hay que actualmente abrazar el decrecimiento, el bien común, el vivir en armonía o buen vivir andino (sumak kawsay), el autonomismo, la autosuficiencia comunal, la democracia horizontal, los movimientos de transición, las eco-aldeas, etc. Implica, limpiarse del socialismo del siglo 21, del progresismo, del desarrollo ilimitado y de todo cuanto ha venido haciendo la izquierda marxista-juvenil-utopista-dictatorial. Ahí podremos creer que habrá una auténtica y profunda revolución.
Entonces, seguir solo centrados en la dicotomía derecha/izquierda es una aberración, cuando hay otras más profundas y que están agrupados en el dualismo centro/periferia:  colonialismo/alteridad, globalización/subalternidad, norte global/sur global (De Souza Santos), civilización/cultura, primer mundo/tercer mundo, crecimiento/decrecimiento, desarrollados/subdesarrollados, etc. El centrismo es toda forma de centralización y de concentración en el estado, la propiedad, una clase social, el partido, las potencias, las epistemologías, las ontologías, etc. Y todo ese conjunto de centros están envueltos en el paraguas del eurocentrismo.
Por tanto, la alter-nativa está en las periferias, en los paradigmas del “cuarto mundo”, de los “salvajes”, de los “primitivos, de los “atrasados”, etc. Por cierto, antes de que algún joven-marxista nos acuse y sentencie de que queremos regresar al pasado, le contestamos que queremos seguir tejiendo -en nuestra forma y con nuestros medios contemporáneos- el camino en la “conti-natura” (o en el continuo de la natura) y no continuar el sendero contra-natura del eurocentrismo de izquierda y de derecha.
Si Europa ha invadido todo el mundo y ha impuesto el eurocentrismo, hay uno que es de izquierda (marxista) y otro de derecha (liberal). Las periferias tienen que ser anti-eurocéntricas para que sean realmente alteridades. Irónicamente, la des-eurocentrización se está dando más fuerte en Europa que en el resto del mundo. Mientras, la gente de los países del primer mundo están cansados de tanta artificialidad y anorexia social, por lo que tratan de regresar a vivir en el campo y otros se han puesto a construir eco-aldeas y cooperativas integrales; los del tercer mundo se encuentran destruyendo a sus ancestrales aldeas. Mientras unos van, otros regresan. Lo que van perdiendo los países “subdesarrollados”, gente de los países “desarrollados” la está buscando. Esas son las paradojas de nuestro tiempo.
Y si desaparece el cuarto mundo, al paso que sigue arrasando la civilización, no habrá ni capitalismo ni socialismo ni comunismo ni buen vivir ni nada. De ello, no solo es responsable la derecha y el imperialismo, sino también el joven-procapitalista-Marx y el adulto-eurocentrista-Marx, pero especialmente Lenin y los subsecuentes marxistas hasta el día de hoy. Ojalá, pronto desentierren al maduro-Marx y en conjunto con las periferias y las alteridades se pueda construir “un mundo donde quepan todos los mundos”.
Atawallpa Oviedo Freire




[1] Futuros resultados de la dominación británica en la India. New York Daily Tribune. 8 de agosto de 1853.
[2] Kohan, Néstor. 1998. Marx en su (Tercer) Mundo: hacia un socialismo no colonizado, Biblos, Buenos Aires.
[3] Marx, Karl. 1980. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México.

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