domingo, 19 de marzo de 2017

EL “IZQUIERDISTA” LASSO y EL “DERECHISTA” MORENO


EL DRAMA EXISTENCIAL DE LAS IZQUIERDAS

Los movimientos sociales por 100 años han luchado en el Ecuador por tener sus propias organizaciones e ir conquistando algunos espacios a la “derecha”. Organizaciones que tienen un recorrido que refleja la lucha social de los pueblos, que con aciertos y equivocaciones son parte de la historia popular.
Así se desenvolvían e iban creciendo día a día, alcanzando paulatinamente mayor presencia e incidencia en la vida política, hasta que el “izquierdista” de Rafael Correa les comenzó a perseguir, criminalizar y extinguir. El correismo lo tomó como algo prioritario el ataque a los movimientos populares, dedicando sus 10 años en el poder a acabar con la izquierda histórica. No así con la derecha, que siguió rebosante y que más bien veía de lejos y se complacía de que le den haciendo el trabajo que ellos no lo habían podido hacer en toda la vida política. De ahí, que hoy están más fuertes y listos para recuperar el timón.
La “izquierda tradicional” que le puso en el poder a Rafael Correa, al poco tiempo recibió el desprecio y el rechazo del “verdadero revolucionario”; como ya en una anterior ocasión lo hiciera el “izquierdista” de Lucio Gutiérrez. Por dos ocasiones las izquierdas han sido traicionadas por dos presidentes que se decían sus compañeros de lucha y a quienes ayudaron a poner en el sitial mayor de la política. Traicionados por quienes se decían de izquierda, y no por la derecha que siempre se les presentó distante y recelosa.
Movimientos populares que lucharon tantos años por abrir los caminos, que creyeron haber llegado al poder con la “revolución ciudadana” y que pensaron que era su oportunidad de erigirse como los conductores de grandes transformaciones sociales, pasaron de la noche a la mañana al último lugar y a ser los más maltratados y atacados por el gobierno “revolucionario”. Irónicamente, ni Gutiérrez ni la derecha les había hecho tanto daño como el “izquierdista” de Rafael Correa. Todos los gobiernos les habían atacado, pero ni siquiera el gobierno más duro del derechista de Febres Cordero llegó al nivel del “izquierdista” de Correa, pues si bien también les reprimió fuerte no llegó al extremo de acabar legalmente con algunas de sus organizaciones y con una serie de derechos conquistados con mucho esfuerzo. Eso quedará para la historia política del Ecuador.
A pesar de esta realidad, hay quienes les piden que voten por el correismo bajo el falaz argumento de que son de “izquierda”. Los movimientos sociales han recibido en carne propia el castigo y les critican de que no ponen la otra mejilla para seguir recibiendo más ataques. Son gente que se dicen de izquierda, pero son una izquierda cómoda y pasiva que mira de lejos y que no sabe lo que es recibir los golpes del “revolucionario”.
Empero, el “derechista” Lasso ha señalado de que les va a devolver la personería jurídica, el fondo de cesantía, indultar a todos sus presos políticos, retornar el 40% de las aportaciones al seguro social, eliminar el decreto 16 que limitan su organización, recuperar para la sociedad civil -en particular a las comunidades indígenas- las consultas previas vinculantes para la explotación petrolera o minera, respetar sus bienes y patrimonios, permitir que las ONGs sigan funcionando sin limitaciones para operar, aceptar la entrada al país de Manuela Picq esposa del presiente de la Ecuarunari, no subir el precio de gas y mantener la gratuidad de la educación y de la salud, etc.
Es decir, nos encontramos ahora, en que paradójicamente el candidato de la “derecha” le promete a la “izquierda histórica” devolverle su espacio para que puedan seguir funcionando a como lo venían haciendo hasta antes de que el gobierno de “revolucionario” les cortará sus alas. No sabemos si lo cumplirá o no, como tampoco sabemos si el gobierno de “izquierda” de Moreno cumplirá sus promesas, pues si en 10 años y con una gran bonanza económica no lo hicieron, por qué se pude creer que lo van a cumplir ahora y encima con un país en crisis.
Sin embargo, lo más probable y lógico es que Lasso lo cumpla, pues no querrá tener a una asamblea de mayoría correista encima, sino que necesitará que le ayuden a hacer contrapeso para intentar equilibrar la balanza. No querrá a millones de correistas y de izquierdas en su contra, sino que buscará o se verá obligado a hacer un gobierno moderado dadas las circunstancias políticas y por la situación económica crítica que deja en herencia el correismo. Ante ello, los correistas asustan con lo sucedido con Macri (Argentina), pero por qué no lo hacen con Kuzynsky (Perú) o Santos (Colombia).
En todo caso, el objetivo de este texto no es reflexionar si Guillermo Lasso va a conseguir crear 1 millón de empleos en 4 años, o si Lenin Moreno va a crear 250.000 empleos por cada año en sus 4 años de mandato. No estamos para ver quien ofrece más y quien cumplirá menos, sino para reflexionar sobre la práctica política y sus definiciones, para ver si hay congruencia entre la retórica y la acción. Si las palabras: “izquierda”, “revolución”, “cambio”, “socialismo”, siguen siendo lo que históricamente han representado o si han sido folclorizadas, vaciadas, domesticadas, prostituidas. Si la “izquierda” como teoría social se ancla en su esencia, o si hoy a pretexto de “izquierda nueva” o “izquierda moderna” se ha renunciado al cambio estructural para simplemente reformar el capitalismo. Si del socialismo esquemático y burocrático del siglo 20, hemos pasado al socialismo modernizante del capitalismo e impulsor del estado desarrollista del siglo 21. Si los socialistas del siglo 20 que planteaban la expropiación de los medios de producción y otras medidas estructurales para acabar con el capitalismo, ahora los socialistas del siglo 21 proponen desarrollar el capitalismo nacional y realizar una serie de reformas para avanzar de reforma en reforma a la construcción del socialismo. Si el socialismo del siglo 20 fracasó por múltiples errores, el socialismo del siglo 21 ha vuelto a fracasar repitiendo algunos errores y añadiendo otros, lo que significa que no han aprendido en 100 años y que se siguen dando con la misma piedra.
Cuando éste debería ser el debate y el análisis por la izquierda, los intelectuales y la academia; nos encontramos en que se encuentran enfrascados en definir si es mejor el neo-desarrollismo y el neo-institucionalismo de derecha o el propuesto por la “izquierda nueva”. Y no saben, si el correismo es realmente de izquierda o de derecha, o nos encontramos ante dos tipos de derechas. Han caído en la trampa de la posmodernidad, en la que ya no se discute la esencia política de derecha e izquierda o de capitalismo y socialismo, sino cuál de las dos es más privatista o estatista, más liberal o conservadora, más machista o sumisa, más mercantil o pública. Es decir, solo viendo las externalidades o las envolturas para no ver el verdadero condumio que les sustenta.
En términos marxistas, lo que estamos viviendo es la disputa entre la burguesía y la pequeño-burguesía, a la cual ellos lo han traducido entre derecha e izquierda, y en la que muchos han caído en esta trampa. Un conflicto entre las distintas burguesías y ante ello los intelectuales de izquierda están en el drama de si votar nulo o por la pequeño-burguesía. Ese es el nivel de una gran parte de la intelectualidad, en que están preocupados por ver cuál es el burgués “menos malo”.
Reto a los izquierdistas, a los intelectuales, a los académicos que me digan UNA SOLA práctica de izquierda del correismo. Una experiencia de izquierda que no haga la socialdemocracia o la derecha moderada en el mundo y que la haya hecho el “revolucionario” de Correa. O, acaso ya no hay gran diferencia entre la izquierda y la derecha, o simplemente ambos hacen lo mismo pero se diferencian en lo que dicen que harán con los recursos económicos, como por ejemplo con el extractivismo. ¿A eso hemos llegado? A diferencias formales entre izquierda y derecha, en que ya no hay la demarcación clara y profunda como había en el siglo 20 entre socialismo y capitalismo.
La izquierda, la derecha, el banco mundial, el FMI, la ONU, etc. promueven la reducción de la pobreza, la disminución de la brecha entre ricos y pobres. Acaso, todos se volvieron de izquierda, o es que a la derecha y a demás organismos les interesa que haya más mano de obra calificada y mayores consumidores. Luchar por la disminución de la pobreza y no eliminar las causas que la originan, es ser cómplice y encubridor de mantener el status quo, antes que un revolucionario que busca transformarlo todo. Buscar tan solo pasar de la extrema-pobreza a la pobreza, o de la pobreza a la clase-media, es tan solo afianzar el capitalismo para que éste se vuelva más dinámico y haya más ganancias para los grupos monopólicos. ¿En esto ha terminado la izquierda?
La “nueva izquierda” se pelea con la derecha por quien da un poco más el “bono de la miseria”. La distribución y la redistribución no es la capacidad del pueblo para generarse su propia subsistencia, sino la de recibir la caridad del papá-Estado. Es acentuar y aumentar la gratuidad de la salud y de la educación, y no la búsqueda de su disminución para que la población pueda proveerse en forma autosuficiente y autogestionaria su medicina y su enseñanza. Es decir, amplificar el estado paternalista que otorga más servicios y con ello volverles mendigos toda su vida, para que así jamás lleguen a construir sus propias producciones cooperativas y comunitarias con las cuales puedan resolver su vida.
La izquierda solo ve lo estatal y lo privado, lo público y lo particular; pero lo común, lo comunal, lo cooperativo, lo asociativo, en síntesis, lo aldeista o aldeano, son tan solo relleno. Cuando lo fundamental, es el poder de lo colectivo o grupal sobre lo individual: privado o estatal. El “poder político” no está en el estadocentrismo sino en las formas de vida social y productiva de tipo comunal o mutual. El “poder popular” no está en el partido revolucionario o en el buró de iluminados, sino en la organización económica colectiva que le hace competencia a la economía privada. No es la diferencia entre la esfera privada y la esfera pública, sino entre la propiedad privada y la propiedad comunal. El Estado solo debe ser instrumento para organizar y apoyar al pueblo en la generación de sus propias formas de trabajo y de dirección autónoma.
La “nueva izquierda” hoy solo se preocupa porque el pueblo mejore sus condiciones dentro del capitalismo, y sueñan en que ojalá las generaciones futuras puedan algún día construir el socialismo. Han renunciado a construir otro sistema y lo delegan a un futuro lejano donde estarán las supuestas condiciones para cambiarlo. En eso hemos terminado, de una “izquierda extremista” del siglo 20 a una “izquierda light” del siglo 21. De una izquierda desesperada en la lucha violenta por el socialismo, a una izquierda que hace “living” y “lobby” al capitalismo.
Vivimos los extremos, de quienes dicen que no es posible cambiar o de que hay que avanzar pasito a pasito; y en el otro lado, el de aquellos que siguen todavía creyendo que solo la lucha armada es la única vía. Lo que significa que no se ha aprendido, que de nada ha servido todo lo experienciado y los millones de muertos y sueños perdidos. ¿Será que por ello la izquierda está donde está, o se merece estar ahí?
Seguimos en el eterno debate entre la “toma del poder” y la construcción del “poder social”. Las izquierdas solo apuntan a la “toma del poder” por la vía electoral o la armada, sin embargo, cuando han llegado a sitios de poder local o nacional, a la final no ha pasado nada profundo o estructural. Cuál de ellos, han llegado al poder con una población altamente organizada y consciente. Todos han llegado al poder por alguna figura carismática y cuando han estado ahí se han dedicado básicamente a hacer obritas y no a organizar política y productivamente a la población para ganar espacios dentro del mercado, de la producción, de la propiedad.
Han llegado al Estado y se han creído nuevos monarcas de izquierda, centralizando todo en el gobierno con el argumento de que “ya no son ellos sino que son todo un pueblo”. Eso ha pasado desde Lenin hasta la dinastía Kim (Korea), Castro (Cuba), y a ellos se quiere sumar Evo Morales, como también lo quería Chávez pero la muerte le cortó su sueño, como a Correa su incompetencia. ¿Quienes prefieren Cuba o Venezuela, a Colombia o Perú? ¿Dónde hay más posibilidades de acción para la izquierda?
Han reducido el “poder social” al Estado, centrado en su majestad el “rey revolucionario”. Le han vuelto al Estado y al gobierno en hiperpresidencialista y dicen que eso es ser de “izquierda”. El Estado cada día más obeso y convencen con la propaganda de que eso ser “revolucionario”. El Dios-Estado y su representante en el gobierno, el encargado de guiar y de hacer la revolución para el pueblo. El cual solo debe estar callado y extendiendo la mano para recibir las prebendas o misericordias del emperador de “izquierda”. Nuevas monarquías o burocracias que consideran un sacrilegio entregar el poder a las organizaciones populares o al pueblo organizado productiva y territorialmente, para que sea el autor y actor de sus propias transformaciones, pues, para ello está el estado-todopoderoso en manos de una sola persona y en donde se asienta el “poder popular”.
El “poder social” implica terminar con el estado verticalista, donde unos dirigen y otros ejecutan, en la que unos son los pensadores y otros los trabajadores, para recrear un estado horizontal donde el poder está en las bases y no en la cima. Ello implica crear una democracia directa con un Estado que funciona o está estructurado de abajo hacia arriba, a través de concejos en diferentes niveles, algo parecido a los actuales municipios donde hay un alcalde y los concejales.
El territorio nacional estructurado y organizado desde los cimientos hacia la cúspide, esto es, desde los barrios en las ciudades y las aldeas en el campo, las que se autodirigen o se autogobiernan. Quienes a su vez eligen a su representante para conforman el concejo intermedio conformado por la unión de varios barrios o de comunidades que conforman una parroquia. Los que a su vez eligen a su miembro al concejo cantonal, y éstos al provincial, hasta llegar al nivel regional y nacional.  A cada nivel inmediato superior llegan los que han demostrado su capacidad y honestidad en los anteriores, es decir, son cooptados de un nivel a otro en mérito a su nivel de responsabilidad, y no en base a su talento para hacer el mejor show político o al dinero para contratar al mejor profesional en marketing político.
¿Algo de esto ha hecho el correismo o al menos ha puesto las bases de otro modelo para sustituir el capitalismo, para con ello reconocerle que es alguien de izquierda, o simplemente se ha montado sobre el mismo estado neocolonial y burgués procediendo a modernizarlo y a hacerlo más glotón? ¿Eso es recuperar el Estado? Un Estado con más lindos sillones y cuadros, que dan un mejor servicio pero que mantiene el mismo sistema de dominación. Que le ofrece más camas en los hospitales, pero que no ha promovido un cambio en la forma de vida para enfermarse menos. Que le entrega pupitres de última tecnología a una élite de privilegiados o meritocráticos, pero que su educación sigue siendo memorística, repetitiva, y ante todo desarrollista y productivista. Etc., etc. Es decir, el “revolucionario moderno” se ha vuelto un alcalde nacional que se preocupa de hacer elefantes blancos, y no de cambiar las estructuras sociales que perennizan la exclusión. ¿Eso es ser de izquierda? Si ahora eso es, entonces nosotros somos anti-izquierda.
Evidentemente, somos conscientes que es la derecha-moderna o pequeño-burguesa con una máscara de izquierda, es el lobo con traje de oveja. Muy pocos se han dado cuenta de aquello, pues la gran mayoría se han dejado atrapar por el estado de propaganda de la “izquierda moderna”, y ahora se encuentran conflictuados existencialmente en si votar nulo o votar por la “izquierda” de Moreno que, aunque se han equivocado son de “izquierda”. El ideologismo dogmático en su mayor expresión.
Pero, quién puede ser más peligroso: un derechista que se presenta tal cual es, o uno que se presenta como de “izquierda” cuando su práctica ha sido la de acabar con la izquierda y de reforzar el capitalismo. Un derechista que promete seguir con el capitalismo o un “izquierdista” que quiere subir el bono de la miseria y no poner los cimientos del socialismo y peor del sumak kawsay (buen vivir). Un derechista que resulta ser más democrático que un “izquierdista” autoritario y bipolar. Un derechista que quiere que la izquierda exista dentro de la pluralidad política, o un “izquierdista” que solo les ofrece dialogar más.
Todo esto no significa aplaudir o avalar a las izquierdas opositoras al correismo, pues ellos también son parte de la teoría de la “toma del poder”. El mérito de ellos es haberse dado cuenta quien era verdaderamente Correa, procediendo a desenmascararlo. Pero siguen siendo incapaces de presentar una alternativa, en el fondo son un poco menos estadocentristas e hiperpresidencialistas, y con ello es insuficiente un cambio profundo.  
Entonces, en la política como en cualquier cosa en la vida, lo que importa es su práctica política, no las bellas palabras o las lindas intenciones. Es evidente que la derecha y el eurocentrismo va avanzando y ganado terreno, sus ontologías y epistemologías se van abriendo por todo lado. El asimilacionismo y el integrismo como práctica nueva, que permite incorporar a lo diferente o al adversario a la oficialidad, que ha entendido que así es más fácil ganar adeptos que atacándolos o dominándolos directamente. Han aprendido de los curas y de la religión la práctica sutil de la conversión, para que luego los convertidos se encarguen de buscar nuevos incautos. El conversor de hogaño ya no actúa como el conquistador de antaño, sino simplemente recrea los imaginarios y los presenta como suyos.
Los curas no eliminaron a los templos y dioses indígenas, simplemente superpusieron sus iglesias y les dieron otros nombres a sus dioses, y así los fueron cambiando o convirtiendo. El sincretismo religioso o el mestizaje cultural o el hibridismo político, son las nuevas armas para perpetuarse. La “nueva izquierda” o la “izquierda moderna”, es parte de ello, es la mixtura con ropaje “revolucionario” y cuyo propósito es la inmovilización y el desencanto. En eso se ha convertido la izquierda para el pueblo, en frustración y negación, en esperanza que utiliza lo popular pero que luego termina en populismo.
Esa es la historia de la izquierda mundial, y si la alteridad y la indianidad no son capaces de caminar por sus propios pies terminarán a la cola de la “izquierda moderna”, y con ellos arrasadas o prolongadas la posibilidad de una revolución real y profunda. Ahora, la tarea es debatir qué es ser de izquierda y cuáles son los otros caminos para construir “el poder social” que haga posible el “poder popular” y sea obvio el “poder político”. Es decir, el camino contrario a lo que han hecho las izquierdas hasta el día de hoy.



1 comentario:


  1. Medias verdades. En Ecuador se debate tardiamente lo de izquierda y derecha en estas circunstancias, sin haberse enterado de lo que hace más de diez año el zapatismo diferenciaba con el abajo y a la izquierda; tampoco se acaban de enterar que la razón por la que la llamada izquierda con Correa fue desmantelada, hasta legalmente -y que él hizo lo que no hicieron ni siquiera los más conspicuos gobiernos derechistas en el pasado-, a parte de ser una afirmación frivolamente efectista, nada más, ignora que más allá de Correa y cualquiera de los gobiernos “progresistas”, la desmovilización de las organizaciones populares y los movimientos de izquierda es porque son coptados por el Estado. No es asunto de quién es el presidente, sino del modelo estatista, liberal, colonial y etcs. Es el efecto de la “revolución desde arriba, desde el Estado”. Ese Estado que disputan con sus diferentes participaciones, en alianzas, en protagonismos de candidaturas y hasta en sus resentimientos y egos que los hace “aldabados por dentro”. Mujica es un contraste con Correa y sin embargo los efectos desmovilizadores de la orgnización social son del mismo cuño. Igualmente cuando sendos/as intelectuales hacen pruebas fehacientes de que en economía Correa hizo políticas derechistas que ningún gobierno anterior había logrado, nos asalta la curiosidad por saber, entonces, ¿cómo se explica que la “derecha” ecuatoriana representada ahora por Lasso sea su acérrima enemiga? ¿Si Correa ha sido tan neoliberal no sería lo más inteligente apuntalarlo más que competir con él? ¿Los y las sesudas intelectualas y algunos líderes indígenas cómo explican y justifican su adhesión a Lasso entonces? Cualquier respuesta revelará la crisis de pensamiento vivo, el vacío y la poca imaginación de estos. Es lo que sí nos debe preocupar: ¿cómo la crisis general permea hasta las mentes y prácticas de quienes se dicen de izquierda o populares o indígenas?. Asunto no menos importante ya que entonces esas mentalidades no van a tocar el punto que es entender las contradicciones de arriba expresadas en estas elecciones como parte de una crisis y no de correismos y etc. y no ser tontos útiles al servicio de un sistema de dominación que se las juega todas en su imparable crisis. ¿Cómo participar en elecciones si nosotros somos la crisis de ese sistema?, por suerte. Todo esa falta de atención solo revela la mediocridad y la poca visión. A esto, en tal crisis y mediocridad se sueltan como en feria conceptos y palabras que por su riqueza significativa y síntesis, estos izquierdistas del gobierno y la oposición las depredan, y así, autonomía, decolonialidad, patriarcadao, etc, pierden su valor antagónico para ser refuncionalizadas, vía neo new age, por estos “izquierdistas” “populares” o “indígenas”, al discurso de arriba. Dios los cría y ellos se juntan…

    Ni Lenin ni Lasso son la solución y alternativa. Solo la práctica y autorganización desde abajo y a la izquierda.

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