domingo, 11 de noviembre de 2012

SER Y ESTAR INDIGENA

A propósito de Auki Tituaña

He dedicado 25 años al estudio serio (interiorización transpersonal) de las culturas ancestrales andinas. He escrito varios libros al respecto y otros están por escribirse (son más conocidos en Europa, que aquí). He compartido casi toda mi vida con grupos y personas que guardan los rasgos físicos de los antiguos habitantes de los Andes; y estoy convencido que ser y estar indígena no tiene que ver con una forma física sino principalmente con una forma espiritual, mental y emocional. De ahí que la forma física o color de piel de alguien, no determina una condición por sí mismo. En realidad, el color de la piel es más o menos cantidad de melanina, y eso no necesariamente determina una cultura o condición especial.

Ser y estar indígena es un estado de conciencia o del espíritu, enmarcado dentro de la cosmoconciencia que mira a la vida en forma transversal, vital y holística. Como era la cultura milenaria andina o tawantisuyana, y en general todas las culturas solares y lunares del mundo entero -sin excepción alguna-, hasta su reducción o especialización o división en millones de pedacitos domesticados. Proceso que se diera en un período de más de 4000 años, a través de sucesivas invasiones y guerras de conquista, dominación e imposición civilizatoria monarquiteista (monarquía monoteísta) para terminar con los indígenas de todo el mundo, empezando por los indígenas europeos.

En este sentido, no es extraño de que hayan habido y de que existan actualmente muchos personajes con rasgos físicos de los antiguos habitantes de los Andes, pero que su corazón, su mente y su espíritu ya no es indígena, sino monarquiteista (contranatura y contracultura) a diferentes niveles, grados y variables. Por lo tanto, no debería extrañarnos personajes como Auki Tituaña, Antonio Vargas, Miguel LLuco, Marco Morillo, Lourdes Tibán, etc., que se han insertado en un movimiento que reivindica lo indígena, pero solo como un instrumento o un pretexto para sus intereses reduccionistas personales, desde el otro lado de lo mismo. Se aprovechan de una cierta expresión física para asumirse defensores de una cultura, cuando en muchos casos lo que hay es un racismo encubierto e incluso en ciertos personajes una vergüenza por tener cierta presentación física.

El ejemplo más claro es la FEINE (Federación de Indios Evangélicos), lo cual de entrada ya resulta un absurdo o una aberración al mezclar lo indio con evangélico, pues al calificarse así ya están rechazando y menospreciando a la espiritualidad indígena de los Andes. Recuerdo que en una ocasión llevé a unos amigos franceses, (a quienes podría calificar de indígenas europeos porque han rescatando su espíritu celta), hasta una comunidad asentada en las faldas del Chimborazo para que aprendan y conozcan más de la tradición andina. Mientras yo les explicaba sobre espiritualidad andina y nos aprestábamos a hacer un ritual ancestral, se me acercó un hombre de rasgos físicos andinos para solicitarme que le diera un espacio para hablarles sobre la religión evangélica. Me indigné y le respondí: “Ellos han hecho un viaje tan largo para aprender la espiritualidad de nuestros abuelos, la espiritualidad propia y originaria de estas tierras, no aquella impuesta por los colonizadores. Ellos vienen desde la Europa colonial a hacer un reconocimiento y brindar su respeto a nuestras tradiciones ancestrales. Si usted les puede enseñar algo en ese sentido, le puedo dar un tiempo.” El hombre solo agachó la cabeza y se fue.

A estas alturas de la vida, ya debemos aprender a mirar más allá del color de la piel, caso contrario es seguir con la imposición colonizadora que nos hace mirar y actuar segregadamente de acuerdo a la manifestación física de cada ser humano (incluidos los “discapacitados”). Todo lo cual denota un racismo y una superficialidad enfermiza (complejo de superioridad). ¿Cuántos son los que se han sanado del racismo o de la corporalidad, y no miran prejuiciosamente a los seres humanos por su color de piel o por su presentación física; y más bien aman, respetan y valoran la diferencia y la variedad?

Ni las mismas organizaciones indígenas se han librado de aquello, hay en el fondo una otra forma de racismo solapado o un resentimiento –que es lo mismo-. Habría que preguntar: ¿Cuántos de los líderes indígenas conocen de cosmovisión andina? ¿Cuántos se manejan por los principios, fundamentos y valores indígenas de complementariedad, reciprocidad, estabilidad, ciclicidad, etc. en su vida privada y política? ¿Cuántos viven como indígenas dentro de una arquitectura y filosofía andina? ¿Cuántos envían a sus hijos a formarse dentro de los conocimientos occidentales, e igual -o más- en los cosmocimientos andinos? ¿Cuántos han retomado la vestimenta indígena originaria?, que no es el poncho ni la alpargata de origen español, que les fuera impuesto por la Corona para despersonalizarlos, y que por otro lado, para poder controlarles de mejor manera les uniformaron dentro de ciertos colores para identificarlos a cual hacienda correspondían, y así tratar de evitar que fugasen.

Incluso hay algunos dirigentes que se han visto obligados a aprender el Kichwa para poder decir que eran indígenas o para poder comunicarse con algunas comunidades y ciertas cosmunidades. Es más, se ha dado el caso de que ciertos “mishus”, como yo -que me califican así- cuando soy más indígena andino en conciencia que muchos de ellos, hemos ido formando y capacitando a muchos dentro de la cosmoconciencia andina.

Entonces, ya es hora de sincerarnos por todos los sectores y de quitarnos las caretas que nos ha puesto la vida para mirarnos realmente quienes somos: monarquiteistas o indígenas. Quizás todos deberíamos responder a la pregunta: ¿Qué es ser y estar indígena? Empezando por la CONAIE, para que no siga cayendo en la misma trampa del color de la piel para identificar a lo indígena, o al menos contesten esa pregunta para que tengan bien claro qué es lo indígena, pues de lo que se les escucha o se les ha conocido, se enmarcan principalmente en la apariencia física.

Para que quizás de esta manera la CONAIE no siga siendo aprovechada ni manipulada tanto por los de un color y los de otro color. Para que sepa acoger a sus miembros, no porque parezcan indígenas por su forma física sino por su corazón y por su conciencia indígena. Para que no pase que gente como Cesar Ricaurte (wawa alcalde), Augusto Barrea (Alcalde de Quito), Hernández (Asambleísta de Alianza País), etc., les traicionen y luego califiquen a todos aquellos de ese color, diciendo que el problema es porque ellos son mestizos, como que fuera posible mezclar el agua (indígena) con el aceite (monarquiteismo). Cuando el asunto de fondo es de conciencia y no de color o de raza, -que por cierto no existen las razas, pues solo existe la raza humana-. Es hora que con todas esas experiencias rebasen la envoltura física de cada ser humano y puedan mirar la conciencia del ser. Este es el momento, para que tanto los unos y los otros sanen sus racismos abiertos y encubiertos.

No es suficiente con expulsar a Auki Tituaña y a otros, sino de también mirar casa adentro y ver que está pasando para que suceda todo aquello. Analizar cual es el asunto de fondo, y no creer que es una simple traición individual sino que como organización algo falla -y más que todo algo está pasando en las comunidades-. Todo lo cual no es cuestión solo de color de piel sino de color de conciencia. ¿O acaso se ha visto que las personas del mismo color de piel piensan igual?

Este último caso de Auki Tituana debe ser un “baño de verdad” para limpiar todas esas deformaciones coloniales, si realmente quieren convertirse en una fuerza de conciencia y quieren aspirar algún día a gobernar este país, caso contrario nunca lo llegarán. O si llegan, será como el caso de Evo Morales en Bolivia, a quien se ha calificado como el primer presidente indígena de América, cuando en el fondo su conciencia es socialista del siglo XXI y no del Suma Qamaña. Lo único que estamos viendo es que el suma qamaña y/o sumak kawsay solo es un acto folclórico de ese gobierno que viene cometiendo cantidad de “evadas”, a igual que las correadas, ortegadas y chavezadas que vienen haciendo los socialistas del siglo XXI en diferentes lugares, y a eso le llaman Buen Vivir. Las mismas que se están convirtiendo en un nuevo chasco, como fueron las experiencias libertarias, emancipatorias y guerrilleras que hemos vivido en estos 500 años, y en la que todo sigue igual -o más bien dicho- peor.

En realidad, actualmente se está produciendo la conquista de Amaruka (América), hace 500 años fue solo la invasión, en la cual pese a todo se mantuvo la cultura ancestral durante todo ese tiempo. Pero ahora, ya muchos están civilizados, catequizados, adoctrinados, alfabetizados, dogmatizados, desarrollados… (monarquiteistas) para convertirse en nuevos artífices del “progreso”, es decir, de la destrucción de la Madre Tierra a pretexto de “salir de la pobreza”. Algunos ya están PHDs para transformarse en nuevos ricos consumidores en medio de una naturaleza cada vez más pobre, y a eso le llaman primer mundo, evolución, cambio.

A este punto, bien vale llamar a que cada ser humano renazca o despierte al verdadero indígena o indio que vive en cada uno. Que es aquel ser humano equilibrado y armónico, estable y complementario, simbiótico y sinérgico, en otras palabras, el “naturalito” como decían los conquistadores, o más claramente el salvaje. Es decir, remover y alumbrar al individuo pleno y sabio que vive en la profundidad de la naturaleza sagrada, y no aquel que vive en la banalidad y la frivolidad del claustro moderno, llamado civilización. Ya es suficiente de mentiras, engaños e hipocresías. Eso es diciembre del 2102 en el calendario maya. Es el renacimiento del indígena compenetrado con su madre la tierra y su padre el sol, es el ser sabio que camina bellamente por la vida, aquel que marcha fusionado con la conciencia total.

Aquí estamos nuevamente. Hemos regresado en este tiempo los indígenas, los hombres y mujeres de corazón.

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