jueves, 8 de enero de 2015

EL INSTINTO REPRESIVO DE LA IZQUIERDA



Se entiende que la izquierda lucha por más democracia, libertad, justicia, etc., pero la experiencia mundial demuestra lo contrario, sin que se diferencie de la derecha que actúa de la misma manera. No solo sucede en aquellos miembros o partidos de izquierda que han llegado al gobierno central de un país sino en instancias de poder sectorial, como asimismo al interior de sus propias organizaciones.
Se enfrentan a la derecha política reclamando más de estos derechos, pero cuando llegan a sitios de poder los disminuyen y actúan represivamente contra la derecha, pero principal y fundamentalmente contra sus co-idearios de las izquierdas. Incluso mucho más contra sus propios compañeros de partido, considerándolos contrarrevolucionarios o traidores a aquellos que no están de acuerdo con determinadas políticas de quienes están a la cabeza del proyecto político, los cuales obviamente creen que están en el camino correcto y no aceptan críticas de ninguna naturaleza.
Todos ellos se escudan en argumentos como la dictadura del proletariado, el centralismo democrático, el revisionismo, la derechización, la reacción conservadora de la derecha, hacer el juego a la derecha, etc. Todo pretexto y argumento para limitar la democracia, la libertad, la justicia… De ahí el fracaso de todos los gobiernos de izquierda sin que exista una sola experiencia diferente en todo el mundo. Ahí están los ejemplos de la ex URSS en la que el partido bolchevique terminó asesinando a una serie de connotados intelectuales, que quizás si hubieran sido escuchados el socialismo teórico hubiera cuajado y hoy sería otra historia la que estuviéramos contando. Lo mismo podemos decir de la China, en que mataron más a gente autoidentificada de izquierda que a quienes se podría identificar como de derecha. La última gran represión en la plaza de Tianamen a estudiantes expresa claramente el totalitarismo represivo de los comunistas chinos. O el caso de Cuba en que nadie puede expresar nada contra el gobierno, así se identifique de izquierda pues simplemente es considerado un falso izquierdista, ya que la única verdad revolucionaria la tiene el castrismo.
Y tampoco se puede decir lo contrario de los autodenominados gobiernos progresistas actualmente en el poder, incluso algunos de ellos ex guerrilleros en la presidencia o los que están en posiciones intermedias y que no dicen nada frente a las acciones autoritarias de los presidentes y más por el contrario las justifican, cuando a su turno ellos padecieron lo mismo. Los casos más patéticos son los de Venezuela, Bolivia, Brasil, y en especial el de Ecuador. En este último país, más que la gente de derecha los más atacados son las otras izquierdas, el movimiento indígena y el indianismo. En vez de aumentarse la democracia, la libertad, la justicia, al menos para quienes se autoidentifican como de izquierda (si es que no lo quieren para la derecha), la coartan cada vez más y así en general para toda la población. Excepto para quienes están con el gobierno y con el argumento de que son la auténtica izquierda o de que han ganado las elecciones y tienen el derecho a empujar su proyecto político sin ninguna restricción, o como dice Correa: “a esta revolución lo para nada ni nadie”. Todo aquel que intente hacerle ver los errores en que está incurriendo para justamente reorientar el camino, simplemente es considerado enemigo y debe ser eliminado, repitiendo el mismo error de los comunistas del “socialismo real” que barrían con todos los supuestos contrarrevolucionarios al interior y exterior del partido. Sin embargo, en general ese es el único eslogan que conoce toda la izquierda. Si la izquierda que ahora es reprimida por la izquierda progresista llegaría al poder, actuaría de la misma manera y argumentaría lo mismo que ahora crítica de la otra izquierda. Esta falta de humildad y de autocrítica ha hecho fracasar una y otra vez a la izquierda.
Nadie hasta ahora en la izquierda ha hecho todo lo contrario, como tampoco existe experiencia de derecha o de centro que haya actuado diferente en alguna parte del mundo, por lo que surge la pregunta por qué no existe una experiencia de plena democracia, libertad o justicia. Y la respuesta podría ser: en que no son posibles materializarlos completamente o que no son reales estos conceptos. Al menos en la realidad de la naturaleza no existen, por lo que estaríamos frente a ficciones o sofismas del intelectualismo occidental. Como tampoco se las conoce en las culturas indígenas, quienes se manejan por otros paradigmas como son: el consenso en vez de la democracia de las mayorías contra las minorías, la armonía en vez de la libertad de unos sobre la de otros, la complementariedad en vez de la justicia de los ricos contra los pobres, etc.
En este sentido, al menos el reto para la izquierda -de aquí en adelante- sería el de actuar todo lo contrario, intentando ampliar más la democracia, la libertad, la justicia, y ver si así logran construir su socialismo y no tan solo su capitalismo de Estado que es lo máximo que han conseguido con su fundamentalismo represivo. Al mismo tiempo, quizás podrían aprender algo de los indígenas que son más tolerantes y aceptan más fácilmente la diversidad, sin intentar imponer una sola línea sino que aceptan distintas versiones y dándoles su oportunidad a cada una de ellas. De ahí, que para muchos que han sido criados en las “epistemologías del norte” como quienes han sido educados en ellas dentro de las periferias, los indígenas les resultan no muy firmes o consecuentes con ciertas tesis propias, pudiendo convivir en la ciudad como mestizos y en el campo como indígenas.
En otro ejemplo, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) funciona en un sentido y de acuerdo a la dirigencia de turno, y no necesariamente de la misma manera la ECUARUNARI que es una de sus filiales de la sierra ecuatoriana. Así las diferencias claras entre Humberto Cholango como presidente de la CONAIE y Carlos Pérez Guartambel presidente de la ECUARUNARI. Lo mismo podemos decir del brazo político legal de la CONAIE, el partido Pachakutik que no actúa bajo una dirección centralizada de un grupo de capos del movimiento indígena. Es decir, el movimiento indígena adscrito a la CONAIE puede actuar con diversas líneas o tendencias, sin que sean todos obligados a ceñirse a lo que dice un comité central de elegidos y predestinados que creen saber qué es lo correcto para todos.
Ese el sentido de respetar la diversidad y ser capaces de vivir en “unidad dentro de la variedad”, que es lo que enriquece a cualquier pueblo u organización. Los indígenas no pretenden uniformar a todos bajo un pensamiento único o monárquico, sino que respetan las distintas visiones. Siempre buscando la complementariedad entre posiciones contrarias pues entienden que la diferencia es sana y permite encontrar el equilibrio entre posiciones divergentes. El otro es su espejo. Todo lo contrario al eurocentrismo patriarcal de derecha o de izquierda que busca la síntesis y la eliminación de la diferencia, en su visión de lucha de contrarios o de la competencia. La arrogancia y la vanidad intelectual de la izquierda le han conducido a crear tantas teorías cuantos miembros tiene la izquierda, pues cada cual tiene la auténtica vía revolucionaria.
Será posible “más democracia” o “democracia radical” como ahora proclama cierta izquierda. Quisiéramos creer que es posible, pero nos cuesta creerlo.

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