viernes, 18 de enero de 2013

REVOLUCION CIUDADANA TECNOMORFICA

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El tecnomorfismo es un fenómeno de la civilización del claustro, donde las emociones, los deseos, los sueños, las reflexiones… no vienen de la relación directa con la realidad de la naturaleza, es decir, con la vida, sino con la realidad de una pantalla a través de la cual se siente a la vida en forma 2D y últimamente en 3D. El caso más extremo son los denominados hikikomori, palabra japonesa que hace referencia a jóvenes -principalmente varones- que pasan casi las 24 horas del día frente a la pantalla. Solo descansan de rato en rato para dormir y para ir al baño, pero comen, juegan, investigan, conversan… frente a la pantalla, que es el único nexo que tienen con la vida y con la realidad que presenta cada programa.
Realidad virtual en la que casi todo lo que observan está mimetizado en la lucha del bien contra el mal o de los buenos contra los malos. Así están configurados los juegos electrónicos, los noticieros, los deportes, las telenovelas, las películas, la farándula, la crónica roja, los programas religiosos, etc. Todos los cuales guían y van delimitando un tipo de realidad y de ideología, que en su mayoría está llena de fantasía, de ilusión, de idealismo, de paternalismo, de enajenación, de idolatría, etc. En otras palabras, un mundo banal, superficial, frívolo, racista, antropocéntrico, utilitario, consumista, materialista, miserable. A todo lo cual podemos llamarle: tecnomorfismo “popular”
Por el otro extremo, tenemos a un tecnoformismo “culto”, que también se mueve en la pantalla pero que busca información de primera, avanzada, primermundista, desarrollada, civilizada, moderna, competitiva, etc. Aunque como es parte de la “aldea global”, también cae en las tentaciones del mercado popular y consume más “finamente” lo que ofrecen los medios de comunicación masiva. Sin embargo, no descuidan sus estudios superiores, su formación de punta, sus aprendizajes de última generación, y obtienen varios títulos, incluidos masterados y hasta PHDs. Siendo los más reputados los que vienen estudiando en las universidades del primer mundo, con los conocimientos de los más grandes avances tecnológicos. Tienen un currículo amplio y con calificaciones de alto promedio, que demuestra que “se han quemado las pestañas estudiando”. Regresan al Ecuador y obtienen relativamente fácil un puesto de trabajo, en la empresa privada y ahora en el Estado que gracias a la “revolución ciudadana” son mejor pagados y mejor reconocidos, por lo que aceptan entrar en la burocracia, algo que no lo hubieran hecho en otra época.
Todos ellos en su gran mayoría son técnicos, especialistas, que creen que la tecnología y la ciencia positivista es lo más avanzado y lo máximo que ha producido el mundo. Son hábiles y expertos en su especialidad, reproducen en forma excelente los métodos, técnicas, tablas, códigos en los cuales han sido formados o mejor sería decir adoctrinados por los postulados, visiones y creencias del primer mundo. Su concepto de vida es la técnica por la técnica, la ciencia por la ciencia, el primer mundo por el primer mundo, el desarrollo por el desarrollo. Ninguno de ellos pondría en duda lo que vienen aprendiendo, dan por sentado que saben y conocen lo más avanzado a lo que ha llegado el pensamiento humano, que según ellos es el tecnomorfismo.
Incluso los que van a estudiar ciencias sociales, económicas, o políticas, lo único que hacen es reproducir los postulados de los grandes pensadores de occidente, hacen copia de sus frases, y hasta hacen sus tesis con una pormenorizada cita de escritores del mundo académico occidental. Incluso si hay críticos al sistema, repiten las directrices que marcan los progresistas, las izquierdas o los revolucionarios del primer mundo. Son expertos en teorías mecanicistas o materialistas, y hacen gala nombrando frases textuales de cada uno de los pensadores del mundo ultra-desarrollado y sueñan con así convertir al Ecuador. Se sienten primermundistas de derecha o de izquierda, y están seguros de que se han desarrollado y de que están aportando con sus grandes conocimientos de punta al crecimiento  del país.
Esa es la excelencia académica que está ahora en la burocracia estatal y en la empresa privada, defendiendo a capa y espada las teorías desarrollistas del primer mundo, y a quien dice lo contrario simplemente lo catalogan de atrasado, de folclórico, de romántico, de infantil, de enemigo del pueblo, etc. Y como tienen un buen discurso aprendido, con referencias interesadas pero convincentes, con un gran manejo de datos, con teorías novísimas y marcos sugestivos, y acompañados de una gran tecnología, el pueblo llano les cree y se deja convencer, aunque los “indignados” de Europa y EEUU digan todo lo contrario, que todo es solo una  simple ilusión burda.
Las mayorías absortas por la tecnología creen en ella per se, ya que es lo más moderno y por su presencia determinante aparece como la verdad absoluta. La tecnología es el moderno dios, hemos pasado de la idolatría de crucifijos a la idolatría de la tecnología y el cientificismo. Basta que toda esa parafernalia moderna y multicolor así lo sentencie para que todo ello sea correcto y bueno. Y si alguien se atreve a cuestionar a la ciencia mecanicista y técnica mórfica es aplacado bajo el logotipo de terrorista, amargado, vende patria… Es simplemente condenado y sentenciado por el Gran Técnico que lo sabe todo (presidente Correa).
Esa es la revolución que estamos viviendo, la revolución cartesiana, la revolución de la miopía, la revolución tecnocrática, la revolución racionalista, la revolución mecanicista, la revolución zombi. La izquierda ingenuamente se dejó atrapar por un técnico carismático con un discurso progresista. Creyó que eso era suficiente, que lo importante era llegar al poder y abrir la puerta para que luego entren los “verdaderos”. Lo ha reconocido el propio Alberto Acosta, que en el gobierno recién se dieron cuenta de quién era Rafael Correa. Ese el error de la izquierda y no de Correa (igual con Lucio), quien supo hábilmente pescar a río revuelto, y llevarse todo el trabajo de la izquierda. Pero han reaccionado, no sé si a tiempo y cuánto lo han hecho. Es importante que ahora estén unidos, pero por cuánto tiempo y qué intereses hay por detrás? Ya lo veremos. No me creo todavía el cuento de la cenicienta de izquierda que ha encontrado la horma de sus zapatos. Pero habrá que darles la oportunidad, apoyarles con la una mano adelante y la otra atrás, para no caer en nuevas trampas.
Lo cierto de todo esto, es que el tecnoformismo se ha impuesto al intelectualismo, la tecnocracia al pensamiento social, el cono-cimiento al  co-razonamiento (pensamiento y sentimiento). La forma ahora es el método, el concepto, la teoría, la epsitemología. La forma se ha superpuesto al contenido, son las computadoras y las técnicas las que dirigen al ser humano. Esa es la famosa revolución científico-tecnológica que alababa la izquierda hace unos 20 años, bajo el dogma de que el desarrollo de los medios de producción conduciría a una nueva sociedad, de que la ciencia objetiva acabaría con el idealismo burgués. Incluso muchos siguen repitiendo que el cambio vendrá cuando todos tengan computadoras y accedan a la información. Pero cual es esta información, hacia dónde se dirige. Van a controlar la información. Van a hacer como en China prohibir ciertas paginas o ilusoriamente van a creer que el pueblo va a saber elegir qué páginas son las adecuadas, que van a tener la conciencia suficiente para no dejarse atrapar por las “paginas dañinas”.
Ya sabemos que el problema no está solo en la tecnología en sí mismo, (aunque sin embargo vuelve dependiente) sino en el contenido. Pero quien va a tamizar el contenido, quien se va a autofiltrar para no caer en las tentaciones del consumismo primermundista? Por algún lado habrá que empezar, para armonizar la cantidad y calidad de tecnología e información. En resumen, el tecnologicismo, el cientificismo, la globalización mediática, la información subliminal, la economía consumista, nos están conduciendo -no solo a la “civilización del espectáculo” como dice Vargas Llosa- sino a la civilización zombi, donde todos se arrodillan y hacen su venia a la tecnolatría depredadora en su afán desaforado de riqueza, a pretexto de que no podemos ser pobres en medio de sacos de oro (película Avatar).
La invasión de Amaruka se produjo hace 500 años por la monarquía occidentalizadora y hoy se está produciendo su conquista por el tecnoformismo primermundista, si es que lo permitimos. Y a eso apunta la “revolución ciudadana”, no apunta al sumak kawsay sino a un “socialismo” estilo sueco o belga, en definitiva occidentalista, donde se formó el presidente Correa. Es decir, avanzamos y nos desarrollamos a más calentamiento global y progresamos a una robotización humana. ¡Viva la revolución ciudadana tecnomórfica¡

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