Como dice el refrán popular que cada cual juzga según su
condición, Rafael Correa ha encontrado la palabra perfecta que resume su
condición en estos 10 años de gobierno: “el gran maquillador”. Con esta palabra
puede pasar a la historia ya que sintetiza muy bien su gestión. Salida de su
propia boca y que denota como mira a la vida.
Durante este tiempo se ha pasado maquillándolo todo. Se ha
gastado unos 300 mil millones de dólares en maquillar el Ecuador. 260 mil millones del
presupuesto general y a ello 40 mil millones de la deuda pública interna y externa.
Inmensa fortuna destinada a hacer obras cosméticas para maquillar hábilmente la
realidad, sin cambios estructurales. Es decir, nada de fondo, nada de raíz que
implique salir del patriarcapitalismo, todo lo contrario.
El Ecuador maquillado con carreteras que impresionan al
turista, de la misma manera como cuando se conoce a alguien por primera vez y
le llama la atención, pero a medida que se lo va conociendo se da cuenta de que
tan solo era un lindo maquillaje que tapaba sus espinillas de arrogancia y sus
arrugas de corrupción. Lindas carreteras e hidroeléctricas que no sobrepasan el
30% de los 300 millones de dólares que ha manejado el “gran maquillador”, como
lo ha demostrado ampliamente el economista Eduardo Valencia. Y el resto
repartido entre sus compinches, para que sean los nuevos maquilladores que
compitan con los viejos por ver quién maquilla mejor al Ecuador, mientras se
hacen más ricos y más ricos.
El “gran maquillador” hábil y rápidamente se puso unos
cuántos maquillajes de izquierda, cuando nunca antes en su vida había militado
en partido o movimiento de esta tendencia, solo para llegar a la Presidencia.
Se maquilló de socialista y con ello logró convencer a algunos zurdos incautos,
pero cuando se dieron cuenta de que solo era maquillaje ya era demasiado tarde.
Bajo ese maquillaje de izquierda se ha presentado como
defensor del pueblo cuando en realidad ha trabajado para los ricos, quienes han
ganado como nunca antes lo habían hecho en toda la historia del Ecuador. Y como
buen populista ha soltado unas cuántas migajas para que el pueblo le alabe como
un salvador, que suelta al menos algo ya que los anteriores no dejaban caer
nada o casi nada.
En el gobierno maquillista los corruptos -a quienes el
propio “gran maquillador” les declaró públicamente honestos y por quienes puso
sus manos al fuego- son denunciados a pocos días de que fugan del país,
logrando maquillar perfectamente su salida. Y luego hacen el gran show de que
ellos los han denunciado, solo que no tuvieron a tiempo las pruebas suficientes
para detenerlos. O como el pequeño maquillador, José Serrano, que dice que
fueron ellos los que denunciaron primero la corrupción al interior de la
policía por lo que no pueden ser los maquilladores. Como el caso del ladrón que
grita que le han robado para que la policía se vaya por otro lado, mientras él
huye en sentido contrario. Pero cuando la denuncia ha sido de la oposición,
como en los casos de Cléber Jiménez o Fernando Villavicencio, ahí si la
justicia ha hecho una práctica diaria y rapidísima, pero no contra los
denunciados sino contra los denunciantes. Y luego sale “el gran maquillador” a
decir: en mi gobierno no han habido tantos casos de corrupción.
Rafael Correa el más astuto maquillador para colorearse de
acuerdo a cada situación, con los empresarios un maquillaje, con los indios
otro, con los trabajadores uno diferente, pero con las mujeres se ha
desmaquillado unas cuantas veces y se ha dejado ver tal cual es. Por qué será,
qué representan las mujeres para Rafael Correa. Su mujer, sus hijas y sus
sumisas deben saberlo muy bien, pero como es un hábil maquillador termina
logrando que sus sumisas le cubran rápidamente con otro maquillaje, con el
argumento de que solo es un problema de su personalidad… bipolar o de su doble
moral (esto último se lo callan pero lo saben muy bien).
Claro, que no es el único maquillador, pero es de los
mejores junto a Nebot, aunque creo que Correa le gana. Tampoco se queda muy
atrás Lenin Moreno que siempre se maquilla de sonrisas, bonachón y caballero.
Pero todo el maquillaje se le cayó, cuando dejó ver su pobrecito departamento
de Ginebra y los apenas 1´600.000 dólares para su humilde mantención de 1 año.
Lo más triste es que a una buena parte del pueblo
ecuatoriano le gusta el maquillaje, le agradan aquellos que le maquillan de que
les van a cambiar su vida. Muy pocos se dan cuenta del juego del maquillaje de
derecha o de izquierda, y pueden ver que hay verdaderamente detrás del
maquillaje. Muchos candidatos ya están preparando sus mejores maquillajes,
todos buscando aquel que pueda impresionar al populacho. Como en Colombia que
metieron el maquillaje del miedo al comunismo cubano o el miedo a parecerse a
Venezuela y con ello lograron ganar. Ya van a ver la cantidad de propaganda en
ese sentido. Por cierto, los castristas y los chavistas también son otros
grandes maquilladores. Y así en otras izquierdas y en el movimiento indígena.
Puro maquillaje se ve en estos tiempos frívolos y banales,
unos cuantos más otros menos, esa es la diferencia. Casi todos los candidatos
están maquillándose con la aspiración de que ahora les toque el turno de poder
tener más cosméticos que les permita maquillarse mejor. Muy pocos se presentan
con la cara limpia. Con tanto ejemplo de maquillistas por todo lado, alguna
gente del pueblo también ha aprendido a maquillarse. Pero tengamos esperanza de
que algunos han aprendido a no maquillarse y que no votarán por el maquillaje
neoliberal ni por el populista. Veamos si han despertado luego de estos 10 años
de gran maquillaje, de unos y otros.
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