La expresión “muerto de
hambre” no es un simple exabrupto, o una frase más, o algo sin historia, o una locución
sin contexto, como creen algunos, o que leen solo literalmente como el pelagato
Roberto Aguilar quien cree que es “injusto” las críticas a Macarena Valarezo y de
que fueron “malinterpretadas” sus declaraciones, coincidiendo de una u otra
manera con la derecha.
No es la primera vez que se
escucha esta expresión, es algo que se lo ha oído muchos años en varios
contextos, solo que ahora le salió públicamente a un político, pero es un enunciado
que se lo ha soltado por doquier y que principalmente sintetiza la concepción que
tienen las élites sobre los pobres o sectores hambreados. Es un concepto de
quienes tienen un cierto nivel de poder, especialmente económico, y que suelen
repetirlo a diario dentro de sus círculos. Todo lo cual, se sintetiza en aquel atrasado
axioma de que el pobre es el responsable de su pobreza, de que ésta no obedece
o no es causada por los ricos, sino por el contrario, los pobres tienen algo
gracias a ellos o de si es que no hubiesen los ricos se morirían de hambre los
pobres.
El “muerto de hambre”
tiene varios contextos y situaciones, bajo el cual se suelta o se califica de
esta manera a alguien. Principalmente tiene que ver con el cuestionamiento a
quienes quieren ser como ellos o en referencia a quienes aspiran llegar a sus círculos,
y a los que consideran que no tiene las condiciones o las características para
integrarlos, ya sea por su presencia física, por su apellido, por su extracto
social, por su formación o creencias, por su nivel social, o por la forma en
cómo se han enriquecido, etc.
El “muerto de hambre” es
también alguien que reclama y exige sus derechos, que pide mejores condiciones
de trabajo o mejoras salariales, a lo cual, el hambreador que siempre está acostumbrado
a pagar poco pues cree que el trabajo no merece ser pagado mejor, termina calificando a las exigencias como un despropósito o algo desmedido, y dando como respuesta de que son unos “muertos de hambre”. Es muy típico
que especialmente se refieran a quienes hacen trabajos de tipo manual, como el
doméstico, la jardinería, la albañilería, recogedores de basura, etc. Trabajos
que justamente no quieren hacer los hambreadores, que los desprecian y que consideran
que está bien para indios, cholos, negros, pobres. Es decir, desprecian esos
trabajos en sí mismos, por ende, no pueden ensuciarse sus finas y delicadas
manos, y es un favor el que hacen con los “muertos de hambre” dándoles al menos
ese trabajo. Por ejemplo, las empleadas domésticas tienen ahora un derecho
igual al que otros trabajadores y para las damas de sociedad es una exageración
y por ende son calificadas de “muertas de hambre” por exigir “tanto”.
Lo que quiere decir que
detrás de esta expresión -muy común en nuestro medio- hay racismo,
discriminación, menosprecio, homofobia, y todo cuanto significa el colonialismo,
el cual se ha vuelto más fuerte y más violento en estos tiempos civilizados y
desarrollados. Con la crítica y resistencia de una serie de movimientos populares
que cuestionan el patriarcapitalismo, se ha exacerbado el miedo y la ira de las
élites que temen perder a sus sirvientes y que les toque hacer a ellos lo que
no quieren hacer.
En concreto, el “muerto
de hambre” tiene que ver con aquella noción de que los ricos son los que
generan las fuentes de trabajo, que son ellos los que permiten que los pobres -al
menos- tengan un plato en su mesa. Es decir, son ellos los salvadores y
bienaventurados del pobre, y sin ellos el “muerto de hambre” se moriría de una
vez por todas. Cuando es al revés, si no hubieran los muertos de hambre no
habría quien les trabaje para que se hagan más ricos. El muerto de hambre
entrega toda su vida al servicio de los patrones por un miserable sueldo, el
que solo les alcanza para seguir subsistiendo y para poder seguir trabajando
para al hambreador. Ergo, quien no es empresario es “muerto de hambre”.
De ahí el contexto de la
frase de Macarena Valarezo que asegura que el empresario como ya es rico no va
a robar. Algo perenne también dentro del discurso conservador y que se ha
repetido en muchas ocasiones electorales. Lo mismo se soltó con León Febres
Cordero, diciendo que como era rico se aseguraba de que no robaría, por lo que
había que votar por él con total confianza. Entonces, no es simplemente que se
le chispoteó a Valarezo –como diría el chavo- sino que hay todo un historial y toda
una condición racial, colonial, clasista, patriarcal, inmersa e inmanente en
los discursos y los dichos de los hambreadores.
Además de que es falso
este argumento, pues el rico quiere cada vez ser más rico y busca hacerlo legal
o ilegalmente. Saben cómo hacerlo sin que queden rastros o huellas, por eso se
conocen solo pocos casos, como por ejemplo, el del expresidente Martinelli de
Panamá, un hombre muy rico y que ahora está acusado de grandes casos de
corrupción. O el caso del empresario brasileño Odebrecht que ha sobornado a
muchos gobiernos para obtener jugosos contratos. Ningún rico se salva, por uno
u otro lado, y principalmente porque el sistema está hecho y legitimado para
que unos pocos sean los beneficiados del gran juego del monopolio creados por
ellos mismos. Así de simple.
Entonces, si Valarezo
fuera coherente con su pensamiento tendría que apoyar a Alvaro Noboa que es
mucho más rico que Lasso, para asegurar un gobierno empresarial de éxito. Bajo
esa idea el Ecuador y el mundo solo necesitan de empresarios para que todo esté
de gloria y triunfo. Por ello seguramente Valarezo estará apoyado al gran
magnate empresarial Donald Trump.
Todo esto deja ver en
claro que Macarena Valarezo es una fiel representante del pensamiento hambreador,
de quienes se creen los predestinados a dirigir todo, pues ellos son los que
crean todo. Sin estos salvadores el pueblo no es nada, el pueblo es hambruna. Esto,
no significa validar a cierta izquierda mesiánica y paternalista que también se
creen los salvadores desde el otro lado. Senti-pensamos, que nadie salva a
nadie; si no nos salvamos todos, nadie se salva en particular. Tal como vemos
con el cambio climático que no reconoce a pobres ni ricos.
Pero lo irónico y
paradójico de Valarezo, es que con el argumento de que los empresarios no roban,
ella inconscientemente se dice “muerta de hambre” pues no es rica ni empresaria
ni tiene el nivel económico que tiene Lasso. Y lo mismo pasa con todos los que
la han apoyado a ella y los que están con Lasso.
Y esto es lo más triste, que
este discurso retrógrada pega en mucha gente del pueblo y ellos mismos repiten
este argumento. Hay quienes son sumisos, esbirros, felipillos con los patrones
hambreadores, por lo que votarán por Lasso o por Cynthia Viteri. Ésta última, también
proveniente de extractos medios pero que ha asimilado el discurso neoliberal de
que solos los ricos salvan a los pobres. Y justamente eso se verá en la campaña
electoral que se avecina, pero dicho de otra manera: los “muertos de hambre” se
han enriquecido en el gobierno correista y hay que castigarlos votando por los
benefactores.
Obviamente que ha habido
el aprovechamiento directo e indirecto por los nuevos ricos del correismo pero
la salida no es ir al otro lado de lo mismo, como ha sido la historia
repetitiva del Ecuador. Veamos, si algo el pueblo ha despertado y “al menos” no
vota por los hambreadores de la derecha y por los ex “muertos de hambre” del correismo.
En todo caso, queda claro
que sí hay los muertos de hambre por causa y creación de los hambreadores y que
cuando éstos exigen cambios, el hambreador inmediatamente le acusa de “muerto
de hambre” y le pone en su sitio para que no se atreva a dejar de serlo, para de
esta manera siga sirviendo de por vida al hambreador y con ello nunca deje de
ser muerto de hambre. Amén.
ATAWALLPA OVIEDO FREIRE
Me gusta cómo está escrito y lo que dice, pero vaya y si que me dolió terminar, por favor, poner bold a todo un artículo no tiene nada de original ni inteligente, no favorece para nada la lectura. ¡Auch!
ResponderEliminarGracias por la observación. He hecho el cambio espero esté mejor así.
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