Cuando se produce la violación o el asesinato de una mujer,
todas las miradas se dirigen hacia el individuo en particular, viéndolos como
monstruos o pervertidos que tienen algún problema genético o psicológico, pero
casi nadie se percata o toma conciencia de que ellos son el producto o el resultado
de un tipo de sociedad que tiene un determinado tipo de valores y de creencias.
En este sentido, todavía no se entiende que cuando se produce una acción de
violencia o un feminicidio, no es solo el agresor el que ha cometido el delito
es toda la sociedad patriarcal en su conjunto la que lo ha hecho a través de
uno de sus más conspicuos representantes o de quienes han encarnado el machismo
en su máxima expresión. Es en última instancia la sociedad las que las ha
matado, y al mismo tiempo el asesino no solo ha matado a alguien de la sociedad
sino a la sociedad en su conjunto.
Lo mismo podemos decir, cuando se discrimina o se agrede a
un indio o a un negro, es toda la sociedad racista la que lo hace. Aquel mundo
que ha configurado la visión de superioridad del blanco y de lo occidental, y
que la ejecuta a través de aquellos que han construido su odio racial al
extremo, en quienes la sociedad racista se expresa de mejor manera. Igual,
cuando se ataca a los defensores de la naturaleza o se los criminaliza por defender
su hábitat y sus formas de vida, es la sociedad contra-natura con todas sus
creencias cosificadoras y utilitaristas la que genera todos los argumentos bajo
los cuales va a actuar el asesino de la naturaleza y de los ecologistas. Cuando
le matan a un homosexual es toda la sociedad homofóbica la que lo hace, por
quien han encarnado en mayor medida el fundamentalismo religioso. Y así, en los
demás ámbitos.
Por tanto, hay quienes se encargan de configurar la teoría y
de enseñar el concepto de segregación, de inferiorización, y de censura, hacia
todas las formas que se opongan al sistema hegemónico y homogenizante, es decir,
a quienes menosprecian la diversidad y la diferencia; y hay quienes se encargan
de ejecutarlo y hasta de llevarlo al extremo creyendo que así se acaba todo. En
este sentido, no es un simple desviado o un degenerado o un enfermo el que lo
hace, es toda la sociedad que ha creado una concepción de exclusión y de
disciplinamiento la que se encarga de hacerlo a través de los más fanáticos y
fundamentalistas que ha producido o creado.
Los monstruos no son casos aislados son las expresiones más
extremas de esa sociedad, que simplemente tiene monstruos a diferentes niveles.
La sociedad utiliza al sistema educativo enajenante y a la religión (no
confundir con espiritualidad) para crear a los monstruos, y utiliza a la
justicia como instrumento de castigo y de represión para acabar con los que se
oponen o cuestionan a la monstruosidad de la sociedad o a la sociedad
monstruosa, y de paso con aquellos que han exagerado en la monstruosidad. De
esta manera la sociedad monstruosa cree pagar sus culpas, pretendiendo no
reconocerse en esos monstruos terribles y viéndose solo como pequeños monstruos
que no han llegado a esos extremos.
Es decir, creen que deben dominar, someter, domeñar, aplacar,
explotar a la mujer, a los no-blancos, a la naturaleza, a los homosexuales, a
los pobres, a los inmigrantes, a los no-cristianos, etc., pero creen que se
debe hacerlo por métodos civilizados y no acudiendo a formas salvajes como
hacen esos monstruos. Los civilizados lo hacen sutilmente, los salvajes lo
hacen brutalmente. Cuál la diferencia? A la final los une lo mismo, el sentido
de exclusión y de absorción de la verdad.
Con ello se convencen y convencen a otros, de que los
monstruos están fuera de la sociedad, de que la monstruosidad es un problema
particular, de ciertas personas específicas, por ende, la responsabilidad no es
de la sociedad, pues la sociedad está bien y solo es cuestión de corregir a unos
cuantos. Ésta la manera como la sociedad se engaña y no hace nada real o
estructural para cambiar, cree que solo aumentando las penas y creando más cárceles
se soluciona todo. Pero en ninguna parte del mundo, ello ha significado que
desaparezca estos problemas. Solo cuando la sociedad entienda que su tipo de
sociedad es la que está enferma y es la que genera los diferentes tipos de enfermos
y de enfermedades, habrá una sanación para todos.
Cuando desaparezca la sociedad patriarcal, colonial,
civilizatoria, racionalista, materialista, racista, religiocéntrica,
verticalista, capitalista, etc., se terminará con tanta violencia y
aberraciones. Pero hay que entenderlo que todas las partes que hemos anotado
anteriormente, son tentáculos de un mismo monstruo. No es que el patriarcalismo
y el capitalismo se han aliado para acabar con las mujeres, como dicen algunas
feministas, el capitalismo es la mutación del antiguo patriarcalismo o es la
mayor expresión a la que ha llegado el capitalismo. Y así todas las demás ramas
de la misma raíz. El monstruo es uno solo y si no hay una acción transversal e
interseccional no habrá ningún cambio real.
Los únicos en todo el mundo que lo han comprendido así, es
el movimiento aldeista. Ellos al crear las ecoaldeas o las cooperativas
integrales, replantean a cada uno de los detalles o partes que hacen la vida
humana y los enfrentan de una manera integral. Y más que todo lo han llevado a
la práctica en forma total. Y en similar actitud las comunidades zapatistas y
de Oaxaca en México, los kurdos en el Asia Menor y Sarayaku en Ecuador.
Obviamente que hay limitaciones en este movimiento y hay más por profundizar,
pero son los únicos que asumen una actitud de observar y de cuestionar a cada
elemento de la vida y de asumir una posición sobre todas ellas en forma
comunitaria dentro de la vida cotidiana. Habría que también resaltar en este sentido
al movimiento igualitarista y al vegano político. Y a unos pocos intelectuales
en esa posición, los más interesantes son Ramón Grosfoguel, Enrique Leff,
Boaventura de Souza Santos.
“Ni una menos” o “Vivas nos queremos” solo será posible, si
las feministas al mismo tiempo son indianistas, ecologistas, anticapitalistas,
antiantropocentristas, anticonsumistas, antieurocentristas, anticoloniales,
antireligiocentristas, etc. Y viceversa con los otros grupos. No es
comprensible luchar por la exclusión de las mujeres y no luchar por la de otros
grupos o sectores. La lucha es contra toda forma de exclusión para todo el
mundo. Todo excluido debe entender y acoger a los otros que también son excluidos y
asumir una posición de inclusión general. Por lo tanto, el solgan debería ser NADIE MENOS, L@S QUEREMOS VIV@S, pues el patriarcapitalismo nos está matando mujeres, varones, niños, indios, negros, ecologistas, pobres, homosexuales, animales, inmigrantes, desplazados, montañas, lagos, mares, etc., etc.
Si no lo entienden así, es porque es puro fanatismo o fundamentalismo de quienes dicen luchar por ciertos sectores, y lo único que quieren es virar la tortilla o relucir sus odios sin que haya nada de fondo, solo sacar sus problemas individuales. Como el caso de los falsos veganos del ejército israelí que usan botas veganas "libres de cueldad", pero con esas botas van a asesinar a los palestinos.
Si no lo entienden así, es porque es puro fanatismo o fundamentalismo de quienes dicen luchar por ciertos sectores, y lo único que quieren es virar la tortilla o relucir sus odios sin que haya nada de fondo, solo sacar sus problemas individuales. Como el caso de los falsos veganos del ejército israelí que usan botas veganas "libres de cueldad", pero con esas botas van a asesinar a los palestinos.
Obviamente, que siempre habrá contradicción u oposición pues esa es la ley
de la vida, pero la diferencia está entre las posiciones de exclusión e
inclusión de unos y otros, entre los que son centristas y los que son
integrales, los que aplican la democracia/dictadura y los que funcionan en el
consenso, los que buscan el hegemonismo de una tendencia y los que viven en la
armonía complementaria, los que intentan acabar con la oposición y los que aprenden
a respetar el equilibrio entre todas ellas. Ahí está el dilema y la respuesta
para un cambio real y profundo. LA REVOLUCION ES ARCOIRIS O NO ES.
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