Por más de 100 años se enfrentaron conservadores y liberales,
incluso llegando a extremos de matarse mutuamente, pero a medida que se fue
consolidando el capitalismo las diferencias fueron disminuyendo hasta casi
desaparecer, manteniéndose actualmente ciertas diferencias pero que no son
estructurales. Hoy prácticamente conviven en colaboración mutua y se reparten
el poder de acuerdo a las circunstancias, y se unen férreamente cuando está en
peligro su posición dominante o privilegiada.
Los conservadores fueron absorbidos por los liberales, o el
liberalismo logró ganar la disputa y procedió a introducir a los conservadores dentro
de su paraguas, habiendo actualmente los liberales conservadores o neoliberales
y los liberales propiamente dichos. Dicho de otra forma, la extrema derecha que
propugna lo que algunos han denominado el “capitalismo salvaje” y la derecha o
centro-derecha que promueve un “capitalismo verde”. Ambos representan a la
burguesía, una burguesía conservadora y una burguesía liberal, una burguesía
aristocrática y una burguesía emergente, que se disputan el poder pero que no
dudan en aliarse cuando se trata de enfrentarse a sus detractores. De tanto en
tanto se confrontan por obtener la mayor y mejor parte de la torta, pero cuando
les quieren quitar son uno solo. Día a día van acortándose las diferencias y se
van imbricando en una sola especie, las viejas generaciones son más
conservadoras pero las nuevas ya son liberales plenas.
En el caso de los EEUU, hasta los años 70 habían distancias
entre el partido demócrata que representaba a los sindicatos y el partido
republicano a las élites económicas. Pero la burguesía liberal que no se sentía
muy cómoda en el partido republicano vio como opción el partido demócrata, por
lo que se fueron introduciendo paulatinamente hasta tomárselo plenamente desde
el gobierno de Bill Clinton. Ahora ambos partidos pertenecen plenamente a la
burguesía, a la burguesía liberal y a la conservadora, que se turnan en el
poder y cuyo propósito es mantener el sistema. Las élites apoyan a los
candidatos de ambos partidos, así cualquiera gane se aseguran de tener
ventajas. Bernie Sanders es uno de los últimos remanentes del antiguo partido
demócrata que estaba más cerca de la clase media y de los trabajadores, pero a
la final ganó la derecha liberal a través de Hillary Clinton. El partido
demócrata es cada vez más asimilado por la derecha y prácticamente ya no hay
diferencia, tan solo la de presentar el juego del bipartidismo para hablar de
democracia, para que haya cierta alternabilidad y se haga más interesante la
lucha entre los grupos de poder.
En 1989 con la desaparición de la Unión Soviética, la
izquierda sufrió un gran golpe que llevó a la reflexión y el análisis de lo
sucedido. Se cuestionaron algunas concepciones y prácticas, lo que generó
varias posiciones y tendencias. En un extremo, quienes se afirmaron en la ortodoxia
marxista-leninista y que terminó culpando al imperialismo por su derrota y no a
causas o errores propios. Y en el otro extremo, quienes cuestionaron una serie
de tesis como de dogmáticas, sectarias, dictatoriales y burocráticas, pero se
siguieron ubicando en la izquierda. En este abanico de la izquierda actual, el
resultado es la aparición de múltiples izquierdas a las que podríamos enmarcar
desde una izquierda incambiable hasta una izquierda en que a nombre de cambio ha
borrado toda la visión de la antigua izquierda y tan solo mantiene el nombre.
Esta última izquierda ha procedido a hacer un vaciamiento
aprovechando de la situación caótica y de reflujo para proceder a
resignificarla. Ha hecho una resignificación bajo el nombre de “nueva izquierda”
o “izquierda moderna”, de tal manera que no se asusten algunos sectores.
Procediendo a incorporar o asimilar una serie de categorías del liberalismo y
hasta del conservadurismo, para hacer una amalgama en la que lo central ya no
es el marxismo o el materialismo dialéctico, sino que es un añadido más entre
otros.
Si bien era cierto que había que desmitificar el
marxismo-leninismo y de rencauzar la izquierda a otros planos y niveles, pero
lo que ha hecho esta “nueva izquierda” es sacarla de su esencia revolucionaria
y transgresora para convertirla en reformista, etapista, coyunturalista, populista.
En otras palabras, una serie de concepciones burguesas han sido adoptadas por
esta autodenominada izquierda, haciéndole perder su carácter rebelde y
alternativo. Esto se refleja en sus actitudes pro-extractivistas,
modernizadoras del estado burgués, desarrollo del capitalismo financiero,
acomodo a los índices del capitalismo global, aceptación de las tesis
globalizadoras, y todo cuanto permita entrar a la modernidad plena, en la idea
de que son los pasos previos para llegar al socialismo.
Tanto es así, que muchos sectores de la burguesía han entrado
a sus filas, votan por ellos, y quieren que se mantengan en el poder, pues
saben que ya no representan un peligro para sus intereses, todo lo contrario,
han demostrado ser más eficaces que los capitalistas salvajes o neoliberales,
puesto que han hecho del estado un gran instrumento de traslación de recursos.
Si antes las viejas izquierdas nacionalizaban y estatizaban empresas o creaban
nuevas, la nueva izquierda se encarga de pasar los recursos a las viejas
empresas capitalistas o a las nuevas empresas de su círculo. Hay una vieja
burguesía nacional e internacional que han recibido los contratos de las
grandes obras, y ha brotado una nueva burguesía que ha sido beneficiada con transacciones
medianas y pequeñas. Esta burguesía boyante es la más interesada en que se
mantengan los gobiernos “progresistas”, pues quieren seguir firmando más convenios
con el Estado para seguir enriqueciéndose y luego estar en condiciones de
disputarse con la gran burguesía o la oligarquía.
En las últimas elecciones en el Ecuador una serie de “nuevos
ricos” se mostraron abiertamente en favor del candidato oficialista Lenin
Moreno. Bajo el membrete de “empresarios con responsabilidad social”, se
distanciaron de la vieja burguesía para presentarse como modernos y con sentido
social. Mientras la vieja derecha quería eliminar o bajar impuestos, la nueva
burguesía estaba de acuerdo con los impuestos y con el argumento de que esos
recursos eran necesarios para sostener la educación y la salud. Es decir,
sostener al Estado dinamizador de la economía y de la que ellos son los
principales beneficiarios. El caso más patético es del joven empresario Pablo
Campana, yerno de una de las mujeres más ricas del Ecuador y perteneciente a la
familia Noboa el grupo más poderoso. Y lo mismo podemos decir de los “boliburgueses”
en Venezuela, o de la “burguesía aymará” en Bolivia, y así en Argentina,
Brasil, Uruguay, Chile, Nicaragua, El Salvador, en donde gobierna esta “izquierda
progresista”.
Todos ellos están de acuerdo con el estadocentrismo para que
siga haciendo más obras y ellos sean sus adjudicatarios. Son una burguesía que
se califica de izquierda, de una izquierda que ya no es estatista sino estado-puente,
que ya no es creadora de empresas estatales o centralizadora de la economía en
el Estado, sino que hace del Estado un intermediador para pasar los recursos a
los viejos y nuevos ricos, en base a lo que acumula por vía de impuestos el
pueblo que como último consumidor es el que realmente paga todo y además por la
explotación inmisericorde de la naturaleza (ecocido) y del neococolonialismo de
los pueblos primeros (etnocidio).
No fueron capaces de motivar y empoderar al pueblo organizándolo en cooperativas, asociaciones, comunidades, etc., para que se hagan cargo de las obras y hoy sean los que le estén disputando el mercado y los depósitos a la burguesía. Por ejemplo, en el gobierno de Rafael Correa los grupos financieros en sus 10 años de gobierno aumentaron en 150% sus ganancias, mucho más a lo que ganaron en el período anterior al de él. Apenas son 7 los grupos financieros que controlan el sistema financiero, pero si hubiera consolidado a las juntas y cooperativas de ahorro se hubiera desconcentrado la acumulación del capital y estaríamos en otras condiciones. Eso habría sido una verdadera política de izquierda, que estaría creando las condiciones para salir del capitalismo y no para afirmarlo.
No fueron capaces de motivar y empoderar al pueblo organizándolo en cooperativas, asociaciones, comunidades, etc., para que se hagan cargo de las obras y hoy sean los que le estén disputando el mercado y los depósitos a la burguesía. Por ejemplo, en el gobierno de Rafael Correa los grupos financieros en sus 10 años de gobierno aumentaron en 150% sus ganancias, mucho más a lo que ganaron en el período anterior al de él. Apenas son 7 los grupos financieros que controlan el sistema financiero, pero si hubiera consolidado a las juntas y cooperativas de ahorro se hubiera desconcentrado la acumulación del capital y estaríamos en otras condiciones. Eso habría sido una verdadera política de izquierda, que estaría creando las condiciones para salir del capitalismo y no para afirmarlo.
En definitiva, el pensamiento burgués ha penetrado en la
izquierda, a tal punto ya no hay gran diferencia entre la vieja derecha y la
nueva izquierda, así como ya no la hay entre conservadores y liberales. Las
distancias son tan solo al interior de la misma matriz, por lo que la izquierda
ya no es la alteridad sino simplemente el otro lado del sistema dominante. Una
izquierda que no pretende terminar con el capitalismo sino hacerle más “humano”
o “popular”, pero para que parezca de izquierda dicen que el “capitalismo
social” es el paso obligado para construir el socialismo, algo que será obra de
las futuras generaciones, amén.
Una izquierda que puede ser conservadora a nivel familiar,
liberal a nivel económico, feminista a nivel de mayor participación de género,
ecologista a nivel de una producción verde, indigenista a nivel de folclorizar
a los pueblos originarios, etc. Todo un hibridismo en la que pueden entrar
todas las corrientes, y cuyo propósito es inmovilizar a los propios movimientos
sociales. Es un otro caso de “extractivismo epistémico”, en el que se toma una
serie de principios y axiomas de la alteridad para digerirlos en un nuevo
paradigma y con ello despolitizarlos, desmoralizarlos y aniquilarlos. De esta
manera han logrado quebrar algunas organizaciones, cooptarlas, o dividirlas. Lo
que no pudo hacer la vieja derecha, lo ha podido hacer la burguesía flotante y
lo más risible a nombre de la izquierda, de la revolución y del socialismo.
A este paso la izquierda del socialismo del siglo 21 se ha
convertido en otro brazo que apuntala el sistema, son como el partido demócrata
en los EEUU, o como el PSOE en España, que juegan a alternarse en el poder pero
que no hacen cambios estructurales. Jugar al bipartidismo de derecha e
izquierda, para desarmar a la izquierda radical y presentársela como extremista
o fundamentalista. Hábilmente la burguesía se ha tomado la izquierda y el
socialismo, incorporándolas a sus estrategias de perpetuación y dominio. La burguesía
liberal en primer lugar se digirió a los conservadores y ahora lo ha hecho con
una buena parte de la izquierda, el siguiente paso será hacerlo con todas las
izquierdas a través de cooptarlas o de anularlas.
Hoy la alteridad viene de fuera de la izquierda, desde los
movimientos de resistencia, los movimientos alternativos, los movimientos de
transición, los movimientos autonomistas, etc. Todos los cuales no se sienten representados
por la izquierda y que por otro lado cuestionan la dicotomía derecha/izquierda,
que ahora resulta obsoleta y reaccionaria. La oposición ahora es entre lo
alternativo y lo oficial, entre lo alterativo y lo estatuido, entre el centro y
la periferia, entre lo eurocéntrico y la alteridad, entre la globalización y la
diversidad, entre el antropocentrismo y el vitalismo, entre la civilización y
la transcivilización. Ahí es donde se juegan los dos sistemas-mundos, y la
posibilidad de cambios profundos y totales, o la desaparición de la especie
humana por efecto del cambio climático.
Atawuallpa, felicitaciones por el articulo, es verdad, ya no hay ni derecha ni izquierda, sobre todo en Ecuador con los nuevos ricos que siguen haciendo los mentirosos discursos de hace 50 anios, y hechandole la culpa de todos los males al imperialismo, que farsa!!.
ResponderEliminar