Tanto Derechas como Izquierdas aspiran a
integrarse al primer mundo, al que consideran el modelo, referente y meta para
todos los pueblos del mundo. Sin embargo, no todos han caído en esta tentación,
incluso el mayor rechazo se da al interior del mismo primer mundo, por aquellos
que están decepcionados y desencantados de tanta artificialidad y frivolidad. Y
que por el contrario, han comenzado a posar sus ojos en los “pueblos primeros”
del denominado tercer y cuarto mundo, en quienes ven una alter-nativa ante su
mundo consumista y anoréxico.
Ahí están ecologistas, ambientalistas,
espirituales del nuevo tiempo, terapeutas holísticos, artistas de la nueva era,
bio-constructores, defensores de los animales, vegetarianos, veganos, gestores
del hábitat, economistas de la restitución, comerciantes “equitables”, etc.
Todos los cuales se inspiran en las “primeras naciones” para enarbolar nuevos
principios y/o recuperar antiguos[1]
acoplándolos a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías.
Han comprendido que la situación del cambio
climático es apremiante pues, ya no solo se trata de acabar con la pobreza -como
plantea la Izquierda-, sino principalmente de una acción contra la
concentración y la acumulación de la riqueza que en su gran mayoría depreda y
contamina. Lo que implica cambiar las nociones de pobreza y de riqueza, para
comprender que la más grande pobreza es la que destruye la naturaleza
no-humana, es decir, la vida.
Esto significa comprender que el asunto
central no está en la economía o la materialidad, sino en el tipo de relación que
se tiene con la naturaleza no-humana. Ahí es donde se juega el futuro de la
humanidad, entre una relación mercantil y cosificadora, y por otro, una
relación vital, integral, armónica. Cuando cambie esta conciencia o filosofía
de vida, cambiará la economía, la política, la salud, la administración, etc. Y
no al revés, creyendo que el problema es económico y que al resolver aquello se
resolverá todo lo demás. Esa fue la razón de la derrota y del fracaso del
“socialismo real”, pero la Izquierda sigue sin comprenderlo, especialmente los
“socialistas del siglo 21”.
O como dice Ramón Grosfoguel[2]:
“… en los paradigmas de la economía
política se asume que lo más importante es el tema del sistema interestatal
global y la división internacional del trabajo, articulado ambos a la
acumulación de capital a escala global y se asume que si se resuelve eso pues
se resuelve lo demás. El problema es que ese es el paradigma que se usó en el
socialismo del siglo XX y fracasó. Fracasó porque el problema es que no estamos
hablando de un sistema económico, es decir, no vivimos en un sistema económico,
vivimos en una civilización que tiene como uno de sus componentes un sistema
económico, pero ese sistema económico está atravesado por una multiplicidad de
jerarquías de poder que no se agotan en la economía. (..). El problema con el
socialismo del siglo XX es que entendía que resolviendo lo económico se
resolvía lo demás y el problema es que no solamente no resolvieron lo demás
sino que no resolvieron lo económico, porque si tú te organizas o luchas contra
el capital reproduciendo racismo, sexismo, eurocentrismo, cristianocentrismo,
cartesianismo y todos los problemas de esta civilización, se termina
corrompiendo la lucha contra el capital que fue lo que pasó con el socialismo
del siglo XX que terminó siendo capitalismo de Estado e incluso la construcción
de un imperio, en este caso del imperio soviético, que practica un imperialismo
hacia su periferia y terminó corrompiéndose en un capitalismo de Estado que
termino al final con los obreros levantándose contra el supuesto Estado obrero.
(…) Yo rehúso seguir hablando de “capitalismo global”, “sistema-mundo
capitalista” o “modo de producción capitalista”. Esto nos remite a la lógica
economicista de que el problema sistémico es uno económico fundamentalmente.”
Para la Indianidad no se trata de primero de luchar
por la “toma del poder” para desde ahí acabar con la pobreza, sino de ir replanteando
la conciencia y relación con la naturaleza no-humana, y a la par ir
reconstruyendo un nuevo/antiguo sistema desde las bases y en la vida cotidiana
(ecoaldeas). Acciones para disputar políticamente los espacios de máxima
dirección del Estado y de la sociedad a través de cuestionar al pensamiento
oficial, pero principalmente de ir generando nuevas formas y estilos de vida
para que actúen como referentes y ejemplos de que si es posible un nuevo mundo.
En ese ámbito, son fundamentales las formas ancestrales
comunitarias o aldeanas, como las nuevas que van emergiendo en forma de cooperativas,
asociaciones, colectivos. Nos referimos a aquellas organizaciones dentro de una
matriz alternativa y holística (ecoaldeas), y no las que reproducen lo mismo a
través del “capitalismo verde” (comunidades cristianas, kibutz, etc.).
De otra parte, las denominadas economías
populares (antes llamadas informales) que son modelos no-capitalistas o que su
interés máximo no es la rentabilidad ni la excelencia del capital, van poco a
poco siendo sido formalizadas a pretexto de eficiencia empresarial. Esa la
táctica de la Derecha, y la ingenuidad de la Izquierda que no se da cuenta que
la cooptación o asimilación es la forma moderna de integración al sistema
oficial, para así evitar que sean espacios de ejercicio de otro estilo de
acción económica y por ende de pensamiento y de vida.
Cuando lo que hay que hacer es cambiar las lógicas
que han sido hechas por el paradigma del capital empresarial y que niega la
existencia de otras formas económicas, de organización, de acción social, y finalmente
de modo de vida. En este camino se inscribe lo que ahora llaman los gobiernos
“progresistas” como “economía popular y solidaria”, pero que a la final entran
en la dinámica del capitalismo como pequeños emprendimientos, todo lo cual
afianza el capitalismo antes que lo disminuye. En vez de fortalecer las formas
de economía natural de las naciones primeras, lo que se hace es formalizarlas
en la economía global. Se integran a la economía capitalista, con lo cual
cambian su concepción y sentido de la vida, y de esa manera desaparecen sus
formas propias. Éste el neocolonialismo, empujado ahora también por la
Izquierda occidentalizada.
Entonces, no solo se trata de luchar por otro
sistema que elimine las clases sociales y cambie la propiedad sobre los medios
de producción, sino que ésta será posible si se elimina la visión utilitarista
de la naturaleza y cosificadora de la vida. Saliendo de una relación
instrumental y usufructuaria[3],
por una relación de reciprocidad y de organicidad biótica será efectivo y real
el cambio. Seguir en la misma actitud, a pretexto de pobreza o de disminución
de la brecha entre ricos y pobres, solo logrará afianzar a la economía
capitalista y a la civilización antropocéntrica o contra natura, que tendrán más
mano de obra calificada y un mayor consumo.
Esto implica actuar en varios frentes. Por un
lado, en una acción “contra-sistema” o al interior de lo oficial a un nivel
político-económico reivindicativo, y como “anti-sistema” o fuera del Estado a
través de una reapropiación de territorios y de naturalización de formas
aldeanas de vida. Para que ello sea posible, hay que ir recreando pequeños
gobiernos, tanto en las ecoaldeas modernas como en las antiguas de las
“naciones primeras”, para que se conviertan de alguna manera en pequeños
Estados dentro del Gran Estado.
Por tanto, la disputa principal no está en los
congresos, alcaldías y demás instituciones de la democracia occidental, aunque es
necesario hacerla. Lo fundamental es fomentar e impulsar formas de organización
asociativa, consolidando a las ya existentes e impulsando nuevas especialmente
para la gente urbana. Reconstruyendo la vida común y corriente, lo demás viene
por añadidura, es decir, de “abajo hacia arriba”. Éste el principio fundamental
que debe guiar y que hay que aplicárselo a todo: cómo actuar de abajo hacia
arriba. El mayor esfuerzo, dedicación, tiempo, recursos, debe estar destinado a
este propósito de construcción del “poder social”, pues ahora se lo destina
exclusivamente a lo reivindicativo o electoral que no ha dado mayores
resultados.
Ahí es donde se deben ir gestando los
embriones de la nueva humanidad, para de esta manera se cumplan los propósitos
de recrear la “nueva sociedad”. Mientras esto no comprenda la Izquierda y parte
del “movimiento indígena”, no pasará nada profundo como hasta ahora. Esto
quiere decir, que lo primero que hay que hacer es resolverlo en la vida privada
o personal de cada uno, para luego impulsarlo a nivel macro. En los discursos
se habla de sostenibilidad pero se sigue viviendo como pequeño-burgueses. Así,
lo único es que se seguirá soñando con una revolución etérea sin que se pueda
hacerla efectiva en la vida diaria. Sin ser capaces de vivir el “nuevo mundo”,
para que la palabra salga de la vivencia propia y no de las teorías del “hombre
nuevo”. La revolución es aquí y ahora, en la vida diaria y concreta, lo demás
es pura masturbación mental. La Izquierda no se cansa de masturbarse, sin que
puedan vivir aquí y ahora el mundo que desean y promulgan. Pasan su vida
luchando por la “patria nueva”, y se mueren gritando como machos alfa
“socialismo o muerte”, sin que hayan llegado a conocer y vivir el “nuevo
sistema” en su casa y con su familia.
Por ello, el fracaso de los socialistas del
siglo 20 y 21 que llegaron al poder y no supieron cómo construir la “nueva
sociedad”. Empezaron a improvisar y a experimentar, lo que les llevó a que sean
absorbidos por la civilización y la economía capitalista, construyendo un
capitalismo de Estado o modernizando el capitalismo, nada más. Quién no vive
como predica, solo tiene la capacidad de criticar lo viejo y es incapaz de
crear algo nuevo, por lo que a la final se hunde junto con lo caduco y obsoleto
que dice que quiere cambiar.
[1] “Los
pueblos andinos que desde hace tres décadas han invadido las universidades
regionales del Ande en un gran esfuerzo de ‘reconquistar el espacio cultural’,
perdido en el proceso de colonización, han demostrado mediante estudios e
investigaciones como de PRATEC en Perú, que efectivamente existe una tecnología
andina, una tecnología sui géneris, una tecnología basada en el discurso del
pensamiento seminal, como dijera Rodolfo Kusch, una tecnología bi-dimensional
empírico simbólica, una tecnología que apoyada en sus rituales de producción fue
capaz de hacer producir el Ande más y mejor que la tecnología
racional-científica, alógena. Este auto-descubrimiento de los investigadores
indígenas andinos sólo fue posible por la crítica radical al método académico
con que antropólogos clásicos desesperadamente trataban comprobar la exclusiva
cientificidad de sus monografías. J. Van Kessel, Dos conferencias en
Antropología Andina, IECTA – CIDSA, Iquique-Puno 1997.
[2]
Entrevista Periódico Diagonal, 1-4-2013
[3] “Durante
el tiempo de reforma a través de ciudadanización no se ha transformado el modo
de relación con la naturaleza generado por la emergencia del capitalismo, que
es parte de la cultura moderna. Esto consiste en concebir una separación entre
sociedad y naturaleza y pensar el desarrollo como la generación de capacidades
y conocimientos que permitan el dominio de la naturaleza, en particular
orientada a un aumento de las ganancias. La principal alternativa global al
capitalismo, que fue el socialismo, tampoco implicó una revisión del modo
industrialista e instrumental de relación con la naturaleza. El socialismo fue
también un modo de desarrollo moderno.” Luis Tapia, El tiempo histórico del
desarrollo en el libro Alternativas al capitalismo colonialismo del siglo XXI
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