Recuerdo cuando estudiaba derecho en la Universidad Central del
Ecuador y militaba en una de las facciones de la izquierda, como “a nombre de
la revolución” se hacían fraudes en las elecciones estudiantiles o de
profesores, se golpeaba a los falsos revolucionarios, se amenazaba a las
autoridades con destituirles, se les sacaba a los profesores derechosos, se
desviaban fondos “legalmente” hacia el Partido Revolucionario, se pedía a los
profesores que les hagan aprobar a los compañeros que tenían malas notas ya que
no tenían tiempo para estudiar porque estaban dedicados a hacer la revolución,
etc.
Y a los que nos parecía extraña esa situación y no estábamos
de acuerdo con estas prácticas, nos convencían con el argumento de que teníamos
una falsa moral pequeño-burguesa, que por la revolución había que hacer lo que
sea, que la burguesía también actuaba así y que no podíamos jugar honestamente,
que lo importante era llegar al poder para hacer la revolución para el pueblo,
etc. Si bien era cierto que la derecha era igual o peor, no se justificaba cuando desde la izquierda se decía que eran el "hombre nuevo".
Un día nos convocaron a una reunión de mi grupo con uno de
los cuadros más altos del Partido, quien bajaba para enseñarnos algunas
tácticas y estrategias revolucionarias. La reunión fue en mi casa y casi todo
el día. Al medio día hicimos un alto para comer, con otro compañero preparamos
una comida y cuando ya íbamos a repartir en los distintos platos, apareció en
la cocina el alto dirigente revolucionario y dijo que él se encargaría de
aquello. Repartió equitativamente para todos, pero se guardó para él la mejor y
mayor tajada. Ante lo cual yo me quedé anonadado y estupefacto, no supe que
decir y solamente pensé: si esto hace con una simple comida, que haría si
estuviera en el gobierno o si tuviera más poder.
Resistí un tiempo más, pero a la final abandoné el Partido
Revolucionario diciéndome: si esto es izquierda, soy anti izquierda. Y lo mismo
de la abogacía, pues me di cuenta que no existía justicia que todo el sistema
era corrupto. Mi experiencia universitaria me sirvió para darme cuenta lo que
era la izquierda/derecha, la justicia, y todo el sistema capitalista. Terminé
alejándome de la izquierda y como tampoco creía en la derecha, solo encontré en
el movimiento indígena la esperanza, a los únicos que los veía coherentes y verdaderos.
Si la izquierda me había decepcionado la derecha me había indignado, y como no
podía acomodarme como muchos lo hicieron encontré un camino que no fuera ni lo
uno ni lo otro, el que me ha dado sentido para ser afín y sin que tenga que
venderme o aprovecharme a “nombre de la revolución” o a “nombre del pueblo” o a
“nombre de los pobres”.
Ahora una parte de esa izquierda está en el poder y los otros
en la oposición. A algunos de ellos que les conocí en la universidad o en las
calles hoy están en el gobierno de Alianza País, y otros que nunca los vi ahora
aparecen como revolucionarios, como por ejemplo el propio Rafael Correa, en
todo caso durante estos diez años de “revolución ciudadana” he visto las mismas
prácticas. Han pasado 30 años de mi experiencia de izquierda y sigue siendo la
misma. Hoy en día frente a la disputa con la derecha por el gobierno nacional,
les he escuchado a algunos de ellos decir que van a defender esta revolución
como sea, y ahora entiendo que eso significa llegar hasta el fraude como lo
hacían en la universidad.
En todos estos años “a nombre de la revolución” he escuchado
de todo. He visto como muchos revolucionarios hoy están bien acomodados y no
fueron “tontos” como algunos de nosotros que creíamos que jamás se justificaba
el ser deshonestos y corruptos “a nombre de los pobres”. Me viene a la mente mi
padre cuando me decía que todos los jóvenes como yo éramos unos ingenuos románticos
aprovechados por unos cuantos “vivarachos”. Yo no le creía, pero afortunadamente
desperté pronto y tomé el camino de los pueblos andinos. Aunque seguí creyendo
en la revolución, mas bien dicho en el “pachakuti”, supe desde ahí que ésta no
vendría desde la izquierda sino “de fuera”. A estas “alturas del partido”, hoy a
muy pocos les puedo reconocer como revolucionarios, pues la mayoría de ellos no
han sido “tontos” y se han servido muy bien de la “revolución”. Lamentablemente
algunos en el movimiento indígena también ya han aprendido algunas prácticas de
la izquierda y de la derecha. En todo caso, he apoyado su decisión de votar por Lasso, no
porque se hayan derechizado sino porque es una manera de desmontar la falsa
revolución.
He tenido la oportunidad de conversar con algunos venezolanos
de los miles que deambulan por nuestras calles y todos coinciden en
responsabilizar de la crisis al chavismo, a la izquierda bolivariana de su
actual situación. Pero también he conversado con colombianos, peruanos y
argentinos, que también responsabilizan a la derecha que gobierna sus países.
Ni derechas ni izquierdas han demostrado ser una vía de solución, y la única
esperanza que queda en el Ecuador y todo el mundo es la alteridad, la
revolución con los de abajo y por afuera del sistema (comunidades indígenas
autónomas, ecoaldeas).
La izquierda en su dogma de construir primero el “capitalismo
de estado” para luego pasar al socialismo, lo que han hecho es quebrar a sus
países. Los socialistas se metieron a jugar como capitalistas y terminaron
empobreciendo más a sus pueblos. Lo hicieron en la exURSS, Europa del Este. Y ahora
con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador. Han creído que desde el Estado burgués
se puede construir el “capitalismo popular”, cuando ello es un oxímoron o algo
imposible de que suceda. Las izquierdas volviéndose derechas desde el “estado
popular o revolucionario”, lo único que lograron es instaurar dictaduras más
fascistas que algunas democracias burguesas.
La corrupción no está solo en la izquierda y la derecha o en
la política, está en todo lado. Y eso se debe a que el sistema está diseñado
así, que el sistema en sí mismo es el corrupto, que el capitalismo genera ese
modo de vida. Algunos quizás no explotarán o robarán, pero se han acomodado al
sistema y eso también es otra forma de corrupción o de hacerse de la “vista
gorda”. El cambio no viene desde el gobierno se lo construye en la cotidianeidad
y empieza en casa. La gran revolución es al interior de cada uno, caso
contrario llegan a cualquier tipo de institución o de actividad y aflora lo que
verdaderamente son.
Lamentablemente ese es el tipo de revolucionarios o mejor
dicho de retro-revolucionarios que hay. Hasta ahora son estos revolucionarios
los que han llegado al poder en diferentes partes del mundo y reproducen las
mismas prácticas que aprendieron en el Partido Revolucionario. Y a aquellos que
les critican o les cuestionan, son capaces de perseguirlos y hasta de llegar a
matar a sus propios compañeros a “nombre de la revolución”. La historia mundial
de la izquierda nos cuenta de miles de muertos por parte de los “verdaderos
revolucionarios”.
Y así en muchas facetas, “a nombre de dios” se mata etnias,
se roba en las iglesias a través de los diezmos, se adoctrina hasta que se suiciden
envueltos con bombas. “A nombre del progreso y del desarrollo” se destruye la
naturaleza, se contamina los ríos, se acaban con los pueblos indígenas. “A
nombre de la pobreza” se generan fundaciones, se hacen programas, se venden
productos que enriquecen a unos pocos. “A nombre de la generación de riqueza”
se explota, se entrega coimas o sobornos, se compra jueces. “A nombre de la paz”
se mata a otros pueblos, se somete otras culturas, se provocan guerras para
vender armas hasta encontrar la paz. Etc. Etc.
Cuántos pueden decir que se han ganado honestamente la vida y/o
han cambiado el sistema en su vida personal y familiar?
Correcto. Pero no solo ecoaldeas. Y las grandes urbes?
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