jueves, 2 de marzo de 2017

SOCIALISMO DEL SIGLO 20 Y 21 PROYECTOS CONTRA – RETRORREVOLUCIONARIOS


“Hace tiempo que los zapatistas y las zapatistas aprendimos que resistir no es sólo aguantar, sino que sobre todo es construir lo otro”.
Abel, Comunidad Zapatista

Los yachaks o sabios de los Andes enseñan que para lograr un propósito todas las tácticas y estrategias tienen que estar adecuadamente configuradas, pero la única manera de saber si fueron las correctas es si se alcanza lo esperado. Caso contrario, significa que se partieron de premisas falsas, las que incluso pudieron estar en el sentido contrario a pesar de que buscaban otra dirección. El resultado no está en el fin sino en el camino para llegar a ese objetivo. Se logra algo, no porque se lo desea sino porque se ha estado en el camino correcto. Y el camino más seguro es el camino conocido, el del pasado que ayuda en el presente a construir el futuro. Por ello en el mundo andino se mira atrás y adelante, para tratar de no equivocarse. En cambio, el eurocentrismo o la globalización solo mira al futuro desconocido y desprecia el pasado conocido.

Se puede en la teoría crear algo ideal, pero si en la práctica resulta al revés o simplemente no puede materializarse, es porque hay una equivocación en la comprensión de esa situación y/o porque los medios e instrumentos no son los adecuados. Una manera equivocada de concebir o de interpretar un fenómeno, así crea que su marco teórico y epistemológico es el científico y el más avanzado, puede llevar a que “el tiro le salga por la culata”. Lo que significa que en la vida, hay maestros e ideólogos.  
Cuando se ofrece una revolución o un cambio y éste fracasa, se termina dando pautas o ingredientes para que el adversario pueda recrear argumentos que deslegitimen a la revolución o al cambio en sí mismo. Pero lo que queda más claro, es que el camino y el diseño de dicha revolución en el fondo resultó ser un proyecto contra y/o retrorrevolucionario, así esa no haya sido la intención. Sin embargo, la mayoría se niega a aceptar y reconocer sus errores, echando la culpa al sistema establecido o justificándose en las capacidades o fuerzas del contrincante. Lo que significa que no ha aprendido y se volverá a equivocar.

El fracaso de los proyectos de arriba o de gobierno que empujaron los socialistas del siglo 20 y 21, en vez de abrir los espacios para el cambio estructural que encaminaban los pueblos desde abajo, ha provocado que se vayan cerrando las posibilidades y de que cada vez sea más difícil y complejo una transformación raizal. Con ello, dando más evidencias y herramientas al opresor para consolidar su sistema.

Los proyectos socialistas fracasaron porque fueron proyectos pequeños-burgueses (en sus propias palabras). En todas las revoluciones socialistas en el mundo, los que las dirigieron y empujaron fueron marxistas de extracción pequeño-burguesa y hasta burguesa. Los rezagos burgueses en todos ellos, pesaron en última instancia o fueron más fuertes que su lado intelectual proletario. Pesó más su forma de vida, que sus teorías creadas en el escritorio. Los intelectuales que idealizaron al socialismo y al comunismo como algo que estaba a la vuelta de la esquina a través del concepto de la “toma del poder”, venía de su condición utopista, paternalista y asistencialista que son de raigambre propiamente pequeño-burguesa.

El empresario y el trabajador son muy concretos porque viven la realidad del día a día, mientras el intelectual pequeño-burgués divaga en las ideas que son fruto de sus sueños personales y no de la experiencia acumulada o de la construcción colectiva de los pueblos. Miran y analizan desde afuera a los “otros”, como objetos de conocimiento a los que les analizan, les interpretan y les dan conceptuando lo que son, sin que jamás hayan sido proletarios o pobres o indios o mujeres u homosexuales, y sepan en carne propia qué es ser discriminado. Pero a los cuales les elaboran sus teorías de cómo liberarlos y de cómo ellos serán sus líderes históricos a través de su “partido revolucionario”. De ahí que hay “indios” que se han cansado de que sigan hablando por ellos o de que los sigan interpretando desde sus visiones no-indias, por lo que ahora exigen hablar por sí mismos y desde sus propias formas de concepción del mundo, y no desde las lógicas del pequeño-burgués eurocentrista de izquierda con sus teorías del “problema indio” o de la “cuestión india”.

El burgués desplazó al feudal o terrateniente, no porque le haya quitado del poder en forma violenta sino porque simplemente fue reconstruyendo la sociedad a partir de recrear nuevas formas de producción y de comercialización, lo que condujo a generar nuevas formas de vida y nuevas relaciones sociales. Y lo mismo hicieron los feudales con los esclavos. Ninguna revolución (no: conquista o invasión) que transformó una realidad social la hicieron desde arriba y en forma violenta sino cambiando paulatinamente las formas de vida, de distribución y relación entre los niveles sociales.

La teoría de Marx y de los marxistas en última instancia han sido proyectos pequeño-burgueses, que pretendieron resolver desde arriba lo que estaba abajo. Verticalismo que solo puso arriba a los pequeño-burgueses, ya que al proletariado siempre se le mantuvo abajo. A partir de una teoría inventada: la “dictadura del proletariado”, pero que en la realidad se convirtió en la dictadura de la pequeño-burguesía a través de su “partido de la clase obrera”. El “centralismo democrático” leninista fue el centrismo del buró del partido y en última instancia del líder máximo.

Los marxistas creyeron en sus retóricas que simplemente había que poner a la burguesía abajo y en su reemplazo al proletariado. Los proletarios en la posición de arriba serían capaces de equilibrar poco a poco la balanza hasta horizontalizar a todos en el comunismo. Mas por el contrario verticalizaron aún más el sistema, y hasta terminaron matando a miles de personas bajo el argumento de que eran contrarrevolucionarios o pequeño-burgueses. Cuando los contrarrevolucionarios eran ellos, que con sus falsas revoluciones o contra-retrorrevoluciones terminaron en contra del pueblo y retrocediendo los proyectos de cambio.

 Mientras el pueblo se debatía en cambiar su situación de vida diaria, los socialistas se creían los únicos que podían hacer la revolución, los únicos que estaban claros de cómo había que hacerlo y en la que inexorablemente ellos eran los que la debían dirigir. Por lo que perseguían (y persiguen) a todos los que no piensen como ellos, pues todos los demás proyectos de cambio son: esencialistas, románticos, fundamentalistas, pachamamistas, de regreso al pasado, etc.

El socialismo y el comunismo creado y configurado por la pequeño-burguesía intelectual, han sido (y son) proyectos que no están a favor del cambio o que conduzcan a una transformación, y no porque ellos no lo quieran sino porque sus creencias y métodos llevan a lo contrario, aun cuando en la teoría digan que van hacia aquello. El peor enemigo del cambio es el pequeño-burgués que habla de revolución, pero que en la práctica sus proyectos proceden a estancar o retroceder las aspiraciones y los deseos, llevando más bien a la frustración y al desencanto. Esos han sido los proyectos socialistas y comunistas de estos últimos 100 años, proyectos contra-retrorrevolucionarios.

Da pena reconocerlo, pero el marxismo y la izquierda han resultado en muchos casos proyectos más contrarrevolucionarios que los actos de la derecha misma. Por ejemplo, el movimiento indígena ecuatoriano en 100 años de lucha organizada y consecutiva había conquistado una serie de espacios y habían fortalecido algunas instituciones propias, como por ejemplo, la educación intercultural bilingüe, la salud indígena, la universidad indígena, la presencia al interior del Estado, la ganancia de puestos en gobiernos locales, la participación social como diputados o asambleístas, la ampliación de sus organizaciones, etc., hasta que llegó la “revolución ciudadana” y con el argumento de que lo que habían hecho durante toda su existencia no era revolución o cambio, procedió a desmantelar todo lo que habían conseguido sacarle muy duramente a la derecha en muchos años. Un izquierdista y su “auténtica revolución”, destruyó en 10 años lo que a la indianidad le había tomado centenas en conseguirlo, particularmente lo alcanzado en los últimos 50 años. Si en los gobiernos de la derecha consiguieron muchos triunfos, en el de la izquierda tuvieron muchas rápidas derrotas. La izquierda resultó ser más enemiga que la propia derecha.

Las obras materiales elefantiásicas de la “revolución del conocimiento” fueron más importantes que el contenido identitario que se enseñaba en las “escuelas comunitarias”. Lo importante para estos falsos revolucionarios o contrarrevolucionarios, eran los grandes y modernos edificios que reproducían la educación neocolonial - eurocéntrica – bancaria - adoctrinadora, que la educación transgresora de la oficialidad o del pensamiento dominante y que se venía desenvolviendo desde 1986 en casitas sencillas. La revolución no estaba en las epistemes de las naciones primeras, sino en los “edificios emblemáticos” que reproducían las epistemes de la globalización. Mientras en Europa y en el Occidente en general hay cuestionamientos al eurocentrismo o la globalización, a través de métodos como Waldorf, Montessori, o de la educación en casa; “los socialistas del siglo 21” procedieron a terminar con estos métodos alternativos como con los de la indianidad que se habían abierto con mucho esfuerzo en el Ecuador.

La izquierda estaba haciendo una “revolución en democracia y en paz”, pero los indios “atrasados” no comprendían que el cambio estaba en que dejen de ser indios de pensamiento, aunque debían seguir conservando sus vestidos para que sigan pareciendo indios. Así, el “gobierno revolucionario” de Rafael Correa puede presentarlos con sus danzas tradicionales cada vez que llegue una personalidad extranjera y se admire de cuanto se han civilizado los indios. Pasando algunos de ellos a ser defensores de sus teorías “revolucionarias” o retro-contrarrevolucionarias y a combatir a aquellos que se resisten a dejar de ser “ignorantes” y “limitaditos”.

A nombre de una “revolución ciudadana” (Correa) o de una “revolución democrática y popular” (Evo), o de una “revolución bolivariana” (Chávez), se hicieron revoluciones caudillistas, es decir, contrarrevolucionarias y más que eso retrorrevolucionarias. Los “socialistas del siglo 21” dividieron y resquebrajaron al movimiento indígena y a los movimientos sociales mucho más que lo que había hecho la derecha en toda su vida. Movimientos populares que ahora tienen cada vez menos presencia en la institucionalidad del Estado, y han disminuido sus puestos de elección popular que en la época en que gobernaba la derecha y a la cual le arrebataron varios espacios. Todos ellos, ahora han sido ahora reemplazados por pequeño-burgueses que controlan la totalidad de las funciones del Estado y del gobierno, bajo el argumento de “que ellos ya no son ellos, sino que son todo un pueblo”.

Se han llenado la boca de “revolución” y de “cambio” con obras faraónicas, mientras las estructuras las han mantenido intactas. Dicen que eso será después, ya que primero hay que disminuir la pobreza. Pero resulta, que los que han pasado a ser clase media se han vuelto consumistas y exigen cada día más. No resultan ser más conscientes y revolucionarios, sino que quieren ahora ser ricos. Algo que Linera (Bolivia) ya se ha dado cuenta y quiere ahora regresar a las calles para concientizar a la gente. El perfecto intelectual pequeño-burgués recién se da cuenta que hay que hacer la revolución desde abajo, por lo que ya no quiere ser candidato en las próximas elecciones, aunque sí está de acuerdo en que Evo lo sea.

No hay nada más ingenuo y de cuento de hadas que creer que quienes se presentan como “progresistas” sean revolucionarios realmente, y que haya que votar por ellos nuevamente. No hay más absurdo que creer que con los socialistas del siglo 21 se está avanzando en el cambio o que son un poco mejor que la derecha. La pequeño-burguesía es bombera desde las entrañas y termina sofocando o apagando las revoluciones, antes que avivándolas. Los socialistas del 20 terminaron construyendo un capitalismo de estado, los del 20 modernizando el estado burgués-neocolonial.

La revolución “democrático popular” -como ellos llaman al paso previo al socialismo-, es la contra-retrorrevolución de la pequeño-burguesía que no conduce a terminar con el capitalismo sino a fortalecerlo. Si la avaricia del “capitalismo salvaje” había puesto al sistema al filo del despeñadero en muchas ocasiones, la pequeño-burguesía socialdemócrata y la marxista se han encargado de restablecerlo. Los primeros, con el argumento de que no hay que caer en ningún extremo de tipo capitalista o socialista, y los segundos, de que no hay que dejarle que se caiga porque de sus cenizas se tiene que saltar al socialismo, es decir, el capitalismo es la base o el medio para proletarizar al pueblo y para que ahí pueda prepararse para construir el socialismo y luego el comunismo. De dónde viene ello. De las teorías mesiánicas y redentoristas de unos cuantos pequeño-burgueses que diseñaron en su cerebro dictatorial la “revolución proletaria o socialista”.

La izquierda, los marxistas, los socialistas, no son revolucionarios del cambio sino del status quo, son expertos gatopardos para que todo siga igual. Solo las alteridades pueden ser transformadoras, de quienes conciben el mundo en la armonía complementaria, de quienes resisten en el campo y no se han dejado atrapar por la academia para servir al colonizador y al sistema, sino que siguen sirviendo al saber ambiental y cultural pues han comprendido lo que es una vida equilibrada entre naturaleza y ser humano.

Entonces, los que ahora se rasgan las vestiduras en el Ecuador de quien es peor, Moreno o Lasso, no han entendido que no se trata de votar por el “menos malo”, sino de ver que las izquierdas dogmáticas y sectarias al creerse que son las auténticas y únicas revoluciones han procedido a minimizar y a romper a los movimientos sociales, que por muchos años han venido revolucionando la vida y transformando el pensamiento dominante.

Votar a favor del que se dice de izquierda cuando es la derecha modernizada, es votar por el enemigo que está dentro de casa. Los violadores en su mayoría están dentro de la casa o de la familia, y los izquierdistas han venido violando y hasta matando a sus congéneres con el mismo argumento del violador, de que lo que hacen es porque los aman o porque es por su “propio bien”. Esa es la izquierda pequeño-burguesa que los persigue y criminaliza por “su bienestar “y “su progreso”. Por ello, deben someterlos, dividirlos, acabarlos, en vista de que su “revolución ya es una leyenda” y porque a “esta revolución no la para nada ni nadie”.

La revolución es la de la alteridad, es decir, del pensamiento anti-eurocéntrico de izquierda o de derecha. La revolución está fuera del utopismo y del dogmatismo, está en la conciencia comunal, horizontal, equilibrada, integral, recíproca, circular, complementaria, consensual, etc. de los pueblos milenarios configurados en el continuo de la naturaleza. A eso nosotros lo llamamos aldeismo o comunitarismo, de aldea o de comunidad. Preferimos la palabra aldea, pues comunidad y comunitarismo han sido deformados y degenerados por los comunistas.

Sin embargo de todo lo anotado, no somos antimarxistas ni antiizquierdistas, pues sabemos que sus intenciones son positivas. Desde la racionalidad andina o de los sabios indígenas les vemos complementariamente, por lo que los consideramos nuestros aliados aun cuando nos vean como inferiores o nos califiquen de fundamentalistas o extremistas. Aspiramos que pronto puedan ser la otra parte de la revolución, para que juntos podamos hacer una revolución auténtica y total. Por tanto, ahora deben bajarse de la nube para re-empezar de nuevo.


1 comentario:

  1. Estimado Atawallpa, como siempre mi mas respetuoso saludo, y mi consideración por el afán de elaborar una teoría que permita a los pueblos andinos avanzar en un camino nuevo, hacia la realización del ideal de una nueva sociedad. Dos hechos me han movido a comentar tu excelente artículo. El primero, es la actitud del movimiento indígena frente al proceso eleccionario. En la ciudad de Cuenca se convocó a un encuentro de varias comunidades y etnias andinas. Quise estar presente entre otras cosas porque estaban teóricos como Francois Houtart y Raúl Zibechi que tienen un interesante trabajo, en lo que atañe a la organización popular. Pero luego vi, que los dirigentes, entre los cuales se contaba mi amigo el Dr. Carlos Pérez Guartambel, lo que habían hecho es una plataforma para que el prefecto del Azuay, que primero estuvo con los socialcristianos, y luego se fue a refugiar en los brazos de Guillermo Lasso haga propaganda política a favor del banquero, abandoné la sesión francamente indignado. No esperaba esa manipulación. Pero luego me puse a reflexionar, y ví que esa conducta de los dirigentes no puede ser sino producto de la falta de una ideología, y de principios arraigados en un proyecto de una nueva sociedad. Luchan contra la minería, por la defensa del agua, pero no tienen un proyecto. Ahí ha calado muy hondo el "fin de los metarelatos". El posmodernismo ha hecho carne de la conciencia de los dirigentes, que ni siquiera se toman la molestia de leer a José Carlos Mariátegui o a los señores Reynaga. Luego cuando leo tu artículo veo que rompes lanzas contra el marxismo al que calificas de pequeñoburgués, me pregunto ¿Cuáles deben ser los referentes teóricos a seguir? Yo pienso que el marxismo, fue adulterado por los llamados izquierdistas, pero su esencia de clase, y su energía revolucionaria están intactos. Este marxismo tiene que ser aplicado en la realidad, y enriquecido con la experiencia de las luchas, de las autonomías, de la autogestión, de nuestro pueblo. Últimamente accedí a un documental que señala que el Neoindigenismo, con sus ritos, con su visión mística de la realidad, etc, han sido implementados y son fomentados por el mismo imperialismo, que ha visto en este recurso una forma de separar al movimiento indígena del concierto de la lucha de clases. Un abrazo fraterno.

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