“Hace tiempo que los
zapatistas y las zapatistas aprendimos que resistir no es sólo aguantar, sino
que sobre todo es construir lo otro”.
Abel, Comunidad Zapatista
Los yachaks o
sabios de los Andes enseñan que para lograr un propósito todas las tácticas y
estrategias tienen que estar adecuadamente configuradas, pero la única manera
de saber si fueron las correctas es si se alcanza lo esperado. Caso contrario,
significa que se partieron de premisas falsas, las que incluso pudieron estar
en el sentido contrario a pesar de que buscaban otra dirección. El resultado no
está en el fin sino en el camino para llegar a ese objetivo. Se logra algo, no
porque se lo desea sino porque se ha estado en el camino correcto. Y el camino
más seguro es el camino conocido, el del pasado que ayuda en el presente a
construir el futuro. Por ello en el mundo andino se mira atrás y adelante, para
tratar de no equivocarse. En cambio, el eurocentrismo o la globalización solo
mira al futuro desconocido y desprecia el pasado conocido.
Se puede en la teoría crear algo ideal, pero si en la práctica
resulta al revés o simplemente no puede materializarse, es porque hay una
equivocación en la comprensión de esa situación y/o porque los medios e instrumentos
no son los adecuados. Una manera equivocada de concebir o de interpretar un
fenómeno, así crea que su marco teórico y epistemológico es el científico y el
más avanzado, puede llevar a que “el tiro le salga por la culata”. Lo que significa
que en la vida, hay maestros e ideólogos.
Cuando se ofrece una revolución o un cambio y éste fracasa, se
termina dando pautas o ingredientes para que el adversario pueda recrear
argumentos que deslegitimen a la revolución o al cambio en sí mismo. Pero lo
que queda más claro, es que el camino y el diseño de dicha revolución en el
fondo resultó ser un proyecto contra y/o retrorrevolucionario, así esa no haya
sido la intención. Sin embargo, la mayoría se niega a aceptar y reconocer sus
errores, echando la culpa al sistema establecido o justificándose en las capacidades
o fuerzas del contrincante. Lo que significa que no ha aprendido y se volverá a
equivocar.
El fracaso de los proyectos de arriba o de gobierno que
empujaron los socialistas del siglo 20 y 21, en vez de abrir los espacios para
el cambio estructural que encaminaban los pueblos desde abajo, ha provocado que
se vayan cerrando las posibilidades y de que cada vez sea más difícil y
complejo una transformación raizal. Con ello, dando más evidencias y
herramientas al opresor para consolidar su sistema.
Los proyectos socialistas fracasaron porque fueron proyectos
pequeños-burgueses (en sus propias palabras). En todas las revoluciones socialistas
en el mundo, los que las dirigieron y empujaron fueron marxistas de extracción pequeño-burguesa
y hasta burguesa. Los rezagos burgueses en todos ellos, pesaron en última
instancia o fueron más fuertes que su lado intelectual proletario. Pesó más su
forma de vida, que sus teorías creadas en el escritorio. Los intelectuales que
idealizaron al socialismo y al comunismo como algo que estaba a la vuelta de la
esquina a través del concepto de la “toma del poder”, venía de su condición
utopista, paternalista y asistencialista que son de raigambre propiamente pequeño-burguesa.
El empresario y el trabajador son muy concretos porque viven
la realidad del día a día, mientras el intelectual pequeño-burgués divaga en
las ideas que son fruto de sus sueños personales y no de la experiencia
acumulada o de la construcción colectiva de los pueblos. Miran y analizan desde
afuera a los “otros”, como objetos de conocimiento a los que les analizan, les
interpretan y les dan conceptuando lo que son, sin que jamás hayan sido
proletarios o pobres o indios o mujeres u homosexuales, y sepan en carne propia
qué es ser discriminado. Pero a los cuales les elaboran sus teorías de cómo
liberarlos y de cómo ellos serán sus líderes históricos a través de su “partido
revolucionario”. De ahí que hay “indios” que se han cansado de que sigan
hablando por ellos o de que los sigan interpretando desde sus visiones
no-indias, por lo que ahora exigen hablar por sí mismos y desde sus propias
formas de concepción del mundo, y no desde las lógicas del pequeño-burgués
eurocentrista de izquierda con sus teorías del “problema indio” o de la “cuestión
india”.
El burgués desplazó al feudal o terrateniente, no porque le
haya quitado del poder en forma violenta sino porque simplemente fue
reconstruyendo la sociedad a partir de recrear nuevas formas de producción y de
comercialización, lo que condujo a generar nuevas formas de vida y nuevas
relaciones sociales. Y lo mismo hicieron los feudales con los esclavos. Ninguna
revolución (no: conquista o invasión) que transformó una realidad social la
hicieron desde arriba y en forma violenta sino cambiando paulatinamente las
formas de vida, de distribución y relación entre los niveles sociales.
La teoría de Marx y de los marxistas en última instancia han sido proyectos
pequeño-burgueses, que pretendieron resolver desde arriba lo que estaba abajo.
Verticalismo que solo puso arriba a los pequeño-burgueses, ya que al
proletariado siempre se le mantuvo abajo. A partir de una teoría inventada: la “dictadura
del proletariado”, pero que en la realidad se convirtió en la dictadura de la
pequeño-burguesía a través de su “partido de la clase obrera”. El “centralismo
democrático” leninista fue el centrismo del buró del partido y en última instancia
del líder máximo.
Los marxistas creyeron en sus retóricas que simplemente había
que poner a la burguesía abajo y en su reemplazo al proletariado. Los
proletarios en la posición de arriba serían capaces de equilibrar poco a poco
la balanza hasta horizontalizar a todos en el comunismo. Mas por el contrario
verticalizaron aún más el sistema, y hasta terminaron matando a miles de
personas bajo el argumento de que eran contrarrevolucionarios o
pequeño-burgueses. Cuando los contrarrevolucionarios eran ellos, que con sus falsas
revoluciones o contra-retrorrevoluciones terminaron en contra del pueblo y retrocediendo
los proyectos de cambio.
Mientras el pueblo se
debatía en cambiar su situación de vida diaria, los socialistas se creían los
únicos que podían hacer la revolución, los únicos que estaban claros de cómo
había que hacerlo y en la que inexorablemente ellos eran los que la debían
dirigir. Por lo que perseguían (y persiguen) a todos los que no piensen como
ellos, pues todos los demás proyectos de cambio son: esencialistas, románticos,
fundamentalistas, pachamamistas, de regreso al pasado, etc.
El socialismo y el comunismo creado y configurado por la pequeño-burguesía
intelectual, han sido (y son) proyectos que no están a favor del cambio o que
conduzcan a una transformación, y no porque ellos no lo quieran sino porque sus
creencias y métodos llevan a lo contrario, aun cuando en la teoría digan que van
hacia aquello. El peor enemigo del cambio es el pequeño-burgués que habla de
revolución, pero que en la práctica sus proyectos proceden a estancar o
retroceder las aspiraciones y los deseos, llevando más bien a la frustración y
al desencanto. Esos han sido los proyectos socialistas y comunistas de estos
últimos 100 años, proyectos contra-retrorrevolucionarios.
Da pena reconocerlo, pero el marxismo y la izquierda han
resultado en muchos casos proyectos más contrarrevolucionarios que los actos de
la derecha misma. Por ejemplo, el movimiento indígena ecuatoriano en 100 años
de lucha organizada y consecutiva había conquistado una serie de espacios y
habían fortalecido algunas instituciones propias, como por ejemplo, la
educación intercultural bilingüe, la salud indígena, la universidad indígena, la
presencia al interior del Estado, la ganancia de puestos en gobiernos locales,
la participación social como diputados o asambleístas, la ampliación de sus
organizaciones, etc., hasta que llegó la “revolución ciudadana” y con el argumento
de que lo que habían hecho durante toda su existencia no era revolución o
cambio, procedió a desmantelar todo lo que habían conseguido sacarle muy
duramente a la derecha en muchos años. Un izquierdista y su “auténtica
revolución”, destruyó en 10 años lo que a la indianidad le había tomado
centenas en conseguirlo, particularmente lo alcanzado en los últimos 50 años. Si
en los gobiernos de la derecha consiguieron muchos triunfos, en el de la izquierda
tuvieron muchas rápidas derrotas. La izquierda resultó ser más enemiga que la
propia derecha.
Las obras materiales elefantiásicas de la “revolución del
conocimiento” fueron más importantes que el contenido identitario que se
enseñaba en las “escuelas comunitarias”. Lo importante para estos falsos revolucionarios
o contrarrevolucionarios, eran los grandes y modernos edificios que reproducían
la educación neocolonial - eurocéntrica – bancaria - adoctrinadora, que la
educación transgresora de la oficialidad o del pensamiento dominante y que se venía
desenvolviendo desde 1986 en casitas sencillas. La revolución no estaba en las
epistemes de las naciones primeras, sino en los “edificios emblemáticos” que
reproducían las epistemes de la globalización. Mientras en Europa y en el
Occidente en general hay cuestionamientos al eurocentrismo o la globalización,
a través de métodos como Waldorf, Montessori, o de la educación en casa; “los
socialistas del siglo 21” procedieron a terminar con estos métodos alternativos
como con los de la indianidad que se habían abierto con mucho esfuerzo en el
Ecuador.
La izquierda estaba haciendo una “revolución en democracia y
en paz”, pero los indios “atrasados” no comprendían que el cambio estaba en que
dejen de ser indios de pensamiento, aunque debían seguir conservando sus
vestidos para que sigan pareciendo indios. Así, el “gobierno revolucionario” de
Rafael Correa puede presentarlos con sus danzas tradicionales cada vez que
llegue una personalidad extranjera y se admire de cuanto se han civilizado los
indios. Pasando algunos de ellos a ser defensores de sus teorías “revolucionarias”
o retro-contrarrevolucionarias y a combatir a aquellos que se resisten a dejar
de ser “ignorantes” y “limitaditos”.
A nombre de una “revolución ciudadana” (Correa) o de una
“revolución democrática y popular” (Evo), o de una “revolución bolivariana” (Chávez),
se hicieron revoluciones caudillistas, es decir, contrarrevolucionarias y más que
eso retrorrevolucionarias. Los “socialistas del siglo 21” dividieron y
resquebrajaron al movimiento indígena y a los movimientos sociales mucho más
que lo que había hecho la derecha en toda su vida. Movimientos populares que
ahora tienen cada vez menos presencia en la institucionalidad del Estado, y han
disminuido sus puestos de elección popular que en la época en que gobernaba la
derecha y a la cual le arrebataron varios espacios. Todos ellos, ahora han sido
ahora reemplazados por pequeño-burgueses que controlan la totalidad de las funciones
del Estado y del gobierno, bajo el argumento de “que ellos ya no son ellos,
sino que son todo un pueblo”.
Se han llenado la boca de “revolución” y de “cambio” con
obras faraónicas, mientras las estructuras las han mantenido intactas. Dicen
que eso será después, ya que primero hay que disminuir la pobreza. Pero resulta,
que los que han pasado a ser clase media se han vuelto consumistas y exigen cada
día más. No resultan ser más conscientes y revolucionarios, sino que quieren
ahora ser ricos. Algo que Linera (Bolivia) ya se ha dado cuenta y quiere ahora
regresar a las calles para concientizar a la gente. El perfecto intelectual
pequeño-burgués recién se da cuenta que hay que hacer la revolución desde
abajo, por lo que ya no quiere ser candidato en las próximas elecciones, aunque
sí está de acuerdo en que Evo lo sea.
No hay nada más ingenuo y de cuento de hadas que creer que
quienes se presentan como “progresistas” sean revolucionarios realmente, y que
haya que votar por ellos nuevamente. No hay más absurdo que creer que con los
socialistas del siglo 21 se está avanzando en el cambio o que son un poco mejor
que la derecha. La pequeño-burguesía es bombera desde las entrañas y termina
sofocando o apagando las revoluciones, antes que avivándolas. Los socialistas
del 20 terminaron construyendo un capitalismo de estado, los del 20
modernizando el estado burgués-neocolonial.
La revolución “democrático popular” -como ellos llaman al
paso previo al socialismo-, es la contra-retrorrevolución de la pequeño-burguesía
que no conduce a terminar con el capitalismo sino a fortalecerlo. Si la avaricia
del “capitalismo salvaje” había puesto al sistema al filo del despeñadero en
muchas ocasiones, la pequeño-burguesía socialdemócrata y la marxista se han encargado
de restablecerlo. Los primeros, con el argumento de que no hay que caer en
ningún extremo de tipo capitalista o socialista, y los segundos, de que no hay
que dejarle que se caiga porque de sus cenizas se tiene que saltar al
socialismo, es decir, el capitalismo es la base o el medio para proletarizar al
pueblo y para que ahí pueda prepararse para construir el socialismo y luego el
comunismo. De dónde viene ello. De las teorías mesiánicas y redentoristas de
unos cuantos pequeño-burgueses que diseñaron en su cerebro dictatorial la “revolución
proletaria o socialista”.
La izquierda, los marxistas, los socialistas, no son
revolucionarios del cambio sino del status quo, son expertos gatopardos para
que todo siga igual. Solo las alteridades pueden ser transformadoras, de
quienes conciben el mundo en la armonía complementaria, de quienes resisten en
el campo y no se han dejado atrapar por la academia para servir al colonizador
y al sistema, sino que siguen sirviendo al saber ambiental y cultural pues han
comprendido lo que es una vida equilibrada entre naturaleza y ser humano.
Entonces, los que ahora se rasgan las vestiduras en el
Ecuador de quien es peor, Moreno o Lasso, no han entendido que no se trata de
votar por el “menos malo”, sino de ver que las izquierdas dogmáticas y
sectarias al creerse que son las auténticas y únicas revoluciones han procedido
a minimizar y a romper a los movimientos sociales, que por muchos años han
venido revolucionando la vida y transformando el pensamiento dominante.
Votar a favor del que se dice de izquierda cuando es la
derecha modernizada, es votar por el enemigo que está dentro de casa. Los
violadores en su mayoría están dentro de la casa o de la familia, y los
izquierdistas han venido violando y hasta matando a sus congéneres con el mismo
argumento del violador, de que lo que hacen es porque los aman o porque es por
su “propio bien”. Esa es la izquierda pequeño-burguesa que los persigue y
criminaliza por “su bienestar “y “su progreso”. Por ello, deben someterlos,
dividirlos, acabarlos, en vista de que su “revolución ya es una leyenda” y
porque a “esta revolución no la para nada ni nadie”.
La revolución es la de la alteridad, es decir, del
pensamiento anti-eurocéntrico de izquierda o de derecha. La revolución está
fuera del utopismo y del dogmatismo, está en la conciencia comunal, horizontal,
equilibrada, integral, recíproca, circular, complementaria, consensual, etc. de
los pueblos milenarios configurados en el continuo de la naturaleza. A eso
nosotros lo llamamos aldeismo o comunitarismo, de aldea o de comunidad. Preferimos
la palabra aldea, pues comunidad y comunitarismo han sido deformados y
degenerados por los comunistas.
Sin embargo de todo lo anotado, no somos antimarxistas ni
antiizquierdistas, pues sabemos que sus intenciones son positivas. Desde la
racionalidad andina o de los sabios indígenas les vemos complementariamente,
por lo que los consideramos nuestros aliados aun cuando nos vean como
inferiores o nos califiquen de fundamentalistas o extremistas. Aspiramos que pronto
puedan ser la otra parte de la revolución, para que juntos podamos hacer una
revolución auténtica y total. Por tanto, ahora deben bajarse de la nube para re-empezar
de nuevo.
Estimado Atawallpa, como siempre mi mas respetuoso saludo, y mi consideración por el afán de elaborar una teoría que permita a los pueblos andinos avanzar en un camino nuevo, hacia la realización del ideal de una nueva sociedad. Dos hechos me han movido a comentar tu excelente artículo. El primero, es la actitud del movimiento indígena frente al proceso eleccionario. En la ciudad de Cuenca se convocó a un encuentro de varias comunidades y etnias andinas. Quise estar presente entre otras cosas porque estaban teóricos como Francois Houtart y Raúl Zibechi que tienen un interesante trabajo, en lo que atañe a la organización popular. Pero luego vi, que los dirigentes, entre los cuales se contaba mi amigo el Dr. Carlos Pérez Guartambel, lo que habían hecho es una plataforma para que el prefecto del Azuay, que primero estuvo con los socialcristianos, y luego se fue a refugiar en los brazos de Guillermo Lasso haga propaganda política a favor del banquero, abandoné la sesión francamente indignado. No esperaba esa manipulación. Pero luego me puse a reflexionar, y ví que esa conducta de los dirigentes no puede ser sino producto de la falta de una ideología, y de principios arraigados en un proyecto de una nueva sociedad. Luchan contra la minería, por la defensa del agua, pero no tienen un proyecto. Ahí ha calado muy hondo el "fin de los metarelatos". El posmodernismo ha hecho carne de la conciencia de los dirigentes, que ni siquiera se toman la molestia de leer a José Carlos Mariátegui o a los señores Reynaga. Luego cuando leo tu artículo veo que rompes lanzas contra el marxismo al que calificas de pequeñoburgués, me pregunto ¿Cuáles deben ser los referentes teóricos a seguir? Yo pienso que el marxismo, fue adulterado por los llamados izquierdistas, pero su esencia de clase, y su energía revolucionaria están intactos. Este marxismo tiene que ser aplicado en la realidad, y enriquecido con la experiencia de las luchas, de las autonomías, de la autogestión, de nuestro pueblo. Últimamente accedí a un documental que señala que el Neoindigenismo, con sus ritos, con su visión mística de la realidad, etc, han sido implementados y son fomentados por el mismo imperialismo, que ha visto en este recurso una forma de separar al movimiento indígena del concierto de la lucha de clases. Un abrazo fraterno.
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