Luego de salir de la universidad y de pasar por la
militancia marxista comprendí, que si quería conocer lo indígena verdaderamente,
tenía que asimilar el “espíritu indígena” para no hablar solo desde los imaginarios
intelectuales de las ciencias sociales occidentales. Por muchos años pasé por
innumerables prácticas y llegué a comprender que la genética humana con sus
distintos fenotipos y diversos colores no representa ninguna condición que
determine el ser parte de una cultura o de una cosmovisión en particular. Que
no había una genética o un fenotipo racial que le hacía ser de una determinada
manera, sino que era el tipo y el nivel de conciencia el que le configuraba.
Que no era una vestimenta o el vivir en el campo lo que establecía una manera
de concebir el mundo, sino que era el tipo de racionalidad en el cual había
sido construido integralmente el individuo el que le hacía ser parte de una
cultura determinada. Y por otra parte, comprendí que no había el “espíritu
indígena” en las personas en particular sino en el conjunto socio-natural, por
lo que no cabía hablar antropocéntricamente sino vitalmente, el individuo como
parte o miembro de la naturaleza y del cosmos.
En este sentido, veía que muchos tenían una apariencia
física “indígena” pero que su pensamiento llegaba –incluso- hasta ser “anti-indígena”.
Desde ahí, no me dejo llevar por el racismo que quiere identificar a los seres
humanos a según su corporalidad, comprendiendo que la diferencia entre seres
humanos está en sus maneras de concebir la “realidad” y de vivir la vida. Tome
conciencia que éramos hijos de los Andes o andinos, y no indígenas, blanco,
mestizos, negros, como se dice desde hace 500 años a según la lógica
racializadora impuesta.
Desde una visión antropocéntrica y colonial la gente se mira
y se clasifica por la presentación física, pero desde una racionalidad integral
y natural se reconoce el ser humano desde todo lo que le constituye y le
alimenta en sus múltiples interrelaciones con su medio ambiente. En occidente y
los occidentalizados, el individuo se mira en el espejo y dicen: soy blanco,
mestizo, negro, etc. Fuera de occidente, la gente se mira en la totalidad y se
define desde su condición interrelacional. En este sentido, se sabe que es
andino o hijo de la madre andina que le constituye y le construye, dentro de la
pluralidad de los Andes de acuerdo a los pisos ecológicos y a la situación
astronómica donde se construye holísticamente y se forma culturalmente. Por
ejemplo, solo en Francia podía surgir la lengua francesa, en la China el
mandarín, en los Andes el kechwa, etc. Cada lengua y por ende cada cultura ha
sido construida por el espacio geográfico y astronómico que le envuelve. No es
el ego del hombre el que hace la cultura, como en la modernidad se lo cree y
por eso occidente ha devenido en unkultur,
pues es la imbricación con el todo el que recrea los simbolismos de cada
región.
Después de la colonización y de todo el proceso criollo y
republicano, existen actualmente dos tipos de andinos, los que piensan centenariamente
desde el occidente colonial y los que senti-piensan milenariamente desde lo
andino vital. Es decir, físicamente son formados por los Andes, pero
intelectualmente por la educación y las creencias que asimilen.
La casi totalidad de la población andina es educada y
formada epistémica y axiológicamente en el paradigma eurocéntrico de tipo
liberal/conservador y secundariamente en el marxista, y desde allí responden a
la vida en sus múltiples expresiones. Por la convivencia con los pueblos
primeros, algo aprenden del paradigma andino pero que en su mayoría es
minimizado, incluso por la misma mayoría de “indígenas”. Habiendo actualmente dentro
de estas líneas señaladas (liberal, marxista, andina), gente de todos los
colores de piel.
Y esto también se reproduce en el denominado “mundo o
población indígena” a diferentes escalas, habiendo gente con fenotipo físico autóctono
pero que piensa y actúa desde las diferentes lógicas que ha interiorizado de la
modernidad y de la civilización con todo su patriarcalismo y colonialismo
inmanente. Personas que han asimilado y enraizado en su ser los paradigmas
coloniales positivistas, pudiendo pensar como el colonizador y hasta convertirse
en colonizador de sus demás congéneres. En este sentido, hay quienes aprovechan
de una condición física “indígena” para hablar a nombre de todos ellos, de la
misma manera en que el cientista social o la izquierda occidentalizada hablan
por ellos y establecen cuál es su cultura y su futuro. Asimismo, otros crean
teorías “indigenistas” o “indianistas” desde sus posiciones y ambiciones
personales para presentarlas como que son de todos. Todo ello partiendo de que
el interlocutor tiene una apariencia física “indígena” y por ende representa a
la “cultura indígena”. Hoy, detrás de lo “indígena” se esconden muchas trampas.
Y lo mismo sucede al exterior del “mundo indígena”, convenciéndose
o aprobando una acción a partir de la expresión corporal del proponente,
validando teorías porque es un “indígena” el que está hablando. Es decir, hay
un racismo internalizado en la mayoría de seres humanos, en la que casi todos
hablan desde ahí y se siguen manejando con las mismas categorías racializantes.
Incluso, pensadores brillantes se siguen manejando dentro de estas categorías
racializadas a pesar de que las critican y además se equivocan en su
apreciación. Por ejemplo, Ramón Grosfoguel: “Incluso un intelectual
indígena-amazónico en el Perú tan reconocido como Javier Lajo, que ha escrito
extensamente sobre el tema del buen vivir, no es siquiera mencionado en el
artículo del intelectual mestizo peruano Aníbal Quijano, reproduciendo las
prácticas más nefastas del «extractivismo epistémico»[1].
Cuando Quijano tiene un fenotipo mucho más “indígena” que Lajo, o Lajo es mucho
más “blanco” físicamente que Quijano. Quijano y Lajo son mestizos en su
apariencia física. Por ende, Grosfoguel cae en el “racismo epistémico” que
cuestiona.
Esta racialización está tan metida y arraigada en la
idiosincrasia mundial, en la que casi todo se clasifica a partir de lo
corporal, con lo cual se quedan atrapados en el racismo, el sexismo, el
machismo, la xenofobia, el fanatismo religioso, etc., etc.
Esto mismo sucede en el organizado “movimiento indígena” en
general y sus diferentes estructuras, pudiendo observarse gente de todo tipo de
posición ideológica y filosófica, a según como han asimilado el pensamiento
eurocentrista positivista de derecha o izquierda. La mayoría de ellos tienen
una carga marxista, otros liberales, y muy poco andino. Aun cuando, muchos
juegan entre todas estas categorías, especialmente en lo religioso cristiano.
Es decir, la gran mayoría actúa desde la cosmovisión occidental de izquierda,
conocen muy poco de la cosmovisión andina, y han perdido el “espíritu andino” (ajayu) en su ser, como en su vida común
y corriente. Esto se puede ver claramente en sus discursos y acciones políticas,
a partir de cómo responden a la realidad local, nacional y mundial.
Si bien el “movimiento indígena” se alineó (o alienó) desde
su constitución en una corriente izquierdista, paulatinamente la racionalidad
de derecha de tipo liberal y hasta neoliberal ha ido calando en muchos de ellos.
Y algunos son abiertamente derechistas (Auki Tituaña), pero como tienen el
fenotipo “indígena” se siguen presentando como sus representantes y sus
referentes. En estos 10 años del correismo y como consecuencia de su acción
autoritaria y política, han reflotado dos extremos: quienes se han radicalizado
en la tendencia izquierdista y aquellos en la de derecha. Y los pocos
alternativos andinos que existen, han logrado marcar distancia plena con el
liberalismo y una distancia prudente con el marxismo, sabiendo que son
categorías eurocéntricas y racializantes con sus intereses particulares.
Dentro del movimiento político “Pachakutik”, los que en los
últimos años han encabezado la directiva y la mayoría de puestos de elección
popular, son gente de tendencia que va hacia la derecha liberal y hasta
neoliberal, unos cuántos hacia la izquierda (no necesariamente o exclusivamente
marxista). Y eso pasa igual dentro de la militancia de Pachakutik (en la que hay
gente de todos los colores de piel), como se vio en las elecciones internas en
la que votaron mayoritariamente por Lourdes Tibán y Salvador Quishpe. Y ya
sabemos la simpatía pública que tienen estos dos personajes por ciertos cuadros
de la derecha neoliberal, simpatías que no son solo personales (Lulu y Cynthia)
sino que entrañan otro tipo de empatías. Nada es casual.
Pero lo más oportunista y que demuestra la calidad de
algunos de sus miembros, es que una vez que han sido despreciados por la
derecha, repentinamente aparecen la Lulú, el Santi, el Acacho, diciendo que ahora
ya no hay que conversar con la derecha ni hacer ninguna alianza con ellos,
cuando hasta hace poco decían lo contrario. Pero si la derecha hubiera aceptado
entregarles la candidatura a la vicepresidencia, estarían saltando en una sola
pierna.
Y esto se debe, a que en la administración de Fanny Campos
se potencializó los paradigmas de derecha dentro de Pachakutik. La prueba es
que ella luego de su salida terminó en el partido más fuerte que tiene el
neoliberalismo. Lo que quiere decir que al interior de Pachakutik se va instalando
cada vez con más fuerza el pensamiento liberal que el marxista, y que la
racionalidad andina sigue siendo más folclórica que orgánica. Valga anotar que
los que se han enajenado con el correismo son de izquierda liberal, pero
irónicamente son los más anti-andinos al apoyar a uno de los más grandes
colonizadores de la historia ecuatoriana, como es Rafael Correa.
Al interior de la CONAIE, especialmente en la sierra, la
mayoría de sus dirigentes y de sus organizados siguen una línea de izquierda,
con cierta influencia andina y con ciertos influjos de la derecha liberal y la
conservadora. En el caso del movimiento organizado en la amazonia ecuatoriana,
se presentan tendencias simétricas entre los liberales, los marxistas y los
andinos-amazónicos. Valga resaltar que el movimiento más fuerte de lo andino
está en la amazonia, especialmente dentro de la comunidad de Sarayaku. En la
costa es muy débil y son más liberales de derecha.
Por lo tanto, el “movimiento indígena” en su gran mayoría NO
es un movimiento andino sino de izquierda occidental. Últimamente cierto sector
ha querido salir de la clasificación de derechas e izquierdas, especialmente
gente de tendencia liberal y hasta neoliberal. Lo cual es interesante pero
peligroso, pues a partir de ello y siguiendo las concepciones neoliberales
pretenden terminar con las ideologías para enmarcarse en el pensamiento oficial
estatuido y naturalizado. Los andinistas también son conscientes de estas
trampas ideológicas, pero también saben que todo se maneja por una racionalidad
y no se puede caer en la trampa des-ideologizante que conlleve a una des-filosofización
de lo andino, lo que implicaría la colonización definitiva del “indígena”, que
ahora sería claramente eurocéntrico liberal y/o marxista. De esta manera, se
cumpliría el objetivo del colonialismo interno de terminar con lo andino, y
ahora de la mano de descendientes andinos. Esto implica comprender, que lo
andino es complementario del marxismo/izquierda y alternativo de lo liberal/derecha.
Todo esto conmina, a que si el movimiento “indígena” quiere
ser una alternativa y una opción a la crisis ambiental y global, a nivel
nacional y mundial, tiene que andinizarse para funcionar desde las ontologías,
epistemologías y axiologías andinas construidas milenariamente. Por tanto, se
hace necesario el resignificar lo indígena o cambiar de nombre, para que no
quede circunscrito al fenotipo y de esta manera continuar con el racismo.
Resignificar lo indígena como una construcción colonial por una condición
filosófica y una racionalidad que haga referencia a un estado de conciencia o
un estado del espíritu, en relación a su manera de comprender la vida como una
forma de ser, estar, pensar, gustar y existir. Lo que implica abrir las puertas
a todos los colores de piel para disputar en su interior lo ontológico andino y
rebasar el racismo eurocentrista.
Al menos, en Pachakutik es urgente y el primer paso. Hoy
están más preocupados de lo electoral y de ganar puestos en el sistema
colonial-burgués, que de consolidar a las comunidades existentes en sus formas
de ayllus andinos, y de reorganizar epistémica y ontológicamente a sus
organizaciones y a la población ecuatoriana en general. De que serviría llegar
al poder si no hay una población organizada y formada en una racionalidad andina.
Sería otro fracaso, como el caso de Evo Morales y quedaría deslegitimado lo “indígena”.
De hecho, ya lo está con todo lo sucedido en los últimos años a nivel de lo “indígena”
en toda América y será muy difícil recuperar credibilidad.
Caso contrario terminarán absorbidos por el colonialismo
interno y solo veremos ropajes “indígenas” que viven eurocéntricamente (no
confundir con occidental). Desaparecería
definitivamente el sumak kawsay y nos quedaríamos en una disputa entre el buen
vivir de la izquierda y el bienestar de la derecha, entre el neodesarrollismo y
el neoliberalismo, entre el marxismo y el liberalismo, etc. Es decir,
únicamente dentro de las contradicciones al interior del eurocentrismo, y por
ende, veríamos la culminación de la civilización globalizadora del “indígena” a
través de la modernidad y de la posmodernidad.
No creo que así termine, siento que lo andino va a
reverberar luego de la triste noche colonial de 500 años, y como dijeron
nuestros abuelos: regresaremos en mitad de la noche.
[1] Grosfoguel,
R. (2016) Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y al
«extractivismo ontológico»: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el
mundo. Revista tabula rasa.
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