A pesar del infame asesinato de 50 seres humanos en Orlando
(EEUU), no se han aplacado los cuestionamientos y mofas por parte de los “fieles
siervos” de dios, del amor, de la justicia, y de la vida; más por el contrario,
han alabado, bendecido y promovido más actos como éste: “Roger Jiménez, pastor
de origen venezolano y líder de la iglesia Verity Baptist Church en Sacramento,
California, ha acarreado sobre sí una tormenta de críticas por un controversial
sermón en el que elogió la masacre de 49 personas en un club gay de Orlando, EE
UU, por contribuir a la eliminación de "sodomitas". Aseguró que no
pretende incitar a la violencia contra la comunidad LBGT pero dijo que cree que
Dios “ha puesto una sentencia de muerte” sobre ellos.[1]” A
su vez, en Bolivia, las iglesias cristianas amenazan con marchas y acciones
contra la nueva “Ley de Identidad de Género” aprobada recientemente. Y así, por
todo el mundo.
Me identificó con aquellas visiones que consideran que la religión
es todo lo contrario a la espiritualidad, o es la forma en la que la religión
utilizando un lenguaje espiritual tiene como propósito desviar al caminante de
lo sagrado. Mientras la religión expulsó a dios a un cielo idílico, la
espiritualidad vive a dios en todas las formas de la existencia. Si la religión
vive para un paraíso en el más allá y un infierno en el más acá, la
espiritualidad vive en el presente del aquí y ahora, entendiendo que el paraíso
es un estado de consciencia que siempre está con nosotros y en la que jamás
habría un dios que podría echarlos fuera, sino, uno mismo. De ahí, que las
religiones no viven en este paraíso terrenal sino en un “infierno en la
tierra”.
Los que cuestionan a los LGTB, como asimismo otras formas de
vida y creencias, envueltos en una prepotencia y arrogancia sempiterna,
utilizan a su religión para pretender convertir a sus dogmas en una verdad
universal. Una actitud segregacionista y utilitaria del concepto de dios,
cuando existen múltiples definiciones y formas de percibir a la divinidad, por
lo que no pueden apropiarse de lo sagrado ni hacerse los dueños de las leyes de
la vida natural a partir de sus afirmaciones ortodoxas.
Lo que estamos viendo, es que se repite o se continua con el
mismo esquema ejercido en su proceso de cristianización, de que su dios es el “único”
y “verdadero”, para irónicamente y a nombre de él asesinar a millones de seres
humanos en todo el mundo. Por ejemplo, se calcula que las diversas matanzas y
guerras llevadas a cabo por los cruzados produjeron 5 millones de muertes a lo
largo de tres siglos y medio. Las guerras entre católicos y los protestantes
franceses de doctrina calvinista o hugonotes, entre 1562-1598, causaron la
muerte de al menos 3 millones de seres humanos. En la época de la “santa
inquisición” asesinaron a 40.000 mujeres acusadas de brujas. En total, las
guerras santas mataron a unos 30 millones de personas en Europa. Lo cual es la
mitad, de los 60 millones de habitantes de Amerindia, asesinados bajo diferentes
formas, pero todas ellas bajo el esperpéntico argumento de “extirpación de
idolatrías”. Y así, pudiéramos hacer una larga lista de episodios en distintas
partes del mundo, de cómo el cristianismo se ha manchado de sangre y de miseria
hasta los actuales días con la cantidad de curas pederastas y pedófilos,
pasando por los escándalos financieros del banco del Vaticano.
Con estos antecedentes, hablan de moral, ética, amor,
ciencia, para cuestionar los derechos humanos de los LGTB, con argumentos llenos
de fanatismo y de fundamentalismo, haciéndole actuar y hablar a dios como un
ser juzgador, sentenciador, discriminador, calificador. Se creen los
representantes autorizados por dios, y en su nombre lanzan sus inquisiciones y
cacerías cada vez que se van afectado más sus intereses. Y ese es el problema
de fondo, pues cada día hay gente más consciente por lo que tienen menos
feligreses, como en Europa que ya no tienen a quién cobrar los diezmos o los
sacramentos, o en el caso de los otros países, que ya no pueden mantenerlos
sumisos al servicio de los gobiernos conservadores de derecha, como fue la
misión histórica de la iglesia y las religiones. Algunos, temen que eso se
extienda por el resto del mundo y no puedan seguirse haciendo millonarios, como
algunos pastores a través de sus radios y canales de televisión.
Desde las religiones monoteístas se concibe a la homosexualidad
como un pecado, pero desde las concepciones espirituales habidas en todos los
rincones del planeta, no existe una concepción pecaminosa sino de comprensión y
de respeto a cada expresión diversa de vida. Han entendido, que es una situación
milenaria existente en todos los pueblos del mundo, como otra forma de la
manifestación natural de la vida, pues es algo que también se da entre ciertos
tipos de animales no-humanos. Vaya a saber, por qué la gran conciencia se ha
recreado así.
Otro argumento que han esgrimido es que están defendiendo a
la “familia tradicional”, es decir, están protegiendo a la familia patriarcal y
machista, en la que el hombre es el que dirige, es el referente, el prototipo,
y medida de lo que deben ser los demás miembros de la familia. La mujer debe
ser sumisa, domeñada y obediente al hombre, y los hijos deben agachar la cabeza
a lo que ordena y determina el padre. Como era hasta hace unos pocos años atrás
y eso lo quieren mantener o evitar que se disperse más, pues, poco a poco las
mujeres e hijos se van emancipando de esa tutela esclavista impuesta. Incluso, algunos
extremistas cristianos alaban el burka que deja libre solo los ojos, como lo
hacen con sus mujeres sus primos musulmanes nietos del patriarca Abraham.
Esta actitud misógina de sometimiento, es típico de
sociedades monoteístas, verticalistas, machistas, fragmentarias. Por ello, estos
grupos critican al feminismo (aunque hay un tipo, que solo es el otro lado del
machismo); como asimismo, al indigenismo, al etnicismo, al anticapacitismo, al
antiespecismo, y todos aquellos paradigmas que cuestionan el religiocentrismo,
el paternalismo, el asistencialismo, y todas las formas que apuntalan el sistema
de dominación colonial, civilizatorio, monárquico, eurocéntrico.
De ahí, que su dios es varón y no admiten el sacerdocio de
las mujeres. Empezaron matando a las milenarias diosas-madres y a las
sacerdotisas indo-europeas, y luego se han dedicado a asesinar a toda expresión
y principio femenino en todas las culturas del mundo. En su recorrido histórico
no solo han despreciado a las mujeres, las etnias, la sensibilidad, la
sensitividad, y todo lo que representa lo femenino de la vida, sino que también
desprecian a la naturaleza (“la manzana prohibida”), por ello su vida ha estado
dedicada a hacer cumplir lo que manda el génesis: “dominad a la naturaleza…” De
ahí, el calentamiento climático que ha puesto en peligro la existencia de la
especie humana.
Todo ello, les ha conducido a crear una sociedad sectaria,
hegemonista, homogeneizadora y monocromática, la misma, que poco a poco se les está
acabando, por lo que han pegado el grito en el cielo con argumentos cosificadores
de dios y de la espiritualidad, en el intento de parar esta nueva consciencia
que se expande. Les asusta la diferencia, la variedad, la diversidad, y todas
aquellas expresiones que enriquecen la vida de múltiples colores como el
arcoíris, pues solo quieren vivir en la dicotomía de blancos y negros, de
buenos y malos. Por ello, desprecian a todos quienes no sean blancos, de ahí,
que hasta Jesús es blanco, rubio, de ojos azules. Lo que quiere decir, que
además son racistas. Menosprecian a los dioses y diosas indígenas, y las siguen
calificando de idolatrías, de fetichismo, de primitivismo. Siguen repitiendo en
sus iglesias y escuelas, que los conquistadores trajeron la civilización y la
cultura a esta tierra de infieles y paganos, por eso, alaban y siguen
reproduciendo todo lo que provenga de la derecha conservadora occidental. Por
lo que también son parte, de los que apoyan a los países industrializados y todos
sus conceptos neoliberales, desarrollistas, capitalistas.
En respuesta a todo esto, surgió la teología de la
liberación, la iglesia de los pobres, los “curas rojos”, etc. Son gente, al
interior de las mismas iglesias cristianas que tomaron consciencia del poder de
dominación y de manipulación que tienen las religiones monoteístas y sus
gobiernos títeres. Ellos, son el claro ejemplo de la crisis de las religiones,
que reclaman cambios al interior y exterior de las iglesias, pues saben que
estas congregaciones han estado siempre al servicio de los ricos, de los
imperios, del status quo, y de todo aquello que represente el poder de control
y de sometimiento a quienes se los oponen.
Por ello, y por mucho más, algunos psicólogos de universidades
norteamericanas quieren declarar a la religión como una enfermedad. “En un
reciente artículo de la revista Time se entrega una visión acerca de los daños
que podría causar la religiosidad. La religión puede ser una fuente de consuelo
que mejora el bienestar. Sin embargo, algunos tipos de religiosidad podrían ser
una señal de problemas más profundos de la salud mental.[2]”
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