Sistema Comunitario Recíproco
Hasta ahora se han experimentado cantidad de modelos
políticos, sociales y económicos en el mundo entero, sin que ninguno haya
resuelto o al menos disminuido las desigualdades sociales y peor reducido las
brechas entre ricos y pobres. Las últimas aventuras estuvieron enmarcadas en
las propuestas neoliberales del dios mercado, el cual -se creía- que por sí
solo se encargaría de resolver todos los males de la humanidad. Esta teoría fue
promulgada y efectivizada por la derecha más recalcitrante, procediendo a
privatizar lo que más podía y desvalijando al Estado hasta el mínimo. El diablo
era el Estado y el mercado era Dios (para la izquierda era al revés), por lo
que había que suprimir la intervención del Estado en la producción y en la
economía en general, como de igual manera los beneficios sociales provenientes
desde el Estado. Pues según ellos, los grandes capitales se encargarían de
generar las fuentes de trabajo y vendría la “dolce vita” para todos y
consecuentemente el “fin de la historia”, según Fukuyama.
Este dogma de derecha intentaba contradecir las propuestas
socialdemócratas -de Europa principalmente-, quienes habían creado una cantidad
de subsidios y prebendas sociales para aligerar la carga de vida de los
sectores con menos recursos. Pero principalmente la oposición total fue contra
el estatismo centralizador marxista, que fracasara rotundamente en su
experiencia socialista estatizante. El modelo de centro -de derecha o de izquierda-,
que tampoco diera resultados positivos, solo fue un momento de esperanza para
luego convertirse en una gran carga presupuestaria para el Estado. Por eso, ahora
los neoliberales en Europa están tratando de cortar los subsidios para
disminuir la brecha fiscal, lo que ha “indignado” a muchos en vista de que se
están quedando sin nada.
En resumen, el dogma neoliberal no solo intentó cortar con
los beneficios sociales sino desbaratar todo el Estado que había construido la
socialdemocracia y justificando sus posturas radicales ante el debacle del
socialismo real que había estatizado todo y el cual condujo a una gran crisis,
igual o peor, a la de los neoliberales. Es decir, hemos vivido una serie de
vueltas que como círculo vicioso conducen a lo mismo: del estatismo al
privatismo, de la libertad de mercado a la justicia social, del desarrollo al
crecimiento, del progreso a la concentración de la riqueza, etc. En otras palabras
hemos vivido el capitalismo estatista (socialistas y comunistas - izquierda),
el capitalismo desarrollista (socialdemocracia - centro) y el capitalismo “salvaje”
(neoliberales - derecha), apareciendo en un momento y otro, y repitiéndose una
y otra vez con simples modificaciones. Unos apostando y principalizando al
Estado, otros al mercado, y unos terceros intermediando entre los dos, a
diferentes niveles, profundidades y formas, en cada rincón del planeta. Pero lo
único cierto, es que ninguno ha tenido un resultado beneficioso para las
inmensas mayorías de la humanidad.
LA IZQUIERDA NO APRENDE
La “nueva izquierda” en el mundo entero ahora se juega con
otros bandos, aunque hay otros que siguen anclados en las viejas teorías de la
revolución violenta y otros con el marxismo ortodoxo (que no necesariamente
entienden a Marx). Sin embargo, hay quienes hacen nuevos acomodos y desarrollos
folclóricos, pero todos siguen creyendo en última instancia en el socialismo
filosófico originario, especialmente como fin. Para ello, hay quienes quieren seguir
fortificando al Estado -aunque dicen- sin cometer los errores anteriores, otros
le apuestan como centro al ecologismo, aquellos que se abren paso tomando como
impulso y complemento a principios y elementos de las culturas primordiales,
etc. Así todos apuntan a construir su socialismo, a diferentes formas y niveles:
socialismo marxista, socialismo revolucionario, socialismo del siglo XXI, socialismo
del buen vivir, etc. Y cada uno con sus visiones de transición para la gran
transformación que esperan.
Actualmente en el Ecuador la estrategia de la “revolución ciudadana”
apunta a fortificar al Estado con el propósito de mejorar el capitalismo para
luego construir el socialismo, según palabras propias del presidente Correa. Su
argumento es que primero hay que “salir de la pobreza”, pues mientras no haya mejores condiciones de
vida no habrá cambio posible, y la táctica es hacer muchas obras sociales y
servicios gratuitos para las grandes mayorías por parte del Estado.
Pero, lo que se ha conseguido es por un lado aumentar la
brecha entre ricos y pobres, y por otro lado, profundizar el asistencialismo y
la dependencia. El mismo gobierno lo anota, y sin darse cuenta de lo que
realmente significa: “nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron
mejor y los excluidos estuvieron menos peor”. En otras palabras: nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron
muchísimo más ricos y los pobres poquísimo menos pobres. Cuando en esta lógica,
lo interesante sería decir al revés: nunca antes los grandes grupos económicos
estuvieron peor y los excluidos estuvieron mucho mejor.
No se trata de que los mismos de siempre
ahora tengan 30 veces más de lo que tenían antes y los excluidos tan solo 3
veces más. Por ejemplo, solo la banca en 6 años del gobierno de la revolución
ciudadana ha ganado 1600 millones de dólares, y ahora a los más pobres les aumentan
de 35 a 50 dólares a través de un miserable bono que fortifica la dependencia
sistémica y la psicología clientelar, y a eso ahora le llaman eufemísticamente “redistribución
de la riqueza”. Cuando debería ser al revés, para creer que se está generando
un cambio verdadero. Aquí lo único que ha sucedido es que los ricos tienen más
festines y los pobres más cantidad de migajas debajo de la mesa.
Alguien podría argumentar, que sin
embargo hay una gran obra social que compensa lo que los pobres no han obtenido
directamente. Pero lo único que están consiguiendo es crear un gran Estado, que
ahora tiene plata para mantener esas asistencias, pero cuando se ahonde la
crisis mundial, el cambio ecológico, o la deuda comience a hacer presa, la
situación se verá compleja. No habrán los recursos para pagar los préstamos de todas
esas obras y peor para sostener los proyectos sociales en marcha, y nuevamente
se verán obligados a dictar nuevas políticas de ajuste o cortar esos recursos,
como están haciendo actualmente en Europa sus gobiernos. Así, estaríamos
repitiendo los errores que en otros lugares ya han vivido, y que nosotros
también ya lo experimentáramos, por ejemplo con el “boom” petrolero en los años
70 del siglo pasado, y no hubo ningún cambio como se pregonaba.
En otras palabras, lo que estamos
viendo es en última instancia el mismo método de la vieja socialdemocracia y de
cierto socialismo que cree en el asistencialismo y en el clientelismo, y
paralelamente fortificando al Estado caudillista y centralizado. Prácticas
fracasadas en el mundo entero. Ni el Estado salvador ni el chorreo de los
grupos de poder han sido la salida, pues la única posibilidad de cambio estará
dado cuando los excluidos tengan poder económico y político propio y directo,
sin ninguna representación de ciertos “salvadores” de izquierda o “benefactores”de
derecha, que “luchan” o “crean las fuentes de trabajo” para ellos. Mientras
sigan de mendigos, dependiendo de una u otra forma del Estado o de las grandes
capitales, todo seguirá igual. Mientras permanezca cualquier tipo y forma de dependencia, ninguna revolución
por más radical que sea, logrará un cambio verdadero y profundo. Solo se pasará
de un extremo a otro.
SISTEMA COMUNITARIO RECIPROCO
En el Sumakawsay no existe la
palabra y peor el concepto de gratuidad o de altruismo. Se considera como algo
distorsionador o deformador a toda situación que no funcione dentro del
principio de reciprocidad o de ida y vuelta. Toda donación o entrega en
la que no hay devolución genera desequilibrio. La base del Sumakawsay está en
la capacidad de intercambiar, caso contrario se genera a largo plazo acaparamiento
o concentración –de un lado-, y de sumisión o de sobrevivencia -por el otro
lado-. Por eso promueve el equilibrio en toda forma de expresión de
vida, el cual está en la capacidad de que los participantes puedan medir sus
fuerzas y despertar su propio poder, caso contrario se provoca el mando por uno
y la obediencia del otro. Si alguien tiene algún tipo de poder mayor siempre
sacara ventaja de una u otra forma, pues utilizará su superioridad con alguna
intención psicológica, ideológica, religiosa o política, de por medio. Nadie da
nada sin algún interés por debajo. Quien no tiene poder siempre estará
supeditado al que tiene poder, el cual tiene el poder de decirle cómo pensar y
qué hacer, bajo el argumento de que le está ayudando.
De ahí que en el Sumakawsay jamás se
practicaría ninguna forma de caridad, benevolencia, beneficencia, paternalismo,
todo lo cual atentaría contra la vida de la persona y de toda la comunidad, al
haber de un lado donadores y de otro solo receptores. Se pondría en peligro el
mantenimiento estable, respetuoso, armónico y balanceador de la comunidad y de
la vida. En la naturaleza nada funciona por la asistencia de unos a otros sino
por la coparticipación mutua, por formas de conjunción interactiva. La
experiencia civilizatoria religiosa ha demostrado que toda forma de
asistencialismo es condenar de por vida a alguien a no tener su propio poder. En
ese modelo siguen siempre aumentando cada vez más los menesterosos. De ahí que
es una demagogia la caridad estatal de la gratuidad o de las ayudas a los
pobres, y el romanticismo de las iglesias, fundaciones y de las damas de
sociedad, que así buscan exculpar sus pecados.
En este sentido, consideramos que
ese cambio real -en su período de
transición- podría ser posible a través de un modelo que podríamos
denominarlo: SISTEMA COMUNITARIO RECIPROCO. Añadimos la palabra recíproco a comunitario
para que no se confunda con comunismo o algún centralismo estatista. En todo
caso, somos conscientes de que será un proceso en el que deberá primar la
auto-recreación como fundamento básico de reconstrucción. Es decir, no al
intervencionismo del Estado a todo nivel, ni al privatismo absolvedor, ni nada
intermedio –a diferentes niveles- entre los dos, sino un sistema que conjuga proporcionalmente:
Estado, mercado, y sociedad organizada. Siendo este último el principal y al
que habrá que fortificar y consolidar organizando comunitaria y económicamente a
la población para que pueda ser un sujeto con su propio poder de decisión y de contrapeso,
a todo nivel y forma. Todo lo contrario a lo que han hecho los estatizadores y
los privatizadores.
Para ello, el Estado
principalmente debe vigilar al gran capital para que no se lleve demasiado
(tributos) y dedicarse a fortalecer a las economías domésticas -con asesoría y
promoción- para que a diferentes niveles vayan tomando más control de la
economía. Por ejemplo, en el gobierno del presidente Correa se han manejado 120
mil millones de dólares, dinero que nunca antes ha tenido un gobierno. Ha hecho
grandes obras a diferente nivel, más carreteras, más educación, más salud, etc.
-lo que sigue siendo asistencialismo- pero lo más preocupante es que la plata
ha ido a terminar a los grupos de poder que han hecho todas esas obras. Otra
cosa hubiera sido que esa plata vaya a sectores medios y principalmente
pequeños. Debe quedar claro, que las licitaciones las ganan las grandes
empresas que pueden poner precios más bajos, pero otra cosa sería estimular
alianzas entre los pequeños sectores para que puedan competir. O en última
instancia -con otra ley- favorecer a los pequeños sectores, así salga más cara
la obra.
Este solo es un ejemplo a un nivel
todavía economicista y alto, pero sería el paso de inicio para empoderar paulatinamente a los
sectores más pequeños económicamente pero poblacionalmente más grandes. De esta
manera, sucesivamente se agrupen y se vayan organizando en nuevas unidades
productivas colectivas y puedan jugar en otras condiciones con las empresas
privadas pequeñas, medianas y especialmente con las grandes.
Pero lo principal de todo esto,
sería el de darle un carácter ecológico y conciencial, caso contrario estos
grupos comunitarios se convertirían en nuevos grupos capitalistas y nada más
(productivismo utilitarista), como sucede con muchas comunidades y cooperativas
actuales, que ahora solo giran por la rentabilidad y explotan a otras
comunidades o sectores más empobrecidos. Para ello, se debería orientar está
producción enfocando principalmente hacia lo nacional, para vivir de acuerdo a
nuestras propias fuerzas, necesidades y realidades, dirigido a las grandes
mayorías, nada suntuario, y con mucho respeto para la naturaleza; sino
continuaríamos en el funcionalismo y cosificación de la Madre Vida.
Entonces, no se trata de “mejorar”
el capitalismo (derecha) ni el estatismo (izquierda) o algo mezclado a
diferentes profundidades -como se ha hecho anteriormente- si no de generar más
producción directa desde abajo, pero no cualquier producción y peor
irrespetando a la Madre Tierra, caso contrario sería seguir en el economicismo
y en el consumismo. Se trata de que las mayorías tengan capacidad de producción,
la cual debe ser sostenible y sustentable, con baja rentabilidad y sin que las
más grandes aplasten o se coman a las más pequeñas sino seguiríamos en lo mismo,
siendo ahí la clave de la existencia de un Estado regulador. La fuerza de “competencia”
estará en ganarse al consumidor, por los precios más baratos y por la calidad
de sus productos (biológicos), y en última instancia por una especie de dumping
con el subsidio del Estado –si fuere necesario- para ir desarmando
paulatinamente al gran capital, que después ya no le interesará seguir en el
Ecuador.
HACIA UNA ECONOMIA “EQUITABLE”
En otras palabras, no se trata de
igualar a todos con una revolución redistribuidora y asistencialista desde el
Estado (socialismo), ni la competitiva de un sector privado privilegiado que
suelta migajas para que los trabajadores reproduzcan su fuerza laboral y
compren sus productos (capitalismo), sino de una población organizada en
diferentes estamentos productivos, geo-políticos y sociales, que no recibe la
caridad del Estado y que son capaces de competir con el capital privado
(vitalismo).
Repito, solo se trata de un
período de transición y deberá ser profundizado paulatinamente hasta llegar a
un sistema de equidad entre lo privado, lo estatal y lo comunitario,
donde podrá siempre funcionar el capital y la iniciativa privada pero ya no la
oligopólica ni la monopólica, el Estado tendría su cierta presencia (petróleo),
pero la iniciativa básica y fundamental sería más que todo de la comunitaria
(más del 50%). Es decir, no habría un Estado paternalista que maneja la
educación, la salud, etc., ni un sistema donde lo privado individualista maneja
la gran producción, sino un sistema en que el pueblo organizado en diferentes
formas de asociación genera y coordina la educación, salud, construcción,
alimentación, y demás actividades productivas.
Un pueblo participativo que controla
personalmente su propio destino sin recibir dádivas ni del Estado ni del gran
capital, si no que organizado en diferentes formas colectivas es
autodependiente. Cuyo propósito máximo sea llegar a estabilizar proporcionalmente
la economía entre todas las fuerzas, y no propender al crecimiento capitalista
ni al desarrollismo socialista. Que crezca pero no ilimitadamente (neoliberalismo:
crecimiento ilimitado) y no se encamine al desarrollo o progreso
(neosocialismo: prosperidad económica) sino a la estabilidad y a la
complementariedad de todos los factores de vida (humano, social, natural), en
forma integral y holística. Todo esto guiado por una conciencia vitalista, es
decir, una conciencia de equilibrio, de armonía, de simbiosis, de sinergia, de
homeostasis, para consigo mismo (individualidad), las formas comunitarias
humanas (colectividad) y con la gran mancomunidad natural (totalidad).
OTRA TECNOLOGIA Y OTRA NOCION DE
LA POBREZA
Esto implicará generar otra
tecnología, ciencia y sabiduría. No copiar ni reproducir la tecnología y
ciencia depredadora del “primer mundo”, ni será nuestro propósito ser como
ellos, -más bien ellos deberán ahora aprender de nosotros-. Y ese sistema es el
Sumakawsay o Vitalismo Armónico, que no es una nueva aventura ni un nuevo
experimento, como tampoco la reproducción a rajatabla del pasado, sino la
aplicación de principios y leyes milenarias de todos los pueblos de la
humanidad, aplicados a las condiciones y situaciones actuales. Es nuestro deber
dar un salto a lo hecho por nuestros abuelos, y quizás más profundo al que
ellos llegaron. Esa sería la capacidad de apoyarse en la experiencia antigua
sin lanzarse a una nueva aventura, sino valorar lo vivido pero siendo capaces
de dar nuestro aporte a este tiempo y a esta condición tecnológica que ha
creado el materialismo y el mecanicismo. Tomar lo más rescatable de la
racionalidad (masculino-cerebro izquierdo) y acompañarle con el componente
sensitivo (femenino-cerebro derecho) para generar una humanidad integral,
holística, sistémica, sensible y amorosa.
Todo esto nos lleva a replantear y
reformular la noción de la pobreza y de la riqueza. La riqueza no es
principalmente económica ni debe ser el centro de la vida. La principal riqueza
es ecológica, es la madre naturaleza que
nos contiene, sostiene y mantiene. Sin ella no somos nada. En este sentido,
¿quiénes son ricos? Aquellos pueblos que viven en armonía con la naturaleza, y
los pobres, son aquellos más plásticos y más robotizados. Es decir, nuestro
propósito no será mecanizarnos o civilizarnos más sino naturalizarnos o
culturizarnos más. Esto no quiere decir vivir sin tecnología, quiere decir
vivir con una tecnología en armonía con la naturaleza y en contrapartida a la
actual tecnología y ciencia depredadora. Por lo tanto, no es el hombre el
centro de la vida (socialismo), y peor el capital (capitalismo), es la vida en
su conjunto (vitalismo). Quién sostiene al ser humano es la naturaleza y no al
revés.
Siendo ahora el desafío para esta
humanidad de satisfacer sus necesidades pero sin alterar la estabilidad
de la vida. Es comprender, que no se trata de ser ricos en claustros y en medio
de desiertos cada vez más grandes (efecto invernadero). Eso es pobreza. La
riqueza, es vivir respetando la naturaleza, es decir, en conjunción con los
ciclos, períodos, formas de la naturaleza, las cuales se ajustan a principios y
leyes de reciprocidad, complementariedad, correspondencia, integralidad,
alternabilidad, ciclicidad, estabilidad. Todo lo contrario a los esquemas de
hoy: competencia, rentabilidad, eficiencia, desarrollo, progreso, excelencia.
Hay una gran diferencia entre Vivir Mejor, a costa de los demás y de la
naturaleza, y Vivir en Armonía con los demás y con la naturaleza.
Esa es la
revolución de hoy en día, es una revolución de conciencia, no principalmente
económica sino trastrocadora de los valores y del tipo de relación con la
naturaleza, es decir, con la vida. Es una revolución de humildad para mirarse
en el mismo nivel con la madre, hermana e hija naturaleza. Es una revolución de
respeto, para no cuidar a la naturaleza ni para explotarla sino para
respetarla, lo cual empieza por aprender a respetarse a sí mismo, quién no
respeta a los otros, sea naturaleza humana o extra-humana, no respeta realmente
nada. No es una revolución ecológica, es mucho más que eso, es una revolución
espiritual o conciencial, es una revolución de integralidad y totalidad.
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