El
tipo de relación con la naturaleza es lo que ha marcado los diferentes estilos,
modos y formas de vida en toda la historia de la humanidad. Mucho más allá que
el desarrollo tecnológico, la división social del trabajo, o la propiedad de
los medios de producción; han sido el tipo y profundidad de relación con la
naturaleza. Entendiendo por naturaleza a toda la existencia, la cual en última
instancia es un solo organismo (multiverso) como está comprobando la ciencia
moderna y tal como lo anotaban las antiguas culturas de toda la humanidad. Las
diferencias están en el nivel de interrelación, interacción, conexión,
comunicación, simbiosis con la naturaleza multiversa. Pudiendo distinguirse que
han existido 3 tipos de relación y por ende de vivir la vida: la natura, la
cultura y la civilización. Hay otros autores que señalan que son: salvajismo,
barbarie y civilización. Otros que asocian a cultura con civilización, y hablan
de pre-historia e historia. Quienes asocian al hombre natural dentro del
comunismo primitivo pasando por la división social del trabajo y el desarrollo
de los medios de producción hasta el comunismo científico. Etc.
Lo
cierto, es que hasta hace 100 años la mayor parte de la humanidad vivía en el
campo y su vida se desenvolvía junto a la naturaleza extra-humana y esto
generaba un modo de vivir o de estar en la vida. Hasta antes de la revolución
industrial (siglo XVII) la relación del ser humano era mucho más ligada a la
naturaleza, en la que el ser humano se correlacionaba corporalmente con ella. Y
antes del inicio de la etapa denominada mecanicista (hace 2500 años) la
relación era mucho más profunda en la comprensión de que el ser humano era un
ente más, ni mejor ni diferente a los otros seres de la vida. Y mucho antes de
la era patriarcalista (hace 5000 años) la relación era estrecha e íntima con la
naturaleza, en la medida en que emocional, sensitiva y físicamente eran una
complementariedad entre la naturaleza y humana y las otras naturalezas. Y hasta
antes de la aparición de la agricultura (hace 7500 años) la relación era
totalmente unificada y no existía ningún tipo de separación o división
vivencial o conceptual o simbólica con la naturaleza.
A
la etapa natura o del ser humano
natural -desde la aparición de éste sobre la faz de la Tierra y hasta el
surgimiento de la agricultura- la filosofía y ciencia occidentana o
civilizatoria la califica como período salvaje o primitivo o arcaico de la humanidad.
Lo que implica un estado inferior, subdesarrollado, atrasado, menor, peor…, es
decir, una serie de adjetivos peyorativos que minimizan o desvalorizan a ese
ser humano. Por ende señalando que el hombre cada vez ha ido mejorando,
perfeccionando, evolucionando…, y evidentemente el hombre actual es el mejor de
todos los anteriores, y el del futuro será mucho más inteligente, bello, sano,
feliz, etc., etc. ¿Pero será que esa concepción lineal y progresiva de la
occidentalidad es la visión de los otros pueblos del planeta? ¿El hombre civilizado
actual es mejor o superior al ser humano natural y al hombre cultural?
Con
el aparecimiento de la agricultura (el cual fue un acto femenino mientras el
hombre se dedicaba a la caza y a la pesca) se dio un cambio, que no es ni mejor
ni peor, simplemente diferente, pues todo acto tiene doble vía: constructivo o
destructivo, regenerador o deformador, etc. Y eso ha existido siempre y no
depende del nivel de técnica o tecnología o informaciones sino de la conciencia
o de la sabiduría, habiendo en todas las épocas más sabios o menos sabios. Entendiendo
por sabiduría aquel acto de convivencia y connivencia con las leyes de la vida,
que para nosotros son las leyes de la naturaleza, y que para otros son las
leyes del hombre civilizado y de un dios hecho a su medida y necesidad.
En
la época natura no existió ningún
acto de modificación o de alteración de lo instituido o establecido por la vida
y solo se recolectaba o tomaba lo que existía y la vida se reproducía
infinitamente, como así había sucedido por lo menos unos 500.000 años. Con el
surgimiento de la agricultura y de las demás tecnologías subsecuentes, se da un
gran vuelco para en apenas 10.000 años dar un “giro coperniquiano” de
resultados insospechables y en los que actualmente está en juego real la supervivencia
de la especie humana, o al menos de buena parte de habitantes de la Tierra. Por
lo que cabe preguntarnos si habremos estado mejorando, desarrollando, o si todo
eso es relativo y quántico -como se diría ahora-. Es decir, a medida que el
hombre fue dejando de ser lo más natural hasta volverse actualmente robotizado,
anoréxico y enajenado, fue creando un mundo cada vez más artificial,
contaminante y depredador de la naturaleza, y ya no es esoterismo el cambio
climático que estamos viviendo.
En
otras palabras, después del aparecimiento de la agricultura surge la
matemática, la escritura, la moneda, el comercio, la pólvora, la imprenta, las
industrias, las bombas, las telecomunicaciones, la electrónica, la robótica…,
en que en cada proceso la afectación a la naturaleza sería mucho más a grave a
medida que la ciencia fue ampliándose y especializándose. Lo que para unos significó
irse modernizando, progresando y mejorando, para nosotros fue el acto paulatino
de irse separando, dividiendo, fragmentando en nuestra relación y connivencia con
la naturaleza. Quizás para algunos el ser humano de ahora está mejor, pero lo
que sí es cierto, es que la naturaleza está peor que solalamente hace 500 años,
o ¿alguien ha hecho algo por ella?, ¿cuántos son los que se han preocupado por
el ser que nos contiene, sostiene y mantiene?
“CULTIVAR
EL ESPIRITU”
La
palabra cultura viene del latin cultivus que hace referencia al acto de
cultivar o de labrar lo que está en estado natural. Todo aquello que no ha sido topado por la
mano del hombre se denomina endémico o permanente o virgen, y las diferentes
formas de intervención se denominan utilización, aprovechamiento, explotación…
Esto también ha marcado el hecho de concebirle a la naturaleza como un ser de
la vida o fuente de vida o recurso natural o medio de producción o mercancía,
etc. Al producirse hace unos 7500 años los primeros experimentos de
manipulación de las plantas silvestres, se inicia un proceso paulatino de
experimentación con la naturaleza que no ha parado hasta nuestros días y que
más bien se ha acelerado los últimos 100 años. Y la pregunta que surge es:
¿hasta cuando ese proceso de intromisión en la naturaleza estuvo enmarcado
dentro de ciertas formas de respeto y de co-creación mutua? , o ¿cuando se
rompe ese nivel de naturalidad de la experimentación y de relación armónica con
la naturaleza? Consideramos que ese momento es cuando el ser humano por primera
vez se siente que no es naturaleza y que es mejor o superior a los otros seres
de la vida. Según los datos que se conocen, serían los griegos clásicos los primeros
que se reclamasen como superiores. El primero que lo registra en forma escrita
será Platón, quién anota que la naturaleza está en estado inferior al hombre.
Por 5000 años de ejercicio de la
agricultura como el acto de cultivar la tierra, se pasó hace 2500 con los
griegos clásicos (Sócrates, Platón, Aristóteles…) a lo que ellos denominaron el
acto de cultivar el alma o el espíritu. De la misma manera que un campo que existe
en forma natural y no se lo prepara para cultivarse, el hombre que no se cultiva
al interior está en un estado salvaje o primitivo, decían los inauguradores del
logos o racionalismo griego. Esta fue una de las primeras expresiones de cierto
menosprecio o rechazo a lo natural visto como algo que crece sin orden ni
concierto o como algo arbitrario.
El hombre “inculto” sería como un campo sin cultivar,
mientras que el hombre “culto” sería aquél que tendría el cuidado de su
espíritu. De esta manera, el término latín “cultus” que inicialmente significó
“cultivar” la naturaleza pasó a tomar el significado de “cuidado” y de “culto”.
Como verbo “cultivar” pasó al sustantivo “cultus”, y además adquiriendo el
significado de «cuidado» y de «culto» en un sentido religioso (por el “cuidado”
o “culto” constante de los dioses realizado por los sacerdotes) y, por otra
parte, pasó a considerarse “culto” todo ser humano que “cultivase” su espíritu.
Así el “espíritu” se distanciaba de la naturaleza, y el cual estaba en la razón
o en el logos. Ya no era el espíritu algo también sensible y emocional sino
algo exclusivamente mental, inteligente, racional y por ende dios también era
como ese ser humano y con forma de hombre; ya que lo sensible, instintivo,
sensorial era “inculto” y tenía forma femenina o de mujer.
Desde ahí hasta ahora no ha cambiado esa visión. Los
más “cultos” serán los que estén lo más alejados de la naturaleza, la cual
representa lo irracional, bruto, tosco, ignorante. La naturaleza que fuera
considerada ser vivo, inteligente, amoroso por miles de años, pasó en poquísimo
tiempo a ser considerada inferior, salvaje, torpe, subdesarrollada… hasta
considerar a la Tierra y al cosmos en su conjunto como inerte, cosa, objeto. Esta
visión “culta” alcanzó su cúspide en la Ilustración (siglo XVIII), quienes se
consideraban “el fuego de la purificación” de todo lo salvaje al declarar que
habían logrado “desprenderse de la naturaleza”, pues solo la razón era la única
verdad inmortal. Kant en “Crítica del juicio”, la define como “la producción en
un ser racional de la capacidad de escoger sus propios fines”, en el sentido de
otorgar “fines superiores a los que puede proporcionar la naturaleza misma”.
A partir de aquí el término se amplía, entendiéndose
por cultura aquello que el hombre añade a la naturaleza, sea en sí mismo
(cultivo de su espíritu), sea en otros objetos, tales como utensilios, herramientas,
procesos técnicos, etc. De aquí surge la idea de “bienes culturales” o de “cultura
material”, e incluso últimamente se habla de “industria cultural”, por lo que
ya no se trata -ni siquiera- de “cultivar el espíritu” sino de “cultivar” el
negocio, la mercancía, el bien para ser comercializado y aprovechado por los
que tienen dinero; con lo cual se ha perdido todo el sentido primordial o
primigenio de lo que es cultura. De otra parte, la noción de que tener cultura
presupone un cierto “otium” y exige la cobertura de las necesidades vitales más
elementales, por lo que en ciertos ámbitos la “cultura” pasó a ser sinónimo de
actividad propia de las clases sociales adineradas: lectura de libros “cultos”,
audiciones musicales “clásicas”, actividades artísticas “finas”, etc. Finalmente,
en Alemania el término “Kultur” pasó a adoptar las características, particularidades
y virtudes de una Nación, en aplicación
a la antigua noción de tradición, palabra que procede del latín
“tradere” y en relación a transmisión. En este sentido se recalca la necesidad
de la transmisión para que pueda existir la cultura, y así tomando el término
cultura otra dimensión, sin embargo en Francia y Gran Bretaña se prefería el
término “civilización”, quedando cultura como tradición y civilización con modernidad.
Término éste, que a la postre tomará preeminencia y se resaltará hasta el día
de hoy como lo más avanzado un estadio superior. Pero al mismo tiempo adviene
su cuestionamiento con el surgimiento de propuestas de salida o de regreso a las
formas culturas y naturales ancestrales.
DE LA CULTURA A LA CIVILIZACION
Con el aparecimiento de la agricultura, que fue el
acto de co-creación con la naturaleza, de acompañar los ciclos de la vida, de
respetar las formas de existencia propia, se pasó al acto de domesticación y de
superposición de las formas naturales por las formas humanas “cultas”, autoconsideradas
como superiores y mejores a los principios naturales. En este período de cultura de la tierra de alrededor de
5000 años en Eurasia, la forma de vida era comunitaria y guardaba todavía una
relación profunda con la naturaleza, y el ser humano se seguía sintiendo
naturaleza y vivía apegado a los ciclos naturales que marcaban el sol y la
luna. Del ser natural al ser cultural, si bien había una diferencia y
distancia, este ser humano seguía integrado a la naturaleza, no idealmente sino
vivencialmente. Siendo la diferencia
entre unas y otras culturas de Eurasia y del mundo en general, su mayor o menor
correlación con la Madre Tierra, pero todas con un acercamiento para dejarse
guiar y orientar por la naturaleza que marcaba su calendario y forma de vida.
La
cultura griega sería la primera en distanciarse de estas matrices y
características de relacionamiento natural hace unos 2500 años y dar paso a lo
que ellos denominarían: la civilización. Este proceso de ruptura con la
naturaleza se da con el surgimiento de la ciudad-estado o de la polis en
término griego. Ciertos grupos tribales de alrededor de no mayor a 10.000
personas se atrincheraban en espacios cerrados, para lo cual procedían a
construir grandes murallas con el propósito de protegerse del ataque de otros
pueblos. Se encierran en espacios de 1.000 y 3.000 km2, de los cuales unos
terrenos se dejaban para la agricultura, el pastoreo y los puertos que les
comunicaban con el exterior. El resto de actividades y de población eran
concentrados en pequeños sectores urbanos, teniendo a los aristócratas (los
“mejores”) y a los oligarcas (los “pocos”) en el centro de la ciudad
amurallada. Cada polis controlaba su territorio y no aceptaba la sumisión a
ningún poder exterior. La estructura de la polis conllevaba un establecimiento
urbano, generalmente instalado al pie de una acrópolis junto con su parte
rústica. Socialmente la polis se caracterizó por la existencia de un grupo de
ciudadanos que disfrutaban de todos los derechos, de un grupo de extranjeros
(metecos) sin derechos pero libres, y de un tercer grupo, los esclavos,
privados de libertad y que no disponía de ningún derecho.
Sería en este acto de concentración y amurallamiento
el surgimiento de la noción de separación y distanciamiento como forma de vida:
el urbanismo. Es decir, de una visión holística e integral a partir de un tipo
de vida relacional con el todo, se pasó a un estilo de vida enclaustrado. Y posteriormente
será el acto de afinamiento y perfeccionamiento de la mentalidad atrapada sobre
muros hasta su cúspide actual que es el encerramiento del espíritu en los
atrios modernos. Es decir, del acto de “cultivar el espíritu” al acto de
enclaustrar al espíritu. Acto al cual le denominan como un paso civilizatorio,
de progreso y de crecimiento.
LA
MORAL Y LA ETICA.El concepto de civilizar, sustentado en aquel principio inicial de “cultivar el espíritu” se fue perfeccionando en todo este tiempo. Para ello el eje central sería la creación de la dicotomía de bien y de mal, en la que unos son los buenos y todos los demás los malos. Obviamente la aristocracia, la oligarquía, la timocracia, la monarquía eran los buenos y cultos, y las mujeres, los esclavos, los campesinos, artesanos eran los malos e incultos. Para consolidar esta propuesta se inventaron la moral y la ética, los cuales fueron los medios para separar y clasificar a los unos y a los otros, por un lado los mejores (aristy en griego) y en el otro lado a los “peores” -que se diría indirectamente-. La palabra “moral” tiene su origen en el término latino mores, cuyo significado es costumbre, de la cual había de dos tipos: las virtuosas y las perniciosas. Y algo parecido era la “ética”, la cual reflexiona racionalmente sobre las moralidades con la finalidad de encontrar principios racionales que determinen las acciones éticamente correctas y las acciones éticamente incorrectas.
Todo esto está enmarcado dentro de lo que se llamaría la dialéctica -que eran los famosos diálogos-, cuyo propósito era discutir para ver quién o qué era bueno o malo, correcto o incorrecto, y de esta manera estableciendo que la vida es la lucha entre opuestos, entre el bien y el mal, o el buen vivir y el vivir mal. Dicotomía que también tendrá su propio recorrido hasta nuestros días, en el que actualmente se difunde el “vivir mejor” por los capitalistas, y por ciertos socialistas del siglo XXI el “buen vivir”. Esta moral y ética del bien y del mal comenzó a ser enseñada en forma de preceptos prácticos, tales como las Máximas de los “siete sabios de Grecia” y de los Versos dorados de los poetas de Grecia; o bien en forma de apólogos y alegorías hasta que se revistió con un carácter “científico” en las escuelas de Grecia y de Roma.
Pero
los que consolidaran a estas visiones son los denominados sofistas (Sócrates,
Platón, Aristóteles). Según Platón, la “idea de bien” -que es la idea
suprema de su teoría de las Formas- es el objeto más adecuado para el alma y
causa de la realidad, perfección y verdad de las cosas. La importancia y
función que Platón concede en su filosofía a la idea del bien, es tal, que el
bien es dios y el mal es el diablo, o también dicho de otra forma el bien es la
razón y el mal lo sensible. Para Platón, la única forma de acceder a la
realidad inteligible era mediante la razón y el entendimiento, quedando el
papel de los sentidos relegado por considerarlo engañoso. En este sentido, sostiene
que todos los entes del mundo sensible son imperfectos y deficientes, y que
participan de otros entes que son perfectos y autónomos (Ideas), de carácter
ontológico muy superior y de los cuales son pálida copia aunque perceptibles
mediante los sentidos. Cada Idea es única e inmutable, mientras que las cosas
del mundo sensible son múltiples y cambiantes.
Otra forma dicotómica o dialéctica creada por los
griegos clásicos en relación al conocimiento de los “incultos” y de los “cultos”,
fue la doxa y la epistéme. La doxa u opinión era un conocimiento superficial,
parcial y limitado, vinculado a la percepción sensorial, primaria e ingenua.
Para ellos, el conocimiento dóxico versa sobre apariencias y no sobre la
realidad, por lo que se trata de un conocimiento fenoménico y, por ende
engañoso e incluso falso. De ahí que se le catalogaba como un conocimiento
inferior, empírico, característico de gente no instruida e inculta; que
principalmente eran los campesinos, es decir, los que estaban más ligados a la
naturaleza. Hecho que no ha cambiado hasta el día de hoy. En cambio, la
episteme para los sofistas tenía un carácter especializado, era un saber que
penetraba hasta las causas y fundamentos de las cosas. El significado de
episteme ha variado a lo largo de los siglos, pero su vieja aspiración de
alcanzar un conocimiento cierto, verdaderamente explicativo, bien fundamentado,
organizado sistemáticamente y, a ser posible, riguroso y exacto, siguen vivos
en las ciencias y la filosofía posmoderna de nuestros días.
Para Aristóteles el conocimiento teórico persigue la
verdad con independencia de su aplicación práctica, se basa exclusivamente en
la especulación y en el razonamiento abstracto, instaura un saber general y
universal que no está condicionado por las circunstancias y culmina en la
contemplación gnóstica que se satisface idealmente en el "pensamiento que
se piensa a sí mismo", cuyo paradigma es Dios entendido como motor inmóvil
o reflexión que se agota a sí misma. Las virtudes del entendimiento, prosigue
Aristóteles, son la sabiduría, que consiste en la comprensión intelectual de
los principios evidentes, y la ciencia, que se define por el hábito y la
capacidad de sacar conclusiones de acuerdo con las reglas de la lógica.
Es
decir, lo primordial ya no era la relación con la naturaleza de la cual emanaba
el conocimiento sino del ego de cada uno, que dependiendo si era “culto” o no,
estaba en el bien o el mal, en la ignorancia o en la sabiduría. Siendo lo “culto”
todo lo opuesto a la naturaleza instintiva y sensible, es decir, solo la razón
y las ideas eran las válidas. A partir de aquí cada cual soltará sus Ideas y se
transformará en Filósofo. Su búsqueda está en la mente y no en la interrelación
con su naturaleza interior o la naturaleza extra-humana como había sucedido
desde siempre y por millones de años. El conocimiento no es fruto de la
compenetración con su medio sino con su ego “cultivado”, el cual en estos 2500
años ha soltado cantidad de Ideas, que han tenido una vigencia corta para ser
desechadas y reemplazadas por una nueva, sin que esto pare hasta el día de hoy.
Es la dictadura de las Ideas en oposición a todo lo irracional que representan
las diosas, la mujer, la naturaleza, el cuerpo, la sexualidad, la sensibilidad,
el arte, el sentimiento, etc. El hombre auténtico será, para Platón,
aquel que consiga vincularse a las ideas a través del conocimiento, acto
intelectual -y no de los sentidos- consistente en que el alma recuerde el mundo
de las ideas del cual procede.
La cultura como “Cultura de la Tierra” al día de hoy
solo ha guardado el nombre pero el significado es ahora totalmente opuesto a lo
que fue originalmente, por lo que no cabe seguir llamando a todo esto cultura
sino civilización o tecnoformismo o estereotipo o hasta “civilización del
espectáculo” como dice Mario Vargas Llosa. Aunque para él, cultura es el arte
purista pero para el vitalismo la cultura es una forma de estar en la vida, es
una actitud y posición frente a la vida, es un conjunto de formas, nociones y
paradigmas que orientan la vida dentro de un acto recreativo o de crianza de la
vida. El arte no es igual a cultura, la cultura es mucho más que arte, es un
sistema de vida, es una forma de relación y de convivencia humana y
extra-humana. Esto quiere decir que la cultura fue desapareciendo
paulatinamente desde hace 2500 años en occidente hasta su desaparición en el
romanticismo del siglo XVII y finalmente en la Ilustración en el siglo
siguiente. Incluso en el arte fue desapareciendo la cultura como tal, en que ha
terminado como “arte por el arte”, cuya expresión más clara es el hedonismo artístico hasta su máxima manifestación
actual que es el esteticismo, todo lo cual es arte civilizatorio pero que ya no
tiene nada de cultura y es más bien: no-cultura (unkultur).
LAS CULTURAS SOBREVIVIENTES
El
exceso de población, los disturbios y los intereses comerciales de las polis
hicieron que a partir del año 750 a. C., desde Grecia se iniciara un
proceso de colonización que no ha parado hasta el día de hoy. En un principio
fueron los campesinos de las polis en busca de nuevas tierras para labrar, los
que afrontaron el riesgo. Las ciudades-madre o metrópolis planeaban los
detalles del viaje y equipaban a los colonos, que irían acompañados por un
aristócrata al frente de la empresa. Al llegar, el jefe de la expedición
buscaba un sitio que fuera fácil de defender y repartía las tierras entre los
expedicionarios, en partes iguales. Estos pioneros se convirtieron en
importantes terratenientes, los cuales a su vez serían los padres de los nuevos
ricos de Europa que se fueron heredando las tierras y colonizando nuevos
territorios, bajo el argumento de civilizar y evangelizar al mundo entero.
Los europeos civilizados o domesticados llegan a
Amaruka (América) hace 500 años y se encuentran con pueblos que vivían en un
estado natural y otros en un nivel cultural. Claro, que para los europeos todo
era natural, pero en una forma despectiva y en asocio de salvaje, primitivo,
bárbaro, bestial, etc., y en la que indudablemente mientras más “naturalito”
(forma de calificar) era un pueblo era más atrasado, y los otros pueblos eran
un poco menos atrasados, pero todos eran atrasados. El “buen salvaje” no solo
que no tenía cultura sino que no tenía alma y estaba en un estado salvaje, y
aquellos que tenían un conocimiento arquitectónico y agrícola simplemente eran
pueblos bárbaros, siguiendo la misma lógica que aplicaban a su propio proceso
(salvaje, bárbaro, civilización). Solo después de casi 400 años a algunos pueblos
se les considera como culturas, pues a otros pueblos los antropólogos les
siguen llamando sociedades primitivas.
Y últimamente con el relativismo cultural se habla de
civilizaciones a ciertas sociedades, pero no se dan cuenta que no están
haciendo ningún favor en calificar a algunos de culturas y a otros de
civilizaciones, en el sentido de darles mejores atributos o consideraciones,
cuando históricamente el acto de civilizamiento es un acto antihumano y
contranatural. Por lo que rechazamos que se califique de civilizaciones a
nuestros pueblos, eso es más bien para nosotros una degradación que un
atributo. Los pueblos andinos (tawantisuyanos) y de Amaruka en general eran y
son pueblos de la “cultura de la vida” totalmente diferentes a la “civilización
de la muerte”. Si bien han logrado civilizar, evangelizar, catequizar a algunos
pueblos, todavía sobreviven algunas culturas en ciertas comunidades, y más que
todo sobreviven los pueblos natura en ciertos grupos tribales “no contactados”,
que son el único referente que queda de una vida en armonía con la naturaleza.
Irónica y paradójicamente algunos civilizados europeos, cansados de tanta
domesticación, están yendo en búsqueda de los pueblos culturales y naturales
para aprender de ellos. Incluso en EEUU y Europa ya hay algunos grupos que
viven así, y están regresando a formas de vida armónicas, y su referente y
ejemplo son los pueblos “salvajes” que afortunadamente todavía sobreviven en
algunos lugares de la Madre Tierra y a diferentes niveles. ¿Ese será el futuro
de la humanidad?
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