sábado, 28 de abril de 2012

VIVIR BIEN, NO VIVIR MEJOR

Josef Estermann
 
Desde hace una década, el discurso sobre el “Vivir Bien” ha empezado a suscitar publicidad creciente en varios países del ámbito andino de Abya Yala (o “Amaruka”, como prefiere el autor denominar el continente), tanto en círculos intelectuales como en el campo político. Una muestra visible de ello es su incorporación en las nuevas constituciones políticas del Ecuador y de Bolivia. Las marcadas diferencias en la dicción –“Vivir Bien”; “Buen Vivir”; Suma qamaña; Allin kawsay; Sumakawsay; etc.– indican ya que el asunto es controversial y lejos de homogéneo. No es casual que este discurso ha adquirido notoriedad en los últimos años, si tomamos en cuenta la coyuntura a nivel mundial. Estamos presenciando la sucesión y simultaneidad cada vez más acelerada de unas crisis ocasionadas por el modelo dominante de civilización, economía y de valores, promovido y globalizado con un fervor misionero por Occidente desde la época post-guerra europea (años sesenta del siglo XX). Y tampoco es casual que muchos/as intelectuales europeos/as recurren en su desesperación epistemológica y axiológica a este mismo discurso de la “Buena Vida” aristotélica, que, a mayor escrutinio, no es en absoluto el mismo discurso.
 A pesar de la novedad y frescura de este discurso desde los Andes, reina una confusión casi babilónica acerca del “Vivir Bien”, fuera éste paradigma, modelo, alternativa, cultura o más bien una nueva teoría económica. Atawallpa Oviedo tiene el mérito indiscutible de haber asumido el reto de desenredar este discurso inflacionario y de diferenciar entre diferentes modelos y teorías que no siempre concuerdan con las mismas bases filosóficas y sapienciales de las culturas andinas. Lo que se predica bajo la etiqueta de “lo andino” –inclusive en las mencionadas constituciones políticas– no siempre lo es, y muchas veces resulta ser una tergiversación posmoderna, transmoderna o bucólica de lo andino. Diferentes conflictos políticos y sociales han hecho manifiestas últimamente esta heterogeneidad y hasta incompatibilidad de las distintas acepciones manejadas por los movimientos sociales, sectores estatales, ONGs, intelectuales y personas “desilusionadas” (el movimiento de los llamados “indignados” en Europa y EE.UU.). El más destacado es el conflicto por el TIPNIS (Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure) en Bolivia, que sirve prácticamente de sismografía para determinar las “placas tectónicas” que separan una que otra concepción de lo que es o debe ser el “Vivir Bien”.
 Una de las grandes falencias en el debate por el “Vivir Bien”, es la falta de profundidad filosófica y espiritual, debido a la presión (de índole occidental) de llegar lo más rápido y eficiente posible a indicadores, medidas de efectividad, proyectos de “desarrollo” y un plan económico integral. Ésta es una de las lecciones que se puede sacar de un primer Diplomado sobre el tema “Nuevas visiones de desarrollo y el Vivir Bien”, organizado y realizado por el ISEAT (Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología) en La Paz-Bolivia. Atawallpa Oviedo es muy tajante al respecto: hablar del “Vivir Bien” –él mismo usa consecuentemente el término kichwa sumaKawsay– no es posible sin hablar de una crítica radical y completa de un cierto modelo civilizatorio. Aplicar el “Vivir Bien” sin mayores profundizaciones epistemológicas y filosóficas a gestiones públicas, planes económicos y modelos de desarrollo, resulta ser un maquillaje “exótico” y “espiritual” al modelo civilizatorio dominante, una cooptación y una nueva forma de “colonialismo” por parte del capitalismo neoliberal vigente.
 Por tanto, Atawallpa Oviedo se distancia en la presente obra de cualquier intento de “integrar” la figura andina del sumaKawsay a una concepción clásica o vertiente posmoderna del modelo civilizatorio occidental. Para tal fin, despliega toda una serie de neologismos (“cosmocimiento”; “cosmociencia”; etc.), para marcar la “rupturidad” fundamental entre los modelos que se basan en la preeminencia de lo “civilizatorio” (que tiene que ver con la “ciudad” y el o la “ciudadano/a”), por un lado, y los modelos que se basan en lo “cultural” (que se remonta al “cultivo” de la pachamama), por otro lado. Según Atawallpa Oviedo, el paradigma del “desarrollo” es la última manifestación de una historia de más de 4000 años, determinada por una concepción linear y mesiánica del tiempo (tradición semita), el creciente patriarcalismo y la desacralización de la “naturaleza” en sus diferentes formas: mujer, materia, biósfera, sexualidad, corporeidad y ritualidad.
 Esto quiere decir que el ideal ancestral del “Vivir Bien” –porque no se trata de algo nuevo ni de un invento de algunos/as intelectuales– se opone radicalmente a cualquier ideal o modelo de “desarrollo”, como si el cosmos y el mundo natural requerirían de una mejora de su constitución. Atawallpa Oviedo habla más bien de un “equilibrio dinámico”, una “armonía en reciprocidad” o de un “estar convivencial” como características del sumaKawsay. Y éste se distancia tanto del ideal del “desarrollismo” económico aún vigente, como también del ideal hedonista de la “buena vida” posmoderna. El sumaKawsay es, en lo más hondo de sus raíces, una espiritualidad y un modo de convivencia cósmica, y no un modelo económico, ni político y social. Pretende superar tanto el andro- como el antropocentrismo, para insertarse en lo que sería un bio-cosmocentrismo holístico y relacional.
 Atawallpa Oviedo prefiere hablar de una “conciencia” y no de un “paradigma” o una concepción filosófica y espiritual. Para no confundirlo con un tipo de filosofía idealista o un ejercicio esotérico, habla de “corazonar” más que de “reflexionar”. Todos estos intentos de recrear el lenguaje que siempre está contaminado y conlleva valores y cosmovisiones, demuestran el gran dilema: o bien expresarse en una terminología más o menos establecida en el mundo académico (occidental), con la consecuencia de “traicionar” el tesoro sapiencial de lo propio (que, en el fondo, es incomunicable), o más bien optar por una forma hermética e inconmensurable de expresarse, con la consecuencia de la más radical incomunicabilidad y el repliegue al esoterismo. Es el dilema de cualquier intelectual indígena que pretende decir algo más que sólo una constatación intra-cultural y que entra al diálogo o polílogo inter-cultural.
 Creo que la intención del autor va –como sugiere el sub-título de la obra (“Una propuesta para los ‘indignados’ y demás desencantados de todo el mundo”)– más allá de una simple recuperación de un modo de vida ancestral y de un “corazonamiento” indígena. Se trata de una “alter-nativa” a la modernidad occidental y su “civilización” del desarrollo, de la ilusión del crecimiento ilimitado y del conflicto irreconciliable entre ser humano y naturaleza. El “Vivir Bien” se distingue radicalmente de este paradigma del “vivir mejor”, porque en un mundo finito y orgánico, cada “mejora” de una parte conlleva el empeoramiento de otra parte, tal como se puede apreciar hoy en día. Por lo tanto, no es oportuno hablar de un mundo “desarrollado” y otro mundo “subdesarrollado”, ni mucho menos de “primer”, “tercer” o hasta “cuarto” mundo.
 Para Atawallpa Oviedo es justamente el “mundo subdesarrollado” aquél que ha conservado aún los tesoros del sumaKawsay, de una vida en armonía y equilibrio, en complementariedad y reciprocidad. Este mundo predominantemente indígena y no “civilizado” por las supuestas bondades de la modernidad occidental y la globalización posmoderna capitalista, este mundo ofrece en el ideal del “Vivir Bien” andino, amazónico, mapuche, guaraní o indígena en general, una alternativa a profundizar y pensar para una convivencia más allá de un ecologicismo antropocéntrico.
 La obra de Atawallpa Oviedo –un gran chamán y líder espiritual del Ecuador– representa un desafío para todas las personas que buscan nuevos caminos, para gente de la vida política y los movimientos sociales que piensan y sienten en dimensiones cósmicas y espirituales. Con la presente edición boliviana, el debate sobre el “Vivir Bien” tendrá nuevos ingredientes, sobre todo una reflexión espiritual y filosófica que busca un fundamento más allá de una instrumentalización fácil (el “buen vivir” light). También provocará disenso, resistencia, irritación y contestación, pero es la mejor forma como para llegar a un verdadero t’inku de cosmo-espiritualidades y cosmo-conciencias.
Josef Estermann

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