UN PAIS MOLDEADO POR EL EGO DE UN PRESIDENTE
A los 27 días de iniciado el gobierno de Rafael Correa,
emitió un decreto por el cual ordenaba que todos los presidentes a partir de él
no debían quedarse con la banda presidencial sino que tenían devolverla para
que sea utilizada por los presidentes subsiguientes, pues “constituye una forma
de presentación de la Bandera Nacional del Ecuador y es el emblema del Poder
Ejecutivo” y de que “no se deberá elaborar una nueva banda presidencial para
los ulteriores presidentes”. Esto, en lo simbólico representaba la capacidad de
un individuo para no aferrarse al poder y de entender que la democracia es la alternabilidad,
como asimismo, que las personas son pasajeras en las funciones y que lo que
quedaba son los imaginarios que se formen por la labor realizada.
Pero este simbolismo que venía del recién posesionado como
presidente y de su capacidad de soltarse del poder, se vio cambiado a los 21
días de terminación de su gobierno por un nuevo decreto en el que deroga el
anterior, lo que nos una clara dimensión –entre otras- de lo que sucedió en
estos 10 años de correismo. Además, deja haciéndose un museo con el cual quiere
perennizarse de alguna forma en el poder, pues lo que más le preocupa es cómo
le calificará la historia. Para ello, buscará que sus adláteres le rindan
honores de gran estadista. En definitiva, todo esto no hace más que confirmar
el carácter y distintivo de él, y de lo que fue su gobierno: “el poder del
egocentrismo”.
Aquel joven Presidente que llegó despojado del poder y con
el ímpetu de guiar grandes cambios duró muy poco, pues al poco tiempo ya no era
quien luchaba contra el poder sino que se convirtió en el poder, era el poder
en sí mismo, y lo defendía a muerte con quien osara enfrentar su poder. Ahí, ya
se acabó el revolucionario que aparentaba ser y salió el verdadero: el caudillo
del siglo XXI. Alguien que se reclama de Izquierda lucha contra el poder
personal, estando fuera y al interior de él, pues sabe que el poder le
pertenece al pueblo y se esfuerza por ampliarlo para que sea él quien tome
directamente las decisiones sobre su destino. Pero sucedió todo lo contrario,
se envaneció con el poder hasta llegar a creerse que “ya no era él sino todo un
pueblo”.
En uno de sus últimos enlaces semanales señaló de que se le
hacía un nudo en la garganta porque ya no podría seguir sirviendo al pueblo.
Esto bien leído quiere decir, que se le hacía nudo en su poder porque ya no
podrá servirse de él. Frase ésta que no hace más que confirmar su egolatría
reinante, por lo que fue frecuentemente criticado (“el excelentísimo”). De ahí
que intentaba convencer a todos y repetía la frase de que “tengan la seguridad
que mi tesoro no es el poder, sino el servicio, servir a mi pueblo, sobre todo”.
Siendo ese ahora su mayor problema, de que ya no tiene el tesoro de servirse
del poder para servir a su ego. Por cierto, las sabatinas se organizaban de
acuerdo a cómo había sido herido su ego durante la semana: lo que se había dicho
de él, lo que se había criticado de él, lo que se habían olvidado u omitido de
decir sobre él. Todo alrededor de él.
Su ambición por el poder le llevó a luchar denodadamente por
concentrar todos los poderes del Estado en
él, logrando aupar a todas las funciones del Estado bajo su mandato. Tanto es
así, que cuando había alguna función del Estado o existía un personaje que no
comulgaba con su autoridad, solía decir “tenemos todavía un infiltrado”, lo
cual significaba que había que hacer todo lo necesario para sacarle y poner uno
obediente a él. La potestad que debían ofrecerle tenía que ser incondicional,
por lo que se rodeó solo de gente sumisa que estaba lista para cumplir sus
deseos, sin que nadie le contradiga pues él era el pueblo y sabía lo que éste
necesitaba.
Para Correa era un absurdo el principio indígena de “mandar
obedeciendo”, pues entendía el poder como un “mandar mandando”, en la que todos
debían hacer lo que manda su investidura. Por ejemplo, anotemos uno de los
últimos episodios y que fue una constante durante su gobierno: Ventanas, es una
pequeña población costera a la que Correa asistió a inaugurar un hospital, pero
fue recibido entre gritos por la falta de medicinas en el Hospital. La gente
enardecida gritaba "queremos medicinas"; ante lo cual tomó un
megáfono y desde un auto les dijo enfurecido que el Hospital "está
viejito" y de que no se podía hacer todo nuevo, pero que el personal
estaba completo, la farmacia equipada y el quirófano repotenciado. La gente
comenzó a gritar "¡Mentira!", lo que enfureció más a Correa y amenazó
con cerrar el hospital: "bueno compañeros, qué pena, es todo lo que les
puedo ofrecer, si es tan malo lo cerramos, me avisan, me avisan para
cerrarlo". A los pocos días en su enlace semanal, pidió a sus
simpatizantes que reaccionen si existen reclamos al mandatario cuando realiza
visitas en las distintas localidades del país. Haciendo otra furibunda
advertencia: "a reaccionar, pueblo ecuatoriano, o tendré que dejar de
hacer visitas en territorios. O controlan a estos majaderos o los controlo yo;
y se va a armar la grande ahí, porque yo me haré respetar", sentenció, y
obviamente sin dejar de culpar a la oposición de todos los reclamos que le
podían hacer: "son infiltrados de la oposición".
Como vemos, la no entrega de la banda presidencial demuestra
esa fusión con el poder, de cómo quiere seguir siendo poder, de que no puede
vivir sin el poder. Se le notó claramente en sus últimos días, de cómo estaba
sufriendo porque se le escapaba el poder, porque ya no podía seguir haciendo lo
que le dictaba su ego, de que ya no podía seguir diciendo: “mientras yo sea
presidente se hará lo que el pueblo decida”, es decir, él. Ese egocentrismo potencializado
al máximo le llevó a minimizar a autoridades de altos organismos, embajadores,
personalidades, artistas, etc., de quienes se refería como “embajadorcillos”, “representantillos”,
etc. El único dueño de la verdad era él, porque él era el poder, y el poder estaba
en su designio. De ahí, que Moreno ahora habla de diálogo y concertación.
El “nuevo” Ecuador, su partido político, los triunfos electorales
de Alianza País, etc., se lo debían a él, si no fuera por él no habría el gran
y poderoso partido, ni las autoridades elegidas hubieran ganado. Todos los
logros le pertenecen a él, a nadie más. Sin él no habría nada y no habría
cambiado el Ecuador, según su discurso maquiavélico.
De esta manera, Correa ha pasado a formar parte de la lista
de aquellos presidentes autócratas y tiránicos que desterraron y/o
resquebrajaron, directa e indirectamente, a muchos intelectuales, periodistas,
académicos, políticos, etc., que fueron perseguidos por su poder, por haberse
atrevido a cuestionar y desafiar su poder. Muchos han pasado a engrosar la
lista de personajes -como Juan Montalvo- que tuvieron que huir del poder. Pero
no solo se enfrentó a personas de ciertas condiciones intelectuales –por decir
de alguna manera- sino que lo hizo directa y personalmente hasta con
adolescentes, viejos, mujeres, discapacitados, indígenas, sacerdotes, y todos
quienes no tenían ningún poder especial sino tan solo el de su dignidad y
rebeldía.
El poder de confrontación se volvió en él un “reflejo
condicionado”, como lo dijo su propio compañero y ahora presidente Lenin Moreno,
de que una persona cuando ya no puede dejar un tipo de comportamiento es porque
ya lo ha vuelto algo intrínseco o inmanente. Es decir, ya no es el mismo sino
que ha pasado a ser la confrontación, por lo que éste se vuelve su signo y
estilo de vida. Moreno lo conoce bien y sabe de lo que está hablando, siendo el
único en su Partido -que dada su nueva condición- se pudo atrever a decir algo
así. Seguramente no lo dice por afectarle sino para hacerle reflexionar y
ayudarle de esa manera, pero Correa debe haberlo sentido como una traición y
habrá hecho los “ajustes” necesarios, pues Moreno salió luego a decir que la
confrontación fue necesaria en una época porque así lo demandaba las
circunstancias del momento.
Le duele tanto dejar el poder, que en sus últimos días de
gobierno se quejaba de que los mandos medios ya no le hacían caso porque sabían
que ya se iba. En estas palabras refleja su ambición y codicia por el poder, y
que se ejemplifica en su retractación a dejar la banda presidencial y en darse
un año prorrogables de custodia por las fuerzas públicas para toda su familia
en cualquier parte del mundo, obviamente con plata del pueblo ecuatoriano. Seguramente
así sentirá de alguna manera cerca del poder y podrá mandar por un tiempo en la
soledad del poder que le va acompañar.
Le vienen tiempos duros a un personaje de “reflejo
condicionado”, que ya no tendrá todo un país a su servicio. Sabe muy bien que
hay un inmenso pueblo que lo rechaza y hasta le aborrece. Muchos votaron contra
Lasso y no a favor de Moreno, porque si hubiera habido otro contrincante seguro
habría perdido. Su base segura es el 30% y de Moreno un 10%, pero el 60% está
en su contra y por ello ganó con las justas en la segunda vuelta.
Su egocentrismo se reflejó en sus “obras emblemáticas”, pues
así concebía el poder y lo que éste debía hacer. Sus obras elefantiásicas dan
testimonio de sus concepciones y de sus prioridades. Tal como otros poderosos
en la historia mundial, que magnificaron su poder construyendo grandes obras
arquitectónicas. Una mentalidad así, ve la vida como grandes elefantes y hace
obras en la dimensión de su ego. Un presidente sabio y humilde, no hubiera
cerrado 18.000 escuelas comunitarias para construir 70 elefantes blancos sino
que habría destinado esos recursos para potencializar a esas escuelas alter-nativas.
No habría destinado 250 millones de dólares y 300.000 dólares mensuales para la
mantención de un inmenso edificio para la burocracia -a más de estéticamente
horripilante y mal construido- sino que los habría destinado a seguir
inyectando recursos para cambiar la matriz productiva que habría empezado hace
10 años. No habría destinado 40 millones para construir un esperpéntico
edificio de la UNASUR y un parque aledaño de 4 millones, sino que los habría
utilizado para hacer una revolución agraria. Esto para dar unos últimos
ejemplos de su gestión y de las dimensiones del ego.
Claro que algunas de las obras que ha realizado eran
necesarias, pero primero es lo primero, o, acaso ahora la gente va a comer sus
lindas carreteras, hidroeléctricas, aereopuertos, edificios. Carreteras del
primer y segundo mundo, mientras los caminos aledaños siguen siendo del tercer
y cuarto mundo. Otro presidente las habría hecho equitativamente, para que
hayan caminos decentes para todos y no para unos cuantos privilegiados que
pueden usarlas, y que más que todo les sirven para hacer sus grandes negocios.
Se jacta de su supuesto gran logro económico, pero sus
vecinos de Perú y Colombia con gobiernos abiertamente liberales han disminuido más
la pobreza que el gobierno de izquierda de Rafael Correa, y crecerán el triple
en este año. Correa se ha quedado aplazado en comparación con sus vecinos, en
casi todo han sido mejores o iguales. Siendo esta la prueba de que no hubo
ninguna revolución sino una modernización del capitalismo, de que no se alteró
al sistema de acumulación del capital sino que más bien se lo fortaleció. Tal
como lo dijo el mismo en el enlace 431: “Nunca antes los empresarios han ganado
tanto como en este gobierno”. La “década ganada” fue principalmente para ellos
y para los “nuevos ricos” que se adjudicaron sus contratos y sobreprecios.
Cuántos recursos manejo este gobierno en estos 10 años? Según
el gobierno 190 mil millones, según la oposición más de 500 mil millones, sea
cual sea la cantidad, un dinero que jamás lo tuvo gobierno alguno. A dónde
fueron a parar todos estos recursos. A muchos empresarios nacionales y
transnacionales que hicieron las “obras emblemáticas”. Muchas de las cuales
ahora son inservibles o inútiles o subutilizados como la refinería del Aromo o
los aeropuertos. Y la otra parte a aumentar la dependencia de los pobres, a
través del bono y de los servicios de salud y educación. Otro presidente, se
habría dedicado a cambiar las relaciones de acumulación para que el pueblo
tenga los recursos para darse su propia educación y salud, y no tenga que
esperar la caridad del Estado ni de nadie. Hoy tiene más centros pero tiene que
seguir humillándose al levantarse enfermo a la madrugada para coger el turno,
pero, si así no tuviera que hacerlo la mayor humillación es seguir siendo
dependiente. Esa es la mayor pobreza, que la Izquierda paternalista no acaba de
entender que el cambio y el “poder popular” solo será posible cuando no dependa
ni de lo privado ni lo estatal sino de sí mismo en forma comunitaria. Lo que ha
hecho este gobierno egocéntrico es ampliar la dependencia para que hayan más
esclavos que estén extendiendo la mano. Correa habrá disminuido la pobreza y
extrema-pobreza, pero ha aumentado considerablemente la dependencia con un
pueblo que no puede valerse por sí mismo sino que depende de las burocracias.
Todo esto obedece a su visión emblematista, que cree que se
transforma algo haciendo grandes elefantes a los que acuden siervos pidiendo
una dádiva. Que diferente hubiera sido que se motive y apoye la construcción de
miles de centros comunitarios de producción en las que el pueblo organizado sea
su propio dueño y pueda darse su propia educación y salud, eso sería realmente
revolucionario. Con unos pocos hospitales del Estado para casos graves y costosos,
pero la mayoría creado por el pueblo para que sea el autor y actor de sus
transformaciones. Y así en todos los ámbitos productivos y sociales, para que
realmente el “poder social” esté en el pueblo y no en la majestad de un solo
individuo.
Que placer habrá sentido de decir: hágase esto, créese
aquello, muévase acá, termínese eso; pero lo que jamás disfruto fue decir:
entrego esto a las comunidades organizadas para que se hagan cargo de esto,
entrego este poder a la sociedad civil para que tomen las decisiones que todos
quieran. Por el contrario, piramidalizó todo en su ego, él estaba solitario en
la punta de la pirámide y todo el país en los escaños inferiores. Pero ahora
resulta que ya no está en la cúspide máxima y a pesar de que seguirá arriba, va
a seguir intentando mandar o influenciar a través de distintos personajes, para
que en última instancia se sigan haciendo sus caprichos. Siendo eso es lo que
vamos a ver, si Moreno puede poner su impronta o si Correa seguirá en el poder
a pesar de todo.