domingo, 19 de marzo de 2017

EL “IZQUIERDISTA” LASSO y EL “DERECHISTA” MORENO


EL DRAMA EXISTENCIAL DE LAS IZQUIERDAS

Los movimientos sociales por 100 años han luchado en el Ecuador por tener sus propias organizaciones e ir conquistando algunos espacios a la “derecha”. Organizaciones que tienen un recorrido que refleja la lucha social de los pueblos, que con aciertos y equivocaciones son parte de la historia popular.
Así se desenvolvían e iban creciendo día a día, alcanzando paulatinamente mayor presencia e incidencia en la vida política, hasta que el “izquierdista” de Rafael Correa les comenzó a perseguir, criminalizar y extinguir. El correismo lo tomó como algo prioritario el ataque a los movimientos populares, dedicando sus 10 años en el poder a acabar con la izquierda histórica. No así con la derecha, que siguió rebosante y que más bien veía de lejos y se complacía de que le den haciendo el trabajo que ellos no lo habían podido hacer en toda la vida política. De ahí, que hoy están más fuertes y listos para recuperar el timón.
La “izquierda tradicional” que le puso en el poder a Rafael Correa, al poco tiempo recibió el desprecio y el rechazo del “verdadero revolucionario”; como ya en una anterior ocasión lo hiciera el “izquierdista” de Lucio Gutiérrez. Por dos ocasiones las izquierdas han sido traicionadas por dos presidentes que se decían sus compañeros de lucha y a quienes ayudaron a poner en el sitial mayor de la política. Traicionados por quienes se decían de izquierda, y no por la derecha que siempre se les presentó distante y recelosa.
Movimientos populares que lucharon tantos años por abrir los caminos, que creyeron haber llegado al poder con la “revolución ciudadana” y que pensaron que era su oportunidad de erigirse como los conductores de grandes transformaciones sociales, pasaron de la noche a la mañana al último lugar y a ser los más maltratados y atacados por el gobierno “revolucionario”. Irónicamente, ni Gutiérrez ni la derecha les había hecho tanto daño como el “izquierdista” de Rafael Correa. Todos los gobiernos les habían atacado, pero ni siquiera el gobierno más duro del derechista de Febres Cordero llegó al nivel del “izquierdista” de Correa, pues si bien también les reprimió fuerte no llegó al extremo de acabar legalmente con algunas de sus organizaciones y con una serie de derechos conquistados con mucho esfuerzo. Eso quedará para la historia política del Ecuador.
A pesar de esta realidad, hay quienes les piden que voten por el correismo bajo el falaz argumento de que son de “izquierda”. Los movimientos sociales han recibido en carne propia el castigo y les critican de que no ponen la otra mejilla para seguir recibiendo más ataques. Son gente que se dicen de izquierda, pero son una izquierda cómoda y pasiva que mira de lejos y que no sabe lo que es recibir los golpes del “revolucionario”.
Empero, el “derechista” Lasso ha señalado de que les va a devolver la personería jurídica, el fondo de cesantía, indultar a todos sus presos políticos, retornar el 40% de las aportaciones al seguro social, eliminar el decreto 16 que limitan su organización, recuperar para la sociedad civil -en particular a las comunidades indígenas- las consultas previas vinculantes para la explotación petrolera o minera, respetar sus bienes y patrimonios, permitir que las ONGs sigan funcionando sin limitaciones para operar, aceptar la entrada al país de Manuela Picq esposa del presiente de la Ecuarunari, no subir el precio de gas y mantener la gratuidad de la educación y de la salud, etc.
Es decir, nos encontramos ahora, en que paradójicamente el candidato de la “derecha” le promete a la “izquierda histórica” devolverle su espacio para que puedan seguir funcionando a como lo venían haciendo hasta antes de que el gobierno de “revolucionario” les cortará sus alas. No sabemos si lo cumplirá o no, como tampoco sabemos si el gobierno de “izquierda” de Moreno cumplirá sus promesas, pues si en 10 años y con una gran bonanza económica no lo hicieron, por qué se pude creer que lo van a cumplir ahora y encima con un país en crisis.
Sin embargo, lo más probable y lógico es que Lasso lo cumpla, pues no querrá tener a una asamblea de mayoría correista encima, sino que necesitará que le ayuden a hacer contrapeso para intentar equilibrar la balanza. No querrá a millones de correistas y de izquierdas en su contra, sino que buscará o se verá obligado a hacer un gobierno moderado dadas las circunstancias políticas y por la situación económica crítica que deja en herencia el correismo. Ante ello, los correistas asustan con lo sucedido con Macri (Argentina), pero por qué no lo hacen con Kuzynsky (Perú) o Santos (Colombia).
En todo caso, el objetivo de este texto no es reflexionar si Guillermo Lasso va a conseguir crear 1 millón de empleos en 4 años, o si Lenin Moreno va a crear 250.000 empleos por cada año en sus 4 años de mandato. No estamos para ver quien ofrece más y quien cumplirá menos, sino para reflexionar sobre la práctica política y sus definiciones, para ver si hay congruencia entre la retórica y la acción. Si las palabras: “izquierda”, “revolución”, “cambio”, “socialismo”, siguen siendo lo que históricamente han representado o si han sido folclorizadas, vaciadas, domesticadas, prostituidas. Si la “izquierda” como teoría social se ancla en su esencia, o si hoy a pretexto de “izquierda nueva” o “izquierda moderna” se ha renunciado al cambio estructural para simplemente reformar el capitalismo. Si del socialismo esquemático y burocrático del siglo 20, hemos pasado al socialismo modernizante del capitalismo e impulsor del estado desarrollista del siglo 21. Si los socialistas del siglo 20 que planteaban la expropiación de los medios de producción y otras medidas estructurales para acabar con el capitalismo, ahora los socialistas del siglo 21 proponen desarrollar el capitalismo nacional y realizar una serie de reformas para avanzar de reforma en reforma a la construcción del socialismo. Si el socialismo del siglo 20 fracasó por múltiples errores, el socialismo del siglo 21 ha vuelto a fracasar repitiendo algunos errores y añadiendo otros, lo que significa que no han aprendido en 100 años y que se siguen dando con la misma piedra.
Cuando éste debería ser el debate y el análisis por la izquierda, los intelectuales y la academia; nos encontramos en que se encuentran enfrascados en definir si es mejor el neo-desarrollismo y el neo-institucionalismo de derecha o el propuesto por la “izquierda nueva”. Y no saben, si el correismo es realmente de izquierda o de derecha, o nos encontramos ante dos tipos de derechas. Han caído en la trampa de la posmodernidad, en la que ya no se discute la esencia política de derecha e izquierda o de capitalismo y socialismo, sino cuál de las dos es más privatista o estatista, más liberal o conservadora, más machista o sumisa, más mercantil o pública. Es decir, solo viendo las externalidades o las envolturas para no ver el verdadero condumio que les sustenta.
En términos marxistas, lo que estamos viviendo es la disputa entre la burguesía y la pequeño-burguesía, a la cual ellos lo han traducido entre derecha e izquierda, y en la que muchos han caído en esta trampa. Un conflicto entre las distintas burguesías y ante ello los intelectuales de izquierda están en el drama de si votar nulo o por la pequeño-burguesía. Ese es el nivel de una gran parte de la intelectualidad, en que están preocupados por ver cuál es el burgués “menos malo”.
Reto a los izquierdistas, a los intelectuales, a los académicos que me digan UNA SOLA práctica de izquierda del correismo. Una experiencia de izquierda que no haga la socialdemocracia o la derecha moderada en el mundo y que la haya hecho el “revolucionario” de Correa. O, acaso ya no hay gran diferencia entre la izquierda y la derecha, o simplemente ambos hacen lo mismo pero se diferencian en lo que dicen que harán con los recursos económicos, como por ejemplo con el extractivismo. ¿A eso hemos llegado? A diferencias formales entre izquierda y derecha, en que ya no hay la demarcación clara y profunda como había en el siglo 20 entre socialismo y capitalismo.
La izquierda, la derecha, el banco mundial, el FMI, la ONU, etc. promueven la reducción de la pobreza, la disminución de la brecha entre ricos y pobres. Acaso, todos se volvieron de izquierda, o es que a la derecha y a demás organismos les interesa que haya más mano de obra calificada y mayores consumidores. Luchar por la disminución de la pobreza y no eliminar las causas que la originan, es ser cómplice y encubridor de mantener el status quo, antes que un revolucionario que busca transformarlo todo. Buscar tan solo pasar de la extrema-pobreza a la pobreza, o de la pobreza a la clase-media, es tan solo afianzar el capitalismo para que éste se vuelva más dinámico y haya más ganancias para los grupos monopólicos. ¿En esto ha terminado la izquierda?
La “nueva izquierda” se pelea con la derecha por quien da un poco más el “bono de la miseria”. La distribución y la redistribución no es la capacidad del pueblo para generarse su propia subsistencia, sino la de recibir la caridad del papá-Estado. Es acentuar y aumentar la gratuidad de la salud y de la educación, y no la búsqueda de su disminución para que la población pueda proveerse en forma autosuficiente y autogestionaria su medicina y su enseñanza. Es decir, amplificar el estado paternalista que otorga más servicios y con ello volverles mendigos toda su vida, para que así jamás lleguen a construir sus propias producciones cooperativas y comunitarias con las cuales puedan resolver su vida.
La izquierda solo ve lo estatal y lo privado, lo público y lo particular; pero lo común, lo comunal, lo cooperativo, lo asociativo, en síntesis, lo aldeista o aldeano, son tan solo relleno. Cuando lo fundamental, es el poder de lo colectivo o grupal sobre lo individual: privado o estatal. El “poder político” no está en el estadocentrismo sino en las formas de vida social y productiva de tipo comunal o mutual. El “poder popular” no está en el partido revolucionario o en el buró de iluminados, sino en la organización económica colectiva que le hace competencia a la economía privada. No es la diferencia entre la esfera privada y la esfera pública, sino entre la propiedad privada y la propiedad comunal. El Estado solo debe ser instrumento para organizar y apoyar al pueblo en la generación de sus propias formas de trabajo y de dirección autónoma.
La “nueva izquierda” hoy solo se preocupa porque el pueblo mejore sus condiciones dentro del capitalismo, y sueñan en que ojalá las generaciones futuras puedan algún día construir el socialismo. Han renunciado a construir otro sistema y lo delegan a un futuro lejano donde estarán las supuestas condiciones para cambiarlo. En eso hemos terminado, de una “izquierda extremista” del siglo 20 a una “izquierda light” del siglo 21. De una izquierda desesperada en la lucha violenta por el socialismo, a una izquierda que hace “living” y “lobby” al capitalismo.
Vivimos los extremos, de quienes dicen que no es posible cambiar o de que hay que avanzar pasito a pasito; y en el otro lado, el de aquellos que siguen todavía creyendo que solo la lucha armada es la única vía. Lo que significa que no se ha aprendido, que de nada ha servido todo lo experienciado y los millones de muertos y sueños perdidos. ¿Será que por ello la izquierda está donde está, o se merece estar ahí?
Seguimos en el eterno debate entre la “toma del poder” y la construcción del “poder social”. Las izquierdas solo apuntan a la “toma del poder” por la vía electoral o la armada, sin embargo, cuando han llegado a sitios de poder local o nacional, a la final no ha pasado nada profundo o estructural. Cuál de ellos, han llegado al poder con una población altamente organizada y consciente. Todos han llegado al poder por alguna figura carismática y cuando han estado ahí se han dedicado básicamente a hacer obritas y no a organizar política y productivamente a la población para ganar espacios dentro del mercado, de la producción, de la propiedad.
Han llegado al Estado y se han creído nuevos monarcas de izquierda, centralizando todo en el gobierno con el argumento de que “ya no son ellos sino que son todo un pueblo”. Eso ha pasado desde Lenin hasta la dinastía Kim (Korea), Castro (Cuba), y a ellos se quiere sumar Evo Morales, como también lo quería Chávez pero la muerte le cortó su sueño, como a Correa su incompetencia. ¿Quienes prefieren Cuba o Venezuela, a Colombia o Perú? ¿Dónde hay más posibilidades de acción para la izquierda?
Han reducido el “poder social” al Estado, centrado en su majestad el “rey revolucionario”. Le han vuelto al Estado y al gobierno en hiperpresidencialista y dicen que eso es ser de “izquierda”. El Estado cada día más obeso y convencen con la propaganda de que eso ser “revolucionario”. El Dios-Estado y su representante en el gobierno, el encargado de guiar y de hacer la revolución para el pueblo. El cual solo debe estar callado y extendiendo la mano para recibir las prebendas o misericordias del emperador de “izquierda”. Nuevas monarquías o burocracias que consideran un sacrilegio entregar el poder a las organizaciones populares o al pueblo organizado productiva y territorialmente, para que sea el autor y actor de sus propias transformaciones, pues, para ello está el estado-todopoderoso en manos de una sola persona y en donde se asienta el “poder popular”.
El “poder social” implica terminar con el estado verticalista, donde unos dirigen y otros ejecutan, en la que unos son los pensadores y otros los trabajadores, para recrear un estado horizontal donde el poder está en las bases y no en la cima. Ello implica crear una democracia directa con un Estado que funciona o está estructurado de abajo hacia arriba, a través de concejos en diferentes niveles, algo parecido a los actuales municipios donde hay un alcalde y los concejales.
El territorio nacional estructurado y organizado desde los cimientos hacia la cúspide, esto es, desde los barrios en las ciudades y las aldeas en el campo, las que se autodirigen o se autogobiernan. Quienes a su vez eligen a su representante para conforman el concejo intermedio conformado por la unión de varios barrios o de comunidades que conforman una parroquia. Los que a su vez eligen a su miembro al concejo cantonal, y éstos al provincial, hasta llegar al nivel regional y nacional.  A cada nivel inmediato superior llegan los que han demostrado su capacidad y honestidad en los anteriores, es decir, son cooptados de un nivel a otro en mérito a su nivel de responsabilidad, y no en base a su talento para hacer el mejor show político o al dinero para contratar al mejor profesional en marketing político.
¿Algo de esto ha hecho el correismo o al menos ha puesto las bases de otro modelo para sustituir el capitalismo, para con ello reconocerle que es alguien de izquierda, o simplemente se ha montado sobre el mismo estado neocolonial y burgués procediendo a modernizarlo y a hacerlo más glotón? ¿Eso es recuperar el Estado? Un Estado con más lindos sillones y cuadros, que dan un mejor servicio pero que mantiene el mismo sistema de dominación. Que le ofrece más camas en los hospitales, pero que no ha promovido un cambio en la forma de vida para enfermarse menos. Que le entrega pupitres de última tecnología a una élite de privilegiados o meritocráticos, pero que su educación sigue siendo memorística, repetitiva, y ante todo desarrollista y productivista. Etc., etc. Es decir, el “revolucionario moderno” se ha vuelto un alcalde nacional que se preocupa de hacer elefantes blancos, y no de cambiar las estructuras sociales que perennizan la exclusión. ¿Eso es ser de izquierda? Si ahora eso es, entonces nosotros somos anti-izquierda.
Evidentemente, somos conscientes que es la derecha-moderna o pequeño-burguesa con una máscara de izquierda, es el lobo con traje de oveja. Muy pocos se han dado cuenta de aquello, pues la gran mayoría se han dejado atrapar por el estado de propaganda de la “izquierda moderna”, y ahora se encuentran conflictuados existencialmente en si votar nulo o votar por la “izquierda” de Moreno que, aunque se han equivocado son de “izquierda”. El ideologismo dogmático en su mayor expresión.
Pero, quién puede ser más peligroso: un derechista que se presenta tal cual es, o uno que se presenta como de “izquierda” cuando su práctica ha sido la de acabar con la izquierda y de reforzar el capitalismo. Un derechista que promete seguir con el capitalismo o un “izquierdista” que quiere subir el bono de la miseria y no poner los cimientos del socialismo y peor del sumak kawsay (buen vivir). Un derechista que resulta ser más democrático que un “izquierdista” autoritario y bipolar. Un derechista que quiere que la izquierda exista dentro de la pluralidad política, o un “izquierdista” que solo les ofrece dialogar más.
Todo esto no significa aplaudir o avalar a las izquierdas opositoras al correismo, pues ellos también son parte de la teoría de la “toma del poder”. El mérito de ellos es haberse dado cuenta quien era verdaderamente Correa, procediendo a desenmascararlo. Pero siguen siendo incapaces de presentar una alternativa, en el fondo son un poco menos estadocentristas e hiperpresidencialistas, y con ello es insuficiente un cambio profundo.  
Entonces, en la política como en cualquier cosa en la vida, lo que importa es su práctica política, no las bellas palabras o las lindas intenciones. Es evidente que la derecha y el eurocentrismo va avanzando y ganado terreno, sus ontologías y epistemologías se van abriendo por todo lado. El asimilacionismo y el integrismo como práctica nueva, que permite incorporar a lo diferente o al adversario a la oficialidad, que ha entendido que así es más fácil ganar adeptos que atacándolos o dominándolos directamente. Han aprendido de los curas y de la religión la práctica sutil de la conversión, para que luego los convertidos se encarguen de buscar nuevos incautos. El conversor de hogaño ya no actúa como el conquistador de antaño, sino simplemente recrea los imaginarios y los presenta como suyos.
Los curas no eliminaron a los templos y dioses indígenas, simplemente superpusieron sus iglesias y les dieron otros nombres a sus dioses, y así los fueron cambiando o convirtiendo. El sincretismo religioso o el mestizaje cultural o el hibridismo político, son las nuevas armas para perpetuarse. La “nueva izquierda” o la “izquierda moderna”, es parte de ello, es la mixtura con ropaje “revolucionario” y cuyo propósito es la inmovilización y el desencanto. En eso se ha convertido la izquierda para el pueblo, en frustración y negación, en esperanza que utiliza lo popular pero que luego termina en populismo.
Esa es la historia de la izquierda mundial, y si la alteridad y la indianidad no son capaces de caminar por sus propios pies terminarán a la cola de la “izquierda moderna”, y con ellos arrasadas o prolongadas la posibilidad de una revolución real y profunda. Ahora, la tarea es debatir qué es ser de izquierda y cuáles son los otros caminos para construir “el poder social” que haga posible el “poder popular” y sea obvio el “poder político”. Es decir, el camino contrario a lo que han hecho las izquierdas hasta el día de hoy.



domingo, 12 de marzo de 2017

EL MARX QUE NO CONOCE LA IZQUIERDA


El problema de la izquierda es que solo conoce y se guía por el joven-adulto-Marx, y no conoce y peor se orienta por el maduro-Marx que en su etapa más lúcida se arrepintió de algunas teorías suyas o dio un viraje a algunas de sus primarias visiones. La izquierda básicamente se guía por aquel joven idealista y paternalista que a sus 30 años escribió el Manifiesto Comunista y por el adulto que escribió El Capital alrededor de los 45 años, pero desconoce al maduro-Marx que con experiencia y sabiduría corrigió algunas de sus visiones ilusas, cuando estaba alrededor de sus 60 años. Aunque no logró escribir un libro al respecto y solo dejó algunas cartas y artículos sueltos, pues una larga enfermedad de más de 10 años le consumió lentamente y le mató a los 65 años. Quizás, si hubiese vivido el viejo-Marx hubiera sido más lúcido y se habría desmarcado aún más del ingenuo y soñador joven-Marx que inventó la malhadada teoría de la “dictadura del proletariado” que tanto daño ha hecho a la izquierda, a la revolución, al cambio.
En su visión dialéctica -heredada de su maestro “idealista” Hegel- creía que la historia se desenvolvía por la lucha de clases, pero además entre las sociedades “adelantadas” y “viejas”, como expresamente lo señala en su obra máxima El Capital cuando habla de “economías avanzadas” y “economías atrasadas”. La mayoría de estudiosos de Marx y los marxistas practicantes solo se han detenido en la lucha de clases como “motor de la historia”, sin que observen mayormente el colonialismo y el eurocentrismo de Marx, pero que él mismo en sus últimos años de vida se dio cuenta de aquello y cambió algunos de sus puntos de vista. Obviamente no llegó a una descolonización ni a una des-eurocentrización, pero dio unos primeros pasos hacia ello, aunque luego ya murió.
Con esto, tampoco queremos decir que el Marx-maduro haya llegado a negar totalmente al Marx-joven, solo pretendemos resaltar sus cambios y cuestionar a los marxistas que no han podido ir más allá de lo que él llegó y que solo repiten como catecismo el marxismo. Los marxistas profundos deberían intentar activar lo que hubiese sido el Marx-viejo, o por lo menos conocer más del Marx-maduro para salir del sectarismo y el dogmatismo medular que les envuelve.
El adulto Marx decía en el Capital: “En todos los países civilizados el movimiento democrático aspira en última instancia a la dominación política por el proletariado, presupone, por ende, que exista un proletariado; que exista una burguesía dominante; que exista una industria que produzca al proletariado y que haya vuelto dominante a la burguesía. De todo esto no encontramos nada en Noruega ni en la Suiza de los primitivos cantones”. Dicho de otra forma, para Marx (y los marxistas de ayer y de hoy) la “cuestión nacional” de los pueblos “primitivos” o indígenas se resuelve con su asimilación a la civilización, considerada como una etapa superior. La civilización era exclusivamente la Europa capitalista e industrial, y dentro de ella los superiores que debían estar a la cabeza eran los proletarios como “la clase más avanzada”. Pero en la práctica, fue la pequeña burguesía intelectual la que dirigió el “partido de la clase obrera”, como sucedió en todas las experiencias socialistas y más bien instaurando una monarquía absolutista del caudillo en el poder, que a la final degeneró en un populismo.
Para Marx, si en un país no había industria y no había burguesía, no había un proletariado que pueda derrotar al atraso que representaban las sociedades pre-capitalistas y que justamente eran las no-europeas. O que no se podía continuar con el progreso de la humanidad, que en primera instancia era el capitalismo para luego pasar al socialismo y al comunismo, las que serían las sociedades más avanzadas que produciría el proletariado europeo para todo el mundo, por ser el más evolucionado. En concreto, para Marx la “cuestión nacional” no estaba principalmente en la lucha de clases sino en las diferencias epistémicas y científicas de los pueblos, que él las sintetizaba en el “desarrollo de las fuerzas productivas”. La tecnología determinaba para el joven-adulto Marx, quienes eran superiores e inferiores o avanzados y atrasados. Todos ellos conceptos mecanicistas y cientificistas del eurocentrismo.
Si el adulto-Marx se refería a la Europa del norte como primitiva, a los países y zonas del exterior de Europa los consideraba bárbaros y salvajes. De China decía que era una sociedad bárbara que sería modernizada y adelantada gracias a la penetración colonial de Europa. A la India consideraba un país estancado por la preeminencia de comunidades rurales, de creencias místicas y de déspotas parasitarios; pero aspiraba que eso cambiaría con la instalación del ferrocarril y la importación de textiles que estaba llevando a cabo la burguesía británica a través de la invasión y el colonialismo que había impuesto. “El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India en un verdadero precursor de la industria moderna [...]La industria moderna, llevada a la India por los ferrocarriles, destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las castas hindúes, ese principal obstáculo para el progreso y el poderío de la India"[1].
Si bien criticaba la penetración colonial de los países imperialistas europeos en el resto del mundo, al mismo tiempo alababa la penetración del capitalismo como el medio para que se incorporen al progreso que estaba llevando Europa a través de la sociedad industrial, es decir, la civilización o la europeidad cultivada. Por ejemplo, criticaba la falta de independencia de la India, pero al mismo creía que éste era el único camino para su progreso revolucionario a través de la industrialización que estaba llevando a cabo el capitalismo civilizado a través de la burguesía europea: "Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución".
Y peor concepto tenía del África y de América indígena, a quienes consideraba que todavía seguían en estado natural o salvaje, por lo que estaban aún más lejos de devenir proletarios. En realidad, para el joven-adulto-Marx eran “pueblos sin historia” y de los cuales se refirió muy de paso en sus escritos, en relación a la cantidad de lo que habló sobre otras regiones. Por lo que en general, abogaba para todos los “primitivos” del planeta un capitalismo europeo y estaba de acuerdo en que la burguesía civilizada sea más fuerte para que pueda generar más industrias y consecuentemente haya más proletariado y europeidad.
El manifiesto comunista en el fondo es una apología del capitalismo, pues para el treintañero Marx el socialismo-comunismo solo surgirá de sus cenizas. Por tanto -para él- el auge del capitalismo y del “libre cambio” (palabras de Marx) o la libre competencia, significaba el proceso de absorción de formas arcaicas precedentes de producción a otras superiores: "Los conquistadores bárbaros son conquistados por la civilización superior de los pueblos sojuzgados por ellos".  
En definitiva, supuso que el capitalismo global se desarrollaría incorporando a toda la periferia mundial al vehículo de la civilización capitalista que era Europa. Formado el capitalismo mundial se estaría más cerca de una revolución proletaria, a través del desarrollo de las fuerzas productivas como determinantes primordiales que delimitaban el curso obligado de la historia. Los bárbaros y primitivos serían civilizados por la burguesía convirtiéndolos en proletarios para crear la civilización mundial de matriz europea, tal como se refiere en los artículos de 1853 de como “sentar los fundamentos materiales de la sociedad occidental en Asia”.  
Para el joven-adulto Marx, Inglaterra cumplió una doble misión en la India, uno destructivo y otro renovador, esto es, la aniquilación “de la bárbara sociedad asiática” y la colocación de las “bases materiales de la sociedad occidental en Asia”. Pero, lo que realmente sucedió es que Inglaterra procedió a la destrucción de la “incivilizada” India y no produjo ninguna regeneración a lo “occidental” o “civilizado”, tal como lo reconocería posteriormente Marx en una carta a Engels del 14 de junio de 1853: “He proseguido esta guerra oculta en mi primer artículo sobre la India, en el que se presenta como revolucionaria la destrucción de la industria vernácula por Inglaterra. Esto les resultará muy shocking a los editorialistas de The New York Daily Tribune. Por lo demás, la administración británica en la India, en su conjunto, era cochina y sigue siéndolo hasta el presente”.
Otra forma de Marx de expresarse sobre la India, era de que pasó de un "despotismo asiático" a un "despotismo europeo cultivado". La India debía agradecerle al colonialismo británico y a la “espada británica” de que hayan puesto los cimientos para edificar "la unidad política de la India", que es la que permitiría que el país pudiera lograr posteriormente su independencia. Gandhi debía alabarles a los británicos, pues si no fuera por ellos, no habrían logrado independizarse de ellos mismos. Qué ironía: "El ejército hindú, organizado y entrenado por los sargentos ingleses, es una condición sine qua non para que la India pueda conquistar su independencia y lo único capaz de evitar que el país se convierta en presa del primer conquistador extranjero". Siguiendo esta perspectiva de El Capital, los indios americanos tenemos que agradecer a los conquistadores europeos y a la izquierda de que nos hayan traído el cristianismo para salvarnos del pecado original y el marxismo para redimirnos de la derecha imperialista. O en palabras de Engels, que los “residuos de pueblos” tengan el derecho a una existencia nacional independiente, como la que tienen los pueblos dotados de “fuerza vital” y “viables”.
Entonces, según el adulto-Marx, Europa era la portadora del progreso histórico, mientras que las periferias no tenían otra misión que la de dejarse absorber por el “cultivado” y “desarrollado” “viejo continente”. Tesis, que se contradecía con la internacionalista formulada en el Manifiesto y que demandaba la unidad de los proletarios de todos los países, excluyendo implícitamente las rivalidades nacionales entre ellos. Los marxistas dirán que Marx solo se refería a los países donde habría proletarios. Pero, es que eso le quita su visión superacionista o de superioridad que tenía Marx de Europa, o más precisamente de la Europa civilizada que en esencia -para él- eran Inglaterra, Alemania y Francia.
Otro caso en este mismo sentido, es el de Inglaterra e Irlanda. Mientras en 1848 el joven-Marx hacía suya la consigna cartista de “establecer una firme alianza entre los pueblos de Irlanda y Gran Bretaña”, en cartas de noviembre de 1867 el adulto-maduro Marx le escribía a Engels: “Antes consideraba imposible la separación entre Irlanda e Inglaterra. Ahora lo considero inevitable, si bien después de la separación puede establecerse una federación”. “Lo que necesitan los irlandeses es: 1. Gobierno propio e independencia de Inglaterra, 2. Una revolución agraria (…) 3. Tarifas protectoras contra Inglaterra.
Es decir, el librecambista a los 30 años de edad replanteaba sus tesis a los casi 50 años, defendiendo la necesidad de que Irlanda (Europa) cuide sus incipientes industrias de la competencia británica poniendo barreras protectoras. Y en la misma corriente, pocos años después, cuando ya emergía el Marx-maduro, ya comenzó a cambiar su perspectiva sobre la India (Asia), pues en El Capital todavía le tenía en la noción de subdesarrollado: “Más que la historia de cualquier otro pueblo, la administración inglesa en la India ofrece una serie de experimentos económicos fallidos y realmente descabellados. En Bengala crearon una caricatura de la gran propiedad rural inglesa; en la India Sudoriental, una caricatura de la propiedad parcelaria; en el Noroeste, en la medida en que les fue posible, transformaron la comunidad económica india, con su propiedad comunal de la tierra, en una caricatura de si misma”. Todo esto, le llevó a cuestionar paulatinamente al joven-adulto-Marx que defendía el libre comercio, y ya en su etapa madura promovió la internacionalización de los mercados y auspició la asociación cooperativa de los pueblos.
Cuando el joven-Engels redactó los principios del comunismo, también defendió la tesis de que la revolución socialista sería llevada a cabo por la clase obrera de los países europeos más adelantados (entre ellos los Estados Unidos). El proletariado se haría cargo de las colonias europeas pobladas de indígenas, y a las que “habrá de conducir lo más rápidamente posible, a la independencia”; “el proletariado que se libera a sí mismo no puede librar guerras coloniales”; y “el proletariado victorioso no puede imponer a ningún pueblo felicidad alguna sin socavar con ellos su propia victoria”.
El joven-adulto-Marx era tan duro con los pueblos ligados a la tierra y con una forma de vida en introspección meditativa, que les acusaba de estáticos, vegetativos y pasivos, ya que no estaban dentro del progreso lineal que representaba “la revolución industrial” europea, como la más avanzada que había dado la humanidad en toda su historia. "No debemos olvidar el bárbaro egoísmo que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba tranquilamente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades indecibles, el aniquilamiento de la población de grandes ciudades, sin prestar a todo esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza, y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en él su atención. No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, estática y vegetativa, que esa forma pasiva de existencia despertaba, de otra parte y por oposición, unas fuerzas destructivas salvajes, ciegas y desenfrenadas que convirtieron incluso el asesinato en un rito religioso en el Indostán. No debemos olvidar que esas pequeñas comunidades estaban contaminadas por las diferencias de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de dichas circunstancias, que convirtieron su estado social que se desarrollaba por sí solo en un destino natural e inmutable, creando así un culto embrutecedor a la naturaleza, cuya degradación salta a la vista en el hecho de que el hombre, el soberano de la naturaleza, cayese de rodillas, adorando al mono Hanumán y a la vaca Sabbala.”
El joven-adulto-Marx, no solo que despreciaba y minimizaba a los pueblos no-europeos, sino que también a la naturaleza. No solo que era un sobresaltado eurocentrista sino que también era un iniciado ecocida, en cuanto para él vivir en el continuo de la naturaleza era un “culto embrutecedor” de pueblos “sin dignidad”. La naturaleza era tan solo fuerzas productivas al servicio de “el hombre, el soberano de la naturaleza”. Los actuales eco-marxistas han logrado encontrar unos pocos párrafos en sus innumerables escritos en que Marx hace alguna defensa de la naturaleza, pero no porque la naturaleza tenga valor en sí mismo o sea un fin en sí mismo, sino por lo que representa para el hombre o para los beneficios del “progreso” de la humanidad. Quizás el viejo-Marx hubiese llegado a ser ecologista y pachamamista.
Como vemos, el joven-adulto-Marx era lo que en conceptos actuales se denomina un eurocentrista, neocolonialista, neodesarrollista, extractivista, modernizador del capitalismo, etc. Apoyaría a los “socialistas del siglo 21” y sería otro más de los intelectuales pagados por estos gobiernos para defenderlos. Sería un crítico contumaz del movimiento indígena y los calificaría como “atrasados”, “limitaditos”, “ignorantes”, “traidores”. Estaría de acuerdo o hubiera sido el principal intelectual del “problema indio”, planteando que esto se resuelve simplemente incorporando a los indios primitivos a la civilización mestiza dominante.
Lo cierto, es que los actuales marxistas sigue hablando y actuando así. Ahora se encuentran modernizando el capitalismo, en vez de pasar a consolidar el sistema comunal o aldeano, sin necesidad de pasar por el socialismo, como lo advirtió el Marx-maduro. Habiendo tantas comunidades en Latinoamérica sería relativamente fácil pasar al comunismo, pero los incautos jóvenes-marxistas del “progresismo” prefieren consolidar el capitalismo para “sentar las bases materiales que darán lugar al socialismo”. En vez de comunalizar el territorio con cooperativas, asociaciones, colectivos, ecoaldeas, etc., se encuentran desmoronando el comunismo milenario destruyendo las aldeas y comunidades indígenas para que se vuelvan unidades de producción capitalista, para que sea posible construir su socialismo utópico.
El joven-adulto-Marx solo hablaba de clases sociales, pero el Marx-maduro ya hablaba de raza, nacionalidad y etnicidad. Pero los marxistas del siglo 21 solo hablan de derecha/izquierda, y muy de refilón de centro/periferia. Para ellos, la izquierda es la periferia y los pueblos comunales o aldeistas son la periferia de la periferia que no aportan en nada, pues solo la periferia marxista-leninista-gramsciana otorga conocimiento y práctica revolucionaria. Lo comunal o indígena es esoterismo, romanticismo, esencialismo, pachamamismo, fundamentalismo, extremismo; de la que los marxistas tienen la tarea de civilizar, desarrollar, progresar, pero con “identidad” -como diría el inefable de Rafael Correa-.
Es indudable, que el maduro-Marx habría sido crítico severo de los gobiernos “progresistas” actuales, tal como lo han entendido las izquierdas “radicales” latinoamericanas. Aunque –quizás- nunca hubiera llegado a abrazar plenamente las tesis del movimiento indígena y su buen vivir andino (sumak kawsay), máximo el buen vivir posmoderno de la otra izquierda. Y también hubiera sido critico de los socialistas del siglo 20, es decir, de Lenin y de todos los posteriores marxistas. Los escritos de 1869-70 ilustran este despertar: ya no desvalorizaba a las colonias, ni repetía que las sociedades asiáticas estaban destinadas a copiar el patrón europeo. Apoyó plenamente la independencia de la India y transformó su simpatía por la resistencia que llevaban. Lo mismo de China y les hacía un elogio a su lucha nacional.
Pero lo más importante, es que el maduro-Marx tomó conciencia de que el saqueo colonial y la introducción del capitalismo no llevaba automáticamente a una transformación de esos pueblos. Que el colonialismo capitalista y europeo no lograba aumentar la productividad sino que reforzaba a la aristocracia, lo que provocaba la expulsión de los campesinos y la concentración de la propiedad, por lo que abandonó su expectativa con la expansión capitalista. Reemplazó el esquema unilineal de desarrollo de las fuerzas productivas por una visión plurilineal de difusiones múltiples. Se dio cuenta que la acumulación primitiva no necesariamente generaba procesos de industrialización en un país sometido al despojo. Incluso, consideró que para que haya una emancipación social tenía que haber una eliminación de la opresión nacional.
El Marx-maduro dejó de ver al sistema comunal como algo profundamente reaccionario y la necesidad de destruirlo por el capitalismo, y, por el contrario, revalorizó la lucha nacional y planteó la posibilidad de transiciones al socialismo y hasta el comunismo desde formas comunales. En una carta enviada a Vera Zasulich el 8 de marzo de 1881 (dos años antes de su muerte), admitió la posibilidad de que Rusia podría obviar la etapa de desarrollo capitalista y construir directamente el comunismo sobre la base de la propiedad común de la tierra, en donde estaban "las condiciones normales para un desarrollo espontáneo". Reconoció que la "comuna es el punto de apoyo de la regeneración social de Rusia", aunque para pasar directamente a la etapa socialista sin una fase capitalista precedente, "será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes."
Entonces, lamentablemente los marxistas del siglo 20 y 21 solo se han quedado con el Marx dogmático de la juventud y el eurocentrista de la adultez, y no con el Marx sabio que comenzó a aparecer en sus últimos 10 años de vida. Lenin, Stalin, Mao y todos los marxistas, solo se han dejado influenciar por el Marx inexperto y sin experiencia. Los marxistas han seguido repitiendo las mismas equivocaciones de Marx, cuando él ya se había encargado de corregirlas pero los marxistas hasta ahora no se han enterado de aquello y siguen repitiendo las mismas equivocaciones y de ahí su fracaso tras fracaso. O como dice Kohan[2]: el pensador debutante del Manifiesto estaba más atento a los procesos objetivos de la expansión capitalista y el autor maduro de El Capital resaltaba la gravitación subjetiva de la lucha nacional y social. A lo que nosotros añadiríamos, que el sabio-Marx en su etapa final superó al Manifiesto y a El Capital cuando entendió la importancia de la lucha colonial y del apoyó al sistema comunal o aldeista[3].
Cuándo los marxistas despertaran al otro Marx, para evitar que la revolución industrial de nuestro tiempo que es la digital, acabe con toda la humanidad a través del cambio climático. No se dan cuenta todavía de que el joven-adulto Marx creía que el crecimiento industrial no tenía límites, de que la prosperidad dependía del desarrollo ilimitado de la producción industrial. Sin entender que el crecimiento y el desarrollo es lo que nos está llevando a este callejón sin salida y en el que pronto ya no habrá retorno si seguimos a este ritmo desenfrenado. Como ya comenzó a darse cuenta el Marx-maduro cuando hizo algunas defensas de la naturaleza, y quizás el viejo-Marx habría sido más contundente con lo que ahora llamamos extractivismo.
Lo vienen advirtiendo tantos científicos, pero ni capitalistas ni marxistas lo admiten, y si lo aceptan no hacen algo profundo, todo es superficial y con el argumento de que ahí están los recursos económicos para salir de la pobreza. Cuando el asunto es más de fondo, pues el joven-adulto Marx sólo tomaba en cuenta el aspecto económico de la opresión en la producción de plusvalía, en la relación de explotación del trabajo y la propiedad privada, pero lo cual no determina obligatoriamente que desaparezca la opresión de los trabajadores, si es que esta no se la resuelve integralmente, esto es, la opresión patriarcal, racial, sexual, cultural, étnica, antropocéntrica, colonial, etc. Si no se solventa todo en conjunto, lo único que surge es un “capitalismo de estado”, tal como ha sucedido en muchos países y regiones. Las revoluciones socialistas solo han transformado una forma de opresión en otra, pues los cambios políticos y económicos han sido insuficientes para destruir el capitalismo. De esto, el Marx-maduro ya comenzó a comprenderlo en su posterior crítica al colonialismo, aunque no avanzó a ver en su totalidad, esto es, el antropocentrismo, el sexismo, el patriarcalismo, el logocratismo, etc.
Mientras el fin último de la sociedad sea el progreso a costa de la naturaleza no habrá terminación de la opresión en ninguna de las formas. La sociedad industrial y tecnológica, desde su extremo individualismo (capitalismo salvaje) hasta su extremo estatista (capitalismo de estado) han continuado con la opresión de los trabajadores. Su explotación no se reduce solo a factores económicos sino a causas sociales, culturales, y naturales. Por tanto, el origen de todo está en la dependencia, en la que unos dirigen y otros ejecutan, y en el socialismo los trabajadores permanecen subordinados a la pequeña burguesía intelectual. En consecuencia, la opresión sigue sujeta a la función social del progreso económico de los grupos que dirigen sobre las inmensas mayorías que ejecutan. No hay diferencia real entre trabajar para el patrón capitalista que trabajar para el patrón estatal, que en última instancia es el patrón del partido y del buró político, o sea, el líder máximo, a través de su culto a la personalidad. Mientras el crecimiento de la economía esté en medio de la lucha por el poder, la opresión será inevitable. Posición que coincide con la derecha y su desarrollo tecnológico interminable y que es su contemporánea religión, como también es el concepto marxista del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas.
La izquierda marxista que sigue al ortodoxo joven-adulto Marx, no podrá construir otra sociedad si no derriba lo que da sustento a la opresión: la relación entre la lucha por el poder y el desarrollo de las fuerzas productivas. Si la revolución sigue esclava del crecimiento de la producción en vez de preocuparse de la emancipación integral de los seres humanos, lo único que se consigue es que el socialismo sea prisionero de la economía, es decir, que se siga poniendo a los seres humanos al servicio del “progreso” y no al revés. Lo que también vale decir, poniendo a la naturaleza al servicio del “progreso”, lo que implica nuestro suicidio colectivo.
Entonces, no ha habido ninguna dictadura del proletariado sino una plena dictadura del partido, esto es, del líder máximo (Lenin, Stalin, Mao, Castro, Chávez, Evo, Correa) a nombre de la revolución y de los trabajadores. Ni ha habido ninguna supremacía del hombre sobre el capital, sino una supremacía del capital sobre el hombre y la naturaleza. Siguiendo al joven-adulto Marx nunca se producirá un progreso sino un regreso. Por tanto, de lo que se trata es de terminar con toda forma de dependencia laboral privada o estatal, para trabajar comunalmente o aldeanamente para sí mismos y no para otros. Sistema de aldea o de autosuficiencia del que Marx renegaba en primera instancia, pero que luego comenzó a valorarlo y con ello a hacerse comunista de verdad.
En “El Capital” en su gran mayoría crítica al sistema comunal, pero al mismo tiempo lo aprecia. Tal como en este texto: "Esas antiquísimas y pequeñas entidades comunitarias indias, por ejemplo, que en parte todavía perduran, se fundan en la posesión comunal del suelo, en la asociación directa entre la agricultura y el artesanado y en una división fija del trabajo, que sirve de plan y de esquema predeterminados cuando se establecen nuevas entidades comunitarias. Constituyen conjuntos de producción autosuficientes, con una superficie productiva que oscila entre cien acres y algunos miles. La masa principal de los productos se produce con destino al autoconsumo directo de la comunidad, no como mercancía y por tanto la producción misma es independiente de la división del trabajo establecida en el conjunto de la sociedad india, división que está mediada por el intercambio de mercancías. Sólo el excedente de los productos se transforma en mercancía, e incluso en el caso de una parte del mismo esa transformación no ocurre sino cuando llega a manos del estado, al que desde tiempos inmemoriales afluye, bajo la forma de renta en especies, determinada cantidad de tales productos. En distintas regiones de la India existen formas distintas de la entidad comunitaria”.
Quizás el viejo-Marx se habría dado cuenta que esto era el comunismo y habría potenciado el milenario sistema aldeista. Y esto es lo que tienen que despertar los marxistas, el sentido comunal o aldeista para ir directamente a la construcción del comunismo, pero no la del utópico joven-Marx que recreo en su cabeza la sociedad ideal, sino el de las naciones milenarias que el Marx-maduro comenzó a valorar posteriormente, pero como ya no vivió el Marx-viejo no pudo ir más al fondo. (Nosotros preferimos hablar de “aldeismo” antes que de comunismo, pues está palabra ya ha sido degenerada y deformada por los propios comunistas, y no solo por los capitalistas.)
El error no es de Marx sino de los marxistas, especialmente de Lenin que se influenció básicamente del joven idealista Marx. Y desde Lenin, todos lo han repetido o han seguido su error, sin que haya una excepción procediendo a activar al Marx-maduro y vislumbrando al Marx-viejo y sabio. En su época, Marx no fue famoso ni popular, fue Lenin el que le hizo, pero se equivocó de Marx, si hubiera conocido al Marx-maduro quizás otra hubiera sido la situación actual en el mundo. Algo difícil también para Lenin, pues los escritos de Marx de sus últimos años de vida estaban dispersos y no necesariamente se difundieron ampliamente en esa época. Pero, si Lenin habría sido capaz de ir más allá de Marx no habría fracasado la ex URSS, y hoy tendríamos un marxismo-leninismo realmente revolucionario y no el marxismo-leninismo pequeño burgués que constituye a todos los partidos comunistas en el mundo. De esto, algo han entendido los eco-socialistas y los marxistas indigenistas, por lo que hay que aspirar que pronto se des-dogmaticen, des-colonicen, des-civilicen, y vayan mucho más profundo a lo que llegó el maduro-Marx.
Para ello, hay que actualmente abrazar el decrecimiento, el bien común, el vivir en armonía o buen vivir andino (sumak kawsay), el autonomismo, la autosuficiencia comunal, la democracia horizontal, los movimientos de transición, las eco-aldeas, etc. Implica, limpiarse del socialismo del siglo 21, del progresismo, del desarrollo ilimitado y de todo cuanto ha venido haciendo la izquierda marxista-juvenil-utopista-dictatorial. Ahí podremos creer que habrá una auténtica y profunda revolución.
Entonces, seguir solo centrados en la dicotomía derecha/izquierda es una aberración, cuando hay otras más profundas y que están agrupados en el dualismo centro/periferia:  colonialismo/alteridad, globalización/subalternidad, norte global/sur global (De Souza Santos), civilización/cultura, primer mundo/tercer mundo, crecimiento/decrecimiento, desarrollados/subdesarrollados, etc. El centrismo es toda forma de centralización y de concentración en el estado, la propiedad, una clase social, el partido, las potencias, las epistemologías, las ontologías, etc. Y todo ese conjunto de centros están envueltos en el paraguas del eurocentrismo.
Por tanto, la alter-nativa está en las periferias, en los paradigmas del “cuarto mundo”, de los “salvajes”, de los “primitivos, de los “atrasados”, etc. Por cierto, antes de que algún joven-marxista nos acuse y sentencie de que queremos regresar al pasado, le contestamos que queremos seguir tejiendo -en nuestra forma y con nuestros medios contemporáneos- el camino en la “conti-natura” (o en el continuo de la natura) y no continuar el sendero contra-natura del eurocentrismo de izquierda y de derecha.
Si Europa ha invadido todo el mundo y ha impuesto el eurocentrismo, hay uno que es de izquierda (marxista) y otro de derecha (liberal). Las periferias tienen que ser anti-eurocéntricas para que sean realmente alteridades. Irónicamente, la des-eurocentrización se está dando más fuerte en Europa que en el resto del mundo. Mientras, la gente de los países del primer mundo están cansados de tanta artificialidad y anorexia social, por lo que tratan de regresar a vivir en el campo y otros se han puesto a construir eco-aldeas y cooperativas integrales; los del tercer mundo se encuentran destruyendo a sus ancestrales aldeas. Mientras unos van, otros regresan. Lo que van perdiendo los países “subdesarrollados”, gente de los países “desarrollados” la está buscando. Esas son las paradojas de nuestro tiempo.
Y si desaparece el cuarto mundo, al paso que sigue arrasando la civilización, no habrá ni capitalismo ni socialismo ni comunismo ni buen vivir ni nada. De ello, no solo es responsable la derecha y el imperialismo, sino también el joven-procapitalista-Marx y el adulto-eurocentrista-Marx, pero especialmente Lenin y los subsecuentes marxistas hasta el día de hoy. Ojalá, pronto desentierren al maduro-Marx y en conjunto con las periferias y las alteridades se pueda construir “un mundo donde quepan todos los mundos”.
Atawallpa Oviedo Freire




[1] Futuros resultados de la dominación británica en la India. New York Daily Tribune. 8 de agosto de 1853.
[2] Kohan, Néstor. 1998. Marx en su (Tercer) Mundo: hacia un socialismo no colonizado, Biblos, Buenos Aires.
[3] Marx, Karl. 1980. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México.

martes, 7 de marzo de 2017

APOYAMOS EL CIERRE DE LA SENESCYT


Carta Abierta a René Ramírez
Con mucho esfuerzo y ante todo con mucha plata (más de 5.000 dólares) logré graduarme de Master en Gestión Sostenible del Ambiente en la Universidad de Salamanca (España). Feliz y con la ilusión de regresar nuevamente como profesor a la universidad, luego de pasar fuera del país dando conferencias y talleres por 12 años en Europa, me acerqué con el título a la SENESCYT para inscribirlo. Pero en 1 minuto la SENESCYT acabó inmediatamente con mi sueño y con todo mi aprendizaje, señalándome de que no podían registrarlo porque mis estudios eran en modalidad a distancia. Hasta el año 2013 si aceptaban estos tipos de títulos, pero que luego habían decidido aceptar solo formaciones presenciales. Salí de ahí -diciéndole a la persona que me atendió- que estaba de acuerdo con muchas personas que habían señalado que debía cerrarse la SENESCYT o de que al menos había que darle cambios profundos.

Me fui triste y enfurecido con la SENESCYT, especialmente con usted señor René Ramírez y con su patrón Rafael Correa: Quiénes son ustedes para jugar con la vida de las personas. Quiénes son ustedes para frustrar los sueños de miles de ecuatorianos. Quién les ha dado la potestad para aceptar o no, los títulos extranjeros.  Díganles a los españoles que sus títulos a distancia no valen. Díganles a la Universidad de Salamanca que también es una universidad de garaje. Quiénes son ustedes para no validar títulos de España, EEUU, Inglaterra, Francia, que también ofrecen títulos a distancia y sus universidades están consideradas las mejores del mundo.Qué moral, qué ética, qué principios, qué valores, les da para hacer todo aquello.

Quiénes son ustedes para acabar con las aspiraciones de miles de jóvenes, bajo el argumento de que a la universidad solo deben entrar los mejores, los meritocráticos, los genios. Quienes son ustedes para establecer cuáles son los superiores y los inferiores, los buenos y los malos. Con su argumento, Einstein no hubiera podido pasado la prueba de la SENESCYT, tal como dijo su maestro: “Este chico no llegará nunca a ningún sitio”, ya que se quejaba de que era lento y de que reflexionaba demasiado antes de contestar a una pregunta. Évariste Galois, considerado el padre del álgebra moderna, fue rechazado dos veces por la École Polytechnique de París por su manifiesta incapacidad de superar los exámenes de acceso y por su sistemática rebelión a las reglas y al sistema. Charles Darwin era, según sus maestros, “un chico que se encuentra por debajo de los estándares comunes de la inteligencia. Giuseppe Verdi no fue admitido en la Escuela Superior de Música de Milán, el Conservatorio. Y así podríamos recoger las historias de otros tantos: Thomas Edison, Winston Churchill, Picasso, Debussy, Leonardo da Vinci, Marguerite Yourcenar, Balzac, Craig Venter, Bill Gates, etc., etc. Todos ellos no fueron de las élites estudiantiles pero que después despuntaron.

Y así conozco el caso de muchas personas, de cómo al principio no lograron entrar a la universidad o de que en primera instancia no estaban preparados o que a ese momento no tenían la convicción necesaria. Yo mismo, ahora no sería doctor en jurisprudencia ni tendría el master, pues luego de salir de la secundaria me encontraba totalmente perdido y no sabía qué quería estudiar y qué quería hacer de mi vida. Hasta que pude centrarme y terminé mi formación universitaria.

Entonces, esto de la meritocracia es otra falacia más del correismo, y la prueba es que ahora Lenin Moreno dice que va a abrir un curso propedéutico para que todos puedan entrar, puedan prepararse y saber qué carrera elegir. En 10 años no se dieron cuenta de aquello y solo ahora que están a punto de perder, ofrecen todo. Esto lo debieron hacer desde un comienzo y no frustrar la vida de miles de jóvenes. En estos días, acaban de dar el examen de la SENESCYT más de 300.000 jóvenes, pero apenas el cupo es para 25.000 personas. El ejército acaba de acuartelar a apenas 5.000 jóvenes para que hagan la conscripción por 6 meses. Y los demás, qué van a hacer. Están preparados con alguna profesión. Recién ahora -dice Moreno- que va abrir universidades técnicas con carreras cortas. Y qué paso con una educación técnica en la secundaria. Un fracaso total, la “revolución educativa”. La “revolución” es solo para ciertas élites. La “revolución” es hacer grandes elefantes blancos. La “revolución”, mejor dicho, la contra-retrorrevolución, es que todo un regimiento de alrededor de 500.000 jóvenes estén en las calles, en la televisión, en los juegos electrónicos, en la drogadicción, en la delincuencia. Qué país se puede esperar para el futuro. Qué futuro les espera a esos jóvenes. Esperar que las élites meritocráticas cambien el país. Que los excelsos -como Rafael Correa- quiebren aún más al país en 10 años.

También pregunté antes de salir enardecido con tanta estulticia, si podía estudiar un phd o doctorado a distancia. Me respondió que debía ser presencial, pero que solo aceptaban los títulos otorgados por las mejores universidades del mundo, las cuales no las había establecido el Ecuador sino un organismo internacional. Pero resulta que el Ecuador no está en esa lista. Entonces, por qué aceptan los títulos de doctorado que otorgan las universidades del Ecuador, si bajo esa lista son pésimos sus institutos superiores. Esto, solo es posible en la mentalidad neocolonial del correato, que se adhiere a la tabla eurocéntrica creada por los mismos países globalizadores. Eso es ser de izquierda, revolucionario? Por cierto, le pregunté a una gran actvista del correato que me diga una sola cosa de izquierda que haya hecho el correismo y voto por Moreno. Me respondió: educación gratuita. Le dije: En Europa toda la educación es gratuita y no son de izquierda. No supo que responderme. Pregunto a todos los corresitas, denme UNA sola cosa de izquierda que haya hecho Correa. Si me responden disminución de la pobreza, pues los gobiernos de derecha de Panamá, Colombia, Perú, lo han hecho igual y hasta más en algunos casos. Etc. Toda la gestión del correismo, es la misma de la derecha moderada mundial.

Por cierto, ésta no es carta de apoyo a Lasso, es una misiva en contra del correato. Pero, le tomamos la palabra a Lasso de que va cerrar la SENESCYT, de que va a aumentar las becas nacionales e internacionales, de que va a devolver el fondo de pensiones a los maestros, de que va a restituir el fondo del 40% al IESS, de que va a crear un millón de empleos, etc. Y si no lo cumple, ahí estaremos nuevamente en las calles, como el propio Andrés Paéz ha dicho que ahí se ganan las luchas. Entonces, por ahora hay que desmontar el correismo, con toda su corrupción y despilfarro, que es lo único concreto y real. Ya veremos, si Lasso cumple o no. No lo sabemos. Pero por ahora, lo que sí sabemos es que es “mejor un banquero que una dictadura”. Con los correistas en el poder pronto nos quedaríamos entre los inteligentes y los "limitaditos" de derecha y de izquierda. El correato quiere llevarnos al país de los correistas y de los nadie, de los buenos y de los malos.

El correato recién ahora se lanza contra la banca. Por qué en 10 años no hay ningún responsable en prisión por el feriado bancario, ni siquiera Jamil Mahuad. Por qué en 10 años hay quienes todavía no han sido saneados y siguen esperando arreglar si situación. Por qué hizo funcionarios suyos a quienes estuvieron en el feriado bancario como Juan Falconí Puig y su primo Pedro Delgado. Por qué pidió plata a un “banquero corrupto” para su campaña electoral. Por qué en 10 años las utilidades de los bancos llegaron a los 2.820 millones de dólares -según el propio gobierno y que probablemente debe estar subestimada-. De esos bancos, 4 de ellos obtuvieron el 66,21% del total, estando en tercer lugar el Banco Guayaquil. Lo que quiere decir que hay monopolio financiero, y que el correismo no hizo nada. Pero ahora cuando se les escapa el poder, si atacan a los banqueros.

Muchos ahora critican a la banca, pero por qué la siguen utilizando, por qué se sirven de ella. Si fueran honestos y coherentes deberían no dejar su plata a los banqueros. Si Correa fuera “auténtico”, hubiera estatizado la banca o habría evitado que la banca gane tanto. Todo es pura “doble moral”. Esta doble moral también se refleja en algunos intelectuales e idiologistas que hablan de izquierda y derecha, cuando hemos llegado al fin de las ideologías, cuando cualquiera se clasifica de izquierda o de derecha pero en su práctica es todo lo contrario, cuando después de la “guerra fría” ya no hay gran diferencia entre izquierda y derecha, cuando ahora bajo el discurso de “izquierda moderna” se encierra un neodesarrollismo y un neocolonialismo que son abiertamente tesis de derecha. Es decir, hemos llegado al nivel en que las ideologías son un clishé, un folclorismo, un saludo a la bandera.

Siguen sin darse cuenta que el asunto está más allá de las ideologías preestablecidas, que las ideologías son una parte y que el asunto estructural no está entre izquierda y derecha, sino entre el eurocentrismo de derecha o de izquierda con el de la alteridad. Entre los paradigmas de la periferia con los paradigmas del centro, ya sean éstos de derecha o izquierda. El dilema es centro/periferia, y la periferia es todo aquello que está afuera del centrismo o de la oficialidad epistémica y ontológica. Ahí debe decidir la humanidad, si quiere más destrucción del medio ambiente o retomar el sistema de vida en el continuo de la naturaleza. Las izquierdas y derechas son extractivistas, objetivistas, utilitaristas, cosificadoras, por lo que no hay mayor diferencia entre ellas. Pero ambas, si son totalmente diferentes a las racionalidades alter-nativas. Ellas sí son la esperanza y la única posibilidad de que no desaparezca la especie humana o al menos una buena parte de ella. Pues ellos están preparados para una situación catastrófica ambiental, ya que saben cómo vivir de acuerdo a los principios y formas de la naturaleza, es decir, de la vida.

Lo cierto, es que actualmente el correato prepara el fraude, ya lo dijo el propio Correa: la derecha no va aceptar su derrota y van a decir que hubo fraude. Pero, quien sabe leer a Correa sabe que está anticipando el camino. Es decir, van a hacer el fraude y supuestamente están poniendo en alerta al pueblo para que salga a defender el triunfo del correato. Ya vemos, como es de verdad esto, que a los pocos días de esta declaración de Correa, el General Castro ha puesto el dedo en la llaga.

Entonces, a nombre de la ideología no podemos votar por Moreno, y peor por una ideología maltrecha, desvirtuada, domesticada, corrupta, autoritaria. Nos toca votar por Lasso, no por Lasso, sino por abrir el camino a una democracia. No porque Lasso lo vaya a hacer, sino porque el pueblo debe generarla y para eso hay que desmontar todo el aparataje correista. Desarmado aquello se abre la posibilidad de seguir caminando y exigiendo a Lasso que cumpla sus promesas. Y si no lo hace, habrá que hacerlo por nosotros mismos, pues ya es hora de rebasar a los partidos políticos que se han apropiado de las tomas de decisiones. Es tiempo de entregarlas a las organizaciones sociales, con la participación y responsabilidad total del pueblo en su conjunto.

Atawallpa Oviedo Freire


jueves, 2 de marzo de 2017

SOCIALISMO DEL SIGLO 20 Y 21 PROYECTOS CONTRA – RETRORREVOLUCIONARIOS


“Hace tiempo que los zapatistas y las zapatistas aprendimos que resistir no es sólo aguantar, sino que sobre todo es construir lo otro”.
Abel, Comunidad Zapatista

Los yachaks o sabios de los Andes enseñan que para lograr un propósito todas las tácticas y estrategias tienen que estar adecuadamente configuradas, pero la única manera de saber si fueron las correctas es si se alcanza lo esperado. Caso contrario, significa que se partieron de premisas falsas, las que incluso pudieron estar en el sentido contrario a pesar de que buscaban otra dirección. El resultado no está en el fin sino en el camino para llegar a ese objetivo. Se logra algo, no porque se lo desea sino porque se ha estado en el camino correcto. Y el camino más seguro es el camino conocido, el del pasado que ayuda en el presente a construir el futuro. Por ello en el mundo andino se mira atrás y adelante, para tratar de no equivocarse. En cambio, el eurocentrismo o la globalización solo mira al futuro desconocido y desprecia el pasado conocido.

Se puede en la teoría crear algo ideal, pero si en la práctica resulta al revés o simplemente no puede materializarse, es porque hay una equivocación en la comprensión de esa situación y/o porque los medios e instrumentos no son los adecuados. Una manera equivocada de concebir o de interpretar un fenómeno, así crea que su marco teórico y epistemológico es el científico y el más avanzado, puede llevar a que “el tiro le salga por la culata”. Lo que significa que en la vida, hay maestros e ideólogos.  
Cuando se ofrece una revolución o un cambio y éste fracasa, se termina dando pautas o ingredientes para que el adversario pueda recrear argumentos que deslegitimen a la revolución o al cambio en sí mismo. Pero lo que queda más claro, es que el camino y el diseño de dicha revolución en el fondo resultó ser un proyecto contra y/o retrorrevolucionario, así esa no haya sido la intención. Sin embargo, la mayoría se niega a aceptar y reconocer sus errores, echando la culpa al sistema establecido o justificándose en las capacidades o fuerzas del contrincante. Lo que significa que no ha aprendido y se volverá a equivocar.

El fracaso de los proyectos de arriba o de gobierno que empujaron los socialistas del siglo 20 y 21, en vez de abrir los espacios para el cambio estructural que encaminaban los pueblos desde abajo, ha provocado que se vayan cerrando las posibilidades y de que cada vez sea más difícil y complejo una transformación raizal. Con ello, dando más evidencias y herramientas al opresor para consolidar su sistema.

Los proyectos socialistas fracasaron porque fueron proyectos pequeños-burgueses (en sus propias palabras). En todas las revoluciones socialistas en el mundo, los que las dirigieron y empujaron fueron marxistas de extracción pequeño-burguesa y hasta burguesa. Los rezagos burgueses en todos ellos, pesaron en última instancia o fueron más fuertes que su lado intelectual proletario. Pesó más su forma de vida, que sus teorías creadas en el escritorio. Los intelectuales que idealizaron al socialismo y al comunismo como algo que estaba a la vuelta de la esquina a través del concepto de la “toma del poder”, venía de su condición utopista, paternalista y asistencialista que son de raigambre propiamente pequeño-burguesa.

El empresario y el trabajador son muy concretos porque viven la realidad del día a día, mientras el intelectual pequeño-burgués divaga en las ideas que son fruto de sus sueños personales y no de la experiencia acumulada o de la construcción colectiva de los pueblos. Miran y analizan desde afuera a los “otros”, como objetos de conocimiento a los que les analizan, les interpretan y les dan conceptuando lo que son, sin que jamás hayan sido proletarios o pobres o indios o mujeres u homosexuales, y sepan en carne propia qué es ser discriminado. Pero a los cuales les elaboran sus teorías de cómo liberarlos y de cómo ellos serán sus líderes históricos a través de su “partido revolucionario”. De ahí que hay “indios” que se han cansado de que sigan hablando por ellos o de que los sigan interpretando desde sus visiones no-indias, por lo que ahora exigen hablar por sí mismos y desde sus propias formas de concepción del mundo, y no desde las lógicas del pequeño-burgués eurocentrista de izquierda con sus teorías del “problema indio” o de la “cuestión india”.

El burgués desplazó al feudal o terrateniente, no porque le haya quitado del poder en forma violenta sino porque simplemente fue reconstruyendo la sociedad a partir de recrear nuevas formas de producción y de comercialización, lo que condujo a generar nuevas formas de vida y nuevas relaciones sociales. Y lo mismo hicieron los feudales con los esclavos. Ninguna revolución (no: conquista o invasión) que transformó una realidad social la hicieron desde arriba y en forma violenta sino cambiando paulatinamente las formas de vida, de distribución y relación entre los niveles sociales.

La teoría de Marx y de los marxistas en última instancia han sido proyectos pequeño-burgueses, que pretendieron resolver desde arriba lo que estaba abajo. Verticalismo que solo puso arriba a los pequeño-burgueses, ya que al proletariado siempre se le mantuvo abajo. A partir de una teoría inventada: la “dictadura del proletariado”, pero que en la realidad se convirtió en la dictadura de la pequeño-burguesía a través de su “partido de la clase obrera”. El “centralismo democrático” leninista fue el centrismo del buró del partido y en última instancia del líder máximo.

Los marxistas creyeron en sus retóricas que simplemente había que poner a la burguesía abajo y en su reemplazo al proletariado. Los proletarios en la posición de arriba serían capaces de equilibrar poco a poco la balanza hasta horizontalizar a todos en el comunismo. Mas por el contrario verticalizaron aún más el sistema, y hasta terminaron matando a miles de personas bajo el argumento de que eran contrarrevolucionarios o pequeño-burgueses. Cuando los contrarrevolucionarios eran ellos, que con sus falsas revoluciones o contra-retrorrevoluciones terminaron en contra del pueblo y retrocediendo los proyectos de cambio.

 Mientras el pueblo se debatía en cambiar su situación de vida diaria, los socialistas se creían los únicos que podían hacer la revolución, los únicos que estaban claros de cómo había que hacerlo y en la que inexorablemente ellos eran los que la debían dirigir. Por lo que perseguían (y persiguen) a todos los que no piensen como ellos, pues todos los demás proyectos de cambio son: esencialistas, románticos, fundamentalistas, pachamamistas, de regreso al pasado, etc.

El socialismo y el comunismo creado y configurado por la pequeño-burguesía intelectual, han sido (y son) proyectos que no están a favor del cambio o que conduzcan a una transformación, y no porque ellos no lo quieran sino porque sus creencias y métodos llevan a lo contrario, aun cuando en la teoría digan que van hacia aquello. El peor enemigo del cambio es el pequeño-burgués que habla de revolución, pero que en la práctica sus proyectos proceden a estancar o retroceder las aspiraciones y los deseos, llevando más bien a la frustración y al desencanto. Esos han sido los proyectos socialistas y comunistas de estos últimos 100 años, proyectos contra-retrorrevolucionarios.

Da pena reconocerlo, pero el marxismo y la izquierda han resultado en muchos casos proyectos más contrarrevolucionarios que los actos de la derecha misma. Por ejemplo, el movimiento indígena ecuatoriano en 100 años de lucha organizada y consecutiva había conquistado una serie de espacios y habían fortalecido algunas instituciones propias, como por ejemplo, la educación intercultural bilingüe, la salud indígena, la universidad indígena, la presencia al interior del Estado, la ganancia de puestos en gobiernos locales, la participación social como diputados o asambleístas, la ampliación de sus organizaciones, etc., hasta que llegó la “revolución ciudadana” y con el argumento de que lo que habían hecho durante toda su existencia no era revolución o cambio, procedió a desmantelar todo lo que habían conseguido sacarle muy duramente a la derecha en muchos años. Un izquierdista y su “auténtica revolución”, destruyó en 10 años lo que a la indianidad le había tomado centenas en conseguirlo, particularmente lo alcanzado en los últimos 50 años. Si en los gobiernos de la derecha consiguieron muchos triunfos, en el de la izquierda tuvieron muchas rápidas derrotas. La izquierda resultó ser más enemiga que la propia derecha.

Las obras materiales elefantiásicas de la “revolución del conocimiento” fueron más importantes que el contenido identitario que se enseñaba en las “escuelas comunitarias”. Lo importante para estos falsos revolucionarios o contrarrevolucionarios, eran los grandes y modernos edificios que reproducían la educación neocolonial - eurocéntrica – bancaria - adoctrinadora, que la educación transgresora de la oficialidad o del pensamiento dominante y que se venía desenvolviendo desde 1986 en casitas sencillas. La revolución no estaba en las epistemes de las naciones primeras, sino en los “edificios emblemáticos” que reproducían las epistemes de la globalización. Mientras en Europa y en el Occidente en general hay cuestionamientos al eurocentrismo o la globalización, a través de métodos como Waldorf, Montessori, o de la educación en casa; “los socialistas del siglo 21” procedieron a terminar con estos métodos alternativos como con los de la indianidad que se habían abierto con mucho esfuerzo en el Ecuador.

La izquierda estaba haciendo una “revolución en democracia y en paz”, pero los indios “atrasados” no comprendían que el cambio estaba en que dejen de ser indios de pensamiento, aunque debían seguir conservando sus vestidos para que sigan pareciendo indios. Así, el “gobierno revolucionario” de Rafael Correa puede presentarlos con sus danzas tradicionales cada vez que llegue una personalidad extranjera y se admire de cuanto se han civilizado los indios. Pasando algunos de ellos a ser defensores de sus teorías “revolucionarias” o retro-contrarrevolucionarias y a combatir a aquellos que se resisten a dejar de ser “ignorantes” y “limitaditos”.

A nombre de una “revolución ciudadana” (Correa) o de una “revolución democrática y popular” (Evo), o de una “revolución bolivariana” (Chávez), se hicieron revoluciones caudillistas, es decir, contrarrevolucionarias y más que eso retrorrevolucionarias. Los “socialistas del siglo 21” dividieron y resquebrajaron al movimiento indígena y a los movimientos sociales mucho más que lo que había hecho la derecha en toda su vida. Movimientos populares que ahora tienen cada vez menos presencia en la institucionalidad del Estado, y han disminuido sus puestos de elección popular que en la época en que gobernaba la derecha y a la cual le arrebataron varios espacios. Todos ellos, ahora han sido ahora reemplazados por pequeño-burgueses que controlan la totalidad de las funciones del Estado y del gobierno, bajo el argumento de “que ellos ya no son ellos, sino que son todo un pueblo”.

Se han llenado la boca de “revolución” y de “cambio” con obras faraónicas, mientras las estructuras las han mantenido intactas. Dicen que eso será después, ya que primero hay que disminuir la pobreza. Pero resulta, que los que han pasado a ser clase media se han vuelto consumistas y exigen cada día más. No resultan ser más conscientes y revolucionarios, sino que quieren ahora ser ricos. Algo que Linera (Bolivia) ya se ha dado cuenta y quiere ahora regresar a las calles para concientizar a la gente. El perfecto intelectual pequeño-burgués recién se da cuenta que hay que hacer la revolución desde abajo, por lo que ya no quiere ser candidato en las próximas elecciones, aunque sí está de acuerdo en que Evo lo sea.

No hay nada más ingenuo y de cuento de hadas que creer que quienes se presentan como “progresistas” sean revolucionarios realmente, y que haya que votar por ellos nuevamente. No hay más absurdo que creer que con los socialistas del siglo 21 se está avanzando en el cambio o que son un poco mejor que la derecha. La pequeño-burguesía es bombera desde las entrañas y termina sofocando o apagando las revoluciones, antes que avivándolas. Los socialistas del 20 terminaron construyendo un capitalismo de estado, los del 20 modernizando el estado burgués-neocolonial.

La revolución “democrático popular” -como ellos llaman al paso previo al socialismo-, es la contra-retrorrevolución de la pequeño-burguesía que no conduce a terminar con el capitalismo sino a fortalecerlo. Si la avaricia del “capitalismo salvaje” había puesto al sistema al filo del despeñadero en muchas ocasiones, la pequeño-burguesía socialdemócrata y la marxista se han encargado de restablecerlo. Los primeros, con el argumento de que no hay que caer en ningún extremo de tipo capitalista o socialista, y los segundos, de que no hay que dejarle que se caiga porque de sus cenizas se tiene que saltar al socialismo, es decir, el capitalismo es la base o el medio para proletarizar al pueblo y para que ahí pueda prepararse para construir el socialismo y luego el comunismo. De dónde viene ello. De las teorías mesiánicas y redentoristas de unos cuantos pequeño-burgueses que diseñaron en su cerebro dictatorial la “revolución proletaria o socialista”.

La izquierda, los marxistas, los socialistas, no son revolucionarios del cambio sino del status quo, son expertos gatopardos para que todo siga igual. Solo las alteridades pueden ser transformadoras, de quienes conciben el mundo en la armonía complementaria, de quienes resisten en el campo y no se han dejado atrapar por la academia para servir al colonizador y al sistema, sino que siguen sirviendo al saber ambiental y cultural pues han comprendido lo que es una vida equilibrada entre naturaleza y ser humano.

Entonces, los que ahora se rasgan las vestiduras en el Ecuador de quien es peor, Moreno o Lasso, no han entendido que no se trata de votar por el “menos malo”, sino de ver que las izquierdas dogmáticas y sectarias al creerse que son las auténticas y únicas revoluciones han procedido a minimizar y a romper a los movimientos sociales, que por muchos años han venido revolucionando la vida y transformando el pensamiento dominante.

Votar a favor del que se dice de izquierda cuando es la derecha modernizada, es votar por el enemigo que está dentro de casa. Los violadores en su mayoría están dentro de la casa o de la familia, y los izquierdistas han venido violando y hasta matando a sus congéneres con el mismo argumento del violador, de que lo que hacen es porque los aman o porque es por su “propio bien”. Esa es la izquierda pequeño-burguesa que los persigue y criminaliza por “su bienestar “y “su progreso”. Por ello, deben someterlos, dividirlos, acabarlos, en vista de que su “revolución ya es una leyenda” y porque a “esta revolución no la para nada ni nadie”.

La revolución es la de la alteridad, es decir, del pensamiento anti-eurocéntrico de izquierda o de derecha. La revolución está fuera del utopismo y del dogmatismo, está en la conciencia comunal, horizontal, equilibrada, integral, recíproca, circular, complementaria, consensual, etc. de los pueblos milenarios configurados en el continuo de la naturaleza. A eso nosotros lo llamamos aldeismo o comunitarismo, de aldea o de comunidad. Preferimos la palabra aldea, pues comunidad y comunitarismo han sido deformados y degenerados por los comunistas.

Sin embargo de todo lo anotado, no somos antimarxistas ni antiizquierdistas, pues sabemos que sus intenciones son positivas. Desde la racionalidad andina o de los sabios indígenas les vemos complementariamente, por lo que los consideramos nuestros aliados aun cuando nos vean como inferiores o nos califiquen de fundamentalistas o extremistas. Aspiramos que pronto puedan ser la otra parte de la revolución, para que juntos podamos hacer una revolución auténtica y total. Por tanto, ahora deben bajarse de la nube para re-empezar de nuevo.