El regreso de la derecha en Argentina y Brasil, y la facilidad con la que han revertido lo hecho por el progresismo demuestra que fue una época pérdida, pues, si fuera “ganada” –como ellos dicen- no hubieran regresado los neoliberales, o al menos les hubiera sido difícil el desmonte de lo hecho por el progresismo. Por el contrario, todo fue un simple castillo de naipes que de un solo soplido ha sido deshecho, no había nada estructural ni cimentado, ni siquiera un pueblo organizado y consciente que pueda impedirlo. A la final, todo fue un espejismo de revolución, tan solo un gatopardismo con una serie de cambios para que a la final no cambie nada de fondo, más por el contrario, esas reformas han apuntalado y perfeccionado el sistema de dominación.
Quizás
lo ganado, es todo lo que se puede aprender de esta época, si es que
hay la capacidad para asimilarlo y llevarlo a la práctica, caso
contrario, será otra pérdida de la izquierda, de las tantas en su
historia y que a estas” alturas del partido” se creería que ya debería
interiorizarse en una profunda autocrítica. Confío, que los que más han
aprendido son los de “abajo” y principalmente los de “afuera”
(alternativos, autogestionarios, autonómicos, anti-sistema,
alter-sistémicos).
Después
de la “época pérdida” del neoliberalismo, se presentó una situación
inigualable para proceder a un cambio estructural, pero los progresistas
se equivocaron en sus procesos de cambio y/o no supieron qué hacer en
el poder, para simplemente limitarse a hacer cambios cosméticos
apuntalados con mucha propaganda. En el fondo ni siquiera se propusieron
una reforma seria, tan solo se plantearon la modernización del
capitalismo. Excepto Venezuela que sí se lo propuso, pero que no tuvo la
capacidad de lograrlo debido a la improvisación, el dogmatismo y el
caudillismo que le rodearon. Por su parte, los otros gobiernos
progresistas creyeron que había que crear las condiciones para una
transformación orgánica, cuando ya estaban dadas con todo lo hecho por
el neoliberalismo que llevó a la quiebra al capitalismo, pero para ellos
pasaba por disminuir la pobreza y las desigualdades para que sea
posible una revolución posterior.
Efectivamente,
consiguieron afectar la pobreza y disminuir las desigualdades, pero
solo por el lado de los ingresos. Algo, que igual lo lograron otros
países con gobiernos abiertamente neoliberales, e incluso en algunos
casos mejor a lo que hicieron los progresistas (Colombia, Panamá,
Paraguay). Además, que era una propuesta de la ONU para cumplir con los
objetivos del milenio, todo lo cual no pretendía acabar con el sistema
sino de tan solo limitar la voracidad del “capitalismo salvaje” para que
perviva y se asiente el mismo régimen. Y ello fue posible, por la
ventaja internacional que ofrecían los excelentes precios de las
materias primas, pero ahora que han caído y ya no hay los recursos se
comienza el proceso inverso, con ello demostrándose que se los
desperdiciaron al no invertirlos para sembrar a través de generar una
nueva matriz productiva y de propiedad asociativa (grupal, comunitario,
cooperativo). Por el contrario, todos esos ingentes recursos fueron a
parar en los grandes capitales nacionales y transnacionales, siendo para
ellos si “la época ganada”, pues nunca ganaron tanto ni siquiera cuando
ponían directamente los gobiernos.
Quizás,
otra hubiera sido la historia si los progresistas no se hubieran
encontrado con esa bonanza que les llegaba del exterior y ahí, tal vez
se hubieran propuesto algo más contundente. El poder les envaneció y
engolosino, llevándolos a cometer múltiples errores, y que a la final
sus cambios fueron simples cascarones o maquillajes suntuarios, pero
nada raigal.
Su
idea de mejorar las condiciones de vida de la población, implicó solo
políticas redistributivas de los ingresos descuidando las distributivas
de la propiedad y no cambiaron la matriz de producción primario
exportadora, con ello dejaron intactas las mismas estructuras.
La
mejora material sin una disputa contrahegemónica epistémica y
ontológica de sentido histórico eliminó la posibilidad de un cambio
social, pues, además, lo hicieron sin la participación de la población y
sin una nueva expresión cultural de por medio. Por el contrario, se
procedió a desmovilizar a las fuerzas sociales que enfrentaron al
neoliberalismo y que permitieron el triunfo del progresismo.
Se
activó la actitud paternalista y verticalista de la vieja izquierda
totalitaria y estatista, en la que ellos como vanguardia se encargarían
de hacer la revolución, dejando a un lado la creación de una ciudadanía
individual y comunitaria comprometida, que partícipe y dirija su propio
proceso de cambio. Las mejores condiciones de vida a través de inversión
pública para democratizar derechos, no significó ningún valor agregado
socio-político pues se mantuvo la misma estructura de poder. Por el
contrario, implico un valor desagregado medible en desorganización,
desmovilización, inconsciencia e inconsecuencia de la población hacia la
generación de un nuevo orden social y de una nueva actitud de
construcción cultural.
Con
esto se cometió otro error al creer que el cambio es sobre todo
económico, siguiendo el mismo esquema de la derecha para quienes el
problema es de capitales, de la generación de mayor riqueza. No
entendieron que no vivimos solo una crisis cíclica del capitalismo sino
una crisis multifacética de la civilización (patriarcal, racista,
ecológica, energética, social, económica, política), y una de cuyas
partes es lo económico. Esto implica que las acciones deben ser
integrales, en forma transversal e interseccional, para que sea posible
un cambio total. Centralizar en lo económico es perder la perspectiva
para quedarse mareado en las ramas, sin resolver la situación de los
troncos y de las raíces que generan la dependencia y la explotación. El
economicismo, el productivismo, el consumismo, el extractivismo, no
conllevaron a una ciudadanía empoderada sino a la activación del
individualismo y el hedonismo; a la recreación de una sociedad
materialista y anoréxica preocupada por tener más antes que despertar la
cooperación, la reciprocidad, la solidaridad, la complementariedad, la
armonía y el equilibrio.
A
ello se suma, que los dirigentes de los movimientos sociales fueron
cooptados por los gobiernos. Con ello las bases pasaron a ser clientes
demandantes de obras y de ventajas personales o grupales, dejando de ser
los actores y autores del proceso de cambio. La burocratización de los
dirigentes significó el aumento del clientelismo, del prebendalismo, del
paternalismo, en la espera de que el Estado resuelva todo. Y, por otro
lado dio paso a la corrupción, pues los altos presupuestos les
terminaron pervirtiendo, generando nuevos ricos que vieron su
oportunidad de sacar su tajada en forma legal o ilegal (“ahora nos toca a
nosotros”). Poco a poco va saliendo a luz los casos de corrupción en
todos los gobiernos progresistas y que demuestra que si fue para ellos
una “década ganada”. Y en el caso de los movimientos que se mantuvieron
firmes, se procedió a criminalizarlos y perseguirlos; incluso, mucho más
que lo que la derecha había hecho anteriormente, asemejándose en
algunos niveles a la época de las dictaduras. Además, en el mejor estilo
de los totalitarismos, se crearon organizaciones paralelas sumisas a
los gobiernos progresistas.
Esta
cooptación de los dirigentes sociales al gobierno significó desarrollar
el mito del marxismo dogmático de que la revolución se hace desde el
Estado y no desde la sociedad y las comunidades. Con esta visión
estatista y vertical se bloquearon las posibilidades para que el pueblo
organizando asuma nuevos roles y responsabilidades.
El
estado verticalista se encargaría de hacer los cambios, y el pueblo
simplemente tenía que estar pasivamente votando por ellos, para que les
sigan dando más beneficios. A la final en eso se convirtió el cambio
progresista, transformando al gobierno central en un agente de obras que
son propias de los municipios, en vez, de dedicarse a hacer cambios
estructurales en las relaciones de poder. Se dedicaron a modernizar el
país (hidroeléctricas, carreteras, escuelas), obras que principalmente
han sido beneficiosas para los tradicionales y nuevos grupos económicos,
desperdiciándose la oportunidad de generar organización económica desde
las comunidades a través de motivar a la unión de medianos y pequeños
capitales privados y comunitarios, para que puedan competir con las
grandes corporaciones nacionales y transnacionales.
Es
decir, se desaprovechó la oportunidad de distribuir los recursos entre
toda la población, a través de la generación de diferentes formas
productivas y no simplemente redistribuyendo bonos que lo único que
hacen es profundizar la dependencia y la sumisión. De lo que se trataba
es de fomentar iniciativas de transición para la transformación social
desde abajo, mediante la autogestión, la auto-organización y el trabajo
en red, para sentar las bases de un nuevo sistema. Todo desde abajo, y
no desde el fomento a la creación de grandes empresas estatales o
privadas, y con grandes obras que lo único que reflejan son los regazos
de un capitalismo devorador.
Nada
se hizo para impulsar la construcción de la vida desde una posición
anti-globalizadora y anti-calentamiento mundial. Se olvidaron que
nuestro potencial está en la energía solar y eólica, y en la producción
agroecológica, agroforestal, y en todo lo que es orgánico sin
agro-tóxicos ni transgénicos.
Estatizar
la revolución, fue el mayor error cometido por el progresismo. No hay
Estado revolucionario sino sociedad revolucionaria, el estado por
esencia es anti-revolucionario. El Estado no integra a la sociedad, sino
que genera nuevas formas de dominación por quienes están en el poder.
Indudablemente
que son necesarias esas mega obras, pero antes había que cambiar las
estructuras de propiedad y de producción, para que los beneficios de
esas obras estén al servicio de las mayorías.
Lo
primero es lo primero, y ello tenía que ver con cambiar el sistema
político, institucional, económico, jurídico, de tipo colonial y
republicano, que era lo esencial y el trabajo vanguardista de un
gobierno revolucionario para construir el sumak kawsay/vivir bien, y no
dedicarse a hacer obritas. Además, que con los megaproyectos se ha
aumentado la dependencia al exterior, al profundizarse la estructura
productiva primaria exportadora y secundaria importadora, y por otro
lado, se ha aumentado la deuda externa y han disminuido las reservas
internacionales propias, dejando en indefensión a las futuras
generaciones que ahora tendrán que solo dedicarse a pagar los préstamos y
recuperar la liquidez interna.
En
su visión estatista salvadora, se dedicaron a perfeccionar el mismo
sistema republicano y burgués, cuando de lo que se trataba es de recrear
otro Estado, un Estado horizontal para desmontar todo el poder
estatuido. Un verdadero Estado plurinacional y no la cooptación de
ciertos conceptos al mismo Estado colonial-liberal. De la visión del
Estado débil pasaron a la idea de recuperación del Estado obeso, cuando
lo que había que recuperar principalmente es a la sociedad organizada,
para que la fuerza del nuevo Estado no esté en su estructura
institucional sino en la estructura social consciente, organizada y
participativa de la ciudadanía. El proceso constituyente se frustró por
los caudillismos que dieron paso a la modernización del capitalismo, que
principalmente significó el aumento de la burocracia y no al aumento de
las formas de gobierno local, de consolidación de la autogestión, de
despegue de las economías comunitarias.
Un
proceso revolucionario no es la magnificación del Estado, pues a la
final se convierte en la del Partido, y ante todo del jefe del buró y
del gobierno, quedando todo concentrado en una sola persona
(hiperpresidencialismo). La lección, es que se debe proceder a la
desconstitución o desmonte paulatino del Estado para recrear un nuevo
tipo de funcionamiento social, cuya fuerza esté en la sociedad
organizada y politizada. No se trata de dar todo el poder al Estado,
para luego dizque eliminarlo en la segunda fase del comunismo, es decir,
nunca.
Esto
implica, desmonopolizar la política circunscrita a los partidos
políticos, para abrir la participación a los movimientos sociales, a las
nacionalidades, y a todas las expresiones populares para que tengan
plena intervención en las políticas públicas y en el ejercicio social.
La recreación de un sistema en espiral, que monte desde abajo hacia
arriba, que se encargue de coordinar, ejecutar y controlar a las
instancias superiores. El poder siempre en las bases y no en el Estado
(ejecutivo, parlamento), todo lo contrario, a la visión marxista en la
que el pueblo es la retaguardia. Entonces, hay que cambiar las
posiciones, el pueblo organizado en los movimientos sociales siempre en
la vanguardia y los demás en la retaguardia, es decir, en la
resistencia. Es un error pasar de la resistencia a la vanguardia, cuando
hay que siempre mantenerse en esa posición revolucionaria.
Por
ende, el cambio es ante todo cualitativo antes que cuantitativo, son
necesarias las obras pero de lo que se trata es de resolver el poder
contrahegemónico a través de disputar nuevos valores y espacios. Por
ejemplo, de que sirven las escuelas si no se cambian las pedagogías, los
pensum, por el contrario el efecto es negativo al incorporar nuevos
agentes formados en el mismo sistema oficial y que salen capacitados
para servir al status quo que se quiere acabar. Educados, alfabetizados,
profesionalizados, para consolidar el mismo esquema social y no para
recrear un nuevo orden cultural. Mayor infraestructura, libros, desayuno
escolar, uniformes, partidas docentes, pero con los mismos contenidos y
valores, que al final se convierten en un contrapeso que frena los
cambios sociales antes que potenciarlos. Estos educados lo que quieren
es más dinero y toman mayor distancia con aquellos que todavía se
mantienen abajo, antes que hacer algo por integrarlos a un proceso de
cambio. Lo que importa es el cambio en la matriz de pensamiento para
transformar todo, en este caso, la manera en que se enseña, se aprende, y
con ello cambiar las perspectivas epistemológicas sobre lo social y lo
natural. Los “elefantes blancos” sin nuevos valores sociales, es
trabajar para el enemigo o para el establishment que para uno mismo.
En
lo político había que contribuir a conformar y fortalecer instituciones
representativas de las mayorías desde espacios locales y municipales,
que vayan ampliándose en círculos concéntricos hasta cubrir el nivel
nacional, con el propósito de confrontar a la dominación del capital
financiero, del capital extractivista, y las burocracias tecnocráticas,
principales grupos reacios al cambio. Para diseñar estas normas y
políticas se precisaba profundizar la democracia (biocracia), pues
estaban en juego definiciones trascendentales para el uso adecuado de
los recursos no renovables.
Esto
implica gestar espacios de poder real, sobre todo desde lo local y
comunitario, para que sean verdaderos contrapoderes de acción
democrática en lo político, económico y cultural. Se debe garantizar la
participación y el control social desde las bases en el campo y las
ciudades, desde las comunidades y los barrios. Se precisa construir una
sociedad fundamentada en la horizontalidad, lo que demanda democracia
directa, acción continua y autogestión, no nuevas formas de imposición
vertical y menos aún liderazgos individuales e iluminados. Estas
lógicas, todavía presentes en muchas comunidades indígenas, deberían
empezar a cristalizarse en los movimientos sociales que se asumen como
portadores del cambio. Eso sería lo mínimo que se podría esperar.
En
suma, se precisa contrapoderes que presionen a los Estados y que
sostengan la estrategia colectiva hacia un nuevo imaginario de
convivencia, que no podrá ser una visión abstracta que descuide a los
actores y a las relaciones presentes, sino una visión concreta que
reconozca a los gestores y sus inter-vinculaciones tal como son hoy y no
como quisiéramos que fueran mañana.
En
síntesis, todo lo señalado nos dimensiona que fue una época
desperdiciada y hasta perdida en politización, organización,
movilización, concientización, participación, experiencia de la
población para enfrentar los cambios; como asimismo, en la
estructuración, recreación, generación, cimentación de un nuevo sistema,
que funcione con otras reglas de juego y en otra cancha, para hacer
posible otro mundo donde quepan todos. Ahora, todas las obras sociales
quedan para el cuento y todas las mega-obras para potencializar el
neoliberalismo y el extractivismo. Todo el trabajo del progresismo para
beneficio de la derecha, y después preguntaban a quién le hacía el juego
la oposición radical de la izquierda, los de abajo y los de afuera. Ahí
tienen la respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario