Las trampas de las
políticas de género, interculturalidad, sustentabilidad…
Cuotas de poder, participación en el Estado, inclusión al
sistema oficial, son las nuevas tácticas del establishment en la práctica
social para el control hegemónico. Si antes se sometía mediante la dictadura o
la segregación o la educación forzada, ahora es mediante la integración y
cooptación al poder y la racionalidad dominante. Es la manera sutil del manejo
sistémico para anular, inmovilizar, negar, y asimilar a todos al pensamiento y hegemonía
oficial.
En la retórica social se hace un reconocimiento a las
mujeres, su aporte a la vida, sus capacidades y talentos, etc. Ante ello, se
exige igualdad de derechos, igualdad de participación, igualdad económica, en
fin, igualdad de género. La lucha se transforma en la búsqueda de la equidad en
la intervención de hombres y mujeres en la vida social, política y económica.
El poder accede y entrega a ciertas mujeres el mando de ciertas instituciones,
las mismas que tienen la impronta de la mente patriarcal configurada en cientos
de años de patriarquía o pramidalismo. Pero no le entrega a cualquier mujer,
sino a aquellas que han asimilado y enraizado el patriarcado, es decir, a aquellas
que han devenido “mujeres patriarcales”.
Así la lucha distal e integral contra el sistema patriarcal,
causa y origen del machismo, el sexismo y de toda la segregación y ablación de
la mujer, queda postergada para simplemente centralizarse en una acción por un
mayor nivel cuantitativo de participación de las mujeres dentro del
sistema-mundo patriarcal. De esta manera estratégica, la acción queda reducida
a tener las mismas ventajas que tienen los hombres en el sistema creado y estructurado
por el patriarcalismo. Se les entrega cuotas en el poder misógino, pero ellas
no se convierten en luchadoras contra el sistema que les domeña, máximo se
esfuerzan en lograr más derechos dentro del mismo Estado y sistema de poder
sexista.
De esta manera, la mayoría de mujeres creen estar
representadas o de que ya tienen los mismos derechos que los varones o de que
al fin ya tienen participación en el poder. Sin que se dan cuenta que con ello están
legitimando y naturalizando el mismo sistema de biopoder piramidal, en el que
ahora hay mujeres enfrentándose contra otras mujeres. Mujeres que atacan
inconscientemente a las formas y paradigmas femeninos de lo matricial o
espiralado, y defienden al sistema piramidalista y sus múltiples tentáculos: colonialismo,
capitalismo, productivismo, racismo, separatismo, materialismo, racionalismo,
etc.
Las mujeres que han llegado a sitios de poder o que están
dentro del sistema dominante, no han hecho acciones para desestructurar el
poder vertical, por el contrario, estas mujeres han sido fieles defensoras del
sistema divisorio, lineal, clasista, homogeneizador, etc. Lo que significa su
fortificación y apuntalamiento para que el sistema patriarcal se renueve de
otra forma y con otros medios, pero ahora impulsado desde arriba y desde
adentro, no solo por los varones sino también por las mujeres. En definitiva,
la neo-misoginia consiste en introducir personas con rasgos físicos femeninos
en el sistema patriarcal, pero sin integrar los principios y paradigmas de lo femenino,
matricial, integral, espiral; y cuyo propósito es que ellas mismas se encarguen
de cuidar y de prolongar perpetuamente el sistema que las somete.
Por su parte, de los indígenas se dice que son los
guardianes de la tierra, que viven en el continuum de la naturaleza, que sus
conocimientos son necesarios para construir una nueva humanidad. Por lo que se
pregona su inclusión en las políticas de desarrollo, se les integra a los
beneficios del progreso y la modernidad, se les permite tener puestos en los
gobiernos nacionales e instancias internacionales, etc. Se convierten en
diputados, alcaldes, y hasta presidente de la república (Bolivia), pero no se
produce ninguna transformación estructural, ni se cambia el estado colonial y
republicano, ni se integran las ontologías y epistemologías indígenas, y a la
final todo sigue igual. La inclusión indígena se convierte en la integración de
personajes con fenotipo o pigmento “del color de la tierra” al mismo poder y
sistema racista, pero no de la filosofía, metodologías, axiologías,
hermenéuticas indígenas. Estos indios en el poder no están para recrear otro
sistema sino para continuar con el blanqueamiento que ahora lo ejecutan los
mismos indígenas. La mentalidad colonial instrumentalizada por los indios, que
articulan ideas liberales, marxistas, positivistas, capitalistas, desarrollistas,
progresistas, religiocentristas, etc.
La interculturalidad y la plurinacionalidad tan solo queda
en la intervención de indígenas dentro del mismo Estado y gobierno colonial-liberal.
Se introducen algunas simbologías y parafernalias ancestrales al mismo sistema
de dominación, en un típico pachamamismo para maquillar al mismo sistema-mundo
xenófobo y homofóbico, y no, para cuestionarlo y resquebrajarlo. Se convierten
en nuevos felipillos que se encargan de tender los lazos con los
neo-conquistadores, para que el indio siga sirviendo a la biopolítica de los
grupos hegemónicos.
Lo que significa que el racismo sigue latente al mantenerse
los mismos conceptos y valores coloniales y de la modernidad occidental en la
vida común y corriente. De esta manera, los indios quedan máximo como adorno para
recibir a personalidades, como turismo comunitario, como danzas y músicas para
el mercado posmoderno, como espiritualidades para buscadores new age. Con ello
el sistema continúa incólume, con indios incorporados al mismo poder
racializado, para reclamar solo ciertos derechos para los indígenas dentro del mismo
sistema xenófobo. De esta manera, se posterga el asunto de fondo que es el
cambio del sistema eurocentrista o de blanqueamiento ontológico y epistémico. En
definitiva, el neo-racismo consiste en incorporar gente con características
físicas indígenas al poder estatuido, pero que su mentalidad está estructurada en
lo colonial y formada en la modernidad capitalista, para que se responsabilicen
en naturalizar y legalizar el sistema de dominación eurocéntrica.
En el mismo sentido podemos hablar de los ecologistas y
ambientalistas. Se dice que ellos han cambiado las dimensiones de la
naturaleza, que sus conceptos de sustentabilidad y de todo lo verde han
replanteado la relación cultura-medio ambiente, que sin el ecologismo la
explotación y depredación de la naturaleza habría alcanzado niveles dramáticos.
Ante ello, promueven su intervención en los altos organismos mundiales y
nacionales, son tomados en cuenta sus planteamientos de los derechos de la
naturaleza, sus miembros pasan a puestos importantes en los gobiernos
nacionales y mundiales, etc. Pero no pasa nada de fondo, ni siquiera se ha
logrado detener el cambio climático peor la crisis global, todo se queda en
medidas de adaptación, de mitigación, de resiliencia, y el capitalismo
devorador sigue campante. Por el contrario, eufemísticamente se acomodan las
formas depredadoras y aparece el capitalismo verde o el desarrollo sostenible como
referentes para todo el mundo. Es decir, el estado extractivista se mantiene y
el sistema utilitarista y cosificador de la naturaleza se resignifica desde un
nuevo discurso de prácticas “amigables con el medio ambiente”.
El saber ambiental que debiera cuestionar y transformar a
las epistemes positivistas del sistema de objetivación de la naturaleza, queda
relegado y visualizado como no científico o serio, para presentarlo como un
concepción apocalíptica o catastrofista. Con ello se desdibuja y se desarma la
posibilidad de terminar con el ecocidio, para continuar por otros enfoques con
el mismo esquema, como por ejemplo, el discurso demagógico de que los recursos
naturales serán utilizados para terminar con la pobreza. De esta manera, la
epistemología ambiental que podría abrir el camino a la construcción de un
nuevo mundo, es atrapado en el poder oficial y con ello adormecido en su
capacidad de ruptura profunda con la racionalidad económica y la racionalidad
tecnológica. El ambiente deja de ser una fuente de pensamientos, sensaciones y
sentidos para tan solo seguir siendo un objeto de conocimiento y de manipulación
por la ciencia tecnocrática. Cumpliéndose así con el objetivo primordial, que
es mantener el mismo sistema depredador y explotador de la naturaleza y del ser
humano, con la intervención de ecologistas y ambientalistas que adornan su
discurso de verde y de sustentabilidad.
Con ello, lo único que se consigue es florecer de otras
maneras el mismo sistema, pero dejándose intactas al mismo tronco y raíces del
sistema contra-natura, consecuentemente manteniéndose en peligro la
sobrevivencia misma de la especie humana. En definitiva, el neo-ecocidio es la
introducción de personajes con maquillaje y ropaje verde, pero que no viven ni
manejan políticas desde las epistemologías ambientales, los cuales tienen la
función de adornar de sustentabilidad y de sostenibilidad al mismo proyecto
catastrofista del capitalismo voraz.
Irónicamente, quienes cuestionan a estas formas cosméticas o
parches, que son las políticas de género o de interculturalidad o de
sostenibilidad, son calificados de extremistas, de aventureros, de demagogos y
hasta de contrarevolucionarios. Los opacan con el argumento de que todo es
proceso y de que se está avanzado paulatinamente, cuando de lo que se trata es
de sembrar las semillas de algo nuevo y diferente para que eso germine, y no de
repintar o de reacomodar las mismas estructuras de disciplinamiento y sumisión.
Obviamente que eso no se consigue en poco tiempo, como pretenden cuestionar los
desarrollistas y progresistas de que la “revolución no se hace en 5 minutos”. Pero
de lo que se trata es de empezar, pues jamás puede haber cambio desde el propio
sistema sino desde la alteridad (afuera).
Todo esto significa que lo principal es todo lo que se pueda
hacer “desde fuera” de la racionalidad dominante y “desde abajo” al interior
del sistema de poder. Eso implica la recreación de nuevas formas de vida desde
fuera de lo convencional u oficial, y no solo la idea de asaltar o tomar el
poder. El de reconstruir el poder desde “abajo” con la sociedad civil
organizada, y no particularmente “desde arriba” o desde el Estado como aparato
y medio creado por la racionalidad hegemónica.
La izquierda solo quiere hacerlo al interior del sistema, desde arriba y
desde adentro, desde el gobierno y desde la democracia formal, de ahí el
perenne fracaso y sin que terminen de aprender.
Fatalmente, la izquierda no termina de abrirse a la otredad
o la alteridad (exterioridad), las que se inscriben dentro de otras
racionalidades y complejidades que funcionan en la multidimensionalidad y la
intersectorialidad. Continúan en su visión dialéctica basada en la totalidad,
la contradicción, y la negación, cuando las ciencias cuánticas y los saberes de
la complejidad han demostrado que la vida funciona desde otras variables como
la complementariedad (Lupasco), la reciprocidad (Temple), la paridad, la
armonicidad, la entropía, la sinergia... (pensamiento de lo espiral). Con ello,
señalando que la diversidad, la diferencia, la variedad, son elementos con los
que guiarse para repensar la naturaleza y un nuevo mundo, donde quepan todas
las formas de vida y no solamente las humanas, y dentro de las humanas, todas
las diversidades sociales y no solo la eurocéntrica.
La izquierda se dice ser la más avanzada, la más
revolucionaria, la más vanguardista, pero en la práctica son de las más
conservadores entre las tendencias alterativas. Son de los que recién han
abrazado algo del ecologismo, del ambientalismo, del feminismo, del
multiculturalismo, de la colonialidad, del igualitarismo, etc. Pero todo queda
como un añadido o un brazo exterior y no como algo transversal o diagonal a
toda la co-racionalidad[1]
ontológica y epistémica de la vitalidad. Su lucha es eminentemente economicista
y productivista (capitalista), y en el fondo, no le interesa lo patriarcal, ni
lo colonial, ni la naturaleza, en otras palabras, no le importa los verdaderos
cambios sino tan solo pretenden disfrutar de la modernidad, de la ciencia
positiva y de tener mayores ventajas económicas.
Por ello, no abrazan el decrecimiento, la autogestión, la
autosuficiencia, la autonomía comunitaria, el autogobierno, los sistemas de
transición, el bien común, el buen vivir, el sumak kawsay, y todo aquello que
implica la resistencia y/o reconstrucción desde abajo (al interior del sistema)
y desde afuera (al exterior del sistema), a partir de vivir y de recrear nuevas
formas y estilos de vida, de producción, de educación, de vivienda, etc., más
allá del Estado y de la sociedad oficial. Se quedan enmarcados en el sistema
biopolítico y en el biopoder hegemónico, pretendiendo autodestruir su
hegemonismo en una segunda etapa de un comunismo utópico, algo que solo pueden
creerlo idealistas materialistas históricos y dialécticos que siguen teniendo
solo a Marx y a Lenin como sus libros de cabecera.
Por su parte, la mayoría del feminismo, del
multiculturalismo, del ecologismo y demás corrientes alternativas no se
transforman en alterativas. Tienen miedo del poder, cuando el poder en sí mismo
no es negativo sino en cómo se utiliza el poder. Todo en la vida es un poder,
el poder del agua, del sol, del pensamiento, de los sentidos, de las emociones;
y en el caso de la naturaleza, lo que ella hace es buscar simbiosis,
homeostasis, entre todos esos poderes. Algo que lo sabe también el cuerpo
humano, pero la mente patriarcal, racionalista, sexista, se encuentra divorciada
y enajenada de su organismo, como de la naturaleza extra-humana. Si bien hay
que ser críticos con la izquierda, no significa entrar en contradicción sino en
una complementariedad. Indudablemente que hay que avanzar más allá del
socialismo, pero no se trata de quedarse en formas que rozan con el capitalismo
antes que con algo realmente transgresor.
Esto significa abrazar a todas las alteridades y
alternativas en conjunto, no puede haber una izquierda machista, un feminismo
racista, un ecologismo materialista, un indigenismo anti-blanco, un ambientalista
contra el matrimonio gay, un izquierdista antiinmigración, un ecologista carnívoro,
etc. Si no se hace un gran paraguas de tipo integral, diverso y complementario,
cada cual en su secta seguirá reproduciendo desde otros ángulos e instrumentos
al mismos sistema-mundo que los separa y divide. Los maquillajes están de moda
y lo que se hace necesario son actitudes y posiciones medulares.
En síntesis, la izquierda tiene que aprender a construir la
nueva vida, caminar con los de abajo y los de afuera, y no solo pretender
tomarse el poder y construir desde arriba. A su vez los alternativos, deben
plantearse llegar al poder, formar organizaciones globales, y caminar
complementariamente con la izquierda. Esto es, la izquierda tiene que actuar
también en la micro-política y los alternativos en la macro-política. Todas las
formas de lucha, de acción y de resistencia utilizadas, pero principalizando la
construcción desde las bases para llegar a arriba en forma espiral, tejiendo
las jerarquías para que se sostengan las unas con las otras, y conjugándose en
sintonía con los modelos complejos de la naturaleza.
[1]
Con co-racionalidad (o co-razón) nos referimos a la interrelación entre el
pensamiento y los sentidos, en oposición a racionalidad que se circunscribe
solo al pensamiento y especialmente a la razón instrumental.