martes, 31 de marzo de 2015

EL “TODO O NADA” DE LA ULTRA-IZQUIERDA




“Esa izquierda del todo o nada es la mejor cómplice de la derecha, del status quo, para volver al pasado. Hay que ser sensatos, hay que saber lo que se puede hacer. A los gobiernos progresistas nos piden todo e inmediatamente y esa es la mejor forma de apoyar a la derecha”. Rafael Correa
Rafael Correa ha graficado de otra manera lo que sucede entre las diferentes propuestas de revolución o cambio que se han planteado. Criticando a la “ultraizquierda” ha señalado que  aquellos representan la visión del “todo o nada”, dejando entrever que ellos son la izquierda del “poco o nada”, y con lo cual creen ser más reales, prácticos y “sensatos”. Según ellos han hecho bastante, y pudiera ser así, pero no son conscientes de que todo eso se canaliza en los propósitos o las metas del “poco o nada”, cuando desde otra visión y horizonte podría haber sido del “mucho o nada”, aunque no del “todo o nada”. En otras palabras el “poco o nada” es un cambio cosmético o epidérmico y el “mucho o nada” es la acción hacia un cambio estructural. En teoría política, la disyuntiva es entre modernización del capitalismo o post-capitalismo. La simple modernización capitalista implica una suerte de “poco y nada”, poco en términos superficiales y nada en términos estructurales. Esto quiere decir, que todo depende de la dimensión en la cual se propone y de los objetivos que se persigue.
En todo caso, en algo estamos de acuerdo con Rafael Correa, de que unos son la izquierda del “todo”, que ellos son la izquierda de lo “poco”, y otros la izquierda de lo “mucho”. Esas las tres principales concepciones y propuestas entre quienes se plantean un cambio aunque no necesariamente paradigmático, y la mayoría de ellos tienen como mira a diferentes tipos de socialismo y otros al sistema comunitario del sumak kawsay. Siendo éste otro elemento que establece otro tipo de diferencia que existe entre las izquierdas y el indianismo, y que también es necesario tener en cuenta entre los proyectos intra-paradigmáticos y los trans- paradigmáticos.
Rafael Correa asimismo ha señalado que ningún gobierno ha hecho lo que ha hecho la “revolución ciudadana” en toda la historia del Ecuador. Pudiendo estar de acuerdo con esta aseveración, pero el asunto de fondo es mucho más complejo. Podría hasta ser el gobierno menos malo de los últimos tiempos pero continúa en el mismo andarivel de lo “poco” y no ha pasado al “mucho” –ni pasará- para que sea posible y real un cambio raizal. Tan solo se ha dedicado a realizar reformas intra-sistémicas o a darle una manito de gato al mismo sistema colonial-criollo-burgués, cuando podía haberse convertido en el histórico gobierno de transición hacia el “todo”, empezando por un proceso del “mucho” a través de una acción de descolonización y despatriarcalización de la sociedad nacional. En realidad, ha terminado siendo uno de los gobiernos más neo-coloniales y neo-patriarcales de la historia del Ecuador, agobiado además por sus conceptos neo-conservadores y prácticas neo-populistas, que configuran este cuadro de lo “poco”. Una cosa es ser anti-neoliberal (“poco o nada”), otra ser además anti-capitalista, anti-colonial y anti-antropocéntrico (“mucho o nada”), y otra ser además anti-eurocéntrico, anti-patriarcal y anti-civilizatorio (“todo o nada”).
En este sentido, las tres principales izquierdas son la izquierda del “todo o nada “que es la izquierda dogmática o sectaria, la izquierda del “poco o nada” que es la izquierda light o progresista, y la izquierda del “mucho o nada” que es la izquierda revolucionaria, siempre que se entienda que ese “mucho” es indianista, ecologista, feminista, culturalista, y comunitarista. Además, es interesante observar que el “poco” está más cerca de la “nada” y de la Derecha, y que lo “mucho” está más próximo del “todo” y de la Izquierda, siempre y cuando, ésta entienda que el “mucho” es solo un tránsito hacia el “todo”. Y como vamos a demostrar a continuación el correismo luego de 8 años con su política de lo “poco” ha terminado en la nada, apoyando a la derecha empresarial y a su sistema capitalista de vida.
LAS SALVAGUARDIAS
Actualmente se discute si son correctas o no las salvaguardias, cuando lo de fondo e importante es establecer en qué situación se encontraba el país al momento de enfrentarse a un fenómeno que altera su relativa estabilidad. Si se hizo o se dejó de hacer, lo necesario y suficiente, para enfrentar cualquier situación desfavorable interna (terremoto) o externa (caída del precio del petróleo). Si el Ecuador podía haber estado en otras condiciones para sobrellevar el impacto proveniente de factores ajenos. Es decir, si se empezó a transformar la matriz productiva, para dejar de ser un país exportador de materias primas atado a las demandas del capitalismo metropolitano.  Y la respuesta, es que no se tomaron “ni buenas ni adecuadas decisiones económicas ni políticas” durante estos 8 años. Fueron desperdiciados en términos de la revolución que se proponía y que nunca se la intentó, salvo, quizás, algunos avances conceptuales plasmados en la Constitución de Montecristi.
Esto quiere decir que el correismo no ha pasado el examen que le ha puesto la situación internacional. Si bien es cierto que la caída del precio del petróleo y la apreciación del dólar responde a factores exógenos, estamos viviendo el inicio de una nueva crisis frente a la política del “poco” que terminará en nada, de nada. Esta era la oportunidad que tenía para demostrar que se hizo lo adecuado durante estos 8 años y que por lo tanto no eran necesarias ningunas medidas extremas ni improvisadas como son las salvaguardias. Una situación exterior no puede afectar tanto a un país que al interior está sólido y estructurado. Un país que ha entendido que sus condiciones de vida están equilibradas, con propuestas, acciones y epistemologías sustentadas en lo nuestro. Con esto, se demuestra y se comprueba que la política de lo “poco” ha fracasado, y que a la final, va a terminar siendo “nada” para el pueblo y por el contrario “todo” para los grupos dominantes.
El correismo se ha visto obligado por las circunstancias a buscar ayuda en las cámaras de la producción, bajo el perenne eufemismo que se utiliza siempre en épocas de “vacas flacas”, de que “todos” tenemos que sacar adelante al país, es decir, al país cuyo 10 % de la población es el dueño del 80% del mismo. Una vez más, y como siempre ha sucedido en situaciones de crisis, los gobiernos se ven compelidos a sostener la economía en los grupos de poder, los cuales a su vez saben que es la oportunidad de seguir haciendo su agosto. Si hace 15 años los neoliberales recurrieron a los banqueros para mantener el sistema, ahora el correismo necesita de los grandes exportadores para que no se caiga su proyecto de modernizar el capitalismo: alfa y omega de la ahora mal llamada revolución ciudadana. Con esto se pone en duda aquella afirmación gubernamental que decía, hace un par de años, “en síntesis, nunca antes los grupos económicos poderosos estuvieron mejor, nunca antes los más excluidos de la Patria estuvieron menos peor.” Ahora a los pobres les irá nuevamente peor: “nada” y a los poderosos aún mucho mejor: “todo”.
Durante años en su arrogancia y prepotencia característica, Rafael Correa se pasó denostando contra el FMI, el Banco Mundial, las Cámaras de la Producción, y de otra parte vapuleando a los TLCs y convenios bilaterales, para finalmente verse obligado a hacer lo que siempre habría criticado. Y como de costumbre, pasó la responsabilidad a otros, a la “izquierda del todo o nada”, a los factores externos, etc. Lo que significa que la crisis se ahondará, pues como todo caudillo iluminado no puede ver su propia responsabilidad como la principal y básica de lo que estamos viviendo. A igual que todo gobierno miope simplemente profundizará la crisis evitando asumir su responsabilidad por no saber escuchar lo diferente, pretendiendo que solo le oigan y le entiendan a él. Esa la ceguera política de la crisis económica en curso, que demuestra que la “revolución ciudadana” como propuesta política ha claudicado.
Otra habría sido la situación, si durante la gestión correista se hubieran dedicado a cambiar la matriz productiva y paralelamente la matriz de concentración de la riqueza. A los 8 años de gobierno ha tenido que reconocer y agachar la cabeza para darse cuenta de que tenía que haber fomentado la producción; pero no de cualquier forma de producción, sino de la que se guía en base a los principios de relacionalidad, complementariedad, reciprocidad, integralidad. No ha podido tomar conciencia de que su proyecto monumentalista (carreteras, edificios, etc.) era tan solo un bello castillo de naipes. Ahora vemos que al primer gran soplo se comienza a caer, es decir, que nunca se construyeron raíces en qué sostenerse y mantenerse. Si en estos 8 años Alianza País habría dirigido una revolución agraria del “mucho”, a partir de la soberanía alimentaria, consolidando a las comunidades ancestrales, a las formas asociativas tradicionales, a las cooperativas, y a las nuevas y modernas formas de producción colectiva y agroecológica, hoy no estaría incentivando al capital exportador de ciertos grupos monopólicos.
Y si hubiese hecho un cambio en la matriz de concentración de la riqueza, no tendría que verse obligado a imponer las salvaguardias, pues la producción local hubiese hecho el amortiguamiento respectivo, a través de una población empoderada en forma asociativa que sostiene la arremetida exterior. Por el contrario se fomentó el consumismo, cuando pudo haber sentado las bases para un esquema de consumo más humano y respetuoso de la vida en todas sus expresiones.  Es decir, que hace 8 años debió darse cuenta de que era “necesario consumir y valorizar lo nuestro”, de que “nuestra producción es igual y competitiva a la internacional”, como ahora dice, cuando se le acabó la lotería. Si en todo este tiempo se hubiera potenciado lo “propio”, otra sería la situación frente a la afectación internacional.
Lo realmente triste es constatar que Correa conocía de estas potencialidades. Basta revisar el Plan de Gobierno de Alianza País, elaborado el año 2006, o lo que representa la Constitución de Montecristi, en tanto hoja de ruta de transición para construir otra economía, otra sociedad y otra política. A la postre Correa, el caudillo del silgo XXI, terminó por traicionar los orígenes y las propuestas básicas de su propio proyecto político.
“TODO O TODO” PARA LOS MISMOS DE SIEMPRE
Si los millones de dólares que ingresaron por el petróleo hubieran servido para construir otra economía desde estructuras mutuales y no vayan destinados  en su gran mayoría a los grupos monopólicos, otro sería el cantar a este momento. Por ejemplo, las “lindas” y “necesarias” carreteras, hidroeléctricas, edificios, etc. han sido construidas por grandes empresas nacionales y transnacionales, que debieron estar en línea con la construcción de otra matriz productiva, que encuentre en los mercados locales la razón de ser de su accionar. Lo que tenemos ahora es que las carreteras van a servir principalmente a los grandes exportadores y no para transportar productos de la economía popular y comunitaria, que además casi no existen. En una política del “mucho” el pueblo organizado mutualmente trabaja para sí mismo, pero en la política de lo “poco” sigue como peón y servidor de las grandes empresas, y no trabajador ni propietario de sus propias empresas comunitarias. Lo que implica el aumento de la dependencia laboral y por ende  que el capital continué encima del trabajo, a pesar del discurso del correismo.
Si en 8 años, el pueblo organizado y empoderado productivamente era parte de una política de construcción de otra economía, hubiera podido enfrentarse sin tantos traumas ni altos costos el impacto de los problemas internacionales. Correa no tuvo la capacidad y tampoco la voluntad para inaugurar otra forma de economía política y consecuentemente no dio paso a la transición hacia un nuevo tipo de sociedad y de sistema en línea con el sumak kawsay. La tarea no pasaba ni por acciones violentas, ni nacionalizaciones, ni estatizaciones, ni confiscaciones, ni nada de lo que suele propugnar la ultraizquierda, sino que habría podido empoderar a los productores y consumidores populares en el diseño, control y manejo de otra economía y política.
Esto quiere decir que todo se hizo al revés.  Las grandes obras de infraestructura habrían tenido algún sentido si fomentaban la producción asociativa, pero ahora solo saldrá favorecido el gran capital, como siempre ha sucedido cuando se presenta una situación de crisis o de inestabilidad, en la que los grupos privilegiados salen más fuertes que nunca. Lo cierto es que a este momento, sin querer queriendo, el correismo ha terminado apoyándose en el gran capital. El sostén de su gobierno está en connivencia con las cámaras de la producción, y no en el apoyo del pueblo organizado económica y políticamente. Como diría el chavo: “vuelve el perro arrepentido con el rabo entre las piernas” a la triste noche neoliberal de la partidocracia, mientras el “Estado de Propaganda” se seguirá encargando de convencerle al pueblo de que ha disminuido la pobreza, para ocultar el problema de fondo que era disminuir la concentración y acumulación de la riqueza.
Con todo esto llegamos a la conclusión de que se perdió la gran oportunidad de hacer una verdadera revolución transgresora del status quo, para simplemente haber hecho con “excelencia” un proceso de reformismo neo-desarrollista para privilegio y ventaja de los mismos grupos de siempre. Lo que implica decir, que la “revolución ciudadana” fue una bella ilusión, un espejismo, y que ahora nos damos cuenta de que volvemos a la “larga noche y triste” realidad, en la que se continúa con el mismo esquema histórico del “poco” para el pueblo y el “todo” para los grupos de poder. El correismo es no solo el mejor aliado de la derecha, es la derecha misma, así no lo haya querido.
Esto nos lleva a una nueva situación política en un nuevo período de inflexión, entre el regreso de la derecha (restauración conservadora del correismo o de las viejas oligarquías) o la profundización hacia la izquierda y el indianismo (pachakuti), luego de esta época modernizadora, autoritaria y tecnocrática del capitalismo. Si la izquierda indianista-ecologista-feminista-comunitarista no está consciente de ello, la restauración conservadora continuará, sea con la derecha del siglo XXI: Correa, o con la derecha del siglo XX: Nebot, Rodas o Lasso. Esa izquierda tiene la palabra.

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