El tecnomorfismo es un fenómeno de la civilización del
claustro, donde las emociones, los deseos, los sueños, las reflexiones… no
vienen de la relación directa con la realidad de la naturaleza, es decir, con
la vida, sino con la realidad de una pantalla a través de la cual se siente a
la vida en forma 2D y últimamente en 3D.
El caso más extremo son los denominados hikikomori, palabra japonesa que hace
referencia a jóvenes -principalmente varones- que pasan casi las 24 horas del
día frente a la pantalla. Solo descansan de rato en rato para dormir y para ir
al baño, pero comen, juegan, investigan, conversan… frente a la pantalla, que
es el único nexo que tienen con la vida y con la realidad que presenta cada
programa.
Realidad virtual en la que casi todo lo que observan
está mimetizado en la lucha del bien contra el mal o de los buenos contra los
malos. Así están configurados los juegos electrónicos, los noticieros, los
deportes, las telenovelas, las películas, la farándula, la crónica roja, los
programas religiosos, etc. Todos los cuales guían y van delimitando un tipo de
realidad y de ideología, que en su mayoría está llena de fantasía, de ilusión,
de idealismo, de paternalismo, de enajenación, de idolatría, etc. En otras palabras,
un mundo banal, superficial, frívolo, racista, antropocéntrico, utilitario,
consumista, materialista, miserable. A todo lo cual podemos llamarle:
tecnomorfismo “popular”
Por el otro extremo, tenemos a un tecnoformismo
“culto”, que también se mueve en la pantalla pero que busca información de
primera, avanzada, primermundista, desarrollada, civilizada, moderna,
competitiva, etc. Aunque como es parte de la “aldea global”, también cae en las
tentaciones del mercado popular y consume más “finamente” lo que ofrecen los
medios de comunicación masiva. Sin embargo, no descuidan sus estudios
superiores, su formación de punta, sus aprendizajes de última generación, y
obtienen varios títulos, incluidos masterados y hasta PHDs. Siendo los más
reputados los que vienen estudiando en las universidades del primer mundo, con
los conocimientos de los más grandes avances tecnológicos. Tienen un currículo
amplio y con calificaciones de alto promedio, que demuestra que “se han quemado
las pestañas estudiando”. Regresan al Ecuador y obtienen relativamente fácil un
puesto de trabajo, en la empresa privada y ahora en el Estado que gracias a la “revolución
ciudadana” son mejor pagados y mejor reconocidos, por lo que aceptan entrar en
la burocracia, algo que no lo hubieran hecho en otra época.
Todos ellos en su gran mayoría son técnicos,
especialistas, que creen que la tecnología y la ciencia positivista es lo más
avanzado y lo máximo que ha producido el mundo. Son hábiles y expertos en su
especialidad, reproducen en forma excelente los métodos, técnicas, tablas,
códigos en los cuales han sido formados o mejor sería decir adoctrinados por
los postulados, visiones y creencias del primer mundo. Su concepto de vida es
la técnica por la técnica, la ciencia por la ciencia, el primer mundo por el
primer mundo, el desarrollo por el desarrollo. Ninguno de ellos pondría en duda
lo que vienen aprendiendo, dan por sentado que saben y conocen lo más avanzado
a lo que ha llegado el pensamiento humano, que según ellos es el tecnomorfismo.
Incluso los que van a estudiar ciencias sociales,
económicas, o políticas, lo único que hacen es reproducir los postulados de los
grandes pensadores de occidente, hacen copia de sus frases, y hasta hacen sus
tesis con una pormenorizada cita de escritores del mundo académico occidental.
Incluso si hay críticos al sistema, repiten las directrices que marcan los
progresistas, las izquierdas o los revolucionarios del primer mundo. Son expertos
en teorías mecanicistas o materialistas, y hacen gala nombrando frases
textuales de cada uno de los pensadores del mundo ultra-desarrollado y sueñan con
así convertir al Ecuador. Se sienten primermundistas de derecha o de izquierda,
y están seguros de que se han desarrollado y de que están aportando con sus
grandes conocimientos de punta al crecimiento
del país.
Esa es la excelencia académica que está ahora en la
burocracia estatal y en la empresa privada, defendiendo a capa y espada las
teorías desarrollistas del primer mundo, y a quien dice lo contrario
simplemente lo catalogan de atrasado, de folclórico, de romántico, de infantil,
de enemigo del pueblo, etc. Y como tienen un buen discurso aprendido, con
referencias interesadas pero convincentes, con un gran manejo de datos, con teorías
novísimas y marcos sugestivos, y acompañados de una gran tecnología, el pueblo
llano les cree y se deja convencer, aunque los “indignados” de Europa y EEUU
digan todo lo contrario, que todo es solo una simple ilusión burda.
Las mayorías absortas por la tecnología creen en ella per
se, ya que es lo más moderno y por su presencia determinante aparece como la
verdad absoluta. La tecnología es el moderno dios, hemos pasado de la idolatría
de crucifijos a la idolatría de la tecnología y el cientificismo. Basta que
toda esa parafernalia moderna y multicolor así lo sentencie para que todo ello sea
correcto y bueno. Y si alguien se atreve a cuestionar a la ciencia mecanicista y
técnica mórfica es aplacado bajo el logotipo de terrorista, amargado, vende
patria… Es simplemente condenado y sentenciado por el Gran Técnico que lo sabe
todo (presidente Correa).
Esa es la revolución que estamos viviendo, la
revolución cartesiana, la revolución de la miopía, la revolución tecnocrática,
la revolución racionalista, la revolución mecanicista, la revolución zombi. La
izquierda ingenuamente se dejó atrapar por un técnico carismático con un discurso
progresista. Creyó que eso era suficiente, que lo importante era llegar al
poder y abrir la puerta para que luego entren los “verdaderos”. Lo ha
reconocido el propio Alberto Acosta, que en el gobierno recién se dieron cuenta
de quién era Rafael Correa. Ese el error de la izquierda y no de Correa (igual
con Lucio), quien supo hábilmente pescar a río revuelto, y llevarse todo el
trabajo de la izquierda. Pero han reaccionado, no sé si a tiempo y cuánto lo han
hecho. Es importante que ahora estén unidos, pero por cuánto tiempo y qué
intereses hay por detrás? Ya lo veremos. No me creo todavía el cuento de la
cenicienta de izquierda que ha encontrado la horma de sus zapatos. Pero habrá
que darles la oportunidad, apoyarles con la una mano adelante y la otra atrás,
para no caer en nuevas trampas.
Lo cierto de todo esto, es que el tecnoformismo se ha
impuesto al intelectualismo, la tecnocracia al pensamiento social, el
cono-cimiento al co-razonamiento
(pensamiento y sentimiento). La forma ahora es el método, el concepto, la
teoría, la epsitemología. La forma se ha superpuesto al contenido, son las
computadoras y las técnicas las que dirigen al ser humano. Esa es la famosa
revolución científico-tecnológica que alababa la izquierda hace unos 20 años,
bajo el dogma de que el desarrollo de los medios de producción conduciría a una
nueva sociedad, de que la ciencia objetiva acabaría con el idealismo burgués.
Incluso muchos siguen repitiendo que el cambio vendrá cuando todos tengan
computadoras y accedan a la información. Pero cual es esta información, hacia
dónde se dirige. Van a controlar la información. Van a hacer como en China
prohibir ciertas paginas o ilusoriamente van a creer que el pueblo va a saber
elegir qué páginas son las adecuadas, que van a tener la conciencia suficiente
para no dejarse atrapar por las “paginas dañinas”.
Ya sabemos que el problema no está solo en la
tecnología en sí mismo, (aunque sin embargo vuelve dependiente) sino en el contenido.
Pero quien va a tamizar el contenido, quien se va a autofiltrar para no caer en
las tentaciones del consumismo primermundista? Por algún lado habrá que
empezar, para armonizar la cantidad y calidad de tecnología e información. En
resumen, el tecnologicismo, el cientificismo, la globalización mediática, la
información subliminal, la economía consumista, nos están conduciendo -no solo a
la “civilización del espectáculo” como dice Vargas Llosa- sino a la civilización
zombi, donde todos se arrodillan y hacen su venia a la tecnolatría depredadora
en su afán desaforado de riqueza, a pretexto de que no podemos ser pobres en
medio de sacos de oro (película Avatar).
La invasión de Amaruka se produjo hace 500 años por la
monarquía occidentalizadora y hoy se está produciendo su conquista por el
tecnoformismo primermundista, si es que lo permitimos. Y a eso apunta la “revolución
ciudadana”, no apunta al sumak kawsay sino a un “socialismo” estilo sueco o
belga, en definitiva occidentalista, donde se formó el presidente Correa. Es
decir, avanzamos y nos desarrollamos a más calentamiento global y progresamos a
una robotización humana. ¡Viva la revolución ciudadana tecnomórfica¡
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