Se escuchan 4 voces principales con respecto a lo que se
debería hacer con la actual constitución del Ecuador, en vista de que nadie
está conforme con ella: Nueva constituyente (Ayala Mora). Ajustes a la actual
constitución (Alberto Acosta). Reformas a la actual constitución (derecha en
general). Enmiendas a la actual constitución (correismo). Si bien las tres
primeras propuestas están por un desmonte del correismo a través de una nueva
constitución o de modificaciones a la actual constitución, a todas ellas
(incluido el correismo) les une la misma visión de que tan solo se deben hacer
mejoras constitucionales para pulir el Estado liberal. Ninguna de las
izquierdas (incluido gran parte del movimiento indígena) y peor las derechas,
tienen como mira, no solo el desmonte del correismo, sino el desmonte del
Estado burgués y mucho más que eso el desmonte del Estado como tal, es decir,
como aparato intrínseco de dominación.
A la final, derechas e izquierdas solo quieren montarse en
el Estado liberal, grande (estatalismo) o pequeño (neoliberlismo), pero ninguno
de ellos pretende recrear otro tipo de Estado más allá del sistema montesquiano
de la división de poderes. Y mucho menos, se plantean iniciar un proceso para
ir desapareciendo al Estado en si mismo e ir reconstituyendo formas
autogestionarias y autonómicas de organización y de dirección que sean todo lo
contrario al sistema Estado (comunidades). Las izquierdas solo se proponen este
paso revolucionario, cuando estén en la etapa de construcción del comunismo en
cientos de años más, esto es, luego de que hayan suprimido el estado
capitalista y de haber construido el gran estado socialista, para solo ahí
extinguir el Estado cuando ya estén en la segunda fase del comunismo. Es decir,
nunca.
Si bien, teóricamente este paso revolucionario las
izquierdas lo darían en un futuro lejanísimo, por ahora se contentan con solo
hacer reformas para perfeccionar el Estado liberal, aspirando que un día se
transforme en un gran Estado de “dictadura revolucionaria del proletario”, al
que luego lo autodestruirán y lo desaparecerán cuando llegue al fin la sociedad
sin clases, la libertad plena, y bla, bla, bla, bla.
Frente a este idealismo mesiánico marxista-engelsista, hay
quienes no quieren postergar ese momento ni dejar esa tarea a los tataranietos,
sino que ya han empezado el proceso desconstituyente del Estado y la construcción
de un sistema nuevo, cuya base de funcionamiento está en la complementariedad
entre las diversidades, es decir, que no tenga como motor a la lucha de clases
ni a la lucha competitiva por el dios mercado.
Esto conlleva una acción al interior y exterior del Estado,
es decir, dentro del sistema y fuera del sistema estatuido. Siendo -ésta última-
la acción principal para recrear otro sistema que no necesite de la existencia
del Estado sino que sea un sistema comunitario asambleario y autogestionario. Al
interior del Estado, convoca el plantearse en una primera etapa la reducción
del Estado, para que quede en una forma mínima, aunque fuerte y de esta manera
no sea solo un ente formal como lo plantea el neoliberalismo que quiere un
Estado chiquito y débil para que todo quede en manos de las instituciones
privadas. Pero tampoco como lo plantea la izquierda de un Estado grande y
fuerte, y que todo esté bajo la preponderancia de las instituciones estatales.
De lo que se trata, es de recrear un país cuya fuerza está en las instituciones
grupales (comunidades, cooperativas, asociaciones, etc.), esto es, que el poder
esté en el pueblo organizado (abajo) y no en lo privado (derecha) ni en lo
estatal (izquierda).
Esta propuesta revolucionaria de ya ir eliminando el Estado
sin necesidad de llegar al comunismo en cientos de años más, la vienen
empujando los grupos vitalistas que tienen como centro a la vida y que difieren
de las visiones antropocentristas (centro el hombre) del capitalismo y el
socialismo. Son los denominados grupos alternativos, autonomistas,
autogestionarios, anti-sistema, comunitarios (entre ellos el sumak kawsay),
etc., quienes vienen recreando sistemas paralelos al Estado y que a la par
están convocando a un proceso desconstituyente del Estado. Mientras la
izquierda y la derecha hablan de nuevas o mejores constituyentes del Estado, los
alter-sistémicos, que están más allá de esta dicotomía eurocéntrica, están reactivando
y creando nuevas instituciones basadas en la auto-organización, la soberanía
asamblearia, lo autogestionario, etc. Valga precisar que ésta, no es una
posición anarquista.
La izquierda todavía sigue creyendo que desde el Estado se
pueden hacer transformaciones estructurales, cuando se ha demostrado hasta la
saciedad de que esa no es la vía. El fracaso del “socialismo real” y ahora del “progresismo”
lo confirma una vez más, pero siguen en lo mismo tan solo queriendo hacer
reformas y no revoluciones. En todo caso, todas las izquierdas siguen creyendo
en la posibilidad de que pueda existir un Estado Popular, lo cual es un
anacronismo pues son contradictorios. Romper con el capitalismo implica romper
con el Estado, el Estado no representa el bien común ni garantiza el
cumplimiento de los derechos (progresismo), el Estado –como lo decía el propio
Marx- por su propia naturaleza es un ente de control y de represión, de
uniformización y disciplinamiento social por el gobierno de turno, sea de
derecha o de izquierda. Un vitalista dentro del Estado, trabajaría por hacerlo
más pequeño a éste, y por pasarle la mayoría de las competencias a las organizaciones
sociales que están dentro del sistema y principalmente a las instituciones
anti-capitalistas que ya están viviendo la nueva vida y recreando el nuevo
sistema. Esa la gran diferencia, con un socialista que busca darle más poder a
lo público-estatal y un capitalista a lo privado-corporativo, con los
respectivos intermedios entre ellos.
Un revolucionario funciona principalmente al margen del
estado, contra el estado y sin el estado, para impulsar formas y medios alteros
de resistencia contra-sistémica en su vida cotidiana y simple. Un revolucionario
no puede sostenerse ni afincarse en el Estado para hacer cambios raizales, sino
en sistemas paralelos[1],
es decir, fuera del sistema oficial para generar sistemas informales, los
cuales no deben ser cooptados por el Estado sino que deben mantenerse autónomos
en la construcción del nuevo mundo y como la expresión alternativa al sistema
constituido. Esa la diferencia con los reformistas, que quieren tomarse el Estado
para desde ahí dizque cambiar el sistema capitalista, y los revolucionarios que
quieren la liquidación del Estado y por ende del capitalismo y de todo el
sistema piramidalista. Mientras las izquierdas dicen que están luchando contra el
capitalismo, los vitalistas ya están viviendo en formas no-capitalistas, y no solo que quieren extinguir el
capitalismo, sino a la civilización y su sistema-mundo racista antropocentrista
cristianocentrista sexista colonialista capitalista (piramidalismo).
El reformismo de la izquierda quiere seguir manteniendo el
sistema verticalista de poder para empujar sus cambios de arriba hacia abajo o
por goteo, el revolucionario vitalista trabaja por construir un poder
horizontal para que los que están arriba bajen al mismo nivel y solo ahí, todos
estén verdaderamente en igual de condiciones y oportunidades. En esto, las
izquierdas no se diferencian de las derechas, su configuración patriarcal y
antropocentrista hasta la médula les hace creer que solo en el más allá habrá
ese mundo utópico sin el Estado, el partido único y la democracia. Desmontar
paso a paso el Estado implica también de la democracia representativa y
centralista, por un sistema de biocracia totalmente descentralizado y
autogestionario. Lo cual es posible en un Estado que se desinfla y en que
concomitantemente se potencializan las formas de autogobierno de las
instituciones anti-estado o contrarias al sistema estatal de derecha o de
izquierda.
Un proceso revolucionario implica la desconstituyente por
dentro del Estado y la constituyente de otro sistema por fuera de él. Y no al
revés, como lo pretenden las izquierdas que abogan por más y mejores
constituyentes estatales, creyendo que todavía es posible un Estado
revolucionario. Si se quiere hacer algo desde el Estado, la acción debe ser canalizada
para apoyar a la revitalización y reinstitucionalización de las organizaciones
legalmente reconocidas: comunidades ancestrales, cooperativas, asociaciones,
etc.; y al exterior, el fortalecimiento de quienes vienen recreando los nuevos
sistemas de educación, de salud, de producción, de intercambio, de tecnologías,
etc. Los mismos que deben mantenerse al margen del Estado, y de esta manera se
vaya configurando el nuevo sistema, sin necesidad de tomarse el poder (el
Estado) ni de hacerlo de arriba hacia abajo[2].
Todo esto implica el boicotear y burlar a todas las
instituciones oficiales, esto es, sacar a nuestros hijos de las escuelas
domesticadoras, no dar dinero a las grandes cadenas comerciales, boicotear las
elecciones cuando no nos convenga, no comer carne que ocupa mucho espacio
agrícola para su crianza , no utilizar medicamentos químicos que cronifican las
enfermedades y solo enriquecen a los dueños de las industrias farmacéuticas, no
hacer arquitectura desenergetizante, en fin, toda forma que consolida al
establishment y su aparato estatal. Esto quiere decir, que toda persona que
está inmersa dentro del sistema estatuido y sigue la corriente establecida, así
se diga revolucionario y la critique, es alguien que mantiene el status quo. El
tipo de vida de una persona determina su condición, si está dentro del sistema
para desenmascararlo y desestructurarlo, pero al mismo tiempo recreando un
nuevo tipo de pareja, de familia, de cultura, de creencias, de principios, a
través de practicar otra economía, otra educación, otra producción, otra
relación con la naturaleza, otra espiritualidad, etc.
Todo esto también se llama desobediencia civil, en la que no
solo se trata de luchar contra el capitalismo –como lo hace de alguna manera la
izquierda-, sino de romper con el circuito que mantiene el capitalismo al
recrear sistemas de circulación anticapitalista. Las izquierdas tienen el mismo
estilo de vida que las derechas, la única diferencia es la cantidad y calidad
dentro del mismo concepto de vida. Lo que necesitamos es otro estilo de vida y
no solo que los pobres tengan mejores condiciones en el actual sistema de vida.
Las izquierdas solo se preocupan de actuar al interior del Estado y a la final
terminan cooptados por el sistema antropocentrista[3]
y mueren soñando con el nuevo mundo sin que lo puedan hacer realidad, aquí y
ahora.
Las izquierdas siguen creyendo que es posible un Estado democrático
(democratismo diría Marx), lo cual es un mito, porque el Estado genera siempre
nuevas formas de elitización y por ende de subordinación de quienes se les
oponen. El Estado hace de las izquierdas entes dictatoriales o autoritarios,
como han sido todas las experiencias socialistas en el mundo. Si esto no
comprende la izquierda, seguirán tomándose el Estado, vía elecciones o vía
violenta, y seguirán terminando borrachos de poder de tanto que han tomado
(Correa, Morales, Linera, Krischner, etc).
[1] Los
movimientos de los de abajo son la única fuerza capaz de derrotar el actual
ascenso de las derechas y la injerencia estadunidense. EL CAOS SISTÉMICO SE
INSTALA EN SUDAMÉRICA, Raúl Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015
[2] Los
nuevos-nuevos movimientos que están emergiendo, sumados a los viejos
movimientos que han sido capaces de reinventarse para seguir en la pelea, están
reconfigurando el mapa de las luchas sociales. EL CAOS SISTÉMICO SE INSTALA EN
SUDAMÉRICA, Raúl Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015
[3] Como
demuestra el caso de Brasil luego de junio de 2013, los gobiernos progresistas
se muestran temerosos de los movimientos autónomos y prefieren tejer alianzas
con los poderes conservadores. EL CAOS SISTÉMICO SE INSTALA EN SUDAMÉRICA, Raúl
Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario