miércoles, 27 de enero de 2016

UNIDAD: EL JUEGO MAQUIAVELICO


Para Rafael Correa la Patria empieza con él y según los anti-correistas se está extinguiendo con Alianza País. Para el correismo no hay que volver al pasado porque representa lo peor del Ecuador, y de acuerdo a sus contradictores la “revolución ciudadana” está acabando con todo lo que se había conseguido. Para el correato la libertad de expresión se ha inaugurado con él, para los adversarios de Correa en estos años de gobierno progresista se ha conculcado la libertad y la democracia. Para el correismo el país ya cambió, para los opositores ha retrocedido profundamente. En síntesis, los primeros hablan de creación o de inicio y los otros de recuperación o de continuidad, los unos creen que son el más y el todo, y los otros que son el menos y el poco… Y así, casi todos los ecuatorianos: los de derecha e izquierda, los profesionales y los intelectuales, los ricos y los pobres, se inscriben en esta dicotomía creada por el correismo y en la que la mayoría de la oposición política ha caído en esta trampa en la que todos juegan: al antes y al después de Correa.
Aquellos que han caído en el juego maquiavélico de Correa están planteando la Unidad de todos bajo el argumento de la Patria está en terapia intensiva. Para ello, señalan que hay que rebasar las ideologías y los partidismos para hacer una gran convergencia democrática que detenga la destrucción del Ecuador. Recreando en el imaginario popular que la Patria se divide entre los correistas y los anticorreistas, y que no hay nada más fuera de ello. Todo lo cual, obviamente le conviene a la derecha y al correismo, pues saben, que el pueblo que asocia a Correa con la izquierda votarán por él y aquellos que son de anti-izquierda votarán por el candidato de la derecha. Así todo queda en casa, esto es, en la vieja derecha o en la nueva derecha (progresismo). De eso se trata el acuerdo al que han llegado las élites dominantes, y en la que ciertos “izquierdistas” juegan a lanzar gritos apocalípticos de que la Patria se hunde, promulgando a los cuatro vientos que todos deben deponer sus intereses personales para salvar al país. Ésta, una antigua tesis de la derecha ahora acogida por ciertas izquierdas disfrazadas.
En esta polarización hábilmente creada por el correismo y obviamente apoyada por la derecha, las oportunistas izquierdas de siempre están jugando sus cartas para asegurarse su futuro. Los que siguen dentro de Alianza País van a tratar de seguirse sosteniéndose en el ala derecha del correismo para mantener su cuota en el Partido y un puestito en caso de ganar las próximas elecciones presidenciales. Y los que están fuera del correismo, han decidido sentarse a la misma mesa y “mojarse el poncho” con la vieja derecha, bajo el argumento o el pretexto -sería mejor decir-, de que el Ecuador está en peligro de colapsar y de que necesita de todos sus hijos frente al fascismo de Correa. En otras palabras, la falsa izquierda actuando como caballo de Troya para que el pueblo perdone a la derecha y su obra: la sucretización, la tercerización, la precariedad del trabajo, las cartas de intención, el privilegio de la deuda externa,  las privatizaciones, la dolarización, etc.
Afortunadamente otras izquierdas y una parte del movimiento indígena y los movimientos alternativos, han entendido que la diferencia entre la vieja partidocracia y la nueva partidocracia es tan solo formal, pues saben que en el fondo no hay mayor diferencia entre las políticas neo-liberales de la vieja derecha y las neo-desarrollistas de la nueva derecha. Lo que significa entender que el Ecuador no está mejor (correismo) ni peor (derecha) sino que está igual de siempre, esto es, que sigue dependiente del capitalismo nacional y de las grandes corporaciones, de que no se ha alterado un ápice la situación estructural del Ecuador colonial y republicano, que el país sigue siendo propiedad de una pequeña minoría. El pueblo desde la colonia hasta el día de hoy no ha tenido democracia económica ni libertad de participación y acción directa, por ende la democracia política y la libertad individual son solo eufemismos para que sigan reinando los mismos de siempre, o la manera de engañar al pueblo con una supuesta democracia y libertad de la que nunca han ejercido ni disfrutado.
Estas “izquierdas”, si le hacen el juego a la derecha y a la restauración conservadora, al unirse a ellos y ponerse a su cola –una vez más-, con la esperanza de que así podrán recibir algunas migajas del pastel. Acaso estás izquierdas están listas para remontarse sobre la derecha y llevar el barco a su puerto, o por el contrario quedarán relegados como siempre ha sucedido. La izquierda y el pueblo tomados como catapulta para recuperar el timón por la vieja derecha. No han entendido la historia nacional, de cuántas revueltas populares siempre fueron aprovechadas y canalizadas por la derecha para consolidarse nuevamente en el poder. No han terminado de darse cuenta de que el correismo es solo la continuidad por otra vía y forma, de lo que han hecho también los otros gobiernos para servir al sistema empresarial privado que estructura y sostiene la Patria de pocos (La Patria ya es de todos).
Pero lo que  más indigna, es que gente de Pachakutik que se supone que están más allá del izquierdismo ortodoxo, planteen rebasar las ideologías a pretexto de interculturalidad. Claro, que desde una posición integral y vitalista hay que estar más allá de las ideologías (racionalismo) pero eso no significa desconocer que hay ideologías. Estamos de acuerdo, que en la conciencia o corazonamiento (pensamiento y sentimiento) complejo  debemos estar más allá de la lucha de clases, pero eso no significa desconocer que dentro del capitalismo hay lucha de clases. Por supuesto que en las culturas indígenas hay los conceptos de interculturalidad y plurinacionalidad, pero no estamos dentro de un sistema indígena sino en uno eurocéntrico. Claro, que hay que manejarse con otras categorías a las de derecha e izquierda que han sido impuestas por el norte-centrismo, pero eso no significa no darse cuenta de que el mundo occidental se maneja dentro de esa dicotomía y que por ende se debe asumir una posición frente a este dualismo. Como por ejemplo el hecho de declararse no ser de izquierda, lo que no significa ser anti-izquierda sino complementarios con la izquierda, como asimismo con el marxismo, el socialismo y todo el pensamiento anti-derechista de occidente.
Muchos indios colonizados o blanqueados, ya no entienden la filosofía indígena sino la del colonizado y quieren regirse bajo sus categorías y valores, o quieren acomodar los paradigmas indígenas a las alienígenas bajo el argumento de interculturalidad, cuando eso es cooptación al paraguas dominante o absorción al sistema estatuido. Es triste, ver como son acogidas las derechas  en la casa de Pachakutik, si quizás hubieran ido a pedir disculpas por estos 500 años de racismo y discriminación se justificaría, pero abrirles las puertas a los neo-colonialistas es dar la otra mejilla para que los sigan menospreciando. O acaso creen que la derecha ya no es colonialista ni segregacionista y que apoyan la interculturalidad y la plurinacionalidad.
Sin lugar a dudas hay que enfrentar al correismo pero no se trata de unirse con los Macri nacionales, para que luego de que ellos ganen pasen a cuestionarles lo que hagan contra el pueblo y los movimientos sociales, como sucede actualmente en Argentina. Es decir, no se necesita ser adivino para saber lo que va a hacer la derecha y no es que va a salvar a la Patria sino que van a seguir sirviéndose de ella como lo han hecho siempre. Lo que tampoco significa apoyar al correismo sino, buscar la unidad con los movimientos sociales y alternativos para realmente creer en la posibilidad de un cambio estructural y no en un nuevo gatopardismo como el que acabamos de vivir con el correismo. Hay que aprender del pasado si no se quiere repetir ese pasado de oprobio.
Entonces, ni antes ni ahora ha habido Patria, Democracia, Libertad, Progreso, Desarrollo…, simplemente han variado las formas de dominación de unos y otros, pero a la final todos han estado para defender el mismo sistema: el capitalismo salvaje o el capitalismo social[1] (aunque esto último es un oxímoron pues no puede existir un asesino bueno o un delincuente positivo). 
Los discursos catastrofistas de que la Patria se está hundiendo son discursos conservadores de aquellas derechas e izquierdas[2] que quieren mantener el sistema liberal o continuar en el mismo Estado burgués y no rebasar a los antiguos y contemporáneos colonialistas. Son aquellos que enarbolan a la revolución francesa como ejemplo de libertades y de democracia, cuando lo que se produjo ahí o se generó es una forma más sutil de esclavismo con la aparición del capitalismo. Son los mismos que pontifican a la independencia de España, cuando todo fue simplemente “el último día del despotismo y primero de lo mismo” y ahora dicen que están luchando por la “segunda y definitiva independencia”. Y con ello quieren convencer al pueblo de que ha tenido Patria, cuando las mayorías nunca han tenido Patria y peor Matria, solo Patria-rcalismo: duro o sutil.
Confundir a Correa con el fascismo y decir  que deben “unirse, a pesar de sus enormes diferencias, Churchill, Stalin y Roosevelt”[3] (Nebot, Carrasco y González), no es una propuesta revolucionaria, mas por el contrario es contrarrevolucionaria, pues el estalinismo era igual que el fascismo de Mussolini o de Hitler, y a nuestro interior Nebot no es menos que Correa. Por otro lado, es no entender el fascismo económico del neoliberalismo y creer que es solo asunto de las formas políticas de esclavitud: abiertas o solapadas, descaradas o hipócritas, entre unos y otros. Los que dominan sutilmente no son mejores de los que lo hacen burdamente (Correa).
Sin embargo, mientras la partidocracia de antes y la de ahora siguen haciendo el juego al pueblo, a través de la pantomima de pelearse por tomarse la dirección del Estado, hay otros que ya están construyendo la nueva vida. Esa es la diferencia, entre la “farándula politiquera” (como diría el programa televisivo “En Corto”) y los que día a día están cambiando el mundo en una bio-comunidad, en una eco-aldea, en un pueblo en transición, en una cooperativa alternativa, en una reserva ecológica, etc. Cuándo despertarán las izquierdas y no provocaran más vergüenza ajena.
Atawallpa Oviedo Freire



[1] http://lalineadefuego.info/2014/04/16/el-presidente-y-el-capitalismo-social-por-juan-j-paz-y-mino-cepeda/
[2] Es lo que sentimos muchos ecuatorianos cuando miramos la destrucción progresiva de la República, con la depredación de las entidades fundamentales y la búsqueda inocultable de convertirnos en un Estado fallido donde nadie da cuentas del manejo de los mayores ingresos fiscales de la historia. La impunidad dispone de su mayor fiesta desde 1830 cuando se fundó la República. Diego Delgado Jara, El Diario Manabita, 03 Enero 2016.
[3] ¡Abrid los ojos compatriotas! ¡La República está en terapia intensiva! ¡Recordad que para salvar a la humanidad del fascismo tuvieron que unirse, a pesar de sus enormes diferencias, Churchill, Stalin y Roosevelt! ¡Salvar la Patria amada nos convoca! Diego Delgado Jara, El Diario Manabita, 03 Enero 2016.

lunes, 11 de enero de 2016

NUEVA CONSTITUYENTE O PROCESO DES-CONSTITUYENTE



Se escuchan 4 voces principales con respecto a lo que se debería hacer con la actual constitución del Ecuador, en vista de que nadie está conforme con ella: Nueva constituyente (Ayala Mora). Ajustes a la actual constitución (Alberto Acosta). Reformas a la actual constitución (derecha en general). Enmiendas a la actual constitución (correismo). Si bien las tres primeras propuestas están por un desmonte del correismo a través de una nueva constitución o de modificaciones a la actual constitución, a todas ellas (incluido el correismo) les une la misma visión de que tan solo se deben hacer mejoras constitucionales para pulir el Estado liberal. Ninguna de las izquierdas (incluido gran parte del movimiento indígena) y peor las derechas, tienen como mira, no solo el desmonte del correismo, sino el desmonte del Estado burgués y mucho más que eso el desmonte del Estado como tal, es decir, como aparato intrínseco de dominación.
A la final, derechas e izquierdas solo quieren montarse en el Estado liberal, grande (estatalismo) o pequeño (neoliberlismo), pero ninguno de ellos pretende recrear otro tipo de Estado más allá del sistema montesquiano de la división de poderes. Y mucho menos, se plantean iniciar un proceso para ir desapareciendo al Estado en si mismo e ir reconstituyendo formas autogestionarias y autonómicas de organización y de dirección que sean todo lo contrario al sistema Estado (comunidades). Las izquierdas solo se proponen este paso revolucionario, cuando estén en la etapa de construcción del comunismo en cientos de años más, esto es, luego de que hayan suprimido el estado capitalista y de haber construido el gran estado socialista, para solo ahí extinguir el Estado cuando ya estén en la segunda fase del comunismo. Es decir, nunca.
Si bien, teóricamente este paso revolucionario las izquierdas lo darían en un futuro lejanísimo, por ahora se contentan con solo hacer reformas para perfeccionar el Estado liberal, aspirando que un día se transforme en un gran Estado de “dictadura revolucionaria del proletario”, al que luego lo autodestruirán y lo desaparecerán cuando llegue al fin la sociedad sin clases, la libertad plena, y bla, bla, bla, bla.
Frente a este idealismo mesiánico marxista-engelsista, hay quienes no quieren postergar ese momento ni dejar esa tarea a los tataranietos, sino que ya han empezado el proceso desconstituyente del Estado y la construcción de un sistema nuevo, cuya base de funcionamiento está en la complementariedad entre las diversidades, es decir, que no tenga como motor a la lucha de clases ni a la lucha competitiva por el dios mercado.
Esto conlleva una acción al interior y exterior del Estado, es decir, dentro del sistema y fuera del sistema estatuido. Siendo -ésta última- la acción principal para recrear otro sistema que no necesite de la existencia del Estado sino que sea un sistema comunitario asambleario y autogestionario. Al interior del Estado, convoca el plantearse en una primera etapa la reducción del Estado, para que quede en una forma mínima, aunque fuerte y de esta manera no sea solo un ente formal como lo plantea el neoliberalismo que quiere un Estado chiquito y débil para que todo quede en manos de las instituciones privadas. Pero tampoco como lo plantea la izquierda de un Estado grande y fuerte, y que todo esté bajo la preponderancia de las instituciones estatales. De lo que se trata, es de recrear un país cuya fuerza está en las instituciones grupales (comunidades, cooperativas, asociaciones, etc.), esto es, que el poder esté en el pueblo organizado (abajo) y no en lo privado (derecha) ni en lo estatal (izquierda).  
Esta propuesta revolucionaria de ya ir eliminando el Estado sin necesidad de llegar al comunismo en cientos de años más, la vienen empujando los grupos vitalistas que tienen como centro a la vida y que difieren de las visiones antropocentristas (centro el hombre) del capitalismo y el socialismo. Son los denominados grupos alternativos, autonomistas, autogestionarios, anti-sistema, comunitarios (entre ellos el sumak kawsay), etc., quienes vienen recreando sistemas paralelos al Estado y que a la par están convocando a un proceso desconstituyente del Estado. Mientras la izquierda y la derecha hablan de nuevas o mejores constituyentes del Estado, los alter-sistémicos, que están más allá de esta dicotomía eurocéntrica, están reactivando y creando nuevas instituciones basadas en la auto-organización, la soberanía asamblearia, lo autogestionario, etc. Valga precisar que ésta, no es una posición anarquista.
La izquierda todavía sigue creyendo que desde el Estado se pueden hacer transformaciones estructurales, cuando se ha demostrado hasta la saciedad de que esa no es la vía. El fracaso del “socialismo real” y ahora del “progresismo” lo confirma una vez más, pero siguen en lo mismo tan solo queriendo hacer reformas y no revoluciones. En todo caso, todas las izquierdas siguen creyendo en la posibilidad de que pueda existir un Estado Popular, lo cual es un anacronismo pues son contradictorios. Romper con el capitalismo implica romper con el Estado, el Estado no representa el bien común ni garantiza el cumplimiento de los derechos (progresismo), el Estado –como lo decía el propio Marx- por su propia naturaleza es un ente de control y de represión, de uniformización y disciplinamiento social por el gobierno de turno, sea de derecha o de izquierda. Un vitalista dentro del Estado, trabajaría por hacerlo más pequeño a éste, y por pasarle la mayoría de las competencias a las organizaciones sociales que están dentro del sistema y principalmente a las instituciones anti-capitalistas que ya están viviendo la nueva vida y recreando el nuevo sistema. Esa la gran diferencia, con un socialista que busca darle más poder a lo público-estatal y un capitalista a lo privado-corporativo, con los respectivos intermedios entre ellos.
Un revolucionario funciona principalmente al margen del estado, contra el estado y sin el estado, para impulsar formas y medios alteros de resistencia contra-sistémica en su vida cotidiana y simple. Un revolucionario no puede sostenerse ni afincarse en el Estado para hacer cambios raizales, sino en sistemas paralelos[1], es decir, fuera del sistema oficial para generar sistemas informales, los cuales no deben ser cooptados por el Estado sino que deben mantenerse autónomos en la construcción del nuevo mundo y como la expresión alternativa al sistema constituido. Esa la diferencia con los reformistas, que quieren tomarse el Estado para desde ahí dizque cambiar el sistema capitalista, y los revolucionarios que quieren la liquidación del Estado y por ende del capitalismo y de todo el sistema piramidalista. Mientras las izquierdas dicen que están luchando contra el capitalismo, los vitalistas ya están viviendo en formas no-capitalistas,  y no solo que quieren extinguir el capitalismo, sino a la civilización y su sistema-mundo racista antropocentrista cristianocentrista sexista colonialista capitalista (piramidalismo).
El reformismo de la izquierda quiere seguir manteniendo el sistema verticalista de poder para empujar sus cambios de arriba hacia abajo o por goteo, el revolucionario vitalista trabaja por construir un poder horizontal para que los que están arriba bajen al mismo nivel y solo ahí, todos estén verdaderamente en igual de condiciones y oportunidades. En esto, las izquierdas no se diferencian de las derechas, su configuración patriarcal y antropocentrista hasta la médula les hace creer que solo en el más allá habrá ese mundo utópico sin el Estado, el partido único y la democracia. Desmontar paso a paso el Estado implica también de la democracia representativa y centralista, por un sistema de biocracia totalmente descentralizado y autogestionario. Lo cual es posible en un Estado que se desinfla y en que concomitantemente se potencializan las formas de autogobierno de las instituciones anti-estado o contrarias al sistema estatal de derecha o de izquierda.
Un proceso revolucionario implica la desconstituyente por dentro del Estado y la constituyente de otro sistema por fuera de él. Y no al revés, como lo pretenden las izquierdas que abogan por más y mejores constituyentes estatales, creyendo que todavía es posible un Estado revolucionario. Si se quiere hacer algo desde el Estado, la acción debe ser canalizada para apoyar a la revitalización y reinstitucionalización de las organizaciones legalmente reconocidas: comunidades ancestrales, cooperativas, asociaciones, etc.; y al exterior, el fortalecimiento de quienes vienen recreando los nuevos sistemas de educación, de salud, de producción, de intercambio, de tecnologías, etc. Los mismos que deben mantenerse al margen del Estado, y de esta manera se vaya configurando el nuevo sistema, sin necesidad de tomarse el poder (el Estado) ni de hacerlo de arriba hacia abajo[2].
Todo esto implica el boicotear y burlar a todas las instituciones oficiales, esto es, sacar a nuestros hijos de las escuelas domesticadoras, no dar dinero a las grandes cadenas comerciales, boicotear las elecciones cuando no nos convenga, no comer carne que ocupa mucho espacio agrícola para su crianza , no utilizar medicamentos químicos que cronifican las enfermedades y solo enriquecen a los dueños de las industrias farmacéuticas, no hacer arquitectura desenergetizante, en fin, toda forma que consolida al establishment y su aparato estatal. Esto quiere decir, que toda persona que está inmersa dentro del sistema estatuido y sigue la corriente establecida, así se diga revolucionario y la critique, es alguien que mantiene el status quo. El tipo de vida de una persona determina su condición, si está dentro del sistema para desenmascararlo y desestructurarlo, pero al mismo tiempo recreando un nuevo tipo de pareja, de familia, de cultura, de creencias, de principios, a través de practicar otra economía, otra educación, otra producción, otra relación con la naturaleza, otra espiritualidad, etc.
Todo esto también se llama desobediencia civil, en la que no solo se trata de luchar contra el capitalismo –como lo hace de alguna manera la izquierda-, sino de romper con el circuito que mantiene el capitalismo al recrear sistemas de circulación anticapitalista. Las izquierdas tienen el mismo estilo de vida que las derechas, la única diferencia es la cantidad y calidad dentro del mismo concepto de vida. Lo que necesitamos es otro estilo de vida y no solo que los pobres tengan mejores condiciones en el actual sistema de vida. Las izquierdas solo se preocupan de actuar al interior del Estado y a la final terminan cooptados por el sistema antropocentrista[3] y mueren soñando con el nuevo mundo sin que lo puedan hacer realidad, aquí y ahora.
Las izquierdas siguen creyendo que es posible un Estado democrático (democratismo diría Marx), lo cual es un mito, porque el Estado genera siempre nuevas formas de elitización y por ende de subordinación de quienes se les oponen. El Estado hace de las izquierdas entes dictatoriales o autoritarios, como han sido todas las experiencias socialistas en el mundo. Si esto no comprende la izquierda, seguirán tomándose el Estado, vía elecciones o vía violenta, y seguirán terminando borrachos de poder de tanto que han tomado (Correa, Morales, Linera, Krischner, etc).




[1] Los movimientos de los de abajo son la única fuerza capaz de derrotar el actual ascenso de las derechas y la injerencia estadunidense. EL CAOS SISTÉMICO SE INSTALA EN SUDAMÉRICA, Raúl Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015
[2] Los nuevos-nuevos movimientos que están emergiendo, sumados a los viejos movimientos que han sido capaces de reinventarse para seguir en la pelea, están reconfigurando el mapa de las luchas sociales. EL CAOS SISTÉMICO SE INSTALA EN SUDAMÉRICA, Raúl Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015
[3] Como demuestra el caso de Brasil luego de junio de 2013, los gobiernos progresistas se muestran temerosos de los movimientos autónomos y prefieren tejer alianzas con los poderes conservadores. EL CAOS SISTÉMICO SE INSTALA EN SUDAMÉRICA, Raúl Zibechi, La Jornada, 20 marzo 2015