Comentario al artículo: Pérez Guartambel, las consignas nunca se
borran, ¡por favor! [1]
Cuando no se tiene argumentos para la crítica, lo más burdo
sale de inmediato y la intención de hacer opinión resulta un afán de
desprestigiar por desprestigiar.
Cuando no se tiene capacidad, se escribe lo que sea para
llenar un espacio y justificar el gran sueldo que le da su patrón.
Cuando se es servil, se escribe para su gran jefe y no para
el público en general, solo con el ánimo de recibir las ovaciones de su círculo
rosa.
Aquí, no vamos a defender a Carlos Pérez Guartambel ni a
Manuela Picq ni a nadie en particular como personas, vamos a referirnos al
discurso llano y seco de Orlando Pérez , director de El Telégrafo, que encierra
criterios retrógrados, consignas reaccionarias, mensajes neo-colonialistas, y
la más pura bajeza de un ciudadano con miopía y anorexia humana.
Orlando Pérez es de los mestizos -que así se autodefinen-
para decir que no son indios y con ello sentirse más cerca de lo blanco. Lo indígena
está para los originarios y lo mestizo-blanco está para los descendientes de
europeos y en proceso de europeización, ésta, la típica forma de rechazar a su
madre indígena para sólo aceptar a su padre blanco. Forma sutil para marcar
distancia con los ancestros de estas tierras y alabar solo a los de más allá
del Atlántico.
El mestizo por 500 años queriendo ser más blanco que los
propios blancos, aunque sea de pensamiento ya que de fenotipo no es posible.
Burdo racismo para seguir con el apartheid impuesto por el colonizador y así
seguir convirtiendo más indígenas en mestizos, es decir, blancos culturalmente.
Orlando Pérez no quiere entender que hay otros que hemos
preferido, en primer lugar, mirar adentro y valorar a nuestra madre que nos
cobija todos los días, para desde ahí abrirse hacia afuera. Que ahora hemos
aprendido a reconocer a esta tierra andina y no nos sentimos desterrados de
Europa en Amerindia. Sabemos que no somos blancos ni indígenas pero no nos
fundimos en lo blanco-mestizo, sino que nos reconocemos indios.
Indios, como dice Silvia Rivera Cusicanqui, somos todos
mientras sigamos siendo colonizados. Así es, todos los acomplejados
latinoamericanos somos indios -como nos bautizó el conquistador-, aunque
eufemísticamente prefieran decirse latinos, hispanos, mestizos, porque tienen
vergüenza de reconocer al indígena que llevan. Así lo entendió el indio Espejo,
quien no se reclamó nunca mestizo, sino indio. Como también, más al sur: Tupak Amaru,
Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua, Guamán Poma de Ayala, y así
tantos otros que no eran indígenas puros pero que prefirieron reconocerse
indios y luchar junto a los indígenas, y no mestizos para sentirse más cerca
del invasor, pues entendieron que el problema no era el color de piel sino de
conciencia.
Los indios –que no tenemos nada de que avergonzarnos-, hemos
entendido que no queremos aprender solo inglés como los mestizos-blancos sino
que también queremos saber nuestras lenguas originarias. Irónicamente, hay
muchos extranjeros blancos que se interesan por aprender lenguas como el
kichwa, mucho más que los mestizos como el Orlando Pérez. Mestizos-blancos que
se interesan más por las filosofías del colonizador que las propias de las
tierras que les ha visto nacer y que les da de comer. Los indios no presumimos
de vestimos con tatoo, nike, columbia, pero tampoco tenemos vergüenza de
utilizar shigras y ponernos el poncho en nuestra vida cotidiana, sino seríamos
folclóricos como el patrón de Orlando Pérez.
Cuánto sabrá el mestizo de Orlando Pérez de epistemologías
andinas, de ciencias andinas, de ontologías andinas, pues lo único que ha
demostrado saber es la crítica al movimiento indígena desde categorías y
variables impuestas por el positivismo neocolonialista.
Sabemos que a todo autoritario le gusta confiscar libros,
instrumentos musicales, cuerpos, como lo hizo Febres Cordero con las guitarras
de Jaime Guevara y ahora el Correato con el saxofón de Pérez Guartambel y el
tambor de Salvador Quishpe. Y encima se burla del “ligero morado”. Acaso quería
uno pesado o empalagoso, para estar a la altura del febres-corderato?
La única diferencia entre la derecha del siglo XX y la
izquierda conservadora del siglo XXI, es que los unos son abierta y claramente
defensores del capital, mientras los otros, se dicen de izquierda y han hecho
ganar a los empresarios como nunca en la historia del Ecuador, como lo afirmó
el mismo Correa en el enlace 461.
En su doble moral, critican a la prensa amarillista porque
sólo defiende a la derecha (lo cual es cierto), pero “los pasquines”
gubernamentales (en palabras de su excelencia) sólo defienden a la prensa
verde-flex. Cuál la diferencia? Cada cual defendiendo a sus caudillos, palabra
de dios.
Las consignas no solamente se pintan sino que se las cantan,
se las gritan, y eso nadie lo puede borrar, quedan en el firmamento grabadas
por siempre y en la conciencia de la gente. Los quiteños también las escribieron
en las paredes de su ciudad y en las de su corazón. Pero para Orlando Pérez
sólo eran válidas si eran escritas con puño y letra de Pérez Guartambel. Acaso
pretende que Guartambel sea el centro y el fin de todo, como su patrón Correa?
Orlando Pérez no tiene vergüenza. El cinismo le acompaña en
todo dinamitazo[2]
que da.
En definitiva, Orlando Pérez cree que sus manchas no son
“asquerosas”, cuando bien sabemos que utiliza las paredes de los periódicos
oficialistas para mancharlos con “caquita de mosco que la afee” (utilizando sus
propias palabras). Lo cierto es, que el Pérez-mestizo está dedicado con su jefe
a “modernizar el capitalismo” y el Pérez-indio entrega su vida a restaurar el
sumak kawsay. Esa, la diferencia concreta, entre uno y otro.
La verdad, nos da vergüenza ajena, tener alguien así como director
de un periódico del Ecuador, pero que más se puede pedir en la Corte de su Majestad
Rafael Primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario