“Esa izquierda del todo o nada es la mejor cómplice de la derecha, del
status quo, para volver al pasado. Hay que ser sensatos, hay que saber lo que
se puede hacer. A los gobiernos progresistas nos piden todo e inmediatamente y
esa es la mejor forma de apoyar a la derecha”. Rafael Correa
Rafael Correa ha graficado de otra manera lo que sucede
entre las diferentes propuestas de revolución o cambio que se han planteado.
Criticando a la “ultraizquierda” ha señalado que aquellos representan la visión del “todo o
nada”, dejando entrever que ellos son la izquierda del “poco o nada”, y con lo
cual creen ser más reales, prácticos y “sensatos”. Según ellos han hecho
bastante, y pudiera ser así, pero no son conscientes de que todo eso se
canaliza en los propósitos o las metas del “poco o nada”, cuando desde otra
visión y horizonte podría haber sido del “mucho o nada”, aunque no del “todo o
nada”. En otras palabras el “poco o nada” es un cambio cosmético o epidérmico y
el “mucho o nada” es la acción hacia un cambio estructural. En teoría política,
la disyuntiva es entre modernización del capitalismo o post-capitalismo. La
simple modernización capitalista implica una suerte de “poco y nada”, poco en
términos superficiales y nada en términos estructurales. Esto quiere decir, que
todo depende de la dimensión en la cual se propone y de los objetivos que se
persigue.
En todo caso, en algo estamos de acuerdo con Rafael Correa,
de que unos son la izquierda del “todo”, que ellos son la izquierda de lo
“poco”, y otros la izquierda de lo “mucho”. Esas las tres principales
concepciones y propuestas entre quienes se plantean un cambio aunque no
necesariamente paradigmático, y la mayoría de ellos tienen como mira a
diferentes tipos de socialismo y otros al sistema comunitario del sumak kawsay.
Siendo éste otro elemento que establece otro tipo de diferencia que existe
entre las izquierdas y el indianismo, y que también es necesario tener en
cuenta entre los proyectos intra-paradigmáticos y los trans- paradigmáticos.
Rafael Correa asimismo ha señalado que ningún gobierno ha
hecho lo que ha hecho la “revolución ciudadana” en toda la historia del
Ecuador. Pudiendo estar de acuerdo con esta aseveración, pero el asunto de
fondo es mucho más complejo. Podría hasta ser el gobierno menos malo de los
últimos tiempos pero continúa en el mismo andarivel de lo “poco” y no ha pasado
al “mucho” –ni pasará- para que sea posible y real un cambio raizal. Tan solo
se ha dedicado a realizar reformas intra-sistémicas o a darle una manito de
gato al mismo sistema colonial-criollo-burgués, cuando podía haberse convertido
en el histórico gobierno de transición hacia el “todo”, empezando por un
proceso del “mucho” a través de una acción de descolonización y
despatriarcalización de la sociedad nacional. En realidad, ha terminado siendo
uno de los gobiernos más neo-coloniales y neo-patriarcales de la historia del
Ecuador, agobiado además por sus conceptos neo-conservadores y prácticas neo-populistas,
que configuran este cuadro de lo “poco”. Una cosa es ser anti-neoliberal (“poco
o nada”), otra ser además anti-capitalista, anti-colonial y
anti-antropocéntrico (“mucho o nada”), y otra ser además anti-eurocéntrico,
anti-patriarcal y anti-civilizatorio (“todo o nada”).
En este sentido, las tres principales izquierdas son la izquierda
del “todo o nada “que es la izquierda dogmática o sectaria, la izquierda del “poco
o nada” que es la izquierda light o progresista, y la izquierda del “mucho o
nada” que es la izquierda revolucionaria, siempre que se entienda que ese
“mucho” es indianista, ecologista, feminista, culturalista, y comunitarista. Además,
es interesante observar que el “poco” está más cerca de la “nada” y de la Derecha,
y que lo “mucho” está más próximo del “todo” y de la Izquierda, siempre y
cuando, ésta entienda que el “mucho” es solo un tránsito hacia el “todo”. Y
como vamos a demostrar a continuación el correismo luego de 8 años con su
política de lo “poco” ha terminado en la nada, apoyando a la derecha empresarial
y a su sistema capitalista de vida.
LAS SALVAGUARDIAS
Actualmente se discute si son correctas o no las
salvaguardias, cuando lo de fondo e importante es establecer en qué situación
se encontraba el país al momento de enfrentarse a un fenómeno que altera su
relativa estabilidad. Si se hizo o se dejó de hacer, lo necesario y suficiente,
para enfrentar cualquier situación desfavorable interna (terremoto) o externa
(caída del precio del petróleo). Si el Ecuador podía haber estado en otras
condiciones para sobrellevar el impacto proveniente de factores ajenos. Es
decir, si se empezó a transformar la matriz productiva, para dejar de ser un país
exportador de materias primas atado a las demandas del capitalismo
metropolitano. Y la respuesta, es que no
se tomaron “ni buenas ni adecuadas decisiones económicas ni políticas” durante
estos 8 años. Fueron desperdiciados en términos de la revolución que se
proponía y que nunca se la intentó, salvo, quizás, algunos avances conceptuales
plasmados en la Constitución de Montecristi.
Esto quiere decir que el correismo no ha pasado el examen
que le ha puesto la situación internacional. Si bien es cierto que la caída del
precio del petróleo y la apreciación del dólar responde a factores exógenos, estamos
viviendo el inicio de una nueva crisis frente a la política del “poco” que
terminará en nada, de nada. Esta era la oportunidad que tenía para demostrar
que se hizo lo adecuado durante estos 8 años y que por lo tanto no eran
necesarias ningunas medidas extremas ni improvisadas como son las salvaguardias.
Una situación exterior no puede afectar tanto a un país que al interior está
sólido y estructurado. Un país que ha entendido que sus condiciones de vida
están equilibradas, con propuestas, acciones y epistemologías sustentadas en lo
nuestro. Con esto, se demuestra y se comprueba que la política de lo “poco” ha
fracasado, y que a la final, va a terminar siendo “nada” para el pueblo y por
el contrario “todo” para los grupos dominantes.
El correismo se ha visto obligado por las circunstancias a buscar
ayuda en las cámaras de la producción, bajo el perenne eufemismo que se utiliza
siempre en épocas de “vacas flacas”, de que “todos” tenemos que sacar adelante
al país, es decir, al país cuyo 10 % de la población es el dueño del 80% del
mismo. Una vez más, y como siempre ha sucedido en situaciones de crisis, los
gobiernos se ven compelidos a sostener la economía en los grupos de poder, los
cuales a su vez saben que es la oportunidad de seguir haciendo su agosto. Si
hace 15 años los neoliberales recurrieron a los banqueros para mantener el
sistema, ahora el correismo necesita de los grandes exportadores para que no se
caiga su proyecto de modernizar el capitalismo: alfa y omega de la ahora mal
llamada revolución ciudadana. Con esto se pone en duda aquella afirmación
gubernamental que decía, hace un par de años, “en síntesis, nunca antes los
grupos económicos poderosos estuvieron mejor, nunca antes los más excluidos de
la Patria estuvieron menos peor.” Ahora a los pobres les irá nuevamente peor:
“nada” y a los poderosos aún mucho mejor: “todo”.
Durante años en su arrogancia y prepotencia característica,
Rafael Correa se pasó denostando contra el FMI, el Banco Mundial, las Cámaras
de la Producción, y de otra parte vapuleando a los TLCs y convenios bilaterales,
para finalmente verse obligado a hacer lo que siempre habría criticado. Y como de
costumbre, pasó la responsabilidad a otros, a la “izquierda del todo o nada”, a
los factores externos, etc. Lo que significa que la crisis se ahondará, pues
como todo caudillo iluminado no puede ver su propia responsabilidad como la
principal y básica de lo que estamos viviendo. A igual que todo gobierno miope simplemente
profundizará la crisis evitando asumir su responsabilidad por no saber escuchar
lo diferente, pretendiendo que solo le oigan y le entiendan a él. Esa la
ceguera política de la crisis económica en curso, que demuestra que la “revolución
ciudadana” como propuesta política ha claudicado.
Otra habría sido la situación, si durante la gestión
correista se hubieran dedicado a cambiar la matriz productiva y paralelamente
la matriz de concentración de la riqueza. A los 8 años de gobierno ha tenido
que reconocer y agachar la cabeza para darse cuenta de que tenía que haber
fomentado la producción; pero no de cualquier forma de producción, sino de la
que se guía en base a los principios de relacionalidad, complementariedad,
reciprocidad, integralidad. No ha podido tomar conciencia de que su proyecto
monumentalista (carreteras, edificios, etc.) era tan solo un bello castillo de
naipes. Ahora vemos que al primer gran soplo se comienza a caer, es decir, que
nunca se construyeron raíces en qué sostenerse y mantenerse. Si en estos 8 años
Alianza País habría dirigido una revolución agraria del “mucho”, a partir de la
soberanía alimentaria, consolidando a las comunidades ancestrales, a las formas
asociativas tradicionales, a las cooperativas, y a las nuevas y modernas formas
de producción colectiva y agroecológica, hoy no estaría incentivando al capital
exportador de ciertos grupos monopólicos.
Y si hubiese hecho un cambio en la matriz de concentración
de la riqueza, no tendría que verse obligado a imponer las salvaguardias, pues
la producción local hubiese hecho el amortiguamiento respectivo, a través de
una población empoderada en forma asociativa que sostiene la arremetida
exterior. Por el contrario se fomentó el consumismo, cuando pudo haber sentado las
bases para un esquema de consumo más humano y respetuoso de la vida en todas
sus expresiones. Es decir, que hace 8 años
debió darse cuenta de que era “necesario consumir y valorizar lo nuestro”, de
que “nuestra producción es igual y competitiva a la internacional”, como ahora
dice, cuando se le acabó la lotería. Si en todo este tiempo se hubiera
potenciado lo “propio”, otra sería la situación frente a la afectación
internacional.
Lo realmente triste es constatar que Correa conocía de estas
potencialidades. Basta revisar el Plan de Gobierno de Alianza País, elaborado
el año 2006, o lo que representa la Constitución de Montecristi, en tanto hoja
de ruta de transición para construir otra economía, otra sociedad y otra
política. A la postre Correa, el caudillo del silgo XXI, terminó por traicionar
los orígenes y las propuestas básicas de su propio proyecto político.
“TODO O TODO” PARA LOS MISMOS DE SIEMPRE
Si los millones de dólares que ingresaron por el petróleo hubieran
servido para construir otra economía desde estructuras mutuales y no vayan
destinados en su gran mayoría a los
grupos monopólicos, otro sería el cantar a este momento. Por ejemplo, las
“lindas” y “necesarias” carreteras, hidroeléctricas, edificios, etc. han sido
construidas por grandes empresas nacionales y transnacionales, que debieron
estar en línea con la construcción de otra matriz productiva, que encuentre en
los mercados locales la razón de ser de su accionar. Lo que tenemos ahora es
que las carreteras van a servir principalmente a los grandes exportadores y no
para transportar productos de la economía popular y comunitaria, que además casi
no existen. En una política del “mucho” el pueblo organizado mutualmente
trabaja para sí mismo, pero en la política de lo “poco” sigue como peón y
servidor de las grandes empresas, y no trabajador ni propietario de sus propias
empresas comunitarias. Lo que implica el aumento de la dependencia laboral y
por ende que el capital continué encima del
trabajo, a pesar del discurso del correismo.
Si en 8 años, el pueblo organizado y empoderado
productivamente era parte de una política de construcción de otra economía,
hubiera podido enfrentarse sin tantos traumas ni altos costos el impacto de los
problemas internacionales. Correa no tuvo la capacidad y tampoco la voluntad
para inaugurar otra forma de economía política y consecuentemente no dio paso a
la transición hacia un nuevo tipo de sociedad y de sistema en línea con el
sumak kawsay. La tarea no pasaba ni por acciones violentas, ni
nacionalizaciones, ni estatizaciones, ni confiscaciones, ni nada de lo que
suele propugnar la ultraizquierda, sino que habría podido empoderar a los
productores y consumidores populares en el diseño, control y manejo de otra
economía y política.
Esto quiere decir que todo se hizo al revés. Las grandes obras de infraestructura habrían
tenido algún sentido si fomentaban la producción asociativa, pero ahora solo saldrá
favorecido el gran capital, como siempre ha sucedido cuando se presenta una
situación de crisis o de inestabilidad, en la que los grupos privilegiados
salen más fuertes que nunca. Lo cierto es que a este momento, sin querer
queriendo, el correismo ha terminado apoyándose en el gran capital. El sostén
de su gobierno está en connivencia con las cámaras de la producción, y no en el
apoyo del pueblo organizado económica y políticamente. Como diría el chavo:
“vuelve el perro arrepentido con el rabo entre las piernas” a la triste noche
neoliberal de la partidocracia, mientras el “Estado de Propaganda” se seguirá
encargando de convencerle al pueblo de que ha disminuido la pobreza, para
ocultar el problema de fondo que era disminuir la concentración y acumulación
de la riqueza.
Con todo esto llegamos a la conclusión de que se perdió la
gran oportunidad de hacer una verdadera revolución transgresora del status quo,
para simplemente haber hecho con “excelencia” un proceso de reformismo neo-desarrollista
para privilegio y ventaja de los mismos grupos de siempre. Lo que implica
decir, que la “revolución ciudadana” fue una bella ilusión, un espejismo, y que
ahora nos damos cuenta de que volvemos a la “larga noche y triste” realidad, en
la que se continúa con el mismo esquema histórico del “poco” para el pueblo y
el “todo” para los grupos de poder. El correismo es no solo el mejor aliado de
la derecha, es la derecha misma, así no lo haya querido.
Esto nos lleva a una nueva situación política en un nuevo
período de inflexión, entre el regreso de la derecha (restauración conservadora
del correismo o de las viejas oligarquías) o la profundización hacia la
izquierda y el indianismo (pachakuti), luego de esta época modernizadora,
autoritaria y tecnocrática del capitalismo. Si la izquierda
indianista-ecologista-feminista-comunitarista no está consciente de ello, la
restauración conservadora continuará, sea con la derecha del siglo XXI: Correa,
o con la derecha del siglo XX: Nebot, Rodas o Lasso. Esa izquierda tiene la
palabra.