Se entiende que la izquierda lucha por más democracia,
libertad, justicia, etc., pero la experiencia mundial demuestra lo contrario,
sin que se diferencie de la derecha que actúa de la misma manera. No solo
sucede en aquellos miembros o partidos de izquierda que han llegado al gobierno
central de un país sino en instancias de poder sectorial, como asimismo al
interior de sus propias organizaciones.
Se enfrentan a la derecha política reclamando más de estos
derechos, pero cuando llegan a sitios de poder los disminuyen y actúan
represivamente contra la derecha, pero principal y fundamentalmente contra sus
co-idearios de las izquierdas. Incluso mucho más contra sus propios compañeros
de partido, considerándolos contrarrevolucionarios o traidores a aquellos que
no están de acuerdo con determinadas políticas de quienes están a la cabeza del
proyecto político, los cuales obviamente creen que están en el camino correcto
y no aceptan críticas de ninguna naturaleza.
Todos ellos se escudan en argumentos como la dictadura del
proletariado, el centralismo democrático, el revisionismo, la derechización, la
reacción conservadora de la derecha, hacer el juego a la derecha, etc. Todo
pretexto y argumento para limitar la democracia, la libertad, la justicia… De
ahí el fracaso de todos los gobiernos de izquierda sin que exista una sola
experiencia diferente en todo el mundo. Ahí están los ejemplos de la ex URSS en
la que el partido bolchevique terminó asesinando a una serie de connotados
intelectuales, que quizás si hubieran sido escuchados el socialismo teórico
hubiera cuajado y hoy sería otra historia la que estuviéramos contando. Lo
mismo podemos decir de la China, en que mataron más a gente autoidentificada de
izquierda que a quienes se podría identificar como de derecha. La última gran
represión en la plaza de Tianamen a estudiantes expresa claramente el
totalitarismo represivo de los comunistas chinos. O el caso de Cuba en que
nadie puede expresar nada contra el gobierno, así se identifique de izquierda
pues simplemente es considerado un falso izquierdista, ya que la única verdad
revolucionaria la tiene el castrismo.
Y tampoco se puede decir lo contrario de los autodenominados
gobiernos progresistas actualmente en el poder, incluso algunos de ellos ex
guerrilleros en la presidencia o los que están en posiciones intermedias y que
no dicen nada frente a las acciones autoritarias de los presidentes y más por
el contrario las justifican, cuando a su turno ellos padecieron lo mismo. Los
casos más patéticos son los de Venezuela, Bolivia, Brasil, y en especial el de
Ecuador. En este último país, más que la gente de derecha los más atacados son
las otras izquierdas, el movimiento indígena y el indianismo. En vez de
aumentarse la democracia, la libertad, la justicia, al menos para quienes se autoidentifican
como de izquierda (si es que no lo quieren para la derecha), la coartan cada
vez más y así en general para toda la población. Excepto para quienes están con
el gobierno y con el argumento de que son la auténtica izquierda o de que han
ganado las elecciones y tienen el derecho a empujar su proyecto político sin
ninguna restricción, o como dice Correa: “a esta revolución lo para nada ni
nadie”. Todo aquel que intente hacerle ver los errores en que está incurriendo
para justamente reorientar el camino, simplemente es considerado enemigo y debe
ser eliminado, repitiendo el mismo error de los comunistas del “socialismo
real” que barrían con todos los supuestos contrarrevolucionarios al interior y
exterior del partido. Sin embargo, en general ese es el único eslogan que
conoce toda la izquierda. Si la izquierda que ahora es reprimida por la
izquierda progresista llegaría al poder, actuaría de la misma manera y argumentaría
lo mismo que ahora crítica de la otra izquierda. Esta falta de humildad y de
autocrítica ha hecho fracasar una y otra vez a la izquierda.
Nadie hasta ahora en la izquierda ha hecho todo lo contrario,
como tampoco existe experiencia de derecha o de centro que haya actuado
diferente en alguna parte del mundo, por lo que surge la pregunta por qué no
existe una experiencia de plena democracia, libertad o justicia. Y la respuesta
podría ser: en que no son posibles materializarlos completamente o que no son
reales estos conceptos. Al menos en la realidad de la naturaleza no existen,
por lo que estaríamos frente a ficciones o sofismas del intelectualismo
occidental. Como tampoco se las conoce en las culturas indígenas, quienes se
manejan por otros paradigmas como son: el consenso
en vez de la democracia de las mayorías contra las minorías, la armonía en vez de la libertad de unos
sobre la de otros, la complementariedad
en vez de la justicia de los ricos contra los pobres, etc.
En este sentido, al menos el reto para la izquierda -de aquí
en adelante- sería el de actuar todo lo contrario, intentando ampliar más la
democracia, la libertad, la justicia, y ver si así logran construir su
socialismo y no tan solo su capitalismo de Estado que es lo máximo que han
conseguido con su fundamentalismo represivo. Al mismo tiempo, quizás podrían
aprender algo de los indígenas que son más tolerantes y aceptan más fácilmente
la diversidad, sin intentar imponer una sola línea sino que aceptan distintas
versiones y dándoles su oportunidad a cada una de ellas. De ahí, que para
muchos que han sido criados en las “epistemologías del norte” como quienes han
sido educados en ellas dentro de las periferias, los indígenas les resultan no
muy firmes o consecuentes con ciertas tesis propias, pudiendo convivir en la
ciudad como mestizos y en el campo como indígenas.
En otro ejemplo, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades
Indígenas del Ecuador) funciona en un sentido y de acuerdo a la dirigencia de
turno, y no necesariamente de la misma manera la ECUARUNARI que es una de sus
filiales de la sierra ecuatoriana. Así las diferencias claras entre Humberto
Cholango como presidente de la CONAIE y Carlos Pérez Guartambel presidente de
la ECUARUNARI. Lo mismo podemos decir del brazo político legal de la CONAIE, el
partido Pachakutik que no actúa bajo una dirección centralizada de un grupo de
capos del movimiento indígena. Es decir, el movimiento indígena adscrito a la
CONAIE puede actuar con diversas líneas o tendencias, sin que sean todos
obligados a ceñirse a lo que dice un comité central de elegidos y predestinados
que creen saber qué es lo correcto para todos.
Ese el sentido de respetar la diversidad y ser capaces de
vivir en “unidad dentro de la variedad”, que es lo que enriquece a cualquier pueblo
u organización. Los indígenas no pretenden uniformar a todos bajo un
pensamiento único o monárquico, sino que respetan las distintas visiones.
Siempre buscando la complementariedad entre posiciones contrarias pues
entienden que la diferencia es sana y permite encontrar el equilibrio entre
posiciones divergentes. El otro es su espejo. Todo lo contrario al
eurocentrismo patriarcal de derecha o de izquierda que busca la síntesis y la
eliminación de la diferencia, en su visión de lucha de contrarios o de la
competencia. La arrogancia y la vanidad intelectual de la izquierda le han
conducido a crear tantas teorías cuantos miembros tiene la izquierda, pues cada
cual tiene la auténtica vía revolucionaria.
Será posible “más democracia” o “democracia radical” como
ahora proclama cierta izquierda. Quisiéramos creer que es posible, pero nos
cuesta creerlo.